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Chapter 24 - Episodio 21: Xal'Azar regresa..

En un lugar completamente oscuro, el aire estaba denso y sofocante, como si el espacio mismo se hubiera plegado sobre sí mismo. Aquí, en las profundidades de la oscuridad, Xal'Azar permanecía inmóvil, cubierto de sombras mientras su cuerpo se regeneraba lentamente. Cada célula, cada fibra de su ser, se restauraba, brillando débilmente con energía maligna. Su figura monstruosa, una vez destrozada por la lucha, estaba ahora casi completa.

El dolor que sentía no era solo físico; era el dolor de la humillación. Había sido derrotado por un simple humano, un mocoso de 27 o 28 años llamado Victor. Su furia aumentaba a medida que sus pensamientos se centraban en el momento de su derrota, en cómo todo su poder había sido reducido a nada.

Xal'Azar apretó los puños con rabia, sus ojos brillando en la oscuridad.

— ¿Cómo es posible? —murmuró con voz gutural, mientras su cuerpo continuaba sanando—. ¡Yo, el ser supremo, derrotado por alguien tan insignificante!

Su piel se regeneraba, la energía oscura lo envolvía mientras sus músculos se fortalecían nuevamente. La oscuridad a su alrededor parecía responder a su rabia, ondulando como si tuviera vida propia.

— Esto no ha terminado... —gruñó, su voz resonando con eco en el vacío—. Victor... pagarás caro por esta afrenta. Nadie me humilla y vive para contarlo.

A medida que sus pensamientos giraban en torno a la venganza, Xal'Azar comenzó a trazar un plan. No solo recuperaría todo su poder, sino que se aseguraría de que Victor sufriera más de lo que él jamás había imaginado. Esta vez, no cometería errores.

— El tiempo está a mi favor... —susurró mientras una sonrisa oscura y retorcida se extendía por su rostro—. No importa cuántos años pasen, haré que me ruegue por su vida.

Con su cuerpo completamente regenerado y su mente llena de odio, Xal'Azar comenzó a reunir más poder. Sabía que tendría que enfrentarse a Victor nuevamente, pero esta vez, no sería el mismo Xal'Azar derrotado. Sería una entidad mucho más aterradora, dispuesta a destruir no solo a su enemigo, sino todo lo que él amaba.

La oscuridad creció alrededor de él, como si respondiera a su furia, lista para devorar todo a su paso.

— Victor... pronto estarás de rodillas ante mí. —rió, mientras desaparecía en la negrura infinita, comenzando a planear su regreso al mundo.

Xal'Azar, en su oscuridad habitual, se detuvo un momento. Mientras su cuerpo se regeneraba por completo, una idea inusual lo atravesó, algo que nunca antes había considerado: entrenar.

Él, un ser de puro poder, siempre había confiado en su fuerza abrumadora y su capacidad innata para destruir todo a su paso. Había visto a las criaturas inferiores entrenar, aferrándose a la idea de que la disciplina y la práctica los harían más fuertes. Para Xal'Azar, eso siempre había sido insignificante; ¿por qué alguien como él, destinado a la grandeza, necesitaría entrenar?

Pero la derrota sufrida a manos de Victor, un humano que había mejorado con cada batalla, lo hizo reconsiderar. Victor se había fortalecido a través de su determinación, su dolor y sus entrenamientos constantes. La simple idea de que ese camino había sido lo que había permitido que el mocoso lo venciera... despertó algo dentro de Xal'Azar.

Humillado y lleno de rabia, tomó una decisión: si él entrenaba, su poder, ya descomunal, alcanzaría niveles inimaginables. No volvería a subestimar a nadie. Entrenaría como jamás lo había hecho, como ninguna entidad había entrenado antes. Se perfeccionaría hasta trascender todo lo que alguna vez conoció.

— Si es lo que se necesita... entonces entrenaré. Romperé los límites del poder mismo —susurró con voz sombría, su sonrisa torcida apenas visible en la penumbra.

Xal'Azar se sumergió en un proceso implacable. No tenía maestro ni guía, pero él era el caos personificado. Sabía que su entrenamiento no sería como el de otros. Buscaría la manera de pulir su inmortalidad. Su mente se abrió a las posibilidades: no solo entrenaría su cuerpo, sino también su energía oscura, sus habilidades para deformar la realidad y sus poderes arcanos.

Encontró planos ocultos, dimensiones llenas de desafíos inimaginables, donde enfrentó horrores y enemigos que desafiaban la comprensión. Cada batalla era un paso hacia su nuevo objetivo: volverse más poderoso que cualquier dios o entidad que existiera.

Durante siglos, entrenó en el vacío, enfrentando sus propios temores, su propia oscuridad. Su cuerpo se transformó, endureciéndose más allá de lo que cualquier ser viviente podría soportar. Sus músculos, antes símbolos de destrucción, ahora irradiaban un poder refinado y mortal. Su energía oscura, que alguna vez fue caótica y sin control, ahora fluía como un río bajo su comando total.

Cada célula de su ser estaba al límite, pero Xal'Azar solo sonreía.

— Victor, cuando regrese, no serás capaz de comprender el poder que se alzará contra ti —dijo, con una frialdad implacable en su voz.

Xal'Azar había hecho algo que nunca imaginó: había transformado su derrota en el combustible para volverse el ser más peligroso que el universo hubiera visto jamás.

Xal'Azar se detuvo por un momento en su oscuro santuario, contemplando la imagen de Victor en su mente. Lo había subestimado antes, pensando que no era más que un simple humano, una criatura débil y transitoria. Pero tras su derrota, había algo que lo inquietaba, algo que no podía ignorar del todo.

¿Qué era realmente Victor?

Este pensamiento lo había atormentado durante un breve tiempo, pero ahora lo consideraba irrelevante. Lo único que le importaba de verdad era lo que vendría a partir de ese momento. Sabía que debía volverse más fuerte, no solo para vencer a Victor, sino para dominar todo lo que existía. Xal'Azar entendió que, independientemente de lo que Victor fuera, él mismo debía trascender los límites del poder.

— No importa lo que seas, Victor... sea humano, dios o algo más. Lo que me importa es que no volverás a derrotarme —se dijo, su voz resonando en el vacío.

Desde ese instante, Xal'Azar decidió que no perdería tiempo investigando la naturaleza de Victor. Esa curiosidad ahora se desvanecía ante el propósito absoluto de ser el ser más poderoso de la historia. Victor solo sería un obstáculo más en su camino, uno que destruiría sin vacilar.

El entrenamiento que había comenzado lo transformaría en algo más allá de lo imaginable. Xal'Azar no solo deseaba ser fuerte, deseaba ser invencible, un ser que existiera más allá del tiempo, del espacio, y de cualquier entidad que lo desafiara. Nada ni nadie volvería a derrotarlo.

Su ambición crecía desmedidamente, y en su mente, la imagen de la victoria final se grababa con claridad. No importaba si Victor era humano o algo más. Al final, lo único que importaría sería que Xal'Azar sería el más fuerte, el más temido, y el último ser en pie.

Xal'Azar se sumergió en dimensiones ocultas y desconocidas, donde el flujo del tiempo era tan distinto que podía entrenar durante lo que parecían siglos, aunque solo hubieran pasado días en el mundo real. Cada dimensión tenía sus propios desafíos, seres ancestrales y secretos prohibidos que Xal'Azar desentrañaba a medida que su poder crecía exponencialmente.

En algunos lugares, los eones pasaban como minutos; en otros, los minutos se extendían como eternidades. Xal'Azar no se detuvo, su mente obsesionada con la idea de ser el ser más poderoso que jamás existió. Enfrentó criaturas mitológicas, dioses olvidados y fuerzas cósmicas, aprendiendo de cada batalla, absorbiendo sus conocimientos y habilidades.

Su cuerpo, una vez regenerado tras su derrota ante Victor, se volvió una armadura impenetrable de energía pura. Cada fibra de su ser fue reconstituida y mejorada, entrenando a niveles que nunca antes había alcanzado. Su mente, antes oscurecida por el orgullo, se afinó con un enfoque inquebrantable, dispuesto a alcanzar un estado de poder absoluto.

Mientras entrenaba, Xal'Azar comprendía que el tiempo era relativo. Aunque Victor también estaba creciendo en poder y habilidades, Xal'Azar había encontrado la forma de acelerarlo todo. No solo se trataba de fuerza, sino de un entendimiento más profundo de la existencia misma.

—Victor no será el único en desafiar el destino... —susurraba para sí mismo en su vigilia eterna—. Cuando vuelva, seré más que un dios. Seré el principio y el fin de todo lo que exista.

Así, continuó su entrenamiento a través de dimensiones donde el concepto del tiempo era fluido, hasta que su nombre mismo resonaba en cada rincón del multiverso, y la oscuridad de su poder se expandía, preparándose para el enfrentamiento final con Victor.

Después de siglos de entrenamiento en las dimensiones más oscuras y recónditas, Xal'Azar finalmente estaba listo. Su poder, ahora más allá de cualquier comprensión, lo llenaba con una confianza casi inhumana. Usando su inmensa energía, se conectó con Victor a través de una grieta dimensional. La voz de Xal'Azar resonó como un eco en la mente de Victor, cada palabra cargada de intención mortal.

—Victor, el 30 de septiembre, a las 7 de la mañana, en San Salvador... prepárate. Esta vez no habrá escape. Esta vez... voy a matarte.

La amenaza era fría y certera, carente de emoción pero con una precisión que hizo que Victor se estremeciera por un breve momento. El lugar y el momento habían sido establecidos. Xal'Azar quería el enfrentamiento en la Tierra, en un lugar específico, y no iba a detenerse hasta ver a su rival destruido.

Victor, aunque perturbado, sabía que ese día llegaría. Se quedó en silencio por unos momentos, pensando en lo inevitable. Su mirada se endureció, y un fuego interior comenzó a encenderse. Sabía que Xal'Azar no era el mismo ser que había derrotado antes. Esta vez sería diferente. Pero también sabía que él tampoco era el mismo.

—Nos veremos entonces, Xal'Azar —murmuró para sí mismo Victor, con una mezcla de furia y determinación—. Esta vez, lo resolveremos de una vez por todas.

Los días contados hasta el 30 de septiembre se volvieron en preparación constante. Victor se entrenaba sin descanso, con su mente puesta en la amenaza inminente. El Salvador, San Salvador, sería el campo de batalla, y el destino de ambos guerreros se decidiría a las 7 de la mañana.

Fin.