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Chapter 13 - El Culto de las Llamas Eternas

Kael se despertó a mitad de la noche, el cuerpo cubierto de un sudor frío y el corazón latiendo a toda velocidad. Había soñado con llamas gigantes que consumían el bosque alrededor del pueblo y después la propia aldea. La intensidad del sueño, aunque borroso en algunos detalles, lo dejaba intranquilo. Miró a su alrededor, notando la respiración tranquila de su hermana en la cama cercana, y se recordó a sí mismo que estaban a salvo. Aún así, no lograba sacarse esa sensación de inquietud que le había invadido desde hacía unos días, un presentimiento oscuro e inexplicable.

A la mañana siguiente, la vida en el pueblo parecía seguir como siempre. Mientras ayudaba a sus padres en la herrería, Kael escuchó rumores de algo nuevo. Un grupo de viajeros había llegado a la taberna en el centro del pueblo, y algunos de los aldeanos se estaban reuniendo alrededor de ellos, escuchando con atención las noticias del exterior. Kael intentó concentrarse en su trabajo, pero su curiosidad crecía. Siempre había tenido interés por las historias de tierras lejanas, pero esta vez había algo en el ambiente que lo intrigaba más de lo habitual.

Finalmente, en un descanso, se dirigió hacia la taberna. La pequeña multitud de aldeanos ya rodeaba a los viajeros, escuchando con una mezcla de asombro y preocupación. Los recién llegados parecían cansados, sus ropas gastadas y polvorientas, con las marcas de un largo viaje. Kael se mezcló entre la gente y trató de escuchar lo que decían.

"...un culto, dicen que se hacen llamar 'Las Llamas Eternas'", mencionaba uno de los viajeros, un hombre mayor con voz grave y ojos oscuros que reflejaban una mezcla de temor y resentimiento.

"¿Un culto? ¿Aquí?" preguntó una mujer, visiblemente alarmada. "¿Qué buscan?"

El hombre suspiró y negó con la cabeza. "Han estado causando problemas en otras aldeas. Hablan de un fuego que purificará el mundo y de algún tipo de líder que se autodenomina el 'Señor del Fuego'. Los rumores dicen que no tienen reparo en quemar aldeas enteras para purgar lo que consideran impuro."

La atmósfera se tensó al escuchar esas palabras. Kael sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Las palabras "fuego" y "purificación" resonaban en su mente, evocando las llamas de su sueño de la noche anterior. Algo en su interior reaccionaba a esas palabras de forma visceral, aunque no entendía por qué. Notó que algunos aldeanos a su alrededor intercambiaban miradas de preocupación, y en ese momento, el tabernero intervino.

"¿Por qué están haciendo esto? ¿Qué buscan realmente?" preguntó el tabernero, su tono sombrío.

El viajero se encogió de hombros, pero había una dureza en su expresión. "Poder, supongo. Dicen que su líder cree que este mundo está corrupto y débil. Que la gente debe purgarse a través del fuego para renacer en algo más fuerte. Pero los que se les oponen... Bueno, pocos sobreviven para contarlo."

Kael sintió su estómago dar un vuelco. El tono con el que hablaba el viajero hacía que esas palabras parecieran aún más siniestras. No podía dejar de pensar en las personas de su propio pueblo, en sus padres, en su hermana pequeña. ¿Podría esa amenaza alguna vez alcanzarlos?

Decidió quedarse un poco más para escuchar. La conversación se desviaba hacia temas cada vez más oscuros. Los viajeros contaron historias de aldeas que habían quedado reducidas a cenizas y de personas que habían desaparecido tras cruzarse con los seguidores de este culto. Mencionaron que los ataques parecían aleatorios, pero que en las últimas semanas se habían vuelto más frecuentes y coordinados. Cada palabra añadía un peso que Kael sentía en sus hombros, como si una sombra invisible se cerniera sobre ellos.

Cuando finalmente el grupo de aldeanos empezó a dispersarse, Kael quedó sumido en pensamientos oscuros. En su interior, había una mezcla de miedo y una curiosidad inquietante, casi como si sintiera una conexión inexplicable con este culto del que nunca había oído hablar antes. Empezó a caminar de regreso a la herrería, pero su mente estaba lejos.

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Esa noche, Kael se esforzó por dormir, pero su mente continuaba divagando en lo que había escuchado. Las palabras de los viajeros seguían resonando en su cabeza. El culto. Las llamas. El Señor del Fuego. ¿Qué tipo de persona sería alguien capaz de fundar un grupo así? ¿Y por qué se sentía tan extrañamente intranquilo al respecto?

Al día siguiente, trató de seguir su rutina con normalidad, pero le costaba concentrarse. Decidió hablar con uno de sus amigos cercanos en el pueblo, alguien de su edad que a menudo se entrenaba con él en sus prácticas secretas de Vitalis y esgrima. Se encontraron en el bosque como de costumbre, y mientras practicaban, Kael le mencionó los rumores sobre el culto.

Su amigo se mostró escéptico al principio, pero al ver la expresión seria de Kael, empezó a preocuparse también.

"Kael, puede que solo sean rumores de gente asustada," dijo su amigo, tratando de tranquilizarlo. "Los viajeros siempre exageran las historias para hacerlas más interesantes."

"Tal vez," respondió Kael, mirando la espada en su mano. "Pero si es verdad... No sé, siento que esto no es como las otras historias que hemos escuchado. Esto suena... diferente."

Hubo un silencio entre ambos mientras procesaban las implicaciones. Kael sabía que no tenía pruebas concretas de que el culto representara un peligro real para su aldea, pero también intuía que algo en su vida iba a cambiar pronto, y no estaba seguro de si estaba preparado para enfrentarlo.

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Los días pasaron, y aunque Kael intentó ignorar los rumores, la preocupación continuaba creciendo en su interior. Su hermano mayor, quien solía ser bastante distante y crítico, notó la inquietud en él y le habló durante la cena una noche.

"Kael, ¿por qué tienes esa cara de preocupación últimamente?" preguntó su hermano, con un tono que mezclaba curiosidad y un leve desdén. "¿No me digas que has estado escuchando los cuentos de esos viajeros."

Kael dudó un momento antes de responder. "Es solo... Ellos hablaban de un grupo, un culto llamado Las Llamas Eternas. Dicen que están quemando aldeas y que... que creen en la purificación por el fuego."

Su hermano soltó una carcajada. "Kael, no puedes creer todo lo que oyes. Esa gente solo busca atención. Deja de preocuparte por esas tonterías y concéntrate en tus deberes aquí."

Las palabras de su hermano resonaron en Kael, pero no lograron consolarlo. Sentía que había algo que su hermano no comprendía, y que él, a su corta edad, tampoco podía entender completamente. Pero sabía que algo en él le decía que esa amenaza era real.

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En las semanas siguientes, los rumores sobre el culto de las Llamas Eternas continuaron circulando. A veces, algún viajero traía nuevas historias, y otras veces eran solo rumores transmitidos de boca en boca, deformándose y creciendo con cada versión. Algunos aldeanos comenzaron a tomar precauciones adicionales, mientras que otros se reunían en pequeños grupos para debatir sobre qué hacer si algún día este culto llegaba a sus tierras.

Kael, que continuaba escuchando de cerca cada fragmento de información que lograba obtener, comenzó a prepararse de forma más intensa en su entrenamiento. Aunque no era mucho lo que podía hacer en secreto y con recursos limitados, se esforzaba cada vez más, en un intento de volverse más fuerte.

Durante uno de sus entrenamientos, en un momento de descanso, Kael miró hacia el horizonte, sintiendo una sensación de nostalgia y miedo. Su vida tranquila en el pueblo parecía ahora frágil, y por primera vez en mucho tiempo, sintió una urgencia de proteger lo que amaba.

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Una noche, Kael despertó nuevamente de un sueño inquietante, aunque esta vez las imágenes de fuego y destrucción parecían mucho más vívidas. Miró el techo de su casa, escuchando la respiración suave de su hermana, y sintió un impulso de velar por ellos. Sabía que no era un guerrero, ni siquiera un aventurero, pero algo en él le decía que debía estar preparado.

Los rumores sobre las Llamas Eternas se volvieron una especie de sombra que pesaba sobre el pueblo, y aunque muchos intentaban ignorarlo, el temor se instaló en la gente, como una semilla esperando crecer en cualquier momento. Kael, en silencio, prometió que haría lo que estuviera en sus manos para proteger a su familia, sin importar el peligro.

El capítulo se cierra con Kael mirando hacia el cielo nocturno, decidido a no dejar que el fuego que había visto en sus sueños consumiera su mundo.