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Chapter 4 - Conflictos y Pequeños Logros

El amanecer era apenas un resplandor pálido en el horizonte cuando Kael salió al claro del bosque, sintiendo en sus huesos el cansancio de sus esfuerzos. Su respiración era pesada, cada paso más desafiante que el anterior, pero la determinación que lo movía era inquebrantable. No le importaba lo que dijeran de él. Había decidido que aprendería a luchar y que controlaría el Vitalis sin importar los límites de su propio cuerpo.

Mientras observaba el entorno a su alrededor, recordó las historias que sus padres le contaban de pequeño sobre el Vitalis. Decían que hace cientos de años, los humanos no tenían acceso a esta energía, y que el don de Vivara, el dios de la vida, les permitió a los humanos desarrollar habilidades únicas, elevándolos a un nivel similar al de otras razas. Este "regalo divino" les otorgó un control sobre su Vitalis, la esencia de vida que permitía, en distintas formas, la magia y el fortalecimiento físico. La conexión con Vivara era vista casi como un pacto: el Vitalis era vida, pero abusar de él podía llevar a la muerte.

Para Kael, cada intento de controlar su Vitalis era una lucha constante entre su deseo de poder y las limitaciones de su cuerpo. Sabía que tenía que ser cuidadoso, pues si abusaba de esta energía, podría sufrir consecuencias graves. Sin embargo, su espíritu desafiante lo impulsaba a arriesgarse y a experimentar, siempre buscando una forma de superar los obstáculos.

Kael alzó la mano y trató de visualizar el flujo de Vitalis, intentando canalizarlo hacia sus extremidades. Había visto a otros jóvenes en el pueblo lograrlo con facilidad, pero él no podía ignorar que su cuerpo parecía rechazar la energía. Sentía una resistencia interna, como si cada fibra de su ser se resistiera a que controlara esta fuerza misteriosa. Frustrado, intentó concentrarse aún más, pero pronto su vista se nubló y un dolor punzante recorrió su pecho.

El peso en sus piernas se intensificó, y por un momento perdió el equilibrio, cayendo de rodillas. Respiraba con dificultad, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió vulnerable. "¿Por qué…? ¿Por qué mi cuerpo me traiciona?" pensó con frustración. Había algo en él que no encajaba, y aunque no entendía qué era, sabía que debía sobreponerse a ello.

Mientras trataba de recuperar el aliento, escuchó pasos detrás de él. Cedric, su hermano mayor, lo había estado observando desde lejos y, al ver su caída, decidió acercarse. Su expresión era seria, una mezcla de exasperación y superioridad que Kael conocía demasiado bien.

—¿Otra vez jugando a ser guerrero, Kael? —dijo Cedric con desdén, cruzándose de brazos.

Kael apretó los dientes, levantándose con dificultad. La presencia de su hermano siempre parecía intensificar sus inseguridades. Cedric había sido su modelo a seguir en otro tiempo, alguien fuerte y decidido, todo lo que él deseaba ser, pero ahora solo veía un muro infranqueable entre ambos.

—No estoy jugando, Cedric. Estoy entrenando —respondió Kael con voz firme, tratando de ocultar su debilidad.

Cedric soltó una risa irónica.

—Entrenando… ¿Para qué? No tienes el cuerpo ni la resistencia para algo así. Eres solo un niño que sueña con algo que nunca va a alcanzar.

Kael sintió una mezcla de ira y tristeza. Cada palabra de su hermano era como un recordatorio de su propia impotencia, pero también como un desafío que no estaba dispuesto a ignorar.

—Quizá no sea fuerte ahora, pero algún día lo seré. No voy a depender de nadie para proteger a nuestra familia.

Cedric suspiró, su rostro se ensombreció por un momento antes de recuperar la frialdad.

—Esas son palabras vacías, Kael. En vez de perseguir sueños inútiles, deberías concentrarte en ayudar a padre y madre en casa. No hay lugar para alguien débil en el campo de batalla.

Sin decir más, Cedric se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Kael lo observó, apretando los puños con rabia contenida. Las palabras de su hermano resonaban en su mente, encendiendo en él una chispa de desafío. No podía rendirse, no mientras su corazón le decía que debía seguir adelante.

Respirando profundamente para calmarse, Kael volvió a intentar canalizar el Vitalis. Esta vez, en lugar de enfocarse en grandes cantidades de energía, trató de concentrarse en pequeñas dosis, recordando lo que había aprendido sobre la magia de los hombres-bestia. Ellos usaban su Vitalis de forma económica, reforzando partes de su cuerpo en momentos específicos para potenciar sus ataques.

Cerró los ojos y visualizó la energía fluyendo hacia sus piernas, fortaleciéndolas poco a poco. Abrió los ojos con una ligera sonrisa cuando sintió un leve cosquilleo. Era apenas un atisbo de Vitalis, pero lo suficiente como para que pudiera moverse con mayor soltura durante unos segundos.

Sin dudarlo, se levantó y comenzó a correr por el claro, probando la resistencia de sus piernas. A pesar de la fatiga que comenzaba a sentirse de nuevo, no podía evitar sentirse emocionado. Cada paso era una pequeña victoria, una muestra de que estaba en el camino correcto.

Kael tomó su espada de madera y se paró en el centro del claro, practicando movimientos básicos de esgrima. Recordaba las posturas que había observado en Cedric y en otros guerreros, tratando de imitarlas con precisión. A medida que se movía, trataba de sincronizar cada golpe con el flujo de Vitalis en sus brazos, logrando una fuerza ligeramente superior a la habitual.

Cada movimiento era una mezcla de torpeza y esfuerzo, pero poco a poco, Kael empezaba a sentir una conexión entre su cuerpo y el Vitalis. Aunque el dolor seguía presente, cada golpe que daba lo acercaba más a su objetivo.

Después de varios intentos, decidió probar una secuencia más compleja, uniendo varios golpes y movimientos de esquive. Sin embargo, su cuerpo, aún débil, no pudo soportar el esfuerzo, y se desplomó en el suelo, jadeando. A pesar del cansancio, una leve sonrisa se dibujó en su rostro. Quizá no era mucho, pero había logrado dar un paso más en su entrenamiento.

Mientras Kael descansaba, recostado contra un árbol, sus pensamientos volvieron a su hermano y a las palabras que le había dicho. Cedric siempre había sido una figura de autoridad en su vida, alguien que lo había mirado desde arriba. Pero esta vez, Kael no se dejaría intimidar. Sabía que la senda que había elegido era difícil, y que su propio cuerpo le ponía barreras, pero también sabía que no podía rendirse.

—Puede que mi cuerpo sea débil… pero eso no significa que mi voluntad lo sea —murmuró, cerrando los ojos con una sonrisa de satisfacción.

Decidido a seguir adelante, Kael se levantó lentamente, sintiendo el peso de su propio cuerpo como si fuera un obstáculo más que debía superar. Volvería al día siguiente y al siguiente, entrenaría hasta que sus límites se expandieran y, algún día, demostraría a todos, incluido su hermano, que podía ser alguien fuerte.