El sol apenas se asomaba entre las densas nubes grises que cubrían el cielo de Silence, un manto eterno de desesperación que parecía aplastar cualquier rastro de esperanza. Kael Varun se tambaleaba por un sendero apenas visible, marcado solo por los escombros de lo que alguna vez pudieron ser ruinas antiguas. Su respiración era pesada, su cuerpo débil después de días sin una comida adecuada, y su reserva de Vitalis apenas suficiente para mantenerlo consciente.
El entorno no ofrecía piedad. El terreno estaba compuesto por rocas afiladas, cenizas y una vegetación marchita que, en lugar de dar vida, parecía absorberla. Kael podía sentirlo: este continente respiraba hostilidad. Una brisa helada cortaba su rostro, y el olor a podredumbre lo acompañaba como una sombra persistente. Cada paso que daba era un recordatorio de su vulnerabilidad, y cada sonido en la distancia lo mantenía alerta.
"Silence..." murmuró Kael para sí mismo, deteniéndose brevemente para recuperar el aliento. "Esto no es un lugar para los vivos."
A pesar de sus palabras, siguió avanzando. No tenía otra opción. La promesa de un refugio temporal, aunque incierta, era lo único que lo impulsaba a seguir adelante. Pero incluso caminar se estaba convirtiendo en una tarea monumental. Cada músculo de su cuerpo protestaba, cada articulación le dolía, y su mente, desgastada por el hambre, comenzaba a jugarle malas pasadas.
Kael recordó las enseñanzas de su vida pasada, la disciplina que había cultivado como un villano calculador y frío. "La debilidad es solo temporal", se decía, pero estas palabras, que antes eran su mantra, ahora sonaban huecas. La debilidad no era solo física; Silence atacaba su espíritu, recordándole constantemente lo pequeño e insignificante que era ante la inmensidad de este continente.
En un intento desesperado por mantenerse enfocado, Kael miró el cristal de Vitalis que colgaba de su muñeca. El brillo débil del rango F era un recordatorio cruel de sus limitaciones actuales. Intentó canalizar lo poco que le quedaba de Vitalis para calentar su cuerpo, pero la energía fluía con lentitud, como si el propio ambiente la repeliera.
"Esto no puede ser todo lo que tengo", se dijo, apretando los dientes. Pero sabía que estaba al borde del agotamiento.
Después de horas de caminar, Kael finalmente divisó una pequeña abertura en la base de una colina rocosa. Una cueva. Era pequeña, apenas visible, pero suficiente para resguardarse del viento y recuperar algo de fuerza. Sin pensarlo dos veces, se arrastró hacia la entrada.
Dentro, el aire era húmedo y pesado, pero al menos estaba protegido de la brisa cortante del exterior. Kael dejó caer su mochila al suelo y se dejó caer contra la pared de piedra. Cerró los ojos por un momento, disfrutando de la quietud relativa.
"No es mucho, pero servirá", murmuró, intentando convencerse. Sacó un pequeño trozo de pan duro de su mochila, el último que le quedaba. Lo mordió lentamente, como si alargar el momento pudiera engañar a su estómago.
Mientras comía, su mente vagaba. Pensó en su familia: en su hermana pequeña, en su hermano mayor... en el hogar que había perdido. El pensamiento le trajo un dolor punzante en el pecho, pero también una chispa de determinación. No podía permitirse morir aquí. Tenía que volver, aunque no sabía cómo.
Un sonido interrumpió sus pensamientos. Era leve al principio, como un roce, pero se hacía más fuerte con cada segundo. Kael se puso de pie de inmediato, su cuerpo tenso. Agarró su espada, una hoja simple que había logrado conservar durante su viaje, y se preparó.
El sonido venía de lo más profundo de la cueva. Unos ojos brillantes aparecieron en la oscuridad, seguidos de un gruñido bajo y amenazante. La criatura era pequeña, del tamaño de un lobo, pero su apariencia era grotesca: su piel estaba cubierta de llagas y una sustancia viscosa, y sus dientes eran afilados como cuchillas.
"Una de las criaturas de Silence", susurró Kael, recordando las advertencias sobre la fauna local. Este no era un simple animal; estas criaturas estaban imbuidas con un Vitalis corrupto, lo que las hacía aún más peligrosas.
El primer ataque fue rápido. La criatura se lanzó hacia él con una velocidad sorprendente, obligando a Kael a rodar hacia un lado para evitarla. El impacto dejó un rasguño en la pared de la cueva, dejando claro que un solo golpe podría ser letal.
Kael se levantó rápidamente, sosteniendo su espada con ambas manos. "No tengo Vitalis suficiente para un ataque mágico", pensó, evaluando la situación. Tendría que confiar en su habilidad con la espada y su ingenio.
El siguiente ataque fue más calculado. La criatura se movió en círculos, evaluando a su presa. Kael siguió sus movimientos con la mirada, buscando un patrón. Cuando la criatura finalmente saltó de nuevo, Kael anticipó el movimiento y giró su cuerpo, golpeando con su espada. La hoja encontró carne, dejando un corte profundo en el costado de la criatura.
El gruñido de dolor que emitió resonó en la cueva, pero no detuvo su agresión. Kael apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la criatura contraatacara, rasguñándole el brazo izquierdo. El dolor fue inmediato, pero Kael lo ignoró.
"Piensa, Kael, piensa", se dijo a sí mismo, retrocediendo para ganar algo de espacio. Miró a su alrededor, buscando algo que pudiera usar a su favor. La cueva era pequeña, lo que limitaba el movimiento de la criatura, pero también el suyo.
Kael notó una roca suelta en el techo de la cueva, justo sobre donde estaba la criatura. Inspirado, decidió arriesgarse. Se colocó estratégicamente bajo la roca, fingiendo estar más herido de lo que realmente estaba. La criatura tomó la carnada, lanzándose hacia él con todo su peso.
En el último segundo, Kael saltó hacia un lado y canalizó lo poco que quedaba de su Vitalis para empujar la roca con un ataque básico. No fue un movimiento elegante, pero funcionó. La roca cayó, aplastando a la criatura y poniendo fin a la pelea.
Kael cayó al suelo, jadeando. Su brazo sangraba, y su cuerpo temblaba por el esfuerzo. Pero estaba vivo, y la criatura estaba muerta.
Mientras vendaba su herida con un trozo de tela, Kael miró el cadáver de la criatura. "Si esto es lo más débil que tiene Silence...", pensó, dejando que el resto de la frase se completara sola en su mente.
Este continente no iba a darle tregua. Si quería sobrevivir, tendría que ser más fuerte, más astuto. Pero, por ahora, necesitaba descansar.
Apoyándose contra la pared de la cueva, Kael cerró los ojos, permitiéndose un momento de tranquilidad. El camino por delante sería largo, pero había dado el primer paso. Y eso, pensó, era suficiente por ahora.