El amanecer se filtraba tímidamente a través de las nubes grises que dominaban el cielo de Silence. El aire, denso y frío, parecía esperar con tensión el inicio de lo que estaba por venir. Kael se encontraba de pie, mirando hacia el horizonte, donde el contorno de las montañas se perdía en la niebla. A su lado, Rothar, siempre estoico, revisaba el equipo de caza con la misma seriedad de siempre.
—Hoy será diferente —dijo Rothar sin volverse a mirarlo. Su tono era tan frío como el viento que soplaba en la cara de Kael. —Esta vez cazaremos algo grande.
Kael asintió sin hablar. La caza era una de las habilidades más importantes que Rothar había estado enseñándole durante las últimas semanas. El entorno de Silence, tan traicionero y lleno de peligros, requería habilidades precisas de supervivencia, y la caza era esencial para asegurar la comida y los recursos necesarios para sobrevivir. Pero hoy, las cosas eran diferentes. Hoy no cazarían a las criaturas comunes y corrientes de los alrededores; hoy enfrentaban a algo más grande.
Rothar ya le había hablado sobre la criatura: un "Karnak", una bestia enorme, mitad reptil y mitad insecto, con garras tan largas como cuchillos y una piel escamosa impenetrable. Era un depredador de la noche, feroz y astuto, que había estado merodeando cerca de su campamento durante varios días, eliminando trampas y matando animales más pequeños. Era un desafío, y Kael sabía que esta sería su primera verdadera prueba en Silence.
El sol apenas comenzaba a ascender cuando Rothar dio la señal. Sin decir una palabra más, ambos se adentraron en el espeso bosque de Silence, avanzando en silencio, cada paso calculado. Kael seguía a Rothar con cuidado, observando sus movimientos, intentando imitar su agilidad. A pesar de su falta de experiencia, Kael había aprendido lo suficiente para reconocer la importancia de la paciencia en este tipo de misiones. Cualquier error podría ser fatal.
El bosque estaba oscuro, incluso durante el día. Las enormes raíces de los árboles se entrelazaban en el suelo como serpientes dormidas, y las ramas gruesas cubrían el cielo, bloqueando la luz del sol. Cada crujido bajo sus pies parecía retumbar en el aire silencioso. Kael mantenía su espada bien sujeta, su mirada fija en los movimientos de Rothar, quien caminaba con la misma fluidez que el viento.
Después de horas de rastrear las huellas de la bestia, finalmente llegaron a un claro en el bosque. Rothar hizo un gesto para que Kael se detuviera y se agachara. Desde allí, pudieron ver al Karnak.
La criatura estaba cerca, mucho más cerca de lo que Kael esperaba. Era tan grande como un carro, con su cuerpo escamoso cubierto de placas duras que reflejaban débilmente la luz que llegaba entre los árboles. Sus ojos, dos manchas amarillas brillantes, se movían constantemente, buscando presas. La bestia estaba aparentemente distraída, hurgando en el suelo con sus enormes garras.
—Tienes que ser rápido, Kael. Vamos a rodearla. La pelea será corta, y no puedes permitirte cometer errores —murmuró Rothar en voz baja. Su tono no mostraba dudas, solo una concentración férrea.
Kael asintió, el corazón latiendo fuerte en su pecho. Sabía que esta era su oportunidad de demostrar que había aprendido algo de todo su entrenamiento. Sabía que no podía fallar.
Rothar avanzó por un lado, mientras Kael tomaba el flanco opuesto, buscando rodear al Karnak. El silencio era absoluto, salvo por el crujir de las hojas bajo sus pies y el incesante viento que parecía acentuar la tensión en el aire. Kael se movía con cuidado, asegurándose de que cada paso fuera silencioso, pero al mismo tiempo rápido. Sus músculos estaban tensos, listos para reaccionar en cualquier momento.
Cuando finalmente estuvieron en posición, Rothar levantó la mano, señalando el momento de atacar. Kael respiró profundamente, preparándose para el primer movimiento. Sin embargo, algo salió mal.
El Karnak, con una rapidez sorprendente para su tamaño, se giró repentinamente hacia donde Kael estaba. Los ojos de la bestia se fijaron en él, y un rugido ensordecedor llenó el aire. Kael, sorprendido por la rapidez de la criatura, intentó reaccionar a tiempo, pero el sonido del rugido lo aturdió. La bestia se abalanzó hacia él con una rapidez aterradora.
El instinto de Kael lo impulsó a dar un salto hacia atrás, esquivando las garras afiladas del Karnak por muy poco. El impacto del salto lo desequilibró, y se encontró cayendo al suelo. No era el momento para errores, pero Kael sabía que no tenía opción.
Rothar aprovechó la distracción del Karnak y saltó hacia la criatura, su espada afilada brillando con la luz filtrada. La bestia, sin embargo, estaba mucho más acostumbrada a luchar que Kael. Con un rugido furioso, el Karnak giró rápidamente y le dio un zarpazo a Rothar, haciendo que este se tambaleara y cayera al suelo.
Kael se levantó rápidamente, desesperado por ayudar. Sin embargo, cuando intentó levantarse, un dolor agudo le atravesó el costado. Miró hacia abajo y vio la sangre que comenzaba a empapar su camisa. En su desesperación por levantarse, no había visto cómo la bestia había lanzado un golpe indirecto hacia él.
El dolor era insoportable, pero no podía detenerse. Kael se obligó a ponerse de pie, su visión nublada por la herida, pero la determinación le dio fuerzas para seguir adelante. A pesar de la gravedad de la situación, Kael no podía permitir que Rothar cayera.
Con su espada temblorosa, Kael se lanzó hacia el Karnak, saltando para intentar desviar su atención. El Karnak se giró hacia él, rugiendo con furia, pero en el momento en que la bestia atacó, Rothar apareció de la nada, lanzando un golpe fatal hacia la base del cuello de la criatura.
El Karnak, con un grito de dolor, cayó al suelo, muerto antes de que pudiera hacer un movimiento más. La batalla había terminado, pero Kael no podía relajarse. Caía de rodillas, sintiendo que su cuerpo no respondía. El dolor en su costado era demasiado intenso, y las fuerzas lo abandonaban.
Rothar se acercó rápidamente, mirándolo con una mezcla de molestia y sorpresa. Aunque estaba herido, no parecía tener la misma urgencia que Kael. Al ver la expresión de Kael, su tono se suavizó ligeramente, pero no tanto como Kael esperaba.
—Vas a sobrevivir —dijo Rothar, casi en tono de reproche, pero con una leve aprobación en sus ojos. —Pero cometiste errores críticos. No te precipites. No eres un guerrero, Kael. No puedes luchar contra el entorno, ni contra lo que no puedes controlar. Tienes que usarlo a tu favor.
Kael, respirando con dificultad, asintió débilmente. La lección era clara, y aunque su orgullo estaba herido, algo en su interior sabía que Rothar tenía razón. No podía seguir actuando impulsivamente, no en este lugar. Si quería sobrevivir y mejorar, tendría que adaptarse a Silence, no luchar contra él.
Rothar, con una rapidez sorprendente, comenzó a curar la herida de Kael. Le mostró cómo usar los recursos del bosque para detener la hemorragia, y aunque su método era brusco, Kael entendió que cada acción tenía una razón. La herida era grave, pero no mortal. No esta vez.
—Recuerda, Kael —dijo Rothar, mientras terminaba de vendar su costado—. Deja de luchar contra el entorno; úsalo a tu favor. En Silence, eso es lo único que importa.
A pesar del dolor, Kael no pudo evitar sonreír, aunque le doliera hacerlo. Había sobrevivido a su primera gran prueba. Y aunque había fallado, algo dentro de él le decía que esta era solo una de muchas lecciones más que aprendería en este mundo oscuro y brutal.
Silence no perdonaba, pero Kael estaba decidido a seguir adelante.