La brisa fresca de la mañana traía consigo el aroma de la tierra húmeda y las hojas recién brotadas. Kael se encontraba en el bosque, un lugar que había comenzado a considerar su refugio. Este era un santuario donde podía entrenar y reflexionar sin el juicio de los demás. La luz del sol se filtraba a través de las ramas, creando patrones danzantes en el suelo cubierto de hojas. Era un entorno propicio para explorar su conexión con el Vitalis.
Kael comenzó a darse cuenta de que algo no estaba bien en su cuerpo cuando, tras varias sesiones de entrenamiento intensivo, empezó a experimentar episodios de mareo y debilidad extrema. Al principio, atribuyó estas sensaciones a la fatiga acumulada por sus esfuerzos, pero pronto se dio cuenta de que estos episodios se volvían más frecuentes y severos. Un día, tras un entrenamiento particularmente agotador, sintió un dolor agudo en el pecho y una presión inusual que lo obligó a arrodillarse en el suelo, luchando por recuperar el aliento. Fue en ese momento, con el sudor goteando por su frente y una sensación de pánico apoderándose de él, que recordó las advertencias sobre la Sobrecarga de Vitalis, una condición que había escuchado en sus primeras lecciones sobre el Vitalis. Comprendió que su cuerpo estaba acumulando más energía vital de la que podía soportar, una enfermedad rara que lo había atrapado en un ciclo de desesperación y vulnerabilidad, obligándolo a buscar soluciones antes de que fuera demasiado tarde.
Desde su último encuentro con el anciano guerrero, Kael había estado buscando métodos para mejorar su comprensión del Vitalis y aliviar su enfermedad. La idea del "Flujo de Vitalis" había comenzado a tomar forma en su mente. Se había dado cuenta de que, a medida que entrenaba, su energía vital no solo era algo que debía acumular, sino que también podía ser un recurso que se movía y fluía, como un río. Inspirado por este pensamiento, decidió probar una técnica que le permitiría conectar su Vitalis con el entorno.
Con la espada a su lado, Kael se sentó en el suelo, cruzando las piernas y cerrando los ojos. Su corazón latía con fuerza mientras intentaba relajarse. Sabía que, para lograr el flujo de Vitalis, debía liberar cualquier tensión en su cuerpo y mente. Se concentró en su respiración, inhalando y exhalando con calma, intentando sentir cómo su Vitalis pulsaba en su interior.
—Vitalis —susurró para sí mismo—, eres parte de mí y de todo lo que me rodea.
En ese momento, comenzó a sentir un ligero cosquilleo en sus dedos. Era una sensación sutil, como si el aire a su alrededor vibrara con energía. Con cada respiración, intentó atraer esa energía hacia él, como si fuera un imán. Su mente se enfocó en el suelo debajo de él, en las raíces de los árboles, en la tierra que lo sustentaba. Con cada latido de su corazón, se sintió cada vez más en sintonía con la naturaleza.
A medida que se concentraba, algo comenzó a cambiar. Un hilo de Vitalis pareció emerger del entorno, fluyendo hacia él, como un arroyo que se encontraba con un río. Kael sintió cómo su propio Vitalis empezaba a responder, creando un lazo invisible con el mundo natural. La calma se apoderó de él, y por un momento, la sobrecarga que a menudo sentía en su cuerpo pareció desvanecerse. En ese estado de conexión, la energía vital de la naturaleza lo envolvió, y él se sintió más fuerte y más centrado.
Sin embargo, la alegría de este descubrimiento pronto fue empañada por un recuerdo aterrador. La enfermedad que había comenzado a manifestarse en él, la Sobrecarga de Vitalis, era un riesgo constante. Cada vez que intentaba acumular energía en su cuerpo, el dolor y el mareo se apoderaban de él, llevándolo al límite de su resistencia. La Sobrecarga era una condición rara, una que podía afectar a aquellos que, como él, intentaban manipular el Vitalis de formas poco convencionales. Pero en este momento, conectado a la energía de la naturaleza, Kael sintió que podía manejarlo.
Las imágenes de su hermano, siempre fuerte y seguro, llenaron su mente. Él había llegado a niveles de Vitalis que muchos considerarían envidiables, pero Kael sabía que cada vez que él trataba de seguir ese camino, su cuerpo respondía de manera adversa. Se había convertido en un ciclo vicioso; a mayor impulso por crecer, mayor era el riesgo de su enfermedad. Pero ahora, aquí, con la energía vital fluyendo hacia él, sintió que había encontrado una respuesta.
Con cada respiración profunda, comenzó a liberar la energía que había acumulado en su interior, expulsando el Vitalis excedente de su cuerpo. La técnica del flujo de Vitalis no solo consistía en absorber energía del entorno; era también una manera de equilibrar lo que tenía en su interior. Al expulsar el exceso de Vitalis, Kael sentía que no solo estaba aliviando el dolor que lo acosaba, sino que también podía reutilizar esa energía para fortalecer su cuerpo y sus ataques.
Abrió los ojos, y mientras contemplaba el entorno, se dio cuenta de que había una sinfonía de Vitalis en la naturaleza: el murmullo del viento a través de las hojas, el canto de los pájaros, el sonido de un arroyo cercano. Todo ello se entrelazaba, formando un ciclo de energía que él quería comprender mejor. Su corazón latía con fuerza mientras comenzaba a experimentar la sensación de poder que esta conexión le proporcionaba.
Al sentir la corriente de Vitalis en su cuerpo, Kael cerró los ojos nuevamente, intentando canalizar la energía que había absorbido. Era como si estuviera forjando una espada de pura energía vital, uniendo su voluntad con el entorno. Sentía cómo su cuerpo se fortalecía, y aunque el efecto era temporal, cada momento de claridad y poder era invaluable. Las agujas de dolor que solían recorrer su cuerpo comenzaban a disiparse, y por primera vez en mucho tiempo, Kael experimentó una sensación de bienestar.
Al intentar mover su espada, se dio cuenta de que cada corte era más fluido, más preciso. La técnica de flujo de Vitalis parecía funcionar, y él estaba comenzando a dominarla. Pero, aunque esta conexión lo fortalecía, también sabía que no podía depender de ella siempre. Su objetivo no era solo encontrar alivio, sino mejorar en todos los aspectos, tanto física como mentalmente.
El tiempo pasó mientras continuaba practicando. Era un ciclo: expulsaba el Vitalis en exceso, absorbía de la naturaleza, y cada vez que lo hacía, la energía vital se sentía más accesible. Pero también era consciente de los riesgos. La enfermedad que lo aquejaba no podía ser ignorada, y cada vez que experimentaba con el flujo, se adentraba en un terreno peligroso. Sin embargo, su determinación crecía. Necesitaba encontrar una forma de controlar esta energía sin dejarse consumir por ella.
Mientras se esforzaba por perfeccionar la técnica, Kael recordó las palabras del anciano guerrero: "La mente y el cuerpo deben trabajar en armonía." Esa armonía era lo que él buscaba desesperadamente. Pero también había algo más en su interior, una inquietud que crecía. ¿Qué pasaría si se volvía adicto a esta forma de poder? ¿Podría la conexión con la naturaleza convertirse en una trampa?
La luz del sol comenzó a declinar, tiñendo el cielo de naranjas y púrpuras. Kael se dio cuenta de que había pasado más tiempo del que pensaba en el bosque, perdido en su propio entrenamiento. La noche caía, y con ella, un aire de incertidumbre lo envolvía. ¿Podría realmente dominar esta técnica? ¿Podría encontrar un equilibrio que le permitiera superar su enfermedad y convertirse en el guerrero que anhelaba ser?
Decidido a encontrar respuestas, Kael decidió que debía hablar con el anciano guerrero nuevamente. Sentía que necesitaba guía para navegar este nuevo camino. El flujo de Vitalis le había dado esperanzas, pero las sombras de su enfermedad aún acechaban, recordándole que el camino hacia la fortaleza estaba lleno de peligros.
Al regresar a casa, cada paso resonaba con la expectativa de lo que estaba por venir. Había descubierto algo invaluable, pero también comprendía que había más que aprender. Su conexión con la naturaleza y su exploración del flujo de Vitalis lo habían transformado, pero aún no era suficiente. Necesitaba comprender cómo manejar su poder y evitar que la Sobrecarga lo consumiera.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Kael reflexionó sobre su viaje. La conexión con la naturaleza había sido un alivio, pero también una llamada de atención. Necesitaba ser cauteloso y estratégico. Si iba a lograr su objetivo, tendría que enfrentarse a la realidad de su enfermedad y encontrar una forma de superarla.
A medida que las estrellas brillaban en el cielo, Kael cerró los ojos, visualizando su futuro. La imagen del guerrero que deseaba ser lo motivaba. No se rendiría. El camino sería arduo, pero cada paso que daba lo acercaba a su meta. La conexión con el Vitalis de la naturaleza sería solo una parte de su viaje, una herramienta que le ayudaría a forjar su destino en el mundo que lo rodeaba.
Con la determinación renovada, Kael se durmió, soñando con un futuro donde su fuerza no solo provenía de su Vitalis, sino también de su mente, su corazón y su conexión con el mundo natural. La lucha apenas comenzaba, y él estaba listo para enfrentarse a todo lo que se interpusiera en su camino.