La luna llena iluminaba el bosque, proyectando sombras danzantes sobre el suelo cubierto de hojas. Kael, decidido a mejorar, se adentró en la espesura con una determinación renovada. Sabía que debía empujar sus límites, enfrentarse a sus miedos y buscar la conexión con el Vitalis de una manera que nunca había intentado antes. A pesar de la advertencia de su madre y los preocupados rostros de su familia, no podía permitirse ser débil. Tenía que volverse más fuerte, por él y por ellos.
Recordó la preocupación que había visto en sus padres antes de salir. Su madre, con el rostro pálido y la voz temblorosa, le había suplicado que no se fuera. "Kael, por favor, no vayas tan lejos. Hay peligros en el bosque que no comprendes", había dicho, las lágrimas brillando en sus ojos. Su padre, aunque más reservado, había apretado su hombro con fuerza, dejándole claro que su preocupación era profunda. Pero Kael no podía rendirse ante sus miedos. Había entrenado arduamente y sabía que para proteger a su familia y demostrar su valía, debía empoderarse.
Mientras avanzaba en la penumbra, el susurro del viento a través de los árboles sonaba como una advertencia. Cada crujido y cada sombra lo hacían dudar, pero su resolución se mantuvo firme. Su mente se centró en el Vitalis que latía dentro de él. Recordó las enseñanzas sobre la magia de los semi-humanos, sobre cómo podían extraer Vitalis de su entorno y convertirlo en una fuente de poder. Si iba a enfrentar a las bestias salvajes que habitaban este bosque, tendría que canalizar esa energía.
Con un profundo suspiro, Kael se detuvo en un claro, donde la luz de la luna caía en cascada sobre el suelo. Cerró los ojos y se concentró, sintiendo cómo el Vitalis fluía en su cuerpo. Intentó recordar los movimientos que había aprendido y cómo la energía vital podía ser utilizada para fortalecer sus músculos. Visualizó cómo el Vitalis se conectaba con su ser, envolviéndolo en una corriente de energía.
Al principio, no pasó nada. La quietud del bosque lo rodeaba, y la ansiedad comenzó a burbujear en su interior. Pero no iba a rendirse. Se concentró más, sintiendo la energía a su alrededor, respirando profundamente y dejando que el aire fresco llenara sus pulmones. Luego, en un momento de claridad, comenzó a canalizar el Vitalis. Siguió el flujo, sintiendo cómo su cuerpo respondía. En ese instante, algo se encendió dentro de él.
Su fuerza aumentó. Los músculos de sus brazos y piernas se tensaron, y una energía ardiente recorrió su cuerpo. Abrió los ojos, ahora llenos de determinación, y se sintió como si pudiera levantar el peso del mundo. Kael comenzó a correr, sintiendo la rapidez que lo impulsaba, el poder de su Vitalis fluyendo a través de cada movimiento. Era como si estuviera volando, como si el bosque estuviera a sus pies.
Con cada paso, la adrenalina corría por sus venas. Se lanzó entre los árboles, atravesando el paisaje en una danza de poder y velocidad. Era como si la naturaleza misma lo estuviera apoyando, como si cada hoja y cada sombra lo animaran a seguir adelante. Se detuvo solo para lanzar un puñetazo al tronco de un árbol, su fuerza empujando a la corteza como si nada. La satisfacción llenó su pecho mientras sonreía, disfrutando de su nuevo poder.
Sin embargo, la alegría fue efímera. Con cada segundo, el Vitalis que había canalizado comenzaba a drenar su energía, y la sobrecarga se volvía palpable. La explosión de poder que había sentido se desvanecía rápidamente, y la presión de la energía acumulada dentro de él se volvía abrumadora. Kael sintió un dolor punzante en su pecho y comenzó a tambalearse, sus piernas temblando.
"No, no ahora," murmuró para sí mismo, luchando por mantenerse en pie. Intentó concentrarse, pero la fatiga se apoderaba de él, como un manto pesado que lo arrastraba hacia el suelo. Se dejó caer de rodillas, el sudor empapando su frente y la respiración entrecortada. Sabía que había ido demasiado lejos, que había estado a punto de cruzar la línea que podría llevarlo al borde de la muerte.
En su mente, recordó las advertencias sobre la **sobrecarga de Vitalis**. Aquella extraña enfermedad que había oído mencionar, un estado peligroso que ocurría cuando el cuerpo no podía manejar la energía vital que fluía en su interior. Aquello podía ser su fin. Sin embargo, antes de que el terror se apoderara de él, decidió que debía hacer algo. Con el último atisbo de fuerza, comenzó a expulsar el Vitalis que había acumulado, intentando liberarse de la presión interna que amenazaba con aplastarlo.
Mientras se esforzaba por recuperar el control, la conexión con el bosque lo envolvió de nuevo. El aire fresco se sentía más limpio, y, con cada exhalación, su Vitalis se disipaba, aliviando un poco la carga. Pero el proceso lo dejó exhausto. Kael cayó de espaldas, sintiendo la tierra fría contra su piel mientras la oscuridad se cernía a su alrededor.
Casi inconsciente, comenzó a recordar las últimas palabras de su madre. Esa preocupación, ese amor incondicional que siempre había sentido. Sabía que su familia lo extrañaría, que sus padres se preocuparían al no volver esa noche. De repente, la imagen de sus padres llorando y su hermana buscando desesperadamente lo invadió. Eso fue lo que lo hizo despertar.
"¡Kael!" La voz de su madre resonó en su mente, mezclada con el eco del bosque. El dolor de sus palabras atravesó su conciencia, haciéndolo luchar por abrir los ojos. Era un llamado de auxilio que lo empujó a levantarse, aunque su cuerpo le gritaba que se rindiera. Sabía que debía regresar.
En un esfuerzo sobrehumano, Kael comenzó a arrastrarse por el suelo, su mente enfocándose en la dirección de su hogar. Los árboles, antes tan familiares, ahora parecían amenazadores, pero la visión de su madre sonriendo y su padre orgulloso lo mantenía en movimiento. A cada paso, luchaba contra la inercia de la desesperación. Las lágrimas de su madre y la risa de su hermana lo guiaban, y no iba a dejar que su familia sufriera por su elección imprudente.
La noche se extendía, y la oscuridad parecía tragárselo. Finalmente, Kael se encontró en el borde del bosque, el sendero que conducía a su hogar iluminado tenuemente por la luz de las estrellas. Con un último esfuerzo, se levantó y corrió hacia la casa, tambaleándose pero decidido. En su mente, solo había un pensamiento: no podía fallarles.
Cuando finalmente llegó, encontró a sus padres en la puerta, el miedo y la ansiedad marcando sus rostros. El aliento se le cortó al ver la angustia en sus ojos. La figura de su madre se iluminó por el pálido resplandor de la luna, y ella corrió hacia él, los ojos llenos de lágrimas.
"¡Kael!" gritó, abrazándolo con tanta fuerza que casi lo derriba. "¡Te estábamos buscando! Pensamos que no volverías…" Sus palabras se entrelazaban con el llanto, y Kael sintió el peso de la preocupación que había llevado a sus espaldas.
"Lo siento, madre," murmuró, su voz temblando. "Solo quería… quería ser más fuerte. Quería protegerlos." Pero sus fuerzas estaban casi agotadas, y las palabras parecían escapar de su boca como un susurro.
Su padre se acercó, su expresión era un mix de alivio y reproche. "No puedes poner tu vida en peligro de esa manera, Kael. No puedes actuar sin pensar en las consecuencias." Su voz era fuerte, pero la preocupación ocultaba su tono.
Kael asintió, sintiendo el dolor de sus palabras. "Lo sé, papá. Pero… quiero ser alguien a quien puedan confiar. No quiero ser el débil que solo les causa problemas."
La tristeza en los ojos de sus padres se transformó en una mezcla de amor y desesperación. La noche que había comenzado como un intento de demostrar su valía se convirtió en un recordatorio del dolor que podía causar a quienes más amaba.
"Por favor, nunca más lo hagas," suplicó su madre, las lágrimas brotando de nuevo. "Tu vida es lo más importante para nosotros."
En ese momento, Kael entendió que su familia no solo se preocupaba por su fuerza, sino por su seguridad y felicidad. Sus padres no querían que él se convirtiera en un guerrero solo por el orgullo; deseaban que su vida estuviera llena de amor y esperanza.
A partir de esa noche, Kael comprendió que su viaje no se trataba solo de volverse más fuerte, sino de aprender a equilibrar su deseo de poder con la necesidad de cuidar a quienes amaba. Con ese entendimiento en su corazón, supo que seguiría entren