La mañana comenzó con un aire espeso y pesado, como si el cielo estuviera a punto de ceder y derramar su furia sobre el mundo. Kael, que ya había pasado varias semanas entrenando con Rothar en los terrenos de Silence, notó que algo no estaba bien. El viento se movía de una manera inusual, soplando con una intensidad creciente, y las nubes, oscuras y bajas, cubrían todo el horizonte como un manto de sombras.
Rothar, que siempre parecía estar en sintonía con el entorno, levantó la vista hacia el cielo, su rostro inexpresivo. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y comenzó a preparar su equipo, revisando las trampas que había colocado alrededor del campamento y asegurándose de que las armas estuvieran a su alcance. Kael, aunque aún no comprendía completamente el comportamiento de Rothar, lo observó en silencio, notando la tensión en su postura. Algo estaba por suceder.
—¡Rápido! —ordenó Rothar, mirando de reojo a Kael. —Ve a revisar las trampas del lado norte. Algo se acerca.
Kael no hizo preguntas. Con una sensación de urgencia en el estómago, asintió y corrió hacia el área que Rothar le había señalado. A medida que avanzaba por el terreno árido y rocoso de Silence, el viento aumentaba en fuerza, levantando polvo y hojas secas. Cada paso era más difícil, como si el aire mismo se resistiera a su avance. Kael había aprendido a moverse con rapidez y sigilo, pero esa mañana, todo parecía estar en su contra.
A lo lejos, podía oírse un rugido, bajo pero ominoso. Kael se detuvo un momento, su corazón palpitando con fuerza. ¿Era una bestia? ¿O simplemente el viento que jugueteaba con los ecos de Silence? Sin embargo, pronto lo supo con certeza. Un grito estridente cortó el aire, y Kael sintió que su sangre se helaba. El sonido provenía de la dirección de su campamento, y aunque no sabía exactamente qué lo había provocado, algo dentro de él le decía que debía apresurarse.
Sin pensarlo más, comenzó a correr de vuelta al campamento, impulsado por una mezcla de temor y adrenalina. Al llegar, vio a Rothar de pie, observando fijamente la línea del horizonte. No había tiempo para palabras. Rothar ya sabía lo que Kael había oído.
—¡Aguanta tu posición! —gritó Rothar mientras se acercaba rápidamente. —Prepara las armas, tenemos que estar listos. Esto será más grande que lo que hemos enfrentado antes.
Kael, sin dudar, corrió a donde había dejado su espada y comenzó a prepararla. Las criaturas que habitaban Silence no eran como cualquier otro ser que hubiera enfrentado en su vida anterior. Había aprendido a no subestimarlas. Algunas eran grandes, otras rápidas, pero todas compartían una característica común: su brutalidad. Esta vez, Kael lo sabía con certeza, tendrían que luchar por sus vidas.
El rugido creció más fuerte, ahora claramente audible, y el suelo bajo sus pies parecía vibrar con cada paso de las criaturas que se acercaban. No eran una, sino muchas. Kael miró a Rothar, quien ya estaba colocando trampas adicionales en el suelo, creando una línea defensiva alrededor del campamento. A pesar de la tensión, Rothar seguía siendo el mismo: tranquilo, metódico, calculador.
—Tienes que aprender a improvisar, Kael —dijo Rothar sin mirarlo. —Estas criaturas no se detendrán ante nada. Cuando vengan, no habrá tiempo para pensar. Solo para actuar.
Antes de que Kael pudiera responder, las primeras criaturas se hicieron visibles. Eran bestias enormes, de piel escamosa y ojos rojos como brasas. Cada paso que daban hacía que el suelo temblara. Kael sintió un nudo en el estómago, pero la visión de Rothar, firme y sereno, le dio algo de confianza. Sabía que no estaba solo. Sin embargo, también sabía que este sería su mayor desafío hasta el momento.
—¡Prepárate! —gritó Rothar. —¡Cuidado con los flancos! Las trampas no durarán mucho.
La batalla comenzó con una ferocidad inesperada. Las criaturas, al parecer, no solo estaban atacando por instinto, sino que parecían tener una especie de inteligencia colectiva. Los primeros ataques fueron rápidos, y las trampas de Rothar lograron atrapar a varias, pero aún quedaban muchas más.
Kael luchaba con todo lo que había aprendido. Usó su espada para cortar las patas de una criatura que intentaba abalanzarse sobre Rothar, y luego, aprovechando su habilidad para manipular el Vitalis, canalizó una ráfaga hacia el suelo, creando una explosión que derribó a otra bestia. La energía que usó fue agotadora, pero Kael no podía permitirse fallar. No ahora.
Rothar, por su parte, estaba en su elemento. Moviéndose con una agilidad sorprendente para alguien de su edad, golpeaba y esquivaba con facilidad. Kael podía ver en sus ojos que cada movimiento estaba calculado, cada golpe, una decisión tomada en fracción de segundo. No había espacio para dudar.
El combate continuó durante lo que pareció una eternidad. El suelo estaba cubierto de polvo y sangre, y las criaturas caían una tras otra, pero más seguían viniendo. La ferocidad de la batalla comenzó a hacer mella en Kael. El agotamiento lo invadía, pero no podía detenerse. Miró a Rothar, que aún estaba luchando con la misma intensidad.
Al final, después de lo que pareció un interminable intercambio de golpes y magia, las criaturas comenzaron a retroceder, arrastrándose y huyendo hacia la oscuridad del bosque. El campo de batalla se calmó, y el aire, que antes estaba cargado de tensión, parecía relajarse. Pero Kael sabía que no estaban fuera de peligro. Era solo una pausa.
Rothar, empapado en sudor y con heridas visibles, se acercó a Kael. Su mirada, aunque aún fría, tenía algo de gratitud.
—Bien hecho —dijo, respirando pesadamente. —Pero esto es solo el principio. Silence no perdona.
Kael, exhausto, asintió, sin palabras. Estaba demasiado cansado para hablar, pero sentía que algo había cambiado en su relación con Rothar. Habían trabajado juntos, no solo como compañeros, sino como aliados. La batalla los había unido, de una manera que ninguna lección de supervivencia podría lograr.
Ambos se sentaron en el suelo, recuperando el aliento mientras observaban el campo de batalla. El sol comenzaba a ponerse, bañando el paisaje de Silence con una luz dorada que parecía tan fuera de lugar en este mundo de oscuridad. Pero, como todo en Silence, esa luz era fugaz. Sabían que más tarde o más temprano, nuevas amenazas aparecerían.
Fue en ese momento, mientras Kael intentaba calmar su respiración y reorganizar sus pensamientos, que Rothar habló, su voz baja y seria.
—Antes, no te lo dije, pero… sé lo que es sentirse abandonado. Traicionado. He estado aquí durante años, sin esperanza de salir. Pensaba que nadie vendría a ayudarme. No tenía a nadie. Hasta que, finalmente, entendí que estaba solo por una razón. Nadie puede ser confiable en este lugar, ni siquiera los más cercanos.
Kael lo miró, sorprendiendo al ver en los ojos de Rothar algo que nunca había visto: vulnerabilidad. La dureza que siempre había mostrado se desmoronaba por un momento, dejando entrever algo más humano.
—Me traicionaron —continuó Rothar. —Me dejaron aquí para morir, igual que tus enemigos. Y ahora, estoy aquí para evitar que eso te suceda a ti. No todo el mundo es lo que parece, Kael. En Silence, sólo tienes lo que eres capaz de ganarte.
Kael asintió lentamente, sintiendo el peso de esas palabras. En ese momento, se dio cuenta de que Rothar, a pesar de su actitud distante, entendía más de lo que había imaginado. No solo sobre la supervivencia en Silence, sino sobre la traición, el abandono y el vacío que ambos sentían.
—Gracias —dijo Kael, apenas susurrando, pero las palabras llevaban una gratitud sincera.
Rothar asintió, y con ello, sellaron una nueva comprensión entre ellos, un pacto silencioso de respeto y solidaridad. En Silence, sabían que solo podían confiar el uno en el otro.
La tormenta había pasado, pero el verdadero desafío apenas comenzaba.