Después de varias semanas de entrenar juntos, Rigor y Dariel finalmente encontraron un equilibrio en su dinámica. Al principio, el entrenamiento estuvo marcado por la tensión y las diferencias de enfoque. Rigor, siempre disciplinado y serio, insistía en una estructura rigurosa, mientras que Dariel, con su actitud juguetona y coqueta, solía desviar la atención y hacer comentarios provocadores para irritarlo.
Con el tiempo, sin embargo, Rigor comenzó a entender el carácter de Dariel y a apreciar su estilo único. Aunque al principio lo irritaba, Rigor se dio cuenta de que la forma ligera de Dariel de tomarse las cosas en realidad equilibraba su propio enfoque rígido. Aprendió a relajarse un poco y a no tomarse cada comentario de Dariel tan en serio. De igual manera, Dariel empezó a respetar la dedicación de Rigor, sabiendo cuándo era momento de enfocarse y cuándo podía relajarse.
El cambio en su relación se notó durante los entrenamientos. Ambos comenzaron a complementarse, Dariel aportaba creatividad y fluidez, mientras que Rigor ofrecía estructura y técnica. La energía entre ellos se transformó de una tensión constante a una camaradería más genuina.
Rigor, por su parte, se dio cuenta de que podía llevarse bien con Dariel sin ceder completamente a su juego o sus provocaciones, aprendiendo a mantener una distancia emocional, pero sin cerrarse completamente. A su vez, Dariel encontró en Rigor a alguien que la retaba, pero también la entendía de una forma en que otros no lo hacían.
Con el paso de los días, el entrenamiento dejó de ser una fuente de frustración y se convirtió en una rutina que ambos esperaban con ansias.
Después de un entrenamiento particularmente intenso, Dariel y Rigor estaban tomando un respiro, sudorosos y con la respiración agitada. Ambos se sentaron en el borde del área de práctica, mirando hacia el horizonte mientras el sol comenzaba a bajar. El ambiente estaba relajado, y Dariel, como siempre, no perdió la oportunidad de bromear un poco.
— ¿Sabes, Rigor? —dijo Dariel, con una sonrisa traviesa mientras estiraba los brazos—. Cada vez que entrenamos, me doy cuenta de lo mucho que me atrae un hombre disciplinado. Deberías venir más seguido a mi cuarto, prometo que te irías más relajado.
Rigor, que estaba bebiendo agua en ese momento, casi se atraganta al escuchar el comentario. Tosió un poco, tratando de mantener la compostura, pero su rostro no pudo evitar sonrojarse levemente.
— No empieces, Dariel, —respondió, entrecerrando los ojos, claramente acostumbrado a sus comentarios, pero aún incómodo por ellos.
Dariel soltó una carcajada suave, notando su reacción.
— Oh, vamos, —dijo, inclinándose un poco hacia él—, con ese rostro serio y esos músculos trabajando duro todo el tiempo, es difícil no soltarte uno que otro piropo. Aunque... —hizo una pausa dramática, con una expresión pensativa—, creo que deberíamos hacer una competencia: quien pierde el próximo duelo tendrá que conceder un "deseo" al otro. Ya sabes, para mantener las cosas interesantes.
Rigor suspiró, aunque no pudo evitar sonreír un poco ante su propuesta, ya sabiendo que, aunque pareciera una broma, Dariel siempre encontraba formas de desafiarlo de maneras inesperadas.
— ¿Y cuál sería ese deseo? —preguntó Rigor, mirando de reojo a Dariel, sabiendo que la respuesta probablemente lo pondría en una situación incómoda.
Dariel lo miró directamente a los ojos, con una sonrisa pícara, y le guiñó un ojo.
— Eso es lo divertido, Rigor. No lo sabrás hasta que pierdas.
Rigor negó con la cabeza, ahora un poco más relajado pero sin dejarse llevar por la provocación.
— Tienes demasiada energía, Dariel. Pero no te confíes. Si alguien va a conceder deseos, serás tú.
Dariel soltó otra risa ligera y se estiró, satisfecha con el intercambio.
— Veremos, Rigor, veremos.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad después del entrenamiento, aunque Dariel, como siempre, ya estaba planeando su próximo movimiento para sacarlo de su zona de confort.
Rigor, sin previo aviso, tiró su botella de agua al suelo y lanzó un golpe directo hacia Dariel con una velocidad impresionante. Su puño cortó el aire en dirección a su rostro, pero Dariel, con la agilidad que la caracterizaba, esquivó el ataque inclinándose hacia un lado. Aprovechando el impulso, golpeó rápidamente el cuello de Rigor con el borde de su mano, un golpe preciso que lo obligó a retroceder unos pasos.
— ¡Vaya! —dijo Dariel, con una sonrisa divertida mientras se preparaba en guardia—. No pierdes oportunidad, ¿eh?
Rigor se frotó el cuello donde recibió el golpe, pero su expresión no mostraba molestia. Al contrario, una ligera sonrisa se formó en su rostro mientras adoptaba una postura defensiva, su mirada llena de intensidad y emoción.
— Tú tampoco, Dariel, —respondió, con los ojos entrecerrados—, siempre lista para contraatacar.
Ambos retrocedieron unos pasos, creando espacio entre ellos. Se miraron fijamente, la tensión en el aire creciendo mientras sus sonrisas mostraban la adrenalina que comenzaba a fluir. Sabían que ninguno cedería fácilmente. Este era su lenguaje: el combate, donde las palabras sobraban y los movimientos lo decían todo.
— No vas a dejarme ganar esta vez, ¿verdad? —bromeó Dariel, flexionando los dedos y preparándose para el siguiente intercambio.
— Nunca lo hago, —respondió Rigor, ajustando su postura, listo para atacar o defender.
Y así, en un instante, ambos se lanzaron hacia el otro, sonriendo, disfrutando del duelo, sin palabras, solo el sonido de sus movimientos rápidos y precisos llenando el espacio.
Mientras tanto, en la sala de recuperación de la academia, Victor seguía bajo la atenta vigilancia de los doctores. Aún adolorido por las heridas que había sufrido en su reciente enfrentamiento, estaba en medio de una sesión de terapia física. Su cuerpo, aunque increíblemente resistente, había pasado por un desgaste extremo, y ahora los médicos y terapeutas estaban haciendo todo lo posible por devolverle su movilidad y fuerza.
— Vamos, Victor, —dijo uno de los terapeutas mientras sostenía una barra frente a él—. Sé que puedes hacerlo, solo un paso más.
Victor, con una respiración pesada, se esforzaba por mantenerse en pie. Sus músculos se sentían débiles, y aunque su mente estaba lista para seguir adelante, su cuerpo aún no respondía como antes. Apretando los dientes, dio un paso más hacia adelante, apoyándose en las barras laterales que sostenían su peso.
— ¿Esto es todo lo que tengo ahora? —murmuró Victor para sí mismo, frustrado por su falta de progreso.
— No te castigues, —intervino uno de los doctores—. Después de lo que atravesaste, es un milagro que estés de pie. Tu cuerpo está respondiendo bien, solo necesitas tiempo.
Victor asintió lentamente, sabiendo que los doctores tenían razón, pero aún así no podía evitar sentirse impaciente. Estaba acostumbrado a superar cualquier obstáculo con pura fuerza de voluntad, y ahora enfrentaba una batalla distinta, una que requería paciencia y constancia. Los doctores lo ayudaron a sentarse nuevamente, mientras ajustaban algunos dispositivos de monitoreo para asegurarse de que su recuperación continuara sin complicaciones.
— Lo estás haciendo bien, —dijo el terapeuta, dándole una palmada en la espalda—. Sigue así, y pronto estarás de vuelta.
Victor, aunque agradecido, simplemente asintió. Su mente estaba ya en el futuro, pensando en el momento en que volvería a la acción, cuando pudiera proteger a su hija y amigos como antes. Sabía que este era solo un obstáculo más, y aunque difícil, estaba decidido a superarlo.
En el campo de entrenamiento, Dariel se movía con agilidad y precisión. Cada uno de sus golpes era rápido, casi como si estuviera bailando alrededor de Rigor, buscando cualquier oportunidad para conectarlo. Rigor, a pesar de estar acostumbrado a combates más intensos, se veía obligado a mantenerse concentrado, bloqueando cada golpe que Dariel le lanzaba.
Con una sonrisa traviesa, Dariel lanzó un puñetazo directo hacia el rostro de Rigor. Él lo esquivó por poco, pero Dariel giró rápidamente y lanzó una patada en su costado. Rigor retrocedió un paso, analizando sus movimientos. La chica era rápida y estaba mejorando con cada sesión.
Sin previo aviso, Rigor decidió cambiar el flujo del combate. En un instante, el tiempo alrededor de ellos se detuvo. El aire quedó suspendido, las hojas que caían de los árboles estaban inmóviles en el aire, y el cuerpo de Dariel se detuvo en plena acción. Aprovechando la pausa en el tiempo, Rigor avanzó rápidamente y, con un golpe firme y bien calculado, impactó directamente en el pecho de Dariel.
El golpe resonó en el cuerpo de Dariel cuando el tiempo volvió a la normalidad. Ambos retrocedieron por el impacto, con Dariel respirando con dificultad y llevándose una mano al pecho, claramente sorprendida.
— Eso fue... inesperado, —dijo Dariel entre risas mientras recuperaba el aliento.
Rigor esbozó una leve sonrisa, aunque su rostro aún mantenía esa seriedad característica. — No siempre puedes confiar en ser la más rápida, —le dijo—. A veces, detener el tiempo es la mejor opción.
Dariel lo miró fijamente, con una chispa de desafío en los ojos. — Tal vez, pero veremos si puedes hacerlo dos veces en el mismo combate.
Sin esperar una respuesta, Dariel se lanzó de nuevo al ataque, demostrando que, aunque había sido sorprendida, aún tenía mucho más para mostrar en el campo de batalla.
Mientras Dariel se preparaba para lanzarse de nuevo al ataque, decidió usar una táctica diferente. Justo cuando Rigor parecía concentrarse, ella le lanzó una mirada coqueta y, con una sonrisa pícara, dijo:
— ¿Sabes, Rigor? Con esos músculos y esa seriedad, eres todo un galán. Casi me da lástima golpearte... casi.
Rigor, visiblemente desconcertado por el comentario, perdió brevemente la concentración. Dariel aprovechó el momento y se lanzó con rapidez hacia él, logrando conectar un golpe ligero en su hombro antes de retroceder, riendo por la expresión sorprendida de su compañero.
Rigor parpadeó, tratando de no dejarse afectar por sus palabras. — ¿De verdad vas a usar eso para distraerme? —preguntó con un tono firme, pero la leve incomodidad era evidente en su rostro.
— ¿Por qué no? —respondió Dariel con una sonrisa traviesa—. Si funciona, no veo por qué no usar mis encantos en combate.
Rigor suspiró, tratando de recomponerse mientras pensaba que entrenar con Dariel siempre era... inesperado.
Dariel, con los ojos fijos en Rigor, aprovechó el breve instante de duda en su rostro. Se lanzó hacia él como una sombra, su velocidad impresionante. En un abrir y cerrar de ojos, conectó un golpe certero en la quijada de Rigor, haciendo que su cabeza girara violentamente. El sonido del impacto resonó en el aire, un eco que marcaba el inicio del fin para él.
Antes de que Rigor pudiera recuperarse del aturdimiento, Dariel, con una precisión letal, dirigió su mano hacia su plexo solar. Un aura poderosa envolvió su puño, y con una explosión de energía devastadora, el cuerpo de Rigor salió disparado hacia el cielo como una muñeca rota, el aire siendo desgarrado por la fuerza de la explosión.
Rigor cayó pesadamente al suelo, su cuerpo impactando con un estruendo sordo, polvo levantándose a su alrededor. Intentó moverse, pero su cuerpo no respondía. El dolor era insoportable, sus músculos temblaban por el esfuerzo, y su visión comenzaba a nublarse. Sabía que estaba derrotado, el poder de Dariel lo había sobrepasado.
Dariel, jadeando ligeramente, se acercó con pasos firmes, la confianza brillando en sus ojos. Aunque el sudor le perlaba la frente, una sonrisa satisfecha curvaba sus labios. Se detuvo justo frente a Rigor, quien yacía en el suelo con la mirada perdida.
— ¿Y qué tal ahora, Rigor? —dijo Dariel en un tono suave, pero cargado de triunfo. Su mirada juguetona no escondía el poder que acababa de desatar.
Rigor intentó reír, pero un dolor agudo en su pecho lo detuvo. Respiraba con dificultad, sintiendo el peso de la derrota como un manto oscuro. El silencio entre ambos fue roto solo por el viento que soplaba suavemente, y en ese momento, Rigor supo que, por muy frustrante que fuera, Dariel había ganado.
Rigor, a pesar del dolor que recorría todo su cuerpo, se levantó lentamente. Sus manos temblaban de agotamiento, pero sus ojos permanecían fijos en Dariel, llenos de una determinación feroz. Con la respiración pesada, dijo con una voz entrecortada pero desafiante:
— Lo mismo digo.
Sin darle tiempo a Dariel de reaccionar, Rigor avanzó con una velocidad renovada, su cuerpo todavía maltrecho pero su espíritu inquebrantable. Sus puños volaron con una precisión mortal, conectando el primero en el abdomen de Dariel, haciéndola doblarse levemente por el impacto. No perdió el ritmo, y antes de que Dariel pudiera recuperarse, lanzó otros tres golpes consecutivos, uno a su costado, otro a su mandíbula y el último dirigido al pecho, provocando que Dariel retrocediera varios pasos.
El sonido de los impactos resonaba en el aire, cada golpe firme y lleno de intención. Aunque su cuerpo estaba al límite, la fuerza con la que golpeaba era testamento de su voluntad. Dariel, sorprendida por la ferocidad del contraataque, jadeó al sentir el dolor acumulándose en sus músculos.
Rigor, con el sudor cubriéndole el rostro y la respiración agitada, dio un último paso hacia atrás antes de desplomarse de rodillas, agotado. Sus músculos temblaban, y apenas podía mantenerse en pie. Alzó la mirada hacia Dariel, quien también estaba claramente afectada por los golpes que había recibido, aunque seguía de pie.
— Ahora... estamos a mano —dijo con una sonrisa cansada en el rostro, antes de dejarse caer por completo al suelo, incapaz de continuar.
El eco de su respiración agitada llenaba el espacio mientras ambos se recuperaban, en un silencio cargado de respeto mutuo tras el intenso combate. Rigor cerró los ojos, su cuerpo rendido, pero con la satisfacción de haberle plantado cara a Dariel.
Dariel, con una sonrisa de satisfacción, miró a Rigor tendido en el suelo. La emoción de haber superado su desafío la invadió. Se acercó a él, sus ojos brillando con triunfo.
— ¡Lo hice! —exclamó, riendo ligeramente—. ¡Te gané!
A pesar de su agotamiento, Rigor no pudo evitar sonreír también. Reconocía su habilidad y determinación.
— Sí, sí, lo admito —dijo con una risa cansada—. Eres más fuerte de lo que pensé.
Dariel se agachó a su lado, aún sintiendo la adrenalina del combate.
— ¿Te sientes bien, héroe? —preguntó, jugando con un tono burlón.
Rigor la miró con complicidad, su frustración disipándose en el aire. Sabía que había aprendido una valiosa lección ese día.
Dariel se inclinó hacia Rigor, agarrando suavemente su camisa y acercando su rostro al suyo.
— Bien, ya que gané, tienes un nuevo reto —susurró con picardía—. Quiero que me enseñes a dominar la magia en serio.
Rigor, aún recuperándose, levantó una ceja, intrigado.
— ¿Así que eso es lo que quieres? —respondió, intentando mantener su seriedad.
— Exacto. Pero esta vez, sin reservas. Quiero que me lleves al límite —dijo Dariel, su voz llena de determinación.
Rigor sintió un escalofrío ante su desafío, pero al mismo tiempo, la chispa de competencia lo emocionaba.
— Está bien, pero prepárate, será intenso —respondió con una sonrisa desafiante.
Dariel se acercó a Rigor, su mirada intensa. Al llegar a él, tomó su barbilla con delicadeza, obligándolo a mirarla a los ojos.
— No puedes dejar que las heridas te detengan —dijo, su voz suave pero firme—. Eres más fuerte de lo que crees.
Rigor sonrió débilmente, sintiendo el calor de su mano.
— No subestimes el poder de las cicatrices, Dariel. Cada una cuenta una historia —respondió, intentando mantener su compostura.
Ella lo miró con determinación.
— Entonces, vamos a escribir una nueva historia juntos. Una donde ambos seamos más fuertes.
Rigor, sintiendo una mezcla de admiración y frustración, asintió lentamente, sabiendo que no podría dejar que sus debilidades interfirieran con su entrenamiento ni con su conexión.
Dariel, con una sonrisa traviesa, dijo:
— Entonces, nos vemos en el cuarto antiguo de Victor.
Rigor levantó una ceja, sorprendido por su audacia.
— ¿En serio? No sé si es buena idea...
Ella se acercó un poco más, su mirada desafiante.
— ¿Tienes miedo de lo que podríamos descubrir juntos?
Rigor sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no podía evitar sonreír.
— No, solo quiero asegurarme de que estés lista para lo que viene.
Dariel asintió, con confianza.
— Estoy más que lista. Nos vemos allí.
Con eso, se dio la vuelta y se alejó, dejando a Rigor con una mezcla de anticipación y preocupación. Sabía que el antiguo cuarto de Victor guardaba secretos, y que esa noche, quizás, también revelaría algo nuevo entre ellos.
Rigor entró al cuarto antiguo de Victor, aún sintiendo el ardor de su reciente combate. Al instante, sus ojos se posaron en Dariel, quien lucía un atuendo sorprendentemente atractivo. La sonrisa de ella era provocativa y llena de confianza.
— ¿Vas a reclamar el premio o no? —preguntó Dariel, acercándose con un aire juguetón.
Rigor, por un momento, se quedó sin palabras, procesando lo que veía. La mezcla de su reciente recuperación y la audacia de Dariel lo tenía intrigado.
— No estoy seguro de si estoy listo para esto… —respondió, intentando mantener la compostura.
Dariel dio un paso más cerca, sus ojos brillando con desafío.
— Vamos, Rigor. Ganaste un reto, y ahora es tu turno de disfrutar.
Rigor sintió un torbellino de emociones: el cansancio, la atracción y un renovado sentido de determinación. Sabía que este momento era más que un simple juego; era una oportunidad para explorar lo que realmente sentía por ella.
— Está bien… —dijo finalmente, con una sonrisa que reflejaba tanto nerviosismo como emoción—. Vamos a ver de qué se trata este premio.
Dariel sonrió aún más, sabiendo que había ganado no solo el reto, sino también un paso hacia una conexión más profunda con Rigor.
Fin.