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Chapter 20 - Episodio 17: Todos te ven como arma

Victor, a pesar de su título de héroe y su reputación inquebrantable, había caído en una rutina que lo desgastaba. Las llamadas de políticos, altos mandos militares y figuras importantes de la sociedad se volvieron constantes. Lo convocaban no para grandes misiones heroicas o actos de justicia, sino para tareas insignificantes. Lo utilizaban como una simple herramienta, un arma letal que eliminaba problemas con eficacia, pero sin reconocimiento.

Cada vez que respondía a una de estas llamadas, sentía una creciente sensación de vacío. Victor, quien había librado batallas épicas, quien había salvado vidas y mundos enteros, ahora estaba atrapado en esta monotonía. Se le pedía limpiar los desastres de otros, sin la gratitud o el respeto que solía recibir. Los elogios iban siempre hacia los mismos políticos y líderes que lo trataban como una pieza desechable, alguien útil solo cuando el peligro acechaba.

Una tarde, mientras se encontraba en su oficina, recibió otra llamada. El tono era familiar: alguien en el poder necesitaba que eliminara una amenaza política, un enemigo incómodo para el gobierno.

—Necesitamos que lo hagas rápido y en silencio. Ya sabes cómo funciona esto, Victor —dijo una voz autoritaria al otro lado del teléfono.

Victor colgó sin responder, observando su reflejo en la ventana de su despacho. Su mirada se había endurecido con los años, pero había algo quebrado en su interior. Estaba cansado de ser el perro guardián de los poderosos, de ser manipulado para cumplir sus agendas sin sentido de justicia.

Se levantó de su silla y, por primera vez en mucho tiempo, ignoró una misión. Afuera, la ciudad seguía su curso, ajena al conflicto interno que se libraba en su mente. Sabía que algo tenía que cambiar, pero ¿cómo romper con un ciclo que lo había atrapado durante tanto tiempo?

Mientras se alejaba de su oficina, las palabras de Evil Victor resonaban en su cabeza: "¿Eres fuerte por ser Victor, o Victor es fuerte por ser tú?".

Victor llegó al comedor con el peso de sus pensamientos aún presente. La luz del día entraba por las ventanas, iluminando el lugar, pero su mente estaba en la oscuridad. Se sentó en una mesa, absorto en su propio tormento, mientras los murmullos de sus colegas y estudiantes llenaban el aire.

Al observar a los demás, se dio cuenta de que todos parecían llevar una carga diferente, pero cada uno con su propio propósito y dirección. Dariel, en particular, lo llamó la atención. Ella sonreía mientras servía la comida, su energía vibrante contrastaba con la tristeza que lo envolvía. En ese instante, se sintió avergonzado de su propio estado.

—¿Te encuentras bien, Victor? —preguntó Dariel con una preocupación genuina al notar su silencio.

Él forzó una sonrisa, tratando de ocultar su confusión. —Sí, solo un poco cansado, supongo. Demasiadas misiones últimamente.

Ella se acercó un poco más, estudiándolo con atención. —No solo se trata de cansancio físico. Lo siento, hay algo más en tu mirada.

Victor suspiró de nuevo, su mente aún atrapada entre el pasado y el presente. —Es solo... a veces siento que estoy atrapado. Utilizado como una herramienta más que como un héroe.

Dariel lo miró con comprensión. —No eres solo una herramienta, Victor. Eres un líder, un maestro. Todos te admiramos por lo que has hecho y lo que eres.

Sus palabras le llegaron, pero aún así, el peso seguía allí. Miró a su alrededor, viendo a los estudiantes reír y compartir, y se preguntó si alguna vez podría volver a sentir esa ligereza. En ese momento, se dio cuenta de que debía encontrar una manera de reconectar con su propósito, de recordar por qué había luchado en primer lugar.

—Quizás tengo que encontrar un nuevo camino —murmuró para sí mismo, aunque Dariel lo escuchó.

—Estamos aquí para ayudarte. Siempre puedes contar con nosotros, ¿sabes? —dijo ella, su voz cálida como un abrazo.

Victor asintió, sintiendo un pequeño destello de esperanza. Tal vez no estaba solo en esto. Tal vez había un camino hacia adelante, uno que lo llevara de regreso a la luz.

Victor caminaba por los jardines de la academia, el aire fresco y el murmullo de las hojas lo rodeaban. Cada paso lo llevaba a reflexionar sobre los momentos que había compartido con Luci y su mejor amigo. Recordaba risas, desafíos superados juntos y las promesas de un futuro lleno de aventuras.

Al pasar junto a un banco, su mente se detuvo en una tarde soleada. Luci había estado sentada allí, riendo mientras le contaba sobre su último fracaso en la cocina. Su risa era contagiosa, y Victor se sintió nostálgico por esos momentos de alegría.

Sin embargo, también había sombras en sus recuerdos. El traición de Nine Sharon pesaba sobre él como una losa, una mezcla de dolor y desilusión que no podía sacudirse. Se detuvo, apoyándose en un árbol, el tronco áspero bajo su mano. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Qué había pasado con el joven que soñaba con ser un héroe?

Mientras sus pensamientos se desbordaban, sintió una punzada en su pecho, como si el eco de sus decisiones resonara. Se preguntó si aún era posible redimir su pasado y si podía reconstruir la confianza en sí mismo.

—Luci, ¿qué harías tú? —murmuró, mirando al cielo. En su corazón, sabía que tenía que encontrar un nuevo propósito, no solo para él, sino también para honrar su memoria y la de su amigo.

Con un suspiro profundo, Victor decidió que era momento de actuar.

Victor se sentó en una banca, sintiendo el peso de los recuerdos. Su mente comenzó a divagar, creando escenarios donde Nine Sharon no era un traidor, sino un amigo cercano, riendo y compartiendo momentos como solían hacerlo. Se imaginó a Nine, con una familia a su lado, un hogar lleno de risas y niños corriendo por el jardín.

Visualizó a Luci también, sonriente, jugando con los niños. Su risa resonaba en el aire, iluminando el lugar. La escena era perfecta, un remanso de paz en medio de su turbulenta realidad. ¿Qué habrían logrado juntos? Quizás un centro comunitario, un lugar donde la gente pudiera encontrar apoyo y esperanza.

Sin embargo, esos pensamientos se entrelazaban con la realidad dolorosa que conocía. La traición de Nine lo había dejado marcado, una cicatriz que nunca sanaría del todo. La imagen de su amigo se tornó oscura, reemplazada por la ira y la confusión.

—¿Por qué, Nine? —susurró, sintiendo cómo el dolor lo consumía nuevamente. La dualidad de su mente lo asfixiaba: la esperanza de un futuro brillante y la sombra de un pasado doloroso.

Con un suspiro, Victor se obligó a concentrarse en el presente. Había que seguir adelante, por él, por Luci, y por la posibilidad de un nuevo comienzo. Sabía que debía enfrentar sus demonios, y quizás, en algún lugar de ese camino, encontrar respuestas y redención.

En su mente, se visualizaban en un café, riendo y recordando viejos tiempos. La atmósfera era cálida y acogedora, como si el pasado nunca hubiera sido interrumpido.

—¿Recuerdas cuando pensábamos que cambiar el mundo era tan fácil? —preguntó Victor, intentando sonreír, pero el cansancio en su rostro traicionaba sus emociones. Las ojeras bajo sus ojos eran testigos de noches de insomnio y recuerdos atormentadores.

Nine sonreía, con esa chispa de complicidad que solía tener. Pero la imagen se desvanecía rápidamente, dejando a Victor con una sensación de vacío.

—No quiero que esto me consuma más —murmuró, la voz quebrada por la frustración. A pesar de los esfuerzos por revivir momentos felices, la sombra de la traición y el dolor de la pérdida lo pesaban cada vez más. Sabía que aferrarse a esos recuerdos idealizados no lo llevaría a ningún lado.

Decidió abrir los ojos, enfrentando la realidad que lo rodeaba. Había luchado tanto por mantenerse a flote, y ya no quería que el peso de su pasado lo arrastrara. Era hora de dejar ir. Victor inhaló profundamente, sintiendo que, aunque el camino hacia la sanación era largo y difícil, debía dar el primer paso hacia adelante, por él mismo y por aquellos que todavía lo necesitaban.

Victor dejó caer lágrimas silenciosas, sintiendo cómo cada gota liberaba un poco del peso que llevaba dentro. Los recuerdos de Nine y Luci lo envolvían, pero el dolor también lo estaba transformando.

Se cubrió el rostro con las manos, tratando de contener el llanto. La mezcla de tristeza y nostalgia lo inundaba. Se dio cuenta de que llorar no era un signo de debilidad, sino un acto de valentía; un paso necesario para sanar.

—Lo siento, amigos —susurró entre sollozos, su voz apenas audible en el aire. —No puedo seguir aferrándome a lo que fue.

Mientras las lágrimas seguían cayendo, se permitió sentir el dolor. Sabía que, aunque la traición y la pérdida lo habían marcado, había también momentos de alegría que merecían ser recordados con cariño, no con amargura.

Con cada lágrima, sentía que una parte de su carga se aligeraba. Era un proceso, uno difícil, pero estaba listo para enfrentarlo. Al final, Victor sabía que su viaje no había terminado; apenas estaba comenzando a encontrar su camino de regreso a la luz.

Fin.