Pasaron tres días y Carla solicitó mi presencia en su oficina, lo cual fue bastante inusual ya que era ella quien entraba a la mía para encargarme labores o presentarme sus dudas.
De igual manera, fui sin quejarme a pesar de lo ocupado que estaba, pues en ese momento diseñaba la nueva cubierta de la versión digital de Tourist Adventure.
Nuestras oficinas estaban conectadas, por lo que se me hacía cómodo presentarme ante ella cuando la situación lo ameritaba.
Al entrar, noté que Carla atendía una llamada, así que hice el amague de regresar a mi oficina, aunque me pidió mediante señas que me sentase frente a su escritorio.
Por la forma en que habló, con notable molestia, intuí que Carla estaba teniendo desacuerdos con algún socio o los miembros de la junta directiva, quienes no aprobaban que alguien tan joven como ella fuese la presidenta de Tourist Adventure; bueno, eso fue lo que escuché de algunos empleados en los pasillos del edificio.
Tan pronto tomé asiento, no pude evitar echarles un vistazo a algunas ediciones viejas de Tourist Adventure sobre su escritorio y una revista de moda llamada Sensation.
De hecho, me tomé el atrevimiento de ojear aquellas ediciones con la finalidad de obtener una guía en cuanto a edición, pero de pronto, Carla colgó la llamada.
—¡Ojalá te mueras, hijo de mil putas! —exclamó enojada.
Yo me quedé en silencio mientras trataba de mirar a otro lado, aunque fue difícil que nuestras miradas no se encontrasen.
—¿Qué? ¿No vas a decir nada? —preguntó a la vez que fruncía el ceño.
—Pues…
—No importa —dijo al interrumpirme, moviendo sus brazos con desinterés—. Fernández, acabo de tener diferencias con mi exdirector creativo, pero ya lo despedí.
Recogió su larga cabellera rubia y se hizo una cola de caballo; se le notaba frustrada.
—Es posible que Tourist Adventure no circule en abril —dijo con repentina preocupación.
Intuyendo que mi presencia en su oficina tenía como finalidad que ofreciese soluciones a una situación complicada, me expresé con la inseguridad que me caracterizaba en ese entonces.
—Jefa, lo más que le puedo decir es que se me da muy bien escuchar a los demás —dije.
Ella esbozó una sonrisa que despejó un poco la presión que sentía entonces.
—Fernández, no te conozco muy bien, ni me interesa tu vida personal, pero cuando eché un vistazo a tu perfil laboral y encontré el correo electrónico de tu anterior jefe, le pedí referencias sobre vos —reveló—. Lo que me dijo inevitablemente hizo que creciesen mis expectativas. Se le notaba orgulloso conforme mencionaba tus cualidades. Es por eso que tomé el riesgo de ofrecerte nuevamente esta oportunidad.
«¿Qué tanto habrá dicho el señor Lovera?» Me pregunté.
—A decir verdad, no sé qué tanto espera de mí, pero haré todo lo que esté a mi disposición para serle de utilidad —dije con un dejo de vergüenza.
—Algo que debes saber de mí, Fernández, es que mi intuición nunca falla… Y hoy lo pondré a prueba confiándote la solución a este repentino problema —reveló.
—¿Eh? —fue lo único que pude expresar.
Aterrado y nervioso, tragué saliva y la miré fijamente con la intención de expresar mi inconformidad, pues me costó creer que fuese tan arriesgada para confiar en mí de tal manera.
—Jefa, ¿está segura de que hace lo correcto? —pregunté con persistente nerviosismo.
—Mi intuición no falla. Además, no es mucho lo que te voy a encargar. Lo que necesitamos es un tema para cubrir la sección de turismo local. Mi exdirector creativo alegó que debemos eliminar esa parte fundamental de la revista, y eso es algo que no pretendo hacer. Así que confío en vos y espero soluciones.
—Bueno, jefa, si le soy honesto, no he venido con una mente llena de ideas, pero, qué bueno que hay un pero, ¿verdad? —dije tan pronto se me ocurrió una idea.
En ese momento, recordé mi último paseo con Samuel y aquellos lugares atractivos que se escapaban del conocimiento turístico por falta de popularidad. Gracias a ello, no solo se me ocurrió un tema para la sección de turismo local, sino que también una idea para redactar mejores descripciones de dichos sitios.
—Puedo decir como extranjero que, antes de abordar el avión, venía emocionado a esta ciudad y con la idea de visitar los lugares más emblemáticos. Pero, ¿adivine qué? Debido a que ya había visto esos sitios tan populares en Internet, en cierta forma maté la experiencia de asombrarme y descubrir algo nuevo.
—¿Podés explicarlo mejor? —preguntó Carla, confundida.
—Creo que Tourist Adventure comete el mismo error que la competencia, ya que, en vez de centrarse en los lugares que ya gran parte del mundo conoce de Buenos Aires y Argentina en general, deberían enfocarse en la belleza de las pequeñas cosas, y disculpe lo cliché de la frase. Hay que revelarle a los extranjeros que, por lo menos, esta ciudad es más que El obelisco o La Casa Rosada. Que en sus plazas y modestos restaurantes pueden encontrar las mejores experiencias. Que, en el café de la esquina, leer un libro se convierte en un grato e inolvidable placer —respondí.
Hice una pausa y respiré profundo.
—Hace unos días salí a caminar y entré a una pastelería muy pintoresca en la que me sentí como un rey. La atención y la amabilidad de los empleados me permitieron tener una experiencia única que no se captura con la cámara de un celular, pues estás tan complacido que, en vez de capturar el momento con una foto o video, anhelas que tus sentidos disfruten al máximo —dije con un dejo de emoción.
Carla se mostró pensativa ante mis palabras. No dijo nada hasta que tomó el teléfono y llamó a su secretaria para solicitar la presencia de un tal Enrique.
—Enrique es uno de nuestros choferes; él te llevará a donde le pidas. Elabora un informe con tu idea. Quiero que lo expongas frente a la junta directiva dentro de tres días. Si podés redactar algunos artículos de esos lugares, sería mucho mejor —ordenó.
—¿¡Tres días!? Pero, jefa, no fue para eso que me contrató —dije.
—Te asignaré una bonificación extra a final de mes, Fernández, pero ponele corazón a esto… No me defraudes.
No sabía que se podían tomar decisiones importantes de tal manera, aunque el que Carla confiase en mí fue una de las mejores cosas que me ocurrió en esa mañana.
Entonces, me vi obligado a lidiar con la presión y el estrés del trabajo que me encomendó, pero con la motivación que necesitaba y tal vez la idea de querer darle una buena impresión a mi atractiva jefa.