La oscuridad de la cueva envolvía a Kael como una manta pesada mientras descansaba contra la fría pared de piedra. A pesar de que su cuerpo estaba exhausto y su brazo herido, había algo dentro de él que seguía ardiendo. No era solo la necesidad de sobrevivir, sino una fuerza interna, una chispa que se negaba a apagarse. Recordaba cómo, en su vida pasada, se había sumergido en un mundo de poder y manipulación, donde cada decisión estaba orientada a ganar más fuerza y control. Ahora, al enfrentarse a un mundo aún más implacable, esa misma determinación se había transformado en un instinto primitivo, un deseo profundo de no ser una víctima.
Kael había logrado deshacerse de la criatura, pero el precio había sido alto. Su brazo izquierdo sangraba, y el agotamiento le nublaba la mente. Sabía que no podía permitirse un descanso prolongado, pero el dolor en su cuerpo le pedía lo contrario. Cerró los ojos un momento, buscando un respiro, aunque sabía que el tiempo no le otorgaría ningún lujo.
**Recuerdos del pasado**
Mientras Kael descansaba, su mente comenzó a divagar. Recordaba su vida anterior, el hambre insaciable por poder, la forma en que se apartó de sus amigos, de su familia, para alcanzar la cima. En su mundo anterior, no había espacio para la debilidad. Cada día era una batalla constante por más poder, más riquezas. Había perdido la humanidad en su afán de ser el más fuerte, de dominar a todos a su alrededor. Pero la verdad era que, a medida que crecía, se dio cuenta de que no había nada más solitario que alcanzar la cima sin tener a nadie en quien confiar. Perdió todo lo que alguna vez le dio valor: el amor, la lealtad, la amistad.
"¿Qué soy ahora?", se preguntó, el pensamiento como una daga afilada en su mente. No podía negar la verdad: había vuelto a nacer en un mundo donde todo era distinto. Tenía una segunda oportunidad, pero ¿para qué? ¿Sería la misma persona de antes? ¿El mismo villano en busca de más poder?
**El peso de la culpa**
El dolor de su brazo lo hizo volver al presente. Observó la herida con detención, apretando los dientes mientras intentaba detener el flujo de sangre con un trozo de tela rasgada. Sin embargo, no podía evitar que su mente volviera a las sombras de su vida pasada. Pensó en su familia, en su hermana pequeña, en su hermano mayor. El rostro de su hermana le llegaba claro y vívido, con su sonrisa ingenua, sin comprender por completo las decisiones que Kael había tomado. Y su hermano... un hombre fuerte, lleno de principios, que siempre había sido su apoyo incondicional.
Había prometido a su familia que regresaría, que encontraría la manera de salvarlos. Sin embargo, en su obsesión por la ambición, los había dejado atrás. Ahora, mientras se enfrentaba a los horrores de Silence, se sentía más lejos de ellos que nunca. La culpa lo carcomía.
"¿De qué sirve ser fuerte si pierdes todo lo que importa?" La pregunta resonó en su cabeza, pero no había respuestas claras.
**El futuro incierto**
El viento frío se colaba por la entrada de la cueva, trayendo consigo un leve olor a humedad y tierra. Kael se levantó lentamente, sintiendo cada músculo de su cuerpo protestar ante el movimiento. Necesitaba encontrar una forma de salir de ese continente, de avanzar, y quizás, aunque fuera por un momento, olvidar lo que había perdido. Tenía que seguir adelante, por sus padres, por sus seres queridos. No podía dejar que su vida se desmoronara otra vez.
"Voy a hacerlo", murmuró con firmeza. "Voy a regresar. Y esta vez, no voy a perderme."
Kael comenzó a recoger sus cosas. La mochila, ligera ahora debido a la falta de suministros, estaba a su lado. Miró el cristal de Vitalis que colgaba de su muñeca. El brillo débil de su rango F no había mejorado en todo el tiempo que llevaba en Silence, pero no podía permitirse detenerse. Tenía que encontrar una manera de fortalecerlo.
"Silence... este lugar no me va a quebrar", dijo para sí mismo, más como una afirmación que como una promesa.
**La caminata por la desolación**
Kael dejó la cueva y se adentró de nuevo en el yermo. El paisaje desolado se extendía frente a él, sin una señal de vida en kilómetros a la redonda. Las rocas afiladas y la tierra reseca formaban un terreno traicionero, y cada paso que daba era un recordatorio de que nada en Silence era amable. La brisa helada azotaba su rostro, como si el mismo continente intentara rechazar su presencia.
El dolor de su brazo lo ralentizaba, pero Kael seguía avanzando, con los dientes apretados. Cada vez que un pensamiento de desesperación se asomaba en su mente, lo expulsaba con una sacudida. No podía permitirse pensar en rendirse.
**Encuentro inesperado**
Después de varias horas de caminata, Kael llegó a lo que parecía un pequeño oasis en medio del desierto. Un riachuelo de agua clara se deslizaba entre las rocas, una vista rara en un continente como Silence. Se acercó rápidamente, el agua era lo último que necesitaba para calmar su sed. Sin embargo, al llegar a la orilla, un sonido peculiar lo hizo detenerse.
Un suave crujido provenía de la maleza cercana, y Kael, alerta, dio un paso atrás. No estaba solo. Algo se movía en la vegetación.
De pronto, una figura apareció entre las sombras de los arbustos. No era una criatura corrupta ni una bestia salvaje. Era un ser humano.
Kael no podía creerlo. La figura era delgada, con una capa gastada que apenas cubría su cuerpo. La persona se acercó cautelosamente, sus ojos observando a Kael con desconfianza. La mujer, porque era una mujer, no parecía ser de los habitantes de Silence. Su cabello, de un tono oscuro, caía en desorden sobre su rostro, y su ropa parecía de un material desconocido. No era un mercenario ni un bandido. Era alguien perdido, o al menos, eso pensó Kael al principio.
"¿Quién eres?", preguntó Kael, manteniendo su espada en mano, preparado para cualquier ataque.
La mujer lo miró fijamente, sin mover un músculo, y luego susurró con voz rasposa: "No soy tu enemiga."
Kael no bajó la guardia. "¿Y por qué debería creerte?"
"Porque... yo también busco una salida de aquí", respondió ella, su mirada recorriendo la desolación que los rodeaba.
**El precio de la confianza**
A pesar de sus dudas, Kael no tenía muchas opciones. El sol comenzaba a ponerse, y Silence no perdonaba a aquellos que se quedaban fuera después del anochecer. No había elección.
"Está bien. Pero no te acerques demasiado", advirtió Kael, bajando ligeramente la espada.
La mujer asintió, y juntos se sentaron cerca del agua. Aunque la situación era tensa, Kael no pudo evitar preguntarse qué hacía una persona como ella en un lugar como Silence. ¿Sería una sobreviviente, o alguien que estaba tan perdida como él?
"¿De dónde vienes?", preguntó finalmente Kael.
"De algún lugar mucho peor que esto", respondió ella, con una sonrisa triste. "Y tú, ¿qué haces en Silence?"
"Busco respuestas", dijo Kael, sin revelar todo lo que pensaba. "Y salir de aquí."
"Quizás ambos podamos ayudarnos", murmuró la mujer, mirando la distancia.
Kael no respondió de inmediato. Su mente estaba llena de preguntas, pero por primera vez desde que había llegado a Silence, sintió que había una posibilidad de que, tal vez, no estaría solo en este viaje. Pero el viaje, sin importar cuántos compañeros encontrara en el camino, aún estaba plagado de peligros. El continente seguía siendo un monstruo al acecho, y Kael lo sabía.
"Vamos", dijo Kael, levantándose y mirando el horizonte. "La noche no es un buen momento para descansar aquí."
Ambos comenzaron a caminar, hacia un destino incierto. Pero Kael, por primera vez en mucho tiempo, sentía que había dado un paso hacia algo más que la desesperación.