Kael apenas podía mantenerse en pie. El aire denso y pesado del humo quemaba su garganta, y cada rincón del pueblo estaba cubierto de cenizas y gritos ahogados. Tropezando y con el cuerpo exhausto, logró encontrar finalmente a su familia, quienes se habían refugiado en una pequeña cabaña cerca del río, uno de los pocos lugares a los que el fuego aún no había alcanzado. Al verlos a salvo, sintió una calma momentánea; el corazón le martillaba en el pecho, pero por un instante, se permitió respirar.
Su madre y su hermana menor estaban acurrucadas, temblando. La bebé, entre los brazos de su madre, lloraba en silencio, ajena al peligro, mientras su hermana mayor intentaba calmarlas con voz suave y quebrada. Sin embargo, al ver a Kael, todos sintieron un alivio que les permitió abrazarse entre lágrimas.
Pero esa paz se rompió en un instante. De entre las sombras, avanzaron figuras que llevaban la túnica roja del culto de las Llamas Eternas. Uno de ellos, un hombre de figura esbelta y ojos afilados, parecía el líder del grupo. Su mirada gélida recorrió a Kael y a su familia como si fueran poco más que juguetes, algo con lo que podría divertirse o destruir a placer.
Kael, con el cuerpo herido y sin apenas Vitalis restante, levantó su espada con manos temblorosas, **decidido a defender a su familia aunque fuera lo último que hiciera**. Pero sus fuerzas flaqueaban, y cada segundo que pasaba, sentía que su cuerpo ya no respondía del mismo modo. Intentó reunir el Vitalis que aún quedaba en él, hacer fluir la energía para fortalecer sus músculos y mantenerse en pie. Pero apenas consiguió encender un leve brillo en su espada, que pronto comenzó a apagarse.
El líder del grupo de cultistas levantó una ceja, intrigado. "Así que eres tú… el niño con el Vitalis especial," murmuró con un tono casi divertido, mientras sus hombres se reían en tono burlón. "He escuchado rumores de un Vitalis como el tuyo. Eres más valioso de lo que creía." Dio un paso adelante y extendió la mano en dirección a Kael, quien retrocedió con el cuerpo tenso.
Kael lo miró, desafiando su miedo. "¡Aléjate de ellos!" gritó, intentando sonar fuerte. Pero la voz apenas le salió como un murmullo. Sin embargo, sus palabras parecieron despertar algo en el hombre, quien sonrió con desprecio.
**"¿De verdad piensas que puedes protegerlos?"**, dijo el líder, sin mover un solo músculo. "Eres solo un niño con ilusiones de grandeza. ¿De verdad crees que tienes el poder para desafiar al Culto de las Llamas Eternas?" Kael apretó los puños, con la rabia ardiendo en su interior. Sabía que tenía las manos atadas, pero no podía permitir que dañaran a su familia.
Fue entonces cuando, en medio de su desesperación, una idea temeraria se formó en su mente. Quizá, si lograba distraerlos, su familia tendría una oportunidad de escapar. **Tomando una decisión precipitada y peligrosa**, Kael se plantó frente a los cultistas y habló con la voz firme y baja.
"Si me llevan a mí… y me dejan vivir, prometo no resistirme," dijo, respirando con dificultad. "Pero a cambio, deben dejarlos ir. No les haré daño, no intentaré escapar… sólo llévenme a mí." Las palabras salieron entrecortadas, pero cada sílaba llevaba la fuerza de su convicción.
El líder levantó una ceja, claramente divertido, pero también intrigado. **Kael mantenía su mirada fija en él, sin mostrar ni un atisbo de duda.** Sabía que era su última carta, su única forma de proteger a quienes amaba. **El líder, tras un momento de consideración, asintió lentamente** y una sonrisa retorcida se dibujó en su rostro.
"Sabes, podría simplemente llevarme a todos y quemarlos en el proceso," respondió el líder con frialdad. "Pero tu valor tiene… potencial." Hizo un gesto, y uno de sus seguidores se acercó, sujetando a Kael por los brazos. Este no opuso resistencia, aunque la ira en sus ojos seguía encendida. "Si eres tan especial como creo, quizá tengas una utilidad en nuestros planes. Acepto el trato."
Kael sintió el peso de la derrota, pero en el fondo sabía que al menos su sacrificio daría una oportunidad a su familia. Mientras lo sujetaban, vio los ojos de su madre, llenos de lágrimas y de horror. Intentó transmitirle una última sonrisa, un gesto de despedida, aunque su propia tristeza le quemaba el pecho.
**Uno de los cultistas se acercó y golpeó a Kael en la cabeza, haciéndolo tambalearse.** Sintió que la vista se le nublaba y un dolor punzante le atravesaba el cráneo antes de caer al suelo. Todo comenzó a volverse borroso, pero su último pensamiento fue para su familia, su hermana herida, sus padres aterrados… y el juramento que hacía en ese instante.
Mientras la oscuridad lo cubría, **Kael juró que encontraría la manera de volver**, y que, cuando lo hiciera, **no habría rincón en la tierra donde el Culto de las Llamas Eternas pudiera esconderse**.
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Kael despertó, atado de pies y manos, en lo que parecía una especie de carromato cerrado. Sentía las muñecas ardiendo por las ataduras, y el ambiente a su alrededor era frío y oscuro. Apenas tenía fuerzas para moverse, pero sus pensamientos eran un torbellino de ira y dolor. La voz de uno de los cultistas resonó desde afuera.
"El niño ha despertado," dijo con tono burlón. "¿No era él el héroe que quería salvar a su familia?" Las risas de los demás le recordaron su impotencia. Kael cerró los ojos, tratando de calmar la tormenta de emociones que sentía.
A pesar de su rabia y su desesperación, una pequeña chispa de determinación ardía en su interior. **Sabía que no podía rendirse.**
Mientras el carromato avanzaba a través de terrenos desconocidos, Kael perdió la noción del tiempo. Sus muñecas y tobillos seguían firmemente atados, y el frío helado del ambiente se le filtraba en los huesos, robándole calor y esperanza. No sabía cuánto tiempo llevaba siendo transportado, ni hacia dónde lo llevaban. Solo sabía que la oscuridad se cerraba cada vez más a su alrededor, y el odio hacia los miembros del Culto de las Llamas Eternas crecía con cada segundo.
De pronto, el vehículo se detuvo con un chirrido agudo. Kael escuchó pasos acercándose, y la puerta del carromato se abrió bruscamente, dejando entrar la pálida luz de la luna. Frente a él, con una sonrisa cruel, estaba el mismo líder del culto que lo había tomado prisionero. Su mirada ahora era más fría y calculadora que antes.
"Ha sido divertido, chico," dijo el hombre, con un tono de voz que destilaba desprecio. "Pero hemos decidido que cargar con un peso muerto como tú ya no nos interesa. No eres tan especial como imaginamos."
Kael lo miró con una mezcla de confusión y rabia. "¿Por qué… por qué hacer esto? ¿Por qué secuestrarme si solo me iban a abandonar?"
El líder del culto rio suavemente, como si la respuesta fuera obvia. "Queríamos ver si realmente tenías algo único en ti, algo que valiera la pena llevarnos. Pero has demostrado ser débil, frágil. No tienes el potencial que imaginábamos. Así que hemos decidido dejarte aquí, en este continente desolado." Hizo un ademán hacia el vasto paisaje oscuro que los rodeaba.
Kael miró a su alrededor y reconoció los relatos que había escuchado sobre aquel lugar. Silence, el continente vacío. Un lugar abandonado por la vida, azotado por fuertes vientos y cubierto de desiertos y ruinas antiguas. Un lugar donde nadie sobrevivía mucho tiempo. Los habitantes del pueblo lo llamaban "el cementerio de los desesperanzados".
El líder le dedicó una última sonrisa burlona. "Tal vez encuentres algo de valor aquí, chico. O tal vez te conviertas en polvo, como tantos otros que se han perdido en estas tierras. En cualquier caso, este es tu final."
Sin más palabras, los cultistas lo arrojaron al suelo y cortaron las cuerdas que lo mantenían atado. Kael apenas pudo ponerse de pie, tambaleándose mientras intentaba recobrar la circulación en sus extremidades. Trató de reunir la energía para atacar, para defenderse, pero su cuerpo estaba al borde del colapso.
Los cultistas se marcharon sin mirar atrás, dejando a Kael solo en aquel desierto sin vida. Mientras el sonido de los cascos de los caballos se desvanecía en la distancia, Kael cayó de rodillas, sintiendo cómo la desesperación y la rabia luchaban en su pecho. Las ruinas y el vasto vacío de Silence se extendían ante él, imponentes y hostiles.
Pero, en medio de la desesperación, una llama se encendió dentro de él. **Recordó su juramento**, recordó la promesa de proteger a su familia y vengarse del culto. Y aunque estaba perdido y débil, Kael decidió que no dejaría que aquel lugar lo derrotara.
Mirando el horizonte desolado, Kael respiró profundamente y se levantó con la poca fuerza que le quedaba. Si el Culto de las Llamas Eternas pensaba que abandonarlo en Silence sería su final, estaban muy equivocados. Esto sería solo el comienzo.
Con el viento helado y la oscuridad envolviéndolo, Kael dio un paso hacia adelante, hacia lo desconocido, decidido a sobrevivir… y a regresar más fuerte que nunca.