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Chapter 3 - Determinación y Primeros Pasos

El sol apenas se filtraba entre las ramas de los árboles cercanos cuando Kael, con las manos aún temblorosas y el corazón acelerado, salió de casa en silencio. Su respiración era algo irregular, pero eso no lo detendría. No después de todo lo que había experimentado. La impotencia que sintió al ver a sus padres atrapados en su pasado, la lejana figura de su hermano y los ecos de su antigua vida como un ser despiadado todavía ardían en su mente. Sabía que su destino en este mundo sería diferente.

Kael se detuvo en un claro del bosque, observando con detenimiento sus manos mientras pensaba en el concepto del Vitalis. Era esa energía vital que todos en este mundo llevaban en su interior. Sabía que su control sobre el Vitalis era aún muy débil, pero estaba decidido a mejorar. Había oído rumores de que el Vitalis no era igual para todos. En este mundo, la energía parecía estar influenciada por el lugar de nacimiento, la raza y, más misteriosamente, por la conexión espiritual de cada individuo.

Los humanos, como él, manifestaban el Vitalis de forma neutral; una energía que les permitía el equilibrio básico entre la defensa y el ataque, pero sin una especialización tan profunda. Los elfos, en cambio, podían canalizar su Vitalis en formas casi etéreas, logrando una conexión única con los elementos naturales. Los hombres-bestia, habitantes de Eldoria, aprovechaban su Vitalis para amplificar sus cuerpos de manera extrema, haciéndolos rápidos y fuertes.

Cada una de estas formas de Vitalis representaba un estilo de vida, una historia diferente, y Kael estaba fascinado. Era consciente de que el Vitalis no se desbloqueaba completamente hasta los quince años, pero no planeaba quedarse quieto esperando. Su determinación lo había llevado hasta aquí, y ahora, empezaría a entrenar en secreto, con la esperanza de que su cuerpo débil, de alguna manera, respondiera.

Kael comenzó intentando canalizar su energía tal como había visto a otros hacerlo. Se concentró, intentando visualizar el Vitalis fluyendo a través de él. Cerró los ojos y respiró profundamente, intentando conectar con esa esencia que sentía vagamente dentro de su pecho. La sensación era tenue, como un débil cosquilleo recorriendo sus venas. Aun así, la percibió, lo cual lo motivó a seguir.

Con cada intento, Kael sentía una leve presión en sus músculos, una especie de resistencia interna que lo agotaba con rapidez. Se dio cuenta de que su cuerpo, sin embargo, era demasiado débil para soportar grandes cantidades de Vitalis. Frustrado, trató de recordar las técnicas de respiración que había oído en el pueblo, ajustando sus movimientos y enfocándose en pequeñas cantidades de energía. Pero, conforme avanzaba en su entrenamiento, un dolor profundo comenzó a surgir en su pecho. Era como si algo en su cuerpo rechazara el flujo del Vitalis, pero no entendía por qué. Aun así, Kael estaba decidido a seguir.

Mientras Kael continuaba con su práctica en secreto, escuchó pasos tras de él. Sabía que no estaba solo. Su hermano mayor, Cedric, lo había estado observando en silencio, y la expresión en su rostro no mostraba precisamente aprobación.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Cedric con un tono cortante, cruzando los brazos mientras lo observaba con desdén.

Kael se puso de pie, secándose el sudor de la frente. A pesar del dolor y el cansancio, intentó mantener la compostura.

—Intento entrenar… para ser más fuerte —respondió Kael en voz baja, evitando el contacto visual.

Cedric soltó una risa burlona.

—¿Fuerte? Tú, Kael, ni siquiera puedes cargar un par de leños sin agotarte. No me hagas reír. Eres débil, y lo sabes. Deberías quedarte en casa y dejar de intentar cosas que no te corresponden.

Las palabras de su hermano lo herían profundamente, pero Kael no podía dejar que lo vieran afectado. Había tomado una decisión, y, aunque Cedric no lo comprendiera, eso no lo detendría.

—Lo que haga o deje de hacer es asunto mío, Cedric. Algún día… algún día te demostraré que puedo ser fuerte.

—Entonces hazlo sin arrastrar el nombre de nuestra familia —replicó Cedric con frialdad, antes de darse la vuelta y desaparecer en la distancia, dejándolo solo.

Kael cerró los puños, conteniendo la rabia y el dolor que brotaban en su pecho. Cada palabra de su hermano pesaba sobre él, como si le recordaran a cada paso lo débil que era. Sin embargo, también le daban la fuerza que necesitaba. Se juró a sí mismo que, pase lo que pase, no se rendiría.

El entrenamiento continuó, día tras día. Kael sentía cómo su cuerpo se volvía cada vez más pesado, como si llevara un lastre invisible que le quitaba fuerzas. Cada vez que trataba de canalizar el Vitalis, el peso en sus extremidades aumentaba, y el dolor en sus músculos se hacía más evidente. Era como si su propio cuerpo estuviera en su contra, y en más de una ocasión se sintió frustrado, al borde de la rendición.

Sin embargo, no podía permitirse detenerse. Recordó la determinación que lo había traído hasta allí. Si su cuerpo era débil, entonces encontraría una manera de fortalecerlo, incluso si eso implicaba aprender habilidades nuevas.

Una idea surgió en su mente. Recordó las historias sobre la magia de los hombres-bestia, una magia enfocada principalmente en fortalecer el cuerpo. Se decía que su Vitalis era distinto, denso y poderoso, capaz de otorgarles una resistencia y velocidad superiores. Si él pudiera siquiera imitar algo de esa magia, quizá podría compensar su cuerpo frágil.

Empezó a estudiar con más detalle las técnicas que había oído sobre la magia de los hombres-bestia, enfocándose en canalizar pequeñas cantidades de Vitalis hacia sus extremidades para fortalecer su musculatura. Los primeros intentos fueron torpes; apenas lograba sentir un leve aumento en su fuerza, y cada esfuerzo le dejaba un agotamiento extremo. Pero, tras varios días, notó una pequeña mejoría. Sus movimientos eran algo más firmes, y aunque el cansancio no desaparecía, sentía que estaba avanzando, poco a poco.

Finalmente, Kael tomó una espada de madera que había encontrado entre los restos de herramientas en casa. Sabía que, sin habilidades físicas adecuadas, su dominio del Vitalis sería insuficiente en combate. Si quería ser alguien capaz de proteger, tenía que entrenar su cuerpo y su mente.

Se paró frente a un árbol, observando sus raíces y el modo en que se mantenía firme en el suelo. Recordó las posturas básicas de la esgrima, el equilibrio y la precisión que se necesitaban para dominar el arte de la espada. Colocó sus pies en el suelo, con firmeza, y comenzó a practicar. Cada golpe y movimiento era torpe al principio, pero con el tiempo, comenzó a encontrar un ritmo. La espada se movía en sus manos con una soltura cada vez mayor.

Sin embargo, cada movimiento intensificaba el dolor en sus brazos y piernas. La presión en su pecho aumentaba, y en más de una ocasión sintió que su cuerpo no soportaría el esfuerzo. Pero, en lugar de detenerse, Kael respiraba profundamente, concentrándose en cada movimiento y tratando de canalizar su Vitalis de la misma forma que había intentado antes.

Para él, cada golpe era un paso hacia adelante, una forma de alejarse de la sombra de su hermano y, más importante, de convertirse en alguien capaz de proteger a quienes amaba.

Al final del día, Kael, exhausto y con el cuerpo adolorido, se permitió unos momentos para descansar bajo un árbol. Observó el cielo y se permitió una pequeña sonrisa. Aún estaba lejos de su meta, pero ese dolor en su cuerpo era la prueba de que estaba avanzando. Cada paso, por pequeño que fuera, lo acercaba a convertirse en alguien diferente.

Y aunque su cuerpo estuviera en contra, Kael no pensaba detenerse.