Nos encontrábamos en la oficina del señor Lovera, escuchando un breve discurso con el que pretendió animarnos y quitarnos la presión que nos generó cubrir un caso como el de Luis Aponte, el reconocido actor que invirtió gran parte de su capital en el financiamiento de un grupo comunista que llevó a cabo varios atentados en el país.
La historia fue tan impactante que los corresponsales enviados por el señor Lovera no fueron suficientes. Por eso dependió de una periodista novata y de mí como fotógrafo para cubrir el juicio.
Elizabeth Almirón, esa joven periodista de veintitrés años que recién cumplía cuatro meses trabajando en El Informante, se mostró nerviosa conforme el señor Lovera nos pedía que diésemos nuestro máximo esfuerzo. Yo, en cambio, con la confianza que tenía en mi jefe, mantuve la serenidad y el enfoque, además de la idea de impulsar y apoyar a mi compañera de trabajo para que realizase una excelente labor.
—Señor Lovera, daré mi máximo esfuerzo, pero, ¿quién continuará con el artículo del virus que se está propagando en China? —preguntó Elizabeth.
—No te preocupes por eso, será un buen trabajo para la formación de los pasantes —respondió el señor Lovera.
—¿Un virus? —pregunté confundido.
—Es un tema poco relevante, de momento concéntrense en el caso de Aponte… Partirán el 5 de diciembre a Nuevo León, así tendrán tiempo de prepararse para la primera sesión del juicio —respondió el señor Lovera.
—¿Y eso será cuándo? —inquirí.
—El 7 de diciembre —respondió.
Con eso culminó nuestra reunión con el señor Lovera, por lo que salimos de su oficina y nos dirigimos a la cafetería.
Elizabeth no pudo persuadir los nervios, pues era el primer trabajo importante que le encargaban, así que intenté distraerla preguntando por el virus en China.
—Oye, ¿qué es eso del virus? —pregunté.
Elizabeth me miró confundida, pero tuvo la amabilidad de responder.
—Bueno, tal parece que unos científicos estaban experimentando con un virus en Wuhan, y por un descuido, perdieron el control del mismo y salió de los laboratorios. Se especula que es altamente contaminante y mortal. De hecho, ha acabado con la vida de miles de personas —respondió.
—Vaya —musité.
—El señor Lovera dijo que no es relevante, pero tengo un mal presentimiento respecto a eso —contestó Elizabeth.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
—A ver, cómo te explico sin sonar conspiranoica —respondió pensativa—. Esto es mi punto de vista, pero creo que dejaron escapar el virus a propósito para generar una epidemia.
—¿Por qué harían tal cosa? —pregunté asombrado.
—Pueden ser muchas las razones… Por ejemplo, el enriquecimiento de la industria farmacéutica, quienes ya podrían estar trabajando en un antídoto —alegó.
—¡Carajo! No querría que algo así sucediese… Ojalá que no pase a mayores —dije preocupado.
El tema de conversación terminó cuando Elizabeth y yo nos separamos en la cafetería, pues fui a reencontrarme con Lucy y el resto de nuestro equipo. Sin embargo, dejar de pensar en ello fue realmente complicado, y si tan solo hubiese tomado en serio esas palabras, habría cancelado a tiempo mi viaje a Nuevo León.
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Nuestra estancia en Nuevo León fue gratificante durante el mes de diciembre, pues regresar a mi ciudad natal me ayudó a persuadir las preocupaciones respecto al virus, del que ya hablaban en las cadenas de noticias más famosas del mundo.
COVID-19 o Coronavirus. Así se le conoció a aquel mortífero virus que estaba causando estragos en China, aunque nadie se mostró preocupado respecto a una propagación mundial, pues en pocas palabras, los mismos chinos se empezaron a aislar del mundo.
De igual manera, nuestra labor en los tribunales nos quitaba bastante tiempo como para centrarnos en esas noticias, pues más allá de ejercer de fotógrafo, tuve que brindarle apoyo a Elizabeth con las entrevistas y las redacciones de las notas de prensa; fue un trabajo agotador.
Entonces con el paso de los días, pasó lo que era una posibilidad en nuestros pensamientos.
Fue una mañana en la que nos preparábamos para ir a los tribunales, pues era el día en que dictarían el veredicto sobre el caso de Luis Aponte. Los medios de comunicación locales solo hablaban de ello y, tanto Elizabeth como yo, estábamos aliviados por ser uno de los últimos días cubriendo el juicio.
Antes de ir a los tribunales, y a modo de celebración anticipada por nuestra labor, decidimos pasar por un restaurante fino para desayunar algo diferente a lo que acostumbramos durante nuestra estancia en Nuevo León.
Ahí, estuvimos a gusto disfrutando de un ambiente relajante y lujoso, aunque esa grata sensación se vio interrumpida cuando los empleados del restaurante empezaron a murmurar algo con un dejo de temor, tanto que incluso sintonizaron en el televisor un canal de noticias internacionales.
Elizabeth y yo cruzamos miradas con un dejo de temor, pues en ese canal, quien daba declaraciones a todos los medios de comunicación presentes, era Tedros Adhanom, director general de la OMS.
Las declaraciones del director general de la OMS fueron preocupantes, pues hablaba de una pandemia que nos obligaría a tomar drásticas decisiones respecto a nuestra cotidianidad.
A fin de cuentas, terminamos de desayunar y nos dirigimos a los tribunales, aunque esa mañana perdimos el tiempo, pues el jurado solicitó un aplazamiento para dictar su veredicto.
Esto no le agradó al señor Lovera, pero entendió la situación y nos pidió que nos quedásemos unas semanas más en Nuevo León, lo cual fue un gran error.