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Chapter 14 - Episodio 11: sufrimiento legítimo

Rigor, consumido por la desesperación, arrodilló junto al cuerpo de Victor, que yacía en el suelo, cubierto de sangre. La escena era un caos: ecos de la batalla aún resonaban en sus oídos, pero el silencio que rodeaba a su amigo era ensordecedor.

"No, por favor, tú no..." susurró Rigor, su voz quebrándose bajo el peso del dolor. Cada palabra era una súplica, un ruego desesperado que parecía desvanecerse en el aire frío. Con manos temblorosas, se inclinó sobre Victor, sintiendo la calidez de su sangre fluir entre sus dedos, un recordatorio brutal de lo que estaba en juego.

Las memorias de su vida juntos inundaron su mente: las risas compartidas, los desafíos superados, los momentos de esperanza en medio del caos. Sabía que Victor era más que un amigo; era un hermano, un faro en la oscuridad. Y ahora, esa luz estaba a punto de apagarse.

"Victor, no te vayas," clamó, su voz llena de una mezcla de rabia y tristeza. "Tienes que luchar. Hay tanto por lo que seguir peleando... Gaby, la academia, todos nosotros. ¡No puedes dejarnos así!"

La angustia lo envolvía como un manto pesado mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Sintió una oleada de impotencia; la vida de su amigo se desvanecía ante él. Con un grito desgarrador, Rigor colocó sus manos sobre el cuerpo de Victor, canalizando toda su energía y determinación en un último intento por salvarlo.

"¡Despierta!" gritó, su voz resonando como un eco en la vasta soledad. Una chispa de esperanza brilló en su interior, pero también el terror de perder a la única persona que había estado a su lado en los momentos más oscuros.

La energía brotó de él, un torrente de luz y poder, como si el mismo universo respondiera a su desesperación. Pero mientras lo hacía, una parte de él temía que fuera demasiado tarde. Sin embargo, Rigor no podía rendirse. No ahora. No mientras todavía había un latido en el corazón de su camarada.

Rigor, con el corazón destrozado, colocó el alma de Gaby en su cuerpo, y un brillo cálido la envolvió, trayéndola de vuelta a la vida. Al abrir los ojos, Gaby se encontró con el mundo que la rodeaba, pero lo que vio la paralizó: su padre yacía muerto en el suelo, bañado en sangre.

Sin pensar, Gaby corrió hacia él, pero Rigor, con un instinto protector, la apartó bruscamente. "¡No! No te acerques," dijo, su voz llena de dolor y urgencia. El miedo a que Gaby presenciara ese horror lo impulsó a actuar, a protegerla de una realidad que era demasiado cruel.

"¡Déjame! ¡Es mi padre!" gritó Gaby, su voz desgarradora. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero Rigor la sostuvo firmemente, sintiendo su propia angustia intensificarse.

"Lo sé, Gaby, lo sé," dijo Rigor, su corazón destrozándose por la confusión y el dolor de la niña. "Pero no puedes verlo así. Necesitamos un momento... necesitamos... encontrar una manera de honrarlo."

Gaby luchaba contra su agarre, pero en el fondo sabía que Rigor intentaba protegerla de la devastación. La mirada de Rigor era de desesperación, una mezcla de impotencia y determinación. "Mi papá no querría que te quedaras aquí. Debemos encontrar una manera de hacer que esto cuente, de que su sacrificio no sea en vano."

Con lágrimas rodando por sus mejillas, Gaby finalmente se detuvo. "¿Qué vamos a hacer?" preguntó, su voz quebrada. En ese instante, Rigor se dio cuenta de que no solo tenía que protegerla, sino que también debía encontrar la fuerza para seguir adelante por el bien de Victor y de todos ellos.

Dariel se acercó al cuerpo de Victor, sus pasos titubeantes y su corazón latiendo con fuerza. La imagen de su mentor, y la persona a la que había admirado desde su llegada a la academia, yacía inerte en el suelo, cubierto de sangre. Su mente no podía procesar la realidad; estaba en shock.

Se agachó junto a él, sus manos temblorosas alcanzando su rostro, buscando alguna señal de vida. "Victor..." murmuró, su voz apenas un susurro, como si temiera que al alzarla, pudiera romper el silencio que envolvía el lugar.

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, y su dolor se transformó en una mezcla de impotencia y rabia. ¿Cómo podía haber sucedido esto? Dariel se sentía desbordada por una tristeza abrumadora, cada latido de su corazón resonando en el vacío que dejó su ausencia.

"¿Por qué?" preguntó, su voz temblorosa. En su mente, recuerdos de sus entrenamientos juntos la invadían, sus risas, sus palabras de aliento. Todo eso ahora parecía distante, como un eco de un tiempo que ya no existía.

Al levantar la mirada, vio a Rigor y a Gaby, sus rostros llenos de dolor y desolación. "No puede ser... No puede ser así," dijo, aferrándose a la esperanza de que todo fuera un mal sueño del que despertaría. Pero la cruda realidad permanecía ante ella, implacable e irreversible.

Rigor, con el cuerpo de Victor en sus brazos, caminó hacia la academia, el peso de la pérdida aplastando su espíritu. Gaby y Dariel lo seguían, cada paso un recordatorio de lo que habían perdido. La atmósfera estaba cargada de tristeza y desesperanza, el silencio abrumador.

Al llegar a la morgue, la joven especializada en magia blanca se detuvo en seco al ver el cuerpo de Victor. Su mirada se llenó de incredulidad y horror. "En verdad está... muerto," murmuró, incapaz de procesar la magnitud de la situación. Su voz temblaba, reflejando el pánico que crecía en su interior.

Rigor, con los ojos llenos de determinación, respondió: "Necesitamos hacer algo. No podemos dejar que su sacrificio sea en vano." La angustia en su voz era palpable, pero la determinación brillaba a través del dolor.

Gaby se acercó, su rostro marcado por la tristeza. "¿Qué vamos a hacer? No podemos... no podemos dejarlo así." Su voz se quebró, el miedo a perderlo todo amenazando con consumirla.

Dariel, todavía en estado de shock, se unió a ellos, su mirada fija en el cuerpo de Victor. "Debemos intentar traerlo de vuelta. Hay magia que puede hacer esto... hay que intentarlo," dijo con fervor, aunque la duda comenzaba a anidar en su corazón.

La joven sanadora, aún paralizada por la visión de Victor, finalmente asintió. "Hay rituales, pero... no garantizan el éxito. El costo puede ser alto." Su voz era un susurro, pero la decisión ya estaba en el aire. No podían rendirse.

Mientras el trío se preparaba, la atmósfera se llenó de un aire de esperanza y desespero. Sabían que debían luchar por el hombre que había dado tanto por ellos, y la lucha apenas comenzaba.

La joven sanadora se inclinó sobre el cuerpo de Victor, su mente concentrada en los antiguos hechizos que había estudiado. Las manos temblorosas comenzaron a brillar con energía mágica, pero a medida que intentaba curarlo, la luz se desvanecía, chocando contra una barrera invisible.

"No... no puedo," murmuró, frustrada. "Gente tan poderosa como Victor no puede ser revivida fácilmente. Su poder y su alma están intrínsecamente ligados, y si uno se pierde, el otro se resquebraja. Es más complicado de lo que parece."

Rigor, sintiendo la desesperanza crecer, apretó los puños. "¿No hay nada que podamos hacer? ¡No podemos dejarlo así!" Su voz resonaba con dolor y determinación, pero la realidad los golpeaba con fuerza.

Gaby, con lágrimas en los ojos, se unió a Rigor. "Él siempre nos protegió. No podemos abandonarlo ahora." Su voz se quebró, reflejando la angustia que todos sentían.

Dariel, aún tratando de procesar la situación, miró a la sanadora. "¿No hay rituales más poderosos? ¿Algo que no hayamos probado?" La desesperación la llevó a buscar una respuesta, aunque sabía que cada opción conllevaba un riesgo.

La sanadora, con una expresión grave, explicó: "Hay rituales, pero requieren un sacrificio. A veces, el precio es el mismo poder que buscamos restaurar. No puedo asegurar que funcione, y lo que se pierda podría ser irreparable."

El silencio llenó la habitación, y el peso de la decisión se hizo abrumador. Todos sabían que debían actuar, pero el costo podría ser demasiado alto. Sin embargo, la necesidad de luchar por Victor era más fuerte que cualquier miedo.

Rigor, con la tristeza reflejada en su rostro, dejó escapar un suspiro profundo. "¿Cómo le diré a Luci sobre esto? No puedo imaginar su reacción al saber que… que Victor ya no está."

La joven sanadora, con compasión, lo miró. "Victor confió en mí. Me habló de sus amigos, de aquellos que han desaparecido, como María y Luci. Dijo que ya no existían, que el tiempo y la guerra los habían llevado. Esa es una carga que él ha llevado solo."

Las palabras de la sanadora golpearon a Rigor como un puñetazo en el estómago. "No... eso no puede ser cierto. Siempre creí que había esperanza para ellos." Su voz temblaba, abrumada por el peso de la pérdida.

"Victor ha enfrentado muchas batallas y ha visto cosas que ninguno de nosotros puede imaginar. Pero en su corazón, él siempre mantuvo un rayo de luz. Sabía que sus amigos eran importantes, y nunca los olvidó," continuó la sanadora, tratando de consolarlo.

Gaby, con los ojos llenos de lágrimas, añadió: "Si él luchó tanto por nosotros, ¿no deberíamos hacer lo mismo por él? No podemos dejar que su sacrificio sea en vano."

Dariel, que había permanecido en silencio, finalmente habló. "Si hay alguna forma de devolverle la vida, debemos encontrarla. Él siempre nos dio esperanza; ahora es nuestro turno de dársela a él."

El grupo se miró, el dolor compartido transformándose en determinación. Sabían que el camino sería difícil, pero la memoria de Victor les impulsaría a buscar la manera de honrar su legado.

Mientras tanto, en el oscuro y desolado infierno, Victor luchaba por salir de su prisión. Las sombras danzaban a su alrededor, y las voces del pasado lo acosaban, recordándole cada pérdida y cada batalla. A pesar del sufrimiento, había una chispa en su interior, una voluntad de resistir.

En la academia, Rigor se encontraba en una funeraria especializada en honrar a los héroes de guerra. Con una voz grave y solemne, solicitó una caja que reflejara el legado de Victor. "Necesito lo mejor para un héroe. Él merece un descanso digno."

La joven sanadora, aún conmocionada, se acercó a Rigor. "¿Qué harás con su cuerpo? Necesitamos prepararlo." Rigor, con lágrimas en los ojos, asintió y le pidió que cosiera los brazos donde Victor había sido partido a la mitad, un acto que simbolizaba la unión de lo que había sido y lo que podría ser.

Mientras la sanadora trabajaba con cuidado, Rigor miraba el rostro de su amigo, recordando cada momento compartido, cada risa y cada batalla. La tristeza se mezclaba con la determinación. "No lo dejaremos ir tan fácilmente," murmuró, con una firmeza que resonaba en su pecho.

El tiempo avanzaba, y aunque la funeraria se llenaba de sombras, Rigor sabía que la luz de Victor aún brillaba en sus corazones. Con cada puntada de la aguja, se sentía un paso más cerca de honrar su memoria y, tal vez, encontrar una manera de traerlo de vuelta.

Victor llegó al cielo tras una intensa lucha en el infierno, donde había enfrentado demonios y seres aberrantes. A medida que atravesaba las puertas celestiales, el resplandor lo envolvió, pero no sin antes arrastrar consigo el peso de sus batallas.

Mientras se adentraba en este nuevo mundo, se encontró rodeado de paisajes serenos y luminosos. Sin embargo, la paz era ilusoria; sombras de los que había perdido lo seguían, recordándole el precio de su lucha. A pesar de eso, una determinación ardía en su interior. Sabía que debía encontrar una manera de regresar, de proteger a aquellos que aún necesitaban su fuerza.

Victor se enfrentó a ángeles y guardianes que intentaron detenerlo, pero con cada golpe, cada movimiento, demostraba que su espíritu de lucha no había desaparecido. La ira y la determinación se entrelazaban, alimentando su poder.

Al final, tras atravesar hordas de seres celestiales, logró enfrentarse a un alto consejo de entidades. "No estoy aquí para ser juzgado," declaró, con una voz firme. "He venido a reclamar lo que es mío: mi vida, mi propósito. No puedo descansar hasta que los que amo estén a salvo."

Los guardianes, impresionados por su resolución y fuerza, deliberaron sobre su destino. Victor, con el peso de su historia en sus hombros, aguardaba su decisión, listo para luchar por su regreso y enfrentarse a cualquier desafío que se interpusiera en su camino.

Rigor dejó el cuerpo de Victor en el ataúd de la funeraria, sintiendo un profundo peso en su corazón. Cuando los operarios comenzaron a cerrar el ataúd, un intenso resplandor emanó del interior. De repente, un estallido resonó en la sala, y el ataúd fue destruido en mil pedazos.

Victor emergió, aún débil, pero con la llama de la vida ardiente en su interior. Su mirada, aunque nublada por el regreso, destilaba una determinación feroz. Rigor, atónito, retrocedió un paso, incapaz de creer lo que veía.

"¡¿Cómo es posible?!" exclamó, su voz temblando entre la sorpresa y la incredulidad.

Victor, respirando con dificultad, se apoyó en el borde del ataúd destrozado. "No puedo dejar que esto termine así," dijo con voz grave. "Todavía hay mucho por hacer."

La sanadora, aún en estado de shock, observaba cómo la energía de Victor se regeneraba lentamente. Era un milagro ante sus ojos, pero la batalla que enfrentaba no había terminado. Rigor se acercó, aliviado y ansioso al mismo tiempo. "Debes descansar, Victor. Has vuelto de entre los muertos."

"Descansar no es una opción," replicó Victor, enderezándose. "Hay una guerra que ganar y vidas que proteger. No puedo fallarles otra vez."

Con determinación renovada, Victor se preparó para enfrentar lo que vendría, sabiendo que la lucha por sus seres queridos apenas comenzaba.

Victor, a pesar de su determinación, sintió que su cuerpo no podía soportar más. De repente, sus piernas flaquearon y se desmayó, cayendo al suelo. Rigor, alarmado, se lanzó a su lado, preocupado.

"¡Victor! ¿Qué te pasa?" gritó, sacudiéndolo suavemente.

La sanadora se acercó, evaluando rápidamente la situación. "Su cuerpo ha pasado por un trauma extremo. Necesita atención inmediata y un entorno seguro para recuperarse."

Rigor asintió, sintiendo la presión aumentar. "Debemos llevarlo a la academia. Allí podrá descansar y recuperarse. No puedo perderlo de nuevo."

Con esfuerzo, levantaron a Victor y lo llevaron a la academia, donde el ambiente de esperanza y lucha podría ayudarlo a recuperarse. Mientras tanto, Rigor reflexionaba sobre lo que había ocurrido y cómo cada segundo contaba en la guerra que aún estaba por venir.

Victor despertó en el hospital de la academia, su cuerpo dolía en cada rincón. Al intentar levantarse, Gaby, su hija, lo empujó suavemente hacia atrás.

"Papá, por favor, quédate quieto," dijo ella con voz temblorosa. Sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y alivio al verlo despierto.

Victor sonrió débilmente, su corazón se llenó de gratitud al ver a Gaby. "Lo siento, hija... No quería preocuparlos."

Gaby lo miró con firmeza. "No es solo eso. Estuviste a punto de perderlo todo. Debes cuidar de ti mismo."

Victor asintió, sintiendo el peso de su responsabilidad. "Haré lo que sea necesario para protegerte. Pero primero, necesito recuperarme."

La joven se quedó a su lado, dispuesta a apoyarlo mientras él se enfrentaba a su próximo desafío. La batalla no había terminado, y juntos se enfrentarían a lo que viniera.

Gaby, con una cuchara en mano, le daba de comer a Victor mientras le explicaba lo que había sucedido. "Tu cuerpo... tiene órganos dañados. Tuvieron que crear réplicas de algunas partes y sanar otras. Es un milagro que estés aquí."

Victor escuchó atentamente, sintiendo una mezcla de agradecimiento y preocupación. "¿Y tú? ¿Estás bien?"

"Sí, papá, estoy bien. Pero necesitaba saber que ibas a despertar. La sanadora dijo que el proceso fue complicado, pero hiciste lo imposible," respondió Gaby, sonriendo con orgullo.

"Siempre haré lo imposible por ti," dijo Victor, sintiendo una renovada determinación. "No puedo permitirme fallarte otra vez."

Gaby le acarició la mano. "No te preocupes. Estoy aquí contigo. Vamos a salir de esto juntos."

Fin.