Un mes después del festejo y con el inicio de un nuevo año, Victor revisó el calendario en su teléfono, que mostraba la fecha: 2,032. Miró el año con una mezcla de asombro y resignación, dándose cuenta de que el tiempo seguía avanzando a pesar de sus pérdidas y del cambio drástico en su vida. Mientras el nuevo año comenzaba, la academia se preparaba para enfrentar los desafíos del futuro con un renovado espíritu de esperanza y reconstrucción.
Victor abrió las puertas de la academia, y los estudiantes comenzaron a entrar, sus rostros mostrando una mezcla de entusiasmo y nerviosismo ante el inicio del nuevo año académico. A medida que avanzaban, los nuevos profesores también hacían su entrada, algunos con pasos firmes y otros con una expresión de nerviosismo, todos listos para contribuir a la educación y el entrenamiento de los futuros héroes.
La academia, aunque marcada por los eventos pasados, mostraba signos de renovación y esperanza. Los pasillos reverberaban con la energía vibrante de los estudiantes y la determinación de los nuevos profesores, mientras el campus se llenaba de actividad y el prometedor comienzo del año académico se desarrollaba ante la mirada atenta de Victor.
Victor observaba con atención cómo los maestros repartían sus clases a los alumnos, siempre atento a cualquier señal de conflicto o incomodidad. Caminaba por los pasillos, asegurándose de que todo estuviera en orden. Su experiencia en situaciones difíciles lo había moldeado, enseñándole a abordar los problemas con calma y de manera racional. No quería que nadie volviera a sufrir como él lo había hecho.
Cada vez que surgía una disputa o algún estudiante mostraba señales de angustia, Victor intervenía con un enfoque equilibrado. Hablaba con ellos, escuchaba sus preocupaciones y trabajaba junto con los maestros para encontrar soluciones que beneficiaran a todos. El dolor del pasado le había dado una perspectiva clara: proteger a los demás, especialmente a los jóvenes que estaban bajo su cuidado, era su prioridad.
Con una presencia firme pero comprensiva, Victor se aseguraba de que la academia fuera un lugar seguro y de crecimiento para todos, tanto para estudiantes como para profesores. Su liderazgo era una mezcla de disciplina y empatía, y con cada decisión que tomaba, intentaba crear un ambiente donde nadie saliera lastimado.
Victor observó a los dos chicos, sonrientes y llenos de vida, y no pudo evitar verse reflejado en uno de ellos. Recordó los días en que él y su amigo Nine Sharon compartían esa misma camaradería, antes de que todo cambiara. Con una mezcla de nostalgia y precaución, se acercó a ellos y les dijo, con una leve sonrisa:
— ¿Todo bien? Veo que se llevan muy bien.
Los chicos asintieron, aún riendo, y uno de ellos comentó algo sobre una broma interna que compartían. Victor asintió, pero su mente se quedó atrapada en esos recuerdos, en lo que había perdido. Aunque sabía que esos jóvenes no tenían nada que ver con su pasado, no podía evitar preocuparse. Se aseguró de que no hubiera ninguna sombra de conflicto entre ellos, manteniendo su vigilancia constante para proteger la paz que tanto había aprendido a valorar.
— Sigan así —añadió Victor, tratando de mantener su tono ligero—. Es bueno tener a alguien en quien confiar.
Luego, continuó su camino, pero el recuerdo de Nine Sharon aún permanecía en su mente, un recordatorio de cómo las cosas pueden cambiar de un momento a otro.
Victor observaba a cada estudiante con una creciente preocupación. Su mirada no se perdía en la simple vigilancia de un director, sino en un profundo análisis de cada gesto, cada palabra, buscando señales de angustia o conflicto. Los recuerdos de su pasado lo atormentaban: la traición de Nine Sharon, la caída de Necross, a quien le robaron el cuerpo, y los innumerables momentos en que no pudo evitar el sufrimiento de quienes lo rodeaban.
No quería que nadie en su academia experimentara lo que él había vivido, ni caer en las mismas sombras que envolvieron a sus amigos. Sabía bien lo rápido que una amistad podía romperse, o cómo alguien podía perderse en la oscuridad sin un apoyo a tiempo.
Mientras caminaba por los pasillos, se detenía brevemente junto a grupos de estudiantes, escuchando de lejos sus conversaciones, atento a cualquier señal de descontento. También observaba a los profesores, asegurándose de que se ocuparan no solo de enseñar, sino de prestar atención al bienestar emocional de los jóvenes. Sabía que una mente en peligro podía ser tan destructiva como cualquier enemigo externo.
Sus pensamientos eran claros: nadie en esta academia sufriría lo que él o sus amigos sufrieron. Se aseguraría de ello. Con cada paso que daba, reforzaba su determinación de proteger a todos, incluso si eso significaba cargar con la culpa y el peso de su pasado.
Era uno de esos días tranquilos en la academia. Victor se encontraba afuera, observando atentamente a los estudiantes mientras se movían de clase en clase. Su semblante era serio, como siempre, pero sus ojos reflejaban la preocupación y la vigilancia constante. Sabía que, aunque todo parecía en calma, las tormentas podían desatarse en cualquier momento.
De repente, el sonido del timbre resonó, llamando su atención. Al volverse hacia la entrada principal, pudo ver a Chomosukez y Lulu esperando. Se veían relajados, como si solo hubieran pasado a visitarlo sin motivo aparente, pero Victor sabía que con ellos nunca era tan simple.
Se dirigió hacia la entrada, cruzando el amplio patio. Su caminar era firme, aunque por dentro siempre había una mezcla de cautela y fatiga. Cuando llegó a la puerta, abrió con un leve empujón y se encontró con sus dos viejos compañeros.
"Chomosukez, Lulu," dijo Victor, con una ligera inclinación de cabeza. "¿Qué los trae por aquí?"
Chomosukez sonrió ampliamente. "Pensamos que era hora de verte. Hace tiempo que no nos reunimos, y queríamos saber cómo te va con la academia."
Lulu asintió, con su habitual energía tranquila. "Además, queríamos ver cómo has estado... desde la última vez."
Victor miró hacia los estudiantes que estaban disfrutando del tiempo libre en el jardín y luego volvió la vista a sus amigos. "Todo está bajo control aquí," dijo, aunque no mencionó el constante peso que sentía en el pecho. "Entren, podemos hablar más adentro."
Los tres cruzaron las puertas y caminaron por los pasillos de la academia, donde Victor les mostró cómo había mantenido el orden y la paz en su nueva responsabilidad como director. Aunque todo parecía en calma, dentro de él, las viejas heridas seguían abiertas. Chomosukez y Lulu lo sabían, pero respetaban el silencio que Victor mantenía sobre su dolor.
Victor caminó lentamente hacia su oficina, donde el ambiente se sentía un poco más pesado, como si el aire estuviera impregnado de recuerdos y emociones no dichas. Al llegar a la habitación, se sentó detrás de su escritorio, dejando que sus manos descansaran sobre los documentos que había estado revisando antes. Chomosukez y Lulu se acomodaron frente a él, observándolo con preocupación.
El semblante de Victor, aunque firme, estaba claramente agotado. Sus pensamientos lo mantenían en una constante batalla interna, y aunque había logrado dirigir la academia con éxito, había algo que no lograba dejar atrás.
Lulu fue la primera en romper el silencio. "Victor... sé que has pasado por mucho, pero no tienes que cargar todo solo. Puedes hablar con nosotros."
Chomosukez asintió, cruzando los brazos con un gesto comprensivo. "Has hecho un buen trabajo aquí, pero nosotros te conocemos. Sabemos que no todo está bien."
Victor se quedó en silencio unos segundos, mirando los papeles en su escritorio como si estuviera buscando las palabras correctas. Finalmente, levantó la vista y suspiró profundamente.
"Por fuera, me siento de maravilla," dijo con un tono firme pero melancólico. "Todo parece estar en orden. La academia está funcionando, los estudiantes están aprendiendo, y los profesores hacen su trabajo. Pero por dentro... es un rotundo no."
Sus palabras resonaron en la habitación, cargadas de una tristeza silenciosa que no había compartido con muchos. Chomosukez y Lulu lo miraron, entendiendo el peso que cargaba. Victor había perdido tanto: amigos, familia, y su antiguo yo. La carga de sus decisiones y las pérdidas seguía persiguiéndolo.
Lulu se inclinó un poco hacia adelante, con su expresión suave y empática. "Victor, nadie espera que te sientas bien todo el tiempo. Lo que has pasado... es algo que marcaría a cualquiera. Pero no tienes que sobrellevar esto solo. Estamos aquí para ayudarte."
Victor esbozó una leve sonrisa, agradecido por las palabras de sus amigos, aunque el dolor seguía presente. Sabía que, aunque el tiempo pasaba y las responsabilidades seguían creciendo, su corazón seguía buscando una forma de sanar por dentro.
Victor solo suspiró y dijo: "Esas son las consecuencias de ser el más fuerte. Puedes ser el más poderoso, el que podría acabar con todos."
Chomosukez continuó diciendo: "¿Soledad? ¿A eso te refieres con ser fuerte?"
Victor exhaló lentamente, dejando que el peso de sus palabras llenara la habitación. "Sí, Chomosukez. Eso es exactamente a lo que me refiero," dijo en un tono bajo pero cargado de emociones. "Puedes ser el más poderoso, el que podría acabar con todos si quisiera. Pero al final... la fuerza no te salva de la soledad."
Chomosukez lo miró con una mezcla de empatía y seriedad. "La soledad es un precio alto, Victor, pero no tienes que pagarla solo porque eres fuerte."
Victor inclinó la cabeza, mirando hacia la ventana mientras las memorias de su pasado volvían a su mente. "Cada persona que se acerca a mí termina sufriendo. Mis amigos... mis seres queridos. Y aunque sigo luchando para protegerlos, al final, ellos caen o se apartan. Como si mi fuerza misma fuera una maldición."
Lulu, siempre serena, dio un paso adelante. "La fuerza no es una maldición, Victor. Lo que llevas dentro no tiene por qué ser una carga. A veces, el verdadero poder está en saber cuándo dejar que otros te ayuden a cargar con ese peso."
Victor esbozó una sonrisa débil, aunque sus ojos seguían mostrando el cansancio acumulado de tantas batallas, no solo físicas sino emocionales. "Tal vez tengas razón, Lulu... tal vez tenga que aprender a no cargar todo solo. Pero es difícil. Después de tanto tiempo, ya no sé cómo hacerlo."
Chomosukez cruzó los brazos y esbozó una sonrisa irónica. "Bueno, para eso estamos aquí. No somos tan fuertes como tú, pero si lo que necesitas es compañía, estamos dispuestos a cargar un poco de ese peso. Ser fuerte no significa tener que estar solo."
Victor asintió, sintiendo un ligero alivio al saber que no estaba completamente solo, incluso si su mente seguía atormentada por los recuerdos del pasado. "Gracias, chicos. Aunque no sea fácil, creo que es hora de intentar aprender a confiar más en ustedes... y en los demás."
El ambiente se sintió un poco más ligero. A pesar de todo el dolor que había experimentado, había algo de esperanza. Victor no tenía todas las respuestas, pero por primera vez en mucho tiempo, no se sentía completamente solo.
Victor se les quedó viendo por un momento, su mirada todavía cargada de cansancio, pero había un atisbo de sinceridad en sus ojos. Con voz suave pero firme, dijo: "Manténganse unidos, ambos, por favor."
Chomosukez y Lulu se miraron entre sí, notando la seriedad en las palabras de Victor. Chomosukez fue el primero en responder, cruzando los brazos y esbozando una sonrisa confiada. "No te preocupes, Victor. Nosotros nos cuidaremos mutuamente."
Lulu, siempre más serena, asintió. "No estás solo en esto, Victor. Nos mantendremos juntos, así como tú has hecho lo posible por protegernos."
Victor asintió, pero algo en su interior seguía inquieto. Sabía que mantener esa unión era más difícil de lo que parecía, pero si había algo que el tiempo le había enseñado, era que no se podía dar por sentado nada ni a nadie. "Háganlo... no cometan los mismos errores que yo. A veces, es fácil perder de vista lo que realmente importa."
Los tres se quedaron en silencio por un momento, el peso de las palabras de Victor resonando en el aire. Había sido un recordatorio no solo para ellos, sino también para él mismo. A pesar de todas las batallas, el verdadero desafío estaba en aprender a sostener los lazos que realmente importaban.
Chomosukez y Lulu se quedaron observando a Victor, ambos conscientes del peso detrás de sus palabras. El semblante de Victor, aunque firme, reflejaba una tristeza que no podía ocultar. Después de un momento de silencio, Victor habló con voz grave, pero con un tinte de esperanza:
"Tengan hijos, vivan sus vidas... porque yo soy el más fuerte, y mientras esté con vida, los protegeré."
Chomosukez soltó una pequeña risa, tratando de aligerar el ambiente. "Vaya, Victor, siempre tan dramático. Pero entiendo lo que dices."
Lulu, más pensativa, colocó una mano en el hombro de Victor. "No tienes que cargar con todo tú solo, Victor. Sabemos que eres fuerte, pero también tienes que vivir tu vida, no solo protegernos."
Victor asintió, pero no respondió. Sabía que tenían razón, pero su sentido de responsabilidad siempre lo llevaba a poner a los demás antes que a él mismo. Desde que se había convertido en el más fuerte, la soledad y el sacrificio se convirtieron en su sombra constante. Pero aún así, si podía asegurar la felicidad de quienes lo rodeaban, estaría dispuesto a seguir soportándolo.
El ambiente se volvió más ligero, pero las palabras de Victor quedaron flotando entre ellos, como una promesa silenciosa. Chomosukez y Lulu intercambiaron una mirada, sabiendo que Victor haría todo lo posible para cumplir su promesa, pero también sabían que no debían depender solo de él.
"Gracias, Victor," dijo Lulu suavemente. "Nos aseguraremos de hacer lo mejor con nuestras vidas, y también estaremos ahí para ti cuando lo necesites."
Victor solo asintió, pero por primera vez en mucho tiempo, una leve sonrisa apareció en su rostro.
Chomosukez solo observo, pero con una sonrisa cálida dijo."Luci, estaría orgullosa de lo que sos Victor."
Victor se quedó en silencio al escuchar las palabras de Chomosukez. El nombre de Luci resonó en su mente, trayendo recuerdos agridulces de los momentos que compartieron. Miró hacia la ventana de su oficina, su semblante serio, pero con los ojos llenos de melancolía.
"Tal vez..." murmuró Victor, evitando el contacto visual con sus amigos. "Pero no puedo evitar pensar en cómo fallé al no protegerla a ella y a los demás."
Lulu se acercó un poco más, con una expresión suave y comprensiva. "Victor, hiciste todo lo que pudiste. No siempre podemos proteger a todos, por más fuertes que seamos. No puedes cargar con la culpa de todo."
Chomosukez añadió: "Ella estaría orgullosa de lo que has logrado y de cómo sigues adelante, protegiendo a tantos. Has hecho más de lo que cualquier persona podría esperar."
Victor soltó un largo suspiro y, aunque todavía llevaba el peso de su dolor, asintió levemente. "Lo sé... pero a veces no es suficiente." Se tomó un momento para recuperar la compostura. "Aún así, gracias... ambos. Sus palabras significan más de lo que pueden imaginar."
El ambiente en la habitación se llenó de una calma silenciosa, mientras los tres amigos compartían un momento de comprensión. Victor sabía que nunca podría escapar completamente de sus heridas, pero el apoyo de Chomosukez y Lulu le daba la fuerza para seguir adelante.
Fin