El amanecer rasgó el cielo, trayendo consigo un nuevo día. Kael se despertó en su cama, exhausto pero con la determinación aún ardiendo en su interior. La noche anterior había sido una prueba de sus límites, un recordatorio doloroso de lo que estaba en juego. Al mirar por la ventana, vio los primeros rayos de luz asomándose por el horizonte, y sintió que era el momento perfecto para reflexionar sobre lo que había experimentado.
La casa estaba en silencio, un silencio que le dio tiempo para pensar. Se sentó en la cama y recordó el abrazo de su madre, la preocupación en su voz y las lágrimas en sus ojos. A diferencia de lo que su hermano Cedric le había hecho creer, no se trataba solo de ser fuerte o demostrar su valía a través de la fuerza física. Sus padres no solo querían un hijo fuerte, sino uno saludable y feliz. La verdad resonaba en su mente: su salud y bienestar eran su prioridad, y no había un solo motivo por el que debiera arriesgarlo todo solo para satisfacer una noción de poder.
Aún así, el deseo de protegerlos seguía ardiendo en su corazón. Se levantó de la cama y se dirigió al pequeño espacio que había destinado para su entrenamiento, decidido a hacer de su práctica algo más que un simple esfuerzo. Tenía que combinar las técnicas que había aprendido de cada raza, a fin de volverse verdaderamente fuerte. Consciente de que el Vitalis no solo era una herramienta de poder, sino también un reflejo de su espíritu y voluntad, comenzó a trazar un plan.
El día se deslizaba lentamente, y Kael se dedicó a estudiar sus propios límites. En su mente, visualizaba la energía vital fluyendo a través de su cuerpo como un río en calma, cada movimiento calculado y lleno de propósito. "Si puedo aprender a manejar mi Vitalis, no solo seré más fuerte físicamente, sino también mentalmente", pensó, dándose cuenta de que su viaje no solo consistía en construir músculo, sino en aprender a mantener el equilibrio entre fuerza y control.
El primer paso en su nuevo enfoque era entrenar su cuerpo en una serie de ejercicios diseñados para canalizar el Vitalis de manera eficiente. Salió al exterior, el aire fresco de la mañana estimulando su mente. Se dirigió a un claro en el bosque donde podía concentrarse sin distracciones. Comenzó con movimientos de estiramiento, intentando recordar lo que había visto en los semi-humanos: el fluir de su energía, su conexión con la naturaleza, cómo podían extraer Vitalis de su entorno y utilizarlo para reforzar su resistencia.
"Primero, necesito dominar el flujo de Vitalis en mi cuerpo", murmuró para sí mismo mientras se preparaba. Kael cerró los ojos y se concentró, sintiendo cómo su Vitalis comenzaba a agitarse dentro de él. Era como un fuego dormido, y sabía que debía despertarlo con calma. No podía permitir que la impaciencia lo arrastrara. Se visualizó rodeado de la energía que lo empujaba hacia adelante, invadiendo cada célula de su ser.
Con cada respiración, se concentró en expandir su Vitalis, sintiendo cómo se movía a través de su cuerpo, fluyendo desde su núcleo hasta sus extremidades. Cada vez que se sentía abrumado, recordaba la preocupación de sus padres, lo que le brindaba una motivación renovada. Quería protegerlos, y eso le daba el poder necesario para seguir adelante. Pero mientras intentaba mantener el flujo, sentía que su cuerpo aún no respondía como esperaba. Había un límite que debía cruzar.
Después de varias horas de práctica, Kael sintió que había logrado controlar la energía vital en sus músculos de una manera más eficiente que antes. Sin embargo, sabía que aún no había alcanzado la maestría que deseaba. Aunque había experimentado breves momentos de control total sobre el flujo, la realidad era que estaba aún lejos de dominarlo por completo. Aun así, esas breves ráfagas de poder le proporcionaron un nuevo sentido de esperanza.
Decidido a no dejarse vencer, Kael continuó con su entrenamiento. Repitió los ejercicios, concentrándose en cada movimiento y buscando el equilibrio entre la velocidad y la potencia. Se sintió más fuerte con cada repetición, cada intento, pero también comprendía que el verdadero desafío radicaba en mantener esa energía sin sobrecargarse. Lo que había aprendido en la noche anterior le pesaba en la mente, y sabía que debía ser consciente de sus límites.
Más tarde, cuando el sol comenzaba a descender y la luz dorada bañaba el paisaje, Kael decidió tomar un descanso. Se sentó en un tronco caído, exhausto pero satisfecho. La imagen de su madre sonriendo, su padre apoyándolo y el cariño de su hermana llenaban su mente, y por primera vez se dio cuenta de lo que realmente quería: ser la fuente de su felicidad, no su carga.
En ese instante, un fuerte crujido interrumpió su pensamiento. Al girarse, vio a su hermano Cedric salir de entre los árboles. Su expresión era una mezcla de sorpresa y desprecio. "¿Qué haces aquí, Kael?" preguntó, su tono lleno de desdén. "¿Crees que entrenarte solo va a cambiar algo? La fuerza es lo único que importa en este mundo."
Kael sintió que la ira comenzaba a burbujear en su interior, pero decidió que no valía la pena discutir. "No se trata solo de fuerza, Cedric. Estoy aprendiendo a utilizar mi Vitalis, a ser más fuerte y también más inteligente. Hay más en esto que solo pelear."
Cedric soltó una risa burlona. "Eres un iluso. Si quieres ser fuerte, tendrás que dejar de soñar y comenzar a pelear. La vida no es un juego de niños." Se dio la vuelta, dando a entender que lo que Kael estaba haciendo era un esfuerzo inútil.
"Tal vez no entiendas, pero no estoy solo en esto," Kael respondió, sintiendo la confianza crecer dentro de él. "No solo estoy entrenando para ser fuerte. Estoy entrenando para proteger a mi familia. Ellos son lo que realmente importa para mí."
Cedric se detuvo en seco, dándose la vuelta y observando a Kael con una expresión de incredulidad. "¿De verdad crees que eso cambiará algo? No puedes proteger a nadie si no eres lo suficientemente fuerte. Tu madre y tu padre son débiles. Deberían haber sido más fuertes."
Kael sintió una punzada de dolor al escuchar esas palabras. "No estoy tratando de ser fuerte solo por mí, Cedric. Quiero ser un pilar para ellos, quiero ser alguien en quien puedan confiar. No tienes idea de lo que realmente significa eso."
Por un momento, la tensión entre ellos era palpable. Cedric lo miró con desdén, y Kael, en su interior, sintió que algo había cambiado. Era como si finalmente hubiera encontrado su propósito, el juramento que lo acompañaría en cada paso de su camino. A pesar de las palabras hirientes de su hermano, decidió que iba a ser alguien diferente.
"Te prometo que no me rendiré", dijo Kael con firmeza, mientras sus ojos brillaban con determinación. "No voy a dejar que tus palabras me detengan. Haré lo que sea necesario para proteger a nuestra familia. Seré más fuerte, no solo por mí, sino por ellos."
Con esas palabras resonando en su mente, Kael se despidió de su hermano y se marchó, sintiendo una nueva oleada de determinación fluir en su interior. Al mirar hacia el cielo, que comenzaba a oscurecerse, supo que su camino apenas comenzaba. Estaba listo para enfrentarse a cualquier desafío, y esa noche, hizo un juramento silencioso: entrenaría su Vitalis con una dedicación feroz, combinando las técnicas de cada raza y convirtiéndose en un verdadero protector.
En su mente, Kael trazó un plan detallado sobre cómo entrenaría su Vitalis y su cuerpo. Con una mirada decidida, se preparó para lo que estaba por venir, estableciendo el inicio de su camino hacia la grandeza, hacia un futuro donde su familia podría estar a salvo. Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, Kael entendía que su viaje no sería fácil, pero estaba decidido a enfrentarse a cada desafío, y no se detendría hasta que se convirtiera en la persona que siempre había soñado ser.