Un día, mientras Victor revisaba los informes de la academia, la puerta de su oficina se abrió bruscamente. Frente a él, una joven de aspecto arrogante entró con pasos firmes, acompañada por otro hombre vestido de forma igualmente ostentosa. Ambos emanaban una actitud de superioridad que Victor notó al instante. La mujer, con un tono casi despreciativo, fue directa al punto:
"¿Dónde está el antiguo director? Teníamos un acuerdo pendiente con él."
Victor, quien se encontraba sentado detrás de su escritorio, levantó la vista hacia la joven sin mostrar expresión alguna, aunque por dentro ya anticipaba el tipo de conversación que iba a tener. Con calma y manteniendo su postura firme, respondió:
"El anterior director ya no está aquí. Yo soy el nuevo director de la academia. Si tienes algo que tratar, será conmigo."
La joven frunció el ceño, visiblemente disgustada por la noticia. "¿Tú? ¿El nuevo director? No tienes el porte ni la autoridad del anterior. No veo cómo podrías manejar los asuntos que teníamos pendientes con esta academia."
Victor se levantó lentamente, acercándose un poco a ellos con su usual mirada tranquila pero penetrante. "Me temo que si vienes aquí buscando imponer tu arrogancia y tus acuerdos personales, no estás en el lugar adecuado. Mi responsabilidad es con los estudiantes y el bienestar de la academia. Cualquier acuerdo que tenías con el anterior director ya no tiene validez, a menos que sea revisado y aprobado por mí."
El hombre que acompañaba a la joven intentó intervenir. "Mira, no nos malinterpretes. Solo estamos buscando mantener lo que teníamos. No queremos problemas."
Victor lo miró fijamente y luego, dirigiéndose a ambos, dijo: "Los problemas no vienen de mí, sino de aquellos que intentan aprovecharse de esta academia. Si están aquí para contribuir de manera genuina, podemos hablar. Si no, pueden marcharse por donde vinieron."
La joven, molesta por la firmeza de Victor, cruzó los brazos y con tono desafiante agregó: "No tienes idea de con quién estás hablando."
Victor, sin perder la calma, replicó: "Sé exactamente con quién estoy hablando. Y no me importa quiénes sean. En esta academia, no se juega con la educación de los estudiantes ni con el futuro de esta institución. Si no pueden entender eso, no tienen nada que hacer aquí."
El ambiente se tensó por un momento, pero la seguridad en las palabras de Victor hizo que ambos multimillonarios se dieran cuenta de que no estaban tratando con alguien que se dejaba intimidar. Finalmente, la mujer rodó los ojos y dijo con desdén: "Nos veremos en otro momento. Espero que cambies de opinión."
"Eso lo dudo," respondió Victor mientras observaba cómo ambos salían de su oficina.
Victor se quedó mirando la puerta después de que los dos multimillonarios se marcharon. Algo en la actitud de la joven, en sus palabras arrogantes y en su forma de dirigirse a la academia, despertó una sensación incómoda en él. Se pasó una mano por el rostro, tratando de aclarar sus pensamientos, pero había algo que no podía sacarse de la cabeza.
"Serán familias de aquel que mató a mi hija..." murmuró en voz baja.
El pensamiento lo golpeó con fuerza. Aunque había intentado enterrar los recuerdos de ese dolor profundo, ese día, esas palabras, hicieron que todo volviera a la superficie. Se sentó de nuevo, cerrando los ojos por un momento mientras trataba de conectar las piezas. No era raro que personas adineradas o poderosas buscaran influir en la academia, pero había algo en su actitud, en la forma en que exigían, que le resultaba inquietantemente familiar.
"Si son familia de él..." reflexionó. El asesino de su hija, alguien que había causado una de las mayores tragedias en su vida, había desaparecido hace tiempo, pero tal vez su legado seguía vivo. Victor sabía que el pasado siempre encontraba la forma de regresar, y tal vez estos dos individuos no estaban aquí solo por negocios.
El dolor de esa pérdida, de haber visto a su propia hija morir, lo llenaba nuevamente, pero esta vez no con tristeza, sino con una firme determinación. Si era cierto que aquellos que tenían lazos con el asesino de su hija estaban buscando infiltrarse en su vida y en la academia, no lo permitiría. Victor respiró profundamente, recordando que su misión, ahora más que nunca, era proteger a los que aún estaban bajo su cuidado.
"Que lo intenten," dijo en voz baja, con la mirada fija en la puerta. "Estoy listo para lo que venga."
Esa misma noche, en una mansión lujosa y extravagante, Karen estaba claramente molesta. Su ceño fruncido y su forma de caminar de un lado a otro del salón demostraban su frustración. Las paredes de la habitación estaban decoradas con obras de arte modernas, y las luces brillaban con un resplandor opulento, pero nada parecía calmar el enojo de Karen.
"¡Ese hombre!" exclamó con un tono de desprecio, refiriéndose a Victor. "¿Quién se cree que es? Nos trató como si fuéramos cualquiera. ¡Esto no se quedará así!"
Saúl, su esposo, estaba sentado en un sillón de cuero, bebiendo lentamente de una copa de vino. A diferencia de Karen, su expresión era más calculadora, aunque también había un brillo de molestia en sus ojos. "Tranquila, Karen. Sabíamos que no sería fácil tratar con él. Tiene una reputación… complicada."
Karen se giró hacia Saúl, exasperada. "¡Complicada no es excusa para tratarnos como si fuéramos nada! ¿Tienes idea de cuánto hemos invertido en esto? ¡Todo lo que planeamos depende de que esa academia esté bajo nuestro control!"
Saúl asintió lentamente, su mirada fija en la copa que sostenía. "Lo sé. Pero lo subestimamos. Victor no es alguien que se deje manipular fácilmente. Sin embargo..." se detuvo por un momento, pensando en su siguiente movimiento. "No podemos rendirnos tan rápido. Tenemos que encontrar otro punto de entrada, algo que podamos usar en su contra."
Karen lo observó en silencio, su rabia disminuyendo un poco ante la calma de su esposo. "¿Tienes algo en mente?"
Saúl levantó la mirada, con una sonrisa fría asomando en su rostro. "He oído rumores. Cosas sobre su pasado. Tragedias, pérdidas... especialmente con su familia. Tal vez no podamos derrotarlo de frente, pero si encontramos la forma de tocar esa herida, podríamos debilitarlo."
Los ojos de Karen brillaron con malicia. "¿Su familia? ¿Estás sugiriendo que usemos eso en su contra?"
"Todo el mundo tiene un punto débil, Karen," respondió Saúl con una sonrisa calculadora. "Y Victor, por más fuerte que sea, no es inmune al dolor. Si logramos encontrar lo que lo atormenta, lo derrumbaremos desde adentro."
Karen sonrió, su enojo transformándose en determinación. "Entonces, averigüemos todo lo que podamos sobre su familia. Vamos a destruirlo."
Victor, mientras cocinaba en su modesta pero bien cuidada cocina, escuchó los toques en la puerta. Al abrirla, se encontró con Karen y Saúl, los multimillonarios que había conocido recientemente. Aunque su presencia le generaba cierta incomodidad, no podía ignorar la cortesía. Les hizo una seña para que pasaran.
"Siéntense," dijo con un tono neutral mientras regresaba a la cocina. No quería ser maleducado, pero tampoco les daba una bienvenida cálida. Continuó cocinando, su mente enfocada en la tarea para mantener su frustración a raya.
Karen y Saúl tomaron asiento en el salón. Karen, con su postura altiva, inspeccionaba el lugar con cierto desdén. No era el tipo de lujo al que estaba acostumbrada, pero sabía que debía mantenerse controlada. Saúl, por su parte, parecía más relajado, aunque detrás de su mirada se escondía un plan.
Después de unos momentos de silencio, Karen rompió el hielo. "Victor, esperamos no haberte interrumpido... Sabemos que eres un hombre ocupado."
Victor, sin dejar de cocinar, respondió sin mirarlos. "No hay problema. ¿A qué se debe su visita?"
Saúl intervino antes de que Karen pudiera contestar. "Queríamos hablar sobre la academia. Hemos estado considerando algunas inversiones y pensamos que podríamos... colaborar en ciertos aspectos. Claro, sabiendo que ahora eres el director, tu opinión sería muy valiosa para nosotros."
Victor, mientras removía lo que tenía en la sartén, no respondió de inmediato. Sabía que sus intenciones no eran tan simples como lo presentaban. Después de un momento, sin volverse hacia ellos, dijo: "La academia está bien como está. No necesita más inversiones externas."
Karen, sin perder la sonrisa, intentó suavizar la situación. "Entendemos que has pasado por mucho, Victor. No queremos hacerte la vida más difícil. Solo pensamos que quizás podamos ser de ayuda. Después de todo, tienes una gran responsabilidad ahora."
Victor dejó lo que estaba haciendo y se giró hacia ellos. Su expresión era seria, y sus ojos, que antes mostraban un cansancio emocional, ahora reflejaban desconfianza. "Sé muy bien lo que significa responsabilidad. Y también sé cuando alguien viene con segundas intenciones."
El ambiente en la habitación se tensó. Karen y Saúl intercambiaron una mirada rápida, dándose cuenta de que Victor no era alguien fácil de manipular.
Un día antes de la incómoda visita de Karen y Saúl, Victor había decidido regresar al lugar donde había librado la épica batalla contra Xal'Azar. El campo de batalla seguía desolado, con rastros de destrucción por todas partes. Los árboles caídos y las ruinas del combate aún permanecían como testigos silenciosos de lo ocurrido.
Victor, sin embargo, no buscaba recuerdos ni monumentos. Buscaba algo específico.
Después de horas de examinar los escombros, encontró lo que estaba buscando: el cerebro y el corazón de Derek, el androide creado por Metatron. Los artefactos, aunque dañados, seguían emitiendo un débil resplandor, casi como si estuvieran pidiendo ser restaurados. Victor, al verlos, sintió una mezcla de nostalgia y determinación. Sabía que Derek, en algún punto, había sido una pieza clave en su lucha, y quizás, de alguna forma, podría traerlo de vuelta.
Sin pensarlo dos veces, Victor recogió los restos y los guardó cuidadosamente en una bolsa. De regreso a su casa, los colocó en una esquinera de su sala, donde se quedó mirando los componentes por un momento, pensando en lo que haría.
Con una mirada cansada, murmuró para sí mismo: "Tal vez todavía no sea el final para ti, Derek."
Aunque no sabía cómo ni cuándo, en su interior, Victor sentía que en algún momento podría intentar reconstruir a Derek. Sin embargo, no era algo que podía hacer de inmediato. Las responsabilidades de la academia, los recuerdos de sus seres queridos, y la constante lucha por mantenerse a flote emocionalmente lo sobrecargaban.
Pero algo dentro de él le decía que ese cerebro y corazón aún tenían un propósito. Así que, por ahora, los dejaría allí, esperando el momento adecuado para decidir qué hacer con ellos.
Volviendo a la actualidad Victor estaba sentado en su casa, frente a un plato sencillo pero bien preparado: huevos estrellados, crema, frijoles licuados y plátanos. El crepitar de la comida en su boca era lo único que rompía el silencio de la estancia, aunque no podía ignorar la presencia de los dos intrusos que, en un rincón de la mesa, lo observaban con cierta incomodidad. Karen y Saúl, los multimillonarios arrogantes que habían irrumpido en su vida sin invitación, intentaban mantener la compostura, pero había algo que los tenía inquietos, algo que sus ojos no dejaban de vigilar.
Victor levantó la vista lentamente, siguiendo la dirección de esas miradas nerviosas. Allí, en una esquina de la habitación, casi oculto en las sombras, estaba lo que ellos habían notado: el cerebro y el corazón de Derek, cuidadosamente colocados en una mesa. La visión, fuera de contexto para ellos, debía parecer grotesca, perturbadora, incluso macabra.
Karen, que hasta ahora había guardado un incómodo silencio, frunció el ceño y entrelazó las manos, intentando parecer más firme de lo que realmente se sentía. Finalmente, con una mezcla de arrogancia y nerviosismo en su tono, rompió el silencio:
—¿Qué es eso? —preguntó, intentando sonar desafiante, aunque su voz titubeó ligeramente.
Victor, sin apartar los ojos de ellos, dejó los cubiertos sobre el plato con un suave pero claro sonido metálico. Su mirada, penetrante y firme, los recorrió con una calma que sólo hacía más intensa la tensión en la sala. Limpió su boca con una servilleta, como si su comida fuera lo único que realmente le interesaba en ese momento. Y, sin alterarse, les respondió:
—Algo que no les concierne.
La frialdad de sus palabras cayó como un muro entre ellos. Karen abrió la boca para replicar, pero el peso en el aire la hizo detenerse. Sabía, instintivamente, que había tocado un tema en el que no debía profundizar. Saúl, a su lado, entrelazó los dedos en su regazo, cruzando las piernas con una impaciencia visible, pero prefirió no interceder. Ambos sabían que habían entrado en terreno peligroso, aunque no entendieran por qué.
Victor, tras ese breve intercambio, desvió la mirada de nuevo hacia su comida, como si lo que acababa de suceder no tuviera la más mínima importancia. Pero para Karen y Saúl, la conversación había dejado un eco incómodo, una sensación de que, en esa casa, había mucho más de lo que sus ojos podían ver o comprender.
Karen, con su típico aire de superioridad, no pudo resistirse a la curiosidad. Se levantó de la mesa, dirigiéndose hacia la esquina donde algo brillaba débilmente. Al acercarse, notó que era una esfera con un tenue resplandor interior, pulsando con luces que danzaban como pequeños relámpagos. Era el núcleo de Derek, una reliquia que Victor había recogido del campo de batalla, el último vestigio de su antiguo amigo y compañero.
Victor, que estaba comiendo tranquilamente, se tensó al ver a Karen acercarse al núcleo. El cansancio en su rostro desapareció, sustituido por una mirada seria y alerta.
—No lo toques —advirtió con un tono frío, sin dejar de mirarla.
Karen, sin prestar atención a la advertencia, agarró el núcleo. Al momento en que sus dedos lo envolvieron, una corriente de energía recorrió su cuerpo, casi haciéndola tambalear. Podía sentir algo dentro, algo que intentaba comunicarse, como si estuviera vivo. Por un breve segundo, sintió las memorias de Derek, el poder que había contenido, y el vacío que había dejado tras su caída.
Saúl, al ver la reacción de su esposa, dio un paso adelante, preocupado, mientras Victor dejaba caer su tenedor sobre el plato con un fuerte ruido, poniéndose de pie. La paciencia se agotaba.
—Te lo advertí —dijo Victor, avanzando hacia ella. En un movimiento rápido, le arrebató la esfera de las manos, sintiendo cómo la energía regresaba a un estado inerte, como si hubiera vuelto a dormir.
Karen, pálida, lo miró con una mezcla de miedo y desafío. Nunca había sentido algo tan poderoso y aterrador. Saúl la sostuvo del brazo, intentando calmarla.
—¿Qué es eso? —preguntó Karen con una voz entrecortada, su arrogancia rota por lo que acababa de experimentar.
Victor sostuvo el núcleo en sus manos, sus ojos oscuros con una mezcla de tristeza y cansancio.
—Es el núcleo de Derek, un ser que una vez fue una fuerza imparable... y un amigo que ya no está. Lo que sostienes no es un juguete, es un recordatorio de lo que se perdió.
El ambiente en la sala se volvió tenso. Victor volvió a colocar el núcleo en su lugar, más alejado esta vez, y se giró hacia Karen y Saúl, claramente cansado de su presencia.
—Creo que es hora de que se vayan —les dijo con una calma que apenas contenía el desprecio.
Karen, aún recuperándose del impacto emocional, rozó accidentalmente la superficie del núcleo con la punta de los dedos. Un resplandor intenso emergió de la esfera, y, antes de que pudiera reaccionar, una serie de imágenes y escenas comenzaron a proyectarse en el aire frente a ella.
Las visiones se desplegaron en un desfile continuo de recuerdos y grabaciones. Karen vio el campo de batalla donde Derek había caído, cada golpe y cada explosión con un detalle desgarrador. Las imágenes mostraban el rostro de Derek, su último aliento y la batalla final que había librado contra Xal'Azar. La tristeza y el dolor de aquellos momentos se hicieron palpables, y Karen sintió una ola de culpa y pesar que la envolvía.
Karen y Saúl, paralizados por la intensidad de lo que estaban presenciando, vieron cómo Victor, agotado y desgarrado, dio su último esfuerzo para acabar con Xal'Azar, sin poder evitar el peso de la pérdida que estaba sufriendo.
La proyección se desvaneció, dejando a Karen temblando y a Saúl con una expresión de conmoción. Victor observó la escena desde la distancia, con su rostro reflejando una mezcla de tristeza y resignación.
—Esto no es solo un recuerdo —dijo Victor con voz baja y pesada—. Es una parte de mi historia, de lo que perdí. Y ahora, es parte de lo que ustedes han visto.
Karen, con lágrimas en los ojos y una expresión de arrepentimiento sincero, se volvió hacia Victor.
—Lo siento —murmuró—. No sabía... No sabía cuánto habías sacrificado.
Victor, sin mostrar ninguna emoción, guardó el núcleo cuidadosamente en su lugar. La conversación que había empezado con frialdad y distancia, ahora estaba cargada de un entendimiento sombrío y una nueva apreciación por el costo de la fortaleza y el sacrificio.
Victor, con una expresión fría y decidida, apuntó con su dedo índice hacia Karen y Saúl, cargando una energía palpable en la punta de su dedo. La tensión en el aire era casi visible, cargada con la intensidad de su dolor y su frustración.
—Nunca tuvieron que ver eso —dijo Victor con una voz grave y llena de autoridad—. Lo que han visto es más de lo que deberían haber conocido. Eso es parte de un pasado que no les pertenece.
Karen, con el rostro pálido y los ojos llenos de temor, dio un paso atrás, mientras Saúl, igualmente alarmado, intentó interponerse entre su esposa y Victor. La escena que acababan de presenciar había cambiado su percepción de Victor, y ahora se enfrentaban a un hombre que, a pesar de sus propias batallas, era capaz de infligir un dolor nuevo y devastador.
Victor, con el dedo aún apuntando, continuó:
—Lo que han visto representa el costo real de la fortaleza. No es algo que deba ser compartido sin comprensión, sin respeto por el sacrificio que conlleva.
La energía en el aire comenzó a disiparse lentamente, y Victor, con un suspiro, bajó el dedo. La tensión se mantuvo en el ambiente, pero la amenaza inmediata había pasado. Karen y Saúl, aún conmocionados, se miraron el uno al otro, conscientes de que el peso de lo que acababan de experimentar los había cambiado irrevocablemente.
Victor desvaneció su poder y, con una expresión de agotamiento, se dirigió hacia la mesa. Se sentó en una de las sillas y dejó caer su brazo sobre la superficie, cubriéndose la cara con la mano. El gesto reflejaba no solo el cansancio físico, sino también el peso emocional que llevaba consigo.
El ambiente en la habitación cambió drásticamente. La tensión que había estado palpable se disipó, reemplazada por un aire de resignación y tristeza. Victor había intentado mostrar un mínimo de consideración y respeto hacia Karen y Saúl, a pesar de lo que habían visto. Sin embargo, su propia fatiga y el dolor de recordar el pasado parecían haberlo sobrepasado.
Karen y Saúl, aunque aún atónitos, miraron a Victor con una mezcla de compasión y confusión. La imagen del hombre que había sido tan imponente y poderoso, ahora sentado en silencio, abatido y vulnerable, les daba una perspectiva completamente nueva de la situación. Sin palabras, se dieron cuenta de que habían cruzado una línea que no comprendían completamente y que, en el proceso, habían visto más de lo que podrían haber imaginado.
Karen intentó mantener una fachada de desdén y odio mientras observaba a Victor, aunque su rostro traicionaba una lucha interna. A pesar de su esfuerzo por parecer despectiva, la vista del hombre agotado y derrotado frente a ella parecía desarmar un poco su actitud.
Ella se cruzó de brazos y miró a Victor con una mezcla de furia contenida y desprecio. Intentó mantener su postura desafiante, pero la humanidad y vulnerabilidad de Victor le provocaron una reacción inesperada. Sus ojos, que antes mostraban firmeza, ahora titilaban con una ligera duda y una pizca de compasión no deseada. Sin embargo, Karen se esforzó en mantener su actitud dura, incapaz de reconciliar completamente su conflicto interno con la imagen que intentaba proyectar.
Victor, aún con la cabeza agachada y su mano sobre el rostro, murmuró con voz cansada:
—Los peces gordos tienen dos cosas buenas: unos me traen dinero y otros me traen los aditamentos. Cuando ya no me sirven, solo son unos simios sin remedio.
Su tono era seco y desalentado, como si hubiera perdido toda fe en la valía de aquellos que alguna vez pensó que podrían tener un propósito. La ironía y el desencanto resonaban en sus palabras mientras trataba de mantener una distancia emocional frente a la situación.
Karen y Saúl intercambiaron miradas de enojo, sintiendo que Victor los había reducido a meros medios financieros en lugar de considerarlos como personas. La actitud despectiva y el trato que recibían no hicieron más que aumentar su frustración.
Victor, sin levantar la vista, continuó:
—Se podría decir que el gobierno suyo solo está formado por gente loca intentando gobernar y ganar más terreno sobre otras naciones.
Sus palabras estaban impregnadas de cinismo y desdén, como si la política y las ambiciones de poder fueran cosas triviales en comparación con los conflictos y pérdidas personales que había enfrentado.
Victor, con un tono cansado, continuó:
—He resuelto muchos casos de villanos y he enfrentado situaciones que pondrían a prueba a cualquiera. No me dan las gracias, ni siquiera por el simple hecho de que sigan vivos.
Su voz reflejaba la amargura acumulada por años de sacrificio y la falta de reconocimiento que sentía. Se le notaba el agotamiento en cada palabra, como si el peso de sus responsabilidades y la falta de aprecio lo hubieran dejado sin energía.
Victor se levantó lentamente, su expresión se mantenía seria y controlada. Con un movimiento calculado, disminuyó la intensidad de la esfera de energía hasta que se concentró en el dedo índice y el medio de su mano, mientras que el pulgar mantenía la técnica en su lugar, como si estuviera asegurando un arma. La energía ahora se manifestaba como una delgada línea de luz, aún visible pero mucho menos amenazante.
Su postura, al sostener la técnica de esta manera, mostraba su habilidad para manejar el poder con precisión, dejando claro que, aunque la situación no estaba fuera de control, estaba listo para actuar si era necesario. Karen y Saúl observaban con mezcla de respeto y tensión, sabiendo que estaban frente a alguien con una capacidad formidable y una voluntad de hierro.
Karen, con una expresión mezcla de desesperación y pragmatismo, se acercó a Victor. Sus ojos, que antes reflejaban un aire de superioridad, ahora mostraban una sincera preocupación.
—Mira, Victor —dijo Karen, tratando de mantener la calma—. Entendemos que esto ha sido un malentendido. Nosotros no queríamos invadir tu privacidad ni causar problemas. Pero por favor, no tomes decisiones drásticas. Estamos dispuestos a ofrecerte lo que quieras. Dinero, recursos, influencia… lo que necesites. Solo, por favor, no nos hagas daño.
Saúl, al ver la seriedad de Karen, se adelantó también, intentando apelar a la empatía de Victor.
—Sí, Victor, lo que dice mi esposa es verdad. Podemos proporcionarte acceso a fondos, contactos y todo lo que necesites. Sabemos que eres una persona poderosa, y no queremos ser una carga para ti. Solo… déjanos ir. No queremos ser un obstáculo para tus planes ni para tu vida.
Victor observó a ambos con una mezcla de indiferencia y consideración. Sus dedos continuaban sosteniendo la energía concentrada, su mirada fija en ellos.
—Así que ahora intentan comprar su supervivencia —dijo Victor, su voz firme pero sin enojo.— Ofrecen dinero y recursos para evitar una consecuencia que deberían haber esperado al invadir mi privacidad. ¿Realmente creen que el dinero puede resolver esto?
Karen dio un paso adelante, visiblemente afectada por la intensidad de la situación.
—No es solo el dinero, Victor. Lo que queremos es enmendar nuestro error. Sabemos que lo que hicimos fue inaceptable, pero estamos dispuestos a hacer todo lo necesario para compensarlo. No somos tontos, entendemos que no tienes necesidad de nuestro dinero, pero te estamos ofreciendo esto porque es todo lo que tenemos para ofrecer. Solo queremos asegurarnos de que no nos hagas daño y que podamos salir de esto con vida.
Saúl asintió, manteniendo una postura de respeto y sumisión.
—Victor, somos conscientes de tu poder y de lo que eres capaz de hacer. No queremos ponerte en una situación incómoda. Queremos hacer esto bien y de la manera correcta. Si hay algo más que podamos hacer, lo haremos. Solo por favor, dame la oportunidad de demostrar que podemos ser útiles y que no estamos aquí para ser una amenaza.
Victor, aún con la energía concentrada en sus dedos, observó el tono sincero en las palabras de Karen y Saúl. Su expresión se suavizó ligeramente, y comenzó a considerar las implicaciones de sus decisiones.
—Entonces, ¿quieren asegurar su supervivencia ofreciéndome todo lo que tienen? —dijo Victor, bajando lentamente la energía y permitiendo que la luz se desvaneciera—. No es solo una cuestión de dinero o recursos. Es cuestión de respeto y consecuencias. Han invadido mi privacidad y han puesto en riesgo mi vida y la de otros.
Karen, al ver que Victor estaba bajando la guardia, dio un paso más cerca, su tono implorante pero calmado.
—Entendemos la gravedad de nuestra acción. No fue una invasión intencional, sino una mala decisión. Queremos rectificar esto. Dinos qué podemos hacer para compensar el daño causado y demostrar que nuestra intención no era causarte daño.
Victor se quedó en silencio por un momento, evaluando la situación y sopesando sus opciones. Finalmente, dejó que la energía en sus dedos se disipara por completo.
—Bien, dejaré que se vayan. Pero recuerden esto: el respeto y la privacidad son fundamentales. La próxima vez que piensen en hacer algo como esto, piensen en las consecuencias. Les daré una advertencia: si alguna vez vuelven a cruzar esta línea, no tendré la misma paciencia. Pueden irse, pero asegúrense de que su promesa de enmendar lo que han hecho sea sincera.
Karen y Saúl asintieron con agradecimiento, visiblemente aliviados. Karen se acercó para ofrecer un apretón de manos, su tono reflejando un sincero agradecimiento.
—Gracias, Victor. Lo apreciaremos más de lo que imaginas. Prometemos que aprenderemos de esto y haremos todo lo posible para enmendar nuestra falta.
Saúl también extendió la mano en señal de gratitud.
—Gracias por darnos una oportunidad. No lo olvidaremos y nos aseguraremos de que esto no vuelva a ocurrir.
Victor aceptó el apretón de manos con una ligera inclinación de la cabeza, permitiéndoles retirarse. Mientras Karen y Saúl se dirigían hacia la salida, Victor se quedó en su lugar, observando con una mezcla de cansancio y reflexión sobre la complejidad de la situación.
Mientras Karen y Saúl se alejaban, Victor se quedó parado en el umbral de su casa, observándolos con una mezcla de desdén y desconfianza. Una vez que estuvieron fuera de su vista, Victor cerró la puerta con firmeza y se giró hacia el interior de su mente, dirigiéndose a su otro yo.
—Evil Victor —dijo Victor en un susurro que resonó en su mente—, haz lo que tengas que hacer.
Evil Victor, siempre presente en el rincón oscuro del subconsciente de Victor, respondió con una voz fría y calculadora.
—Entendido. Ya sabes cómo me gusta manejar las cosas. No olvides que la venganza siempre tiene un precio.
Victor asintió ligeramente, su expresión endureciéndose mientras se preparaba para lo que vendría. Sabía que al dejar que Evil Victor tomara el control, podría llegar a ser más despiadado y menos consciente de las consecuencias, pero también sabía que su otro yo era efectivo cuando se trataba de lidiar con amenazas.
Mientras Karen y Saúl se dirigían hacia su coche, ajenos a lo que se estaba fraguando en la mente de Victor, Evil Victor comenzó a tejer su plan en las sombras, preparándose para hacer frente a cualquier posible traición o represalia con una precisión implacable.
Mientras Karen y Saúl se acomodaban en su lujoso vehículo, disfrutando del hecho de que habían logrado salir con vida, no sabían que algo más estaba a punto de interrumpir su viaje.
Evil Victor, ahora en control total del cuerpo de Victor, se había teletransportado al asiento trasero del coche de los millonarios. Se acomodó en el asiento con una actitud relajada y un brillo perverso en sus ojos.
—Vamos a su casa, a de haber muchos lujos, ¿no? —dijo Evil Victor con una sonrisa siniestra, dejando que su tono de voz se cargara de diversión macabra.
Karen y Saúl se dieron la vuelta de inmediato, sus rostros reflejando sorpresa y terror al ver al intruso. Saúl, con las manos en el volante, intentó mantener la calma, pero su voz tembló ligeramente.
—¿Quién eres tú? ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Saúl, tratando de no entrar en pánico.
Karen, con una mezcla de horror y determinación, se giró hacia Evil Victor, sus ojos parpadeando con una mezcla de miedo y desafío.
—¿Cómo te atreves a abordarnos así? ¿Qué es lo que quieres?
Evil Victor se inclinó hacia adelante, apoyando sus manos en el respaldo del asiento delantero mientras observaba a la pareja con un aire de diversión cruel.
—Ah, no se preocupen. Solo estoy aquí para hacer su vida un poco más interesante. Vi que estaban bastante preocupados por su seguridad, así que pensé en hacerles una pequeña visita.
Saúl aceleró el coche, intentando alejarse del peligro, pero Evil Victor simplemente se rió, moviendo su mano para crear una barrera de energía que detuvo el vehículo en seco.
—No tan rápido. —Evil Victor se estiró, estirando sus brazos con una calma inquietante—. Vamos a dar un pequeño paseo. Me encantaría ver cómo viven los ricos y poderosos. Estoy seguro de que tienen algunas sorpresas esperando por mí.
Karen y Saúl intercambiaron miradas de desesperación. Saúl intentó negociar, aunque sabía que era poco probable que Evil Victor accediera a sus demandas.
—Te daremos lo que quieras, solo por favor, no nos hagas daño.
Evil Victor se rió de nuevo, un sonido helado que llenó el aire del coche.
—¿Qué podrían tener que ofrecerme que no pueda tomar yo mismo? No se preocupen, no planeo hacerles daño, al menos no de inmediato. Pero creo que es mejor que me muestren cómo viven. Después de todo, ya que estoy aquí, sería una lástima no aprovechar la oportunidad.
Con una sonrisa cruel, Evil Victor hizo que el coche comenzara a moverse de nuevo, dirigiéndose hacia la lujosa residencia de Karen y Saúl, dejando a la pareja aterrorizada y a merced de su inesperado y temible visitante.
Al llegar a la mansión, Evil Victor observó con desdén la majestuosa propiedad que se extendía ante él. La residencia, una obra maestra de la arquitectura moderna, estaba rodeada de jardines impecablemente cuidados y cercada por un muro alto que apenas podía ocultar la opulencia del lugar.
La entrada principal, adornada con columnas imponentes y una gran puerta de madera maciza, parecía pequeña en comparación con el lujo que prometía el interior. Evil Victor se inclinó hacia adelante, mirando a través de la ventana del vehículo con una sonrisa cruel en su rostro.
—Vaya, vaya, esto es justo lo que esperaba. —murmuró con un tono despectivo—. Una mansión digna de su arrogancia.
Karen y Saúl estaban visiblemente nerviosos, con el rostro pálido y las manos temblando. Saúl trató de mantener la calma, pero el temor era evidente en su voz.
—Por favor, no hagas nada imprudente. Solo... solo toma lo que quieras y vete.
Evil Victor se rió entre dientes, disfrutando de la desesperación de sus prisioneros.
—¿Imprudente? Oh, no se preocupen. Solo quiero disfrutar de lo que esta lujosa casa tiene para ofrecer. Después de todo, ustedes me han invitado a su fiesta, ¿no? Creo que es justo que les devuelva la visita de una manera un poco más... personalizada.
Cuando el coche se detuvo frente a la entrada, Evil Victor salió del vehículo con una elegancia perturbadora. Caminó hacia la puerta principal con pasos firmes, cada uno resonando con una mezcla de autoridad y malicia.
Karen y Saúl, a regañadientes, lo siguieron, intentando no mostrar el miedo que sentían. La puerta se abrió automáticamente, revelando un vestíbulo grandioso con pisos de mármol pulido y una escalera de caracol que ascendía a los pisos superiores.
Evil Victor entró con una actitud de dueño, admirando el lujo que lo rodeaba. Se detuvo en el centro del vestíbulo, su sonrisa se ensanchó mientras contemplaba el esplendor que se desplegaba ante él.
—Así que, ¿qué hay de interesante en esta mansión? —preguntó con un tono de voz que denotaba su intención de explorar cada rincón, mientras su mirada se deslizaba por los opulentos muebles, las obras de arte costosas y los candelabros resplandecientes.
Karen intentó mantener la compostura, aunque sus ojos traicionaban su preocupación.
—Podemos mostrarte las habitaciones y los salones. Por favor, no causes problemas.
Evil Victor se giró hacia ella con una sonrisa que no prometía nada bueno.
—Oh, no se preocupen. Solo estoy aquí para disfrutar de un poco de lujo y ver cómo viven los que están en la cima. No planeo causar demasiados problemas... por ahora.
Con esas palabras, Evil Victor comenzó a explorar la mansión con un paso tranquilo pero decidido, disfrutando de cada momento mientras Karen y Saúl lo seguían, conscientes de que su mundo había cambiado de manera irrevocable.
Evil Victor se sentó en una de las sillas de cuero de la lujosa sala de estar, una expresión de diversión maliciosa en su rostro. Observó a Saúl con una sonrisa de satisfacción, mientras Karen permanecía a su lado, tensa y preocupada.
—Y si me das a tu esposa por una noche, chico, no te molesta, ¿verdad? —dijo Evil Victor con un tono que denotaba su falta de respeto y su intención de humillar a Saúl aún más.
Saúl se quedó paralizado por un momento, su rostro se enrojeció de furia y angustia. Sus manos se apretaron en puños mientras trataba de mantener la compostura.
—¿Qué estás diciendo? ¡Eso es inaceptable!
Evil Victor se inclinó hacia adelante, sus ojos destilando malicia.
—Oh, pero lo estoy diciendo en serio. Después de todo, ¿qué valor tiene una noche de lujos comparada con la seguridad y el bienestar de tu esposa? Estoy seguro de que ambos estarían más que felices de cumplir con una pequeña petición.
Karen, temblando, se adelantó para intervenir, su voz llena de desesperación.
—¡Por favor, no! Haremos cualquier cosa, pero no pidas esto. No puedes hacer esto.
Evil Victor la miró con desdén.
—¿De verdad? Bueno, si insistes, tal vez me quede con la idea en mente. Pero no estaría de más recordarles que tengo el poder de convertir esta noche en algo realmente memorable... para ustedes.
Saúl, con la voz rota por la indignación y la impotencia, miró a Karen con dolor. La tensión en la sala era palpable. Karen, a punto de llorar, intentó buscar alguna solución mientras Saúl intentaba controlar su ira.
—Por favor, solo... solo dime qué es lo que quieres. ¿Cómo podemos hacer que te vayas sin causar más daño?
Evil Victor se recostó en la silla con una sonrisa satisfecha, disfrutando del control absoluto que tenía sobre la situación.
—Bueno, es bueno saber que están dispuestos a negociar. Pero recuerden, la noche es joven y las sorpresas siempre están a la vuelta de la esquina. Así que piensen en algo adecuado mientras tanto.
Con esas palabras, Evil Victor se relajó en su asiento, mientras Saúl y Karen se miraban con desesperación, buscando una manera de resolver la situación antes de que las cosas se salieran de control.
Evil Victor, con una sonrisa despiadada y una bola de energía pulsante en la mano, se inclinó hacia adelante, mirando a Saúl y Karen con un aire de amenaza inminente.
—Quiero una noche con Karen y después contigo, Saúl. ¿Entienden, no? —dijo Evil Victor con un tono que denotaba claramente que no estaba dispuesto a aceptar ninguna objeción.
Saúl se quedó paralizado, sus ojos reflejaban un profundo horror mientras miraba la bola de energía en la mano de Evil Victor. Su cuerpo temblaba, y su mente luchaba por encontrar una forma de negociar o evitar lo que parecía inevitable.
—¡Esto es una locura! —exclamó Saúl, su voz temblando de rabia y desesperación—. No puedes hacer esto. Te daremos lo que quieras, pero por favor, no hagas daño a Karen.
Karen, visiblemente asustada y con lágrimas en los ojos, se aferró a Saúl, tratando de encontrar consuelo en él mientras la situación se desarrollaba. Su voz era un susurro, casi inaudible.
—Por favor, no hagas esto. No tenemos nada que ofrecerte, pero haz lo que quieras con nosotros, pero no a costa de nuestra dignidad.
Evil Victor observó la desesperación en sus rostros con una satisfacción cruel. La bola de energía en su mano brillaba intensamente, resaltando su poder y su control sobre la situación.
—Esas son las reglas. Una noche con Karen, y luego, bueno, veremos qué hacer contigo. —dijo Evil Victor, su voz impregnada de un disfrute retorcido—. Y no intentes hacer nada estúpido. Esta energía podría hacer que su noche sea mucho más desagradable de lo que podrían imaginar.
Saúl, con el corazón acelerado y una determinación creciente, intentó encontrar alguna forma de salvar a Karen y a sí mismo de esta pesadilla. Miró a Karen, su mirada llena de dolor y una promesa silenciosa de que haría lo que fuera necesario para protegerla.
—Está bien, lo haremos. Solo... por favor, mantén tus promesas y no nos hagas daño más allá de esto.
Evil Victor asintió lentamente, su sonrisa aún en su rostro, mientras observaba la resignación en sus ojos.
—Perfecto. Ahora, comportémonos y disfrutemos de la noche. Recuerden, lo que suceda aquí es solo el principio de lo que podría venir.
Con esas palabras, Evil Victor se acomodó en su silla, dejando que el aire de opresión y desesperación llenara la sala mientras Saúl y Karen se preparaban para enfrentar la noche que les esperaba, sin saber qué más podría suceder.
Evil Victor se movió con una agilidad perturbadora, asegurándose de que tanto Karen como Saúl estuvieran bajo su control. La atmósfera en la mansión estaba cargada de tensión y desesperación, y su presencia dominaba la habitación con una intensidad inquietante.
Con una sonrisa sádica en el rostro, Evil Victor se acercó a Karen, que estaba temblando y acurrucada en la cama. Sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y resignación mientras intentaba mantener su dignidad frente a la situación abrumadora.
—Vamos, Karen. Solo relájate y todo será más fácil —dijo Evil Victor con un tono de falsa amabilidad, sus palabras cargadas de una amenaza implícita.
Karen lo miró con una mezcla de desesperación y odio, pero no había mucho que pudiera hacer. Su cuerpo estaba dominado por la intimidación de Evil Victor, y sus intentos de luchar se desmoronaban rápidamente frente a su poder implacable.
Evil Victor, con su sonrisa aún en su rostro, comenzó a dominar la situación de manera meticulosa. Se aseguró de que Karen estuviera completamente inmovilizada, usando su energía y habilidades para controlar el entorno de manera que no tuviera escape.
Mientras tanto, Saúl estaba en una situación igualmente desesperada. Evil Victor se acercó a él con la misma actitud cruel, utilizando su poder para asegurarse de que no pudiera interferir o intentar defenderse. Saúl estaba atado a una silla, sus movimientos restringidos por la habilidad sobrenatural de Evil Victor.
—Y ahora, Saúl, tu turno —dijo Evil Victor, su tono tan amenazante como su sonrisa. Se acercó con una confianza perturbadora, dispuesto a cumplir con sus demandas.
La situación era insostenible, y la atmósfera en la mansión se volvió cada vez más oscura y opresiva. Karen y Saúl estaban completamente a merced de Evil Victor, y el terror en sus ojos no hacía más que alimentar la satisfacción cruel del intruso.
Con su dominio establecido, Evil Victor disfrutó del control absoluto que tenía sobre ambos, sin la más mínima intención de mostrar compasión. La noche transcurrió en un ambiente de desolación, donde el poder y la desesperación se entrelazaron en una danza cruel y despiadada.
La mañana siguiente, Evil Victor despertó en la mansión con una sensación de satisfacción perversa. La noche había sido una exhibición de poder absoluto y dominio, y había disfrutado cada momento de la sumisión de Karen y Saúl. Se estiró en la cama con una sonrisa de satisfacción en su rostro, sintiendo el peso de su triunfo.
Se dirigió hacia Karen y Saúl, quienes estaban visiblemente exhaustos y perturbados. Karen, aún con un aire de desesperación en sus ojos, intentaba recuperar su compostura, mientras que Saúl, abatido y derrotado, apenas podía levantar la cabeza.
Evil Victor se acercó a ellos con un aire de falsa benevolencia y arrogancia.
—Lo hicieron bien —dijo con un tono cargado de sarcasmo y crueldad—. Me alegra ver que supieron cumplir con lo que se les pidió.
Sus palabras eran una mezcla de desdén y satisfacción. Miró a Karen y Saúl con una expresión de frialdad, sabiendo que había demostrado una vez más su capacidad para someter a los demás a su voluntad.
—Recuerden esto —continuó Evil Victor—. No importa cuán poderoso o influyente crean que son. Aquí, yo decido qué sucede.
Con una última mirada de desprecio, Evil Victor se preparó para dejar la mansión, satisfecho con el resultado de su malévolo plan. Se aseguraría de que Karen y Saúl supieran que su sumisión y humillación no solo habían sido una muestra de su poder, sino también una advertencia para cualquiera que se atreviera a desafiarlo en el futuro.
Después de una semana, Victor finalmente regresó al control de su cuerpo tras haber permitido que Evil Victor tomara las riendas por un tiempo. Se sentía un poco más descansado mentalmente, pero había una sensación pesada en su pecho, como si algo estuviera fuera de lugar. Había permitido que una parte oscura de él mismo hiciera lo que quisiera, y ahora las consecuencias eran inevitables.
Despertó una mañana en su hogar, mirando al techo mientras trataba de procesar los recuerdos de lo que había sucedido. Sabía lo que Evil Victor había hecho, y aunque una parte de él lo justificaba como una forma de liberar tensión o castigar a quienes lo merecían, otra parte de su ser no podía evitar sentir remordimiento.
Se levantó lentamente de la cama, caminando hacia el espejo. Sus ojos reflejaban el cansancio acumulado, pero también una resolución renovada. Ahora que había retomado el control, no podía dejar que Evil Victor volviera a causar estragos. Ya había permitido demasiada destrucción en su vida.
Mientras se miraba al espejo, murmuró para sí mismo:
—No puedo seguir permitiendo esto... No más.
Victor sabía que tendría que enfrentar las repercusiones de las acciones de Evil Victor, tanto internas como externas. Sabía que Karen y Saúl probablemente estaban devastados por lo sucedido, pero también entendía que no podía cambiar el pasado. Lo único que podía hacer era intentar redimirse y asegurarse de que esa parte de él no volviera a tomar el control.
Con una profunda exhalación, Victor se preparó para enfrentar los desafíos que el futuro le traería, con la promesa interna de que nunca más dejaría que Evil Victor tomara el control de nuevo, sin importar cuán difícil fuera la situación.
Después de unos minutos sentado en su escritorio viendo los documentos, Karen, con una mezcla de furia y humillación reflejada en sus ojos, irrumpió en la casa de Victor. El sonido de la puerta siendo tirada con fuerza resonó por toda la estancia, rompiendo el silencio de la mañana. No le importaba la seguridad, no le importaban las consecuencias. Estaba cegada por el odio y el deseo de confrontar a Victor después de lo que había sucedido una semana atrás.
—¡Victor! —gritó, avanzando con pasos rápidos y decididos por la casa, mientras sus ojos buscaban al hombre que había permitido que algo tan vil ocurriera.
Victor, que estaba sentado en su escritorio, revisando algunos documentos, levantó la vista al escuchar los pasos furiosos y la puerta estrellarse. Sabía que este momento llegaría, pero no se había preparado para enfrentarlo tan pronto.
Karen finalmente lo encontró en su despacho. Sus ojos chispeaban de ira, su rostro estaba rojo de furia, y apenas podía contener las palabras que querían salir de su boca. Sin esperar una invitación, se acercó y lo señaló con el dedo.
—¡Tú! —exclamó—. ¡Cómo te atreves! ¿Cómo te atreviste a hacer lo que hiciste? ¡Ni siquiera puedo comenzar a describir el nivel de asco que siento por ti!
Victor mantuvo la mirada fija en ella, sin decir nada de inmediato. Sabía que no había nada que pudiera justificar las acciones de Evil Victor, y cualquier palabra que dijera en ese momento probablemente solo empeoraría las cosas.
Karen continuó, su voz temblaba mientras la furia hervía en su pecho.
—¡Me usaste a mí, a Saúl, y te atreviste a hacer todo eso como si no importáramos, como si fuéramos simples juguetes para ti! —Sus manos temblaban, sus ojos llenos de lágrimas por la mezcla de rabia y vergüenza—. ¡No puedes simplemente salirte con la tuya, Victor! ¡Eres un monstruo!
Victor se levantó lentamente de su asiento, aún con una expresión neutral en su rostro. Sabía que cualquier palabra podría ser un detonante en este momento. Finalmente, tras unos segundos de silencio, habló con voz grave y controlada.
—Sé que nada de lo que diga te va a calmar, Karen. Lo que pasó... fue inaceptable. No te voy a dar excusas. No te voy a mentir. Lo único que puedo decir es que no fue mi intención que esto ocurriera. Esa parte de mí... —hizo una pausa, pensando en cómo explicarlo—. Esa parte de mí se salió de control. Pero entiendo que eso no cambia nada para ti.
Karen lo miró con incredulidad, todavía furiosa, pero quizás un poco sorprendida por la falta de defensa en las palabras de Victor. Sin embargo, su rabia no disminuyó.
—¡Eso no es suficiente! ¡No puedes simplemente decir que fue una "parte de ti"! ¡Fuiste tú! ¡Tú permitiste que eso sucediera! ¡Y ahora tú tienes que vivir con las consecuencias!
Victor asintió, comprendiendo la gravedad de sus palabras.
—Y lo haré —respondió—. Viviré con las consecuencias. No me esconderé de ellas. Lo único que te pido es que... me des tiempo. Para enmendar esto, de la única manera que sé cómo.
Karen lo miró, todavía temblando de rabia. No sabía si algún tipo de reparación sería suficiente, pero en ese momento, todo lo que quería era que Victor supiera lo profundamente que lo odiaba por lo que había hecho.
—Nunca te perdonaré —dijo finalmente, con la voz entrecortada—. Nunca.
Karen, temblando de rabia y desesperación, sacó de su bolso una prueba de embarazo y la arrojó sobre el escritorio de Victor. La prueba rodó unos centímetros antes de detenerse, el símbolo positivo claramente visible. Su respiración era rápida y pesada, y sus ojos mostraban una mezcla de furia y angustia.
—¿Ves esto? —gritó, señalando la prueba con una mano temblorosa—. ¡Esto es lo que has hecho! No solo destruiste mi vida y la de Saúl, sino que ahora… ahora hay algo más.
Victor miró la prueba por un momento, procesando lo que eso significaba. Su rostro se mantuvo inexpresivo, pero por dentro, una tormenta de emociones comenzaba a formarse. La realidad de lo que había sucedido, de las consecuencias de las acciones de Evil Victor, lo golpeaba con fuerza.
Karen continuó, su voz quebrándose en medio de su furia.
—¡Todo lo que has hecho, todo el daño que causaste, y ahora... esto! —Luchaba por contener las lágrimas, pero su voz temblaba—. No sé qué haré, no sé cómo afrontar esto, pero te juro, Victor, te juro que no te saldrás con la tuya. ¡Este no es solo mi problema, es tuyo también!
Victor permaneció en silencio, observando cómo Karen se desmoronaba emocionalmente delante de él. La responsabilidad de todo lo que había sucedido recaía sobre sus hombros, y aunque sabía que era Evil Victor quien había actuado, también entendía que era parte de él, y por tanto, su culpa.
—Lo sé —dijo finalmente, su voz baja y grave—. Sé que no puedo huir de esto. Y no lo haré. Pero también sé que nada de lo que diga ahora hará que te sientas mejor. Todo lo que puedo hacer es enfrentar lo que venga.
Karen lo miró, sus lágrimas finalmente cayendo. Estaba rota, llena de odio y dolor, y ahora tenía un futuro incierto que no podía soportar.
—Eres un monstruo, Victor. Y siempre lo serás —susurró antes de girarse y salir del despacho, dejando la prueba de embarazo sobre el escritorio como un recordatorio amargo de lo que había ocurrido.
Victor, solo, se quedó mirando la prueba, sintiendo el peso abrumador de lo que había hecho, y la realidad de las consecuencias que estaban por venir.
Evil Victor, tomando control del cuerpo de Victor, sonrió con su habitual frialdad mientras se levantaba de la silla. Se acercó a Karen con paso firme y silencioso, notando cómo el aire a su alrededor se tensaba. Cuando la alcanzó, levantó su mano y la posó suavemente sobre su hombro.
Karen se sobresaltó al sentir su toque, el frío que emanaba de su presencia la envolvió como una sombra. Giró su cabeza lo suficiente para ver la mirada sádica en los ojos de Victor, pero en lugar del hombre que había confrontado hacía unos momentos, estaba frente a alguien más, alguien mucho más oscuro.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó Evil Victor con una voz suave, casi burlona—. Esto no ha terminado aún, Karen.
Ella retrocedió un paso, tratando de liberarse de su agarre, pero Evil Victor la sostuvo firmemente. La sonrisa en su rostro se ensanchó mientras sus dedos se apretaban sobre su hombro, sus ojos brillaban con malicia.
—Ahora que lo mencionas —continuó, inclinándose hacia ella para susurrar en su oído—, creo que deberíamos tener una charla más... íntima sobre lo que viene después, ¿no crees?
Karen intentó zafarse, su cuerpo temblando entre el miedo y la rabia, pero la fuerza de Evil Victor la mantenía en su lugar. Cada palabra que él decía, cada gesto, la hacía sentir atrapada, incapaz de escapar de la sombra de este monstruo.
—Tú... —balbuceó, intentando mantener la compostura—. Tú no eres Victor... ¿verdad?
Evil Victor soltó una carcajada baja, una risa que resonaba con crueldad.
—Oh, Karen... ¿de verdad pensaste que el Victor al que conociste seguía aquí? —dijo, su voz impregnada de burla—. Él está descansando, por decirlo de alguna manera. Ahora, yo soy quien toma las decisiones, y tú, mi querida Karen, vas a cumplir un papel importante en los días que vienen.
La soltó de golpe, y Karen dio unos pasos hacia atrás, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, sintiéndose más vulnerable que nunca. Evil Victor la observó con ojos fríos y calculadores, mientras cruzaba los brazos.
—Haz lo que quieras con tus emociones —dijo, dándose la vuelta con indiferencia—. Pero recuerda algo, Karen: yo siempre estaré cerca. Y no puedes escapar de lo que somos ahora.
Evil Victor avanzó despacio, la espada de energía vibrante en su mano, chisporroteando con un brillo siniestro mientras se acercaba a Karen. Su sonrisa desapareció, reemplazada por una expresión oscura y fría que era mucho más aterradora que cualquier palabra.
—Karen —dijo, su voz baja, profunda, y resonante como el eco de un abismo—, ¿alguna vez has sentido verdadero terror? No el miedo pasajero... sino el tipo de miedo que se arrastra en tus huesos, que te deja sin aliento, que te hace desear que el dolor acabe de una vez, solo para no seguir viviendo en el vacío.
Karen intentó retroceder, pero se topó con la pared, atrapada sin salida. Su cuerpo temblaba mientras las palabras de Evil Victor se filtraban en su mente, como veneno goteando lentamente.
—Voy a enseñarte lo que es eso. —Evil Victor levantó la espada de energía, apenas rozando su piel—. Sentir cada instante de desesperación, cuando sabes que no hay nada ni nadie que te salve. No importa cuánto supliques, no importa cuánto grites... Nadie vendrá.
La espada brilló con más intensidad, lanzando destellos de luz azul y púrpura que iluminaron los ojos de Karen, pero la oscuridad detrás de la mirada de Evil Victor la atrapó. Sus palabras parecían arrastrarse por el aire, envolviéndola, asfixiándola.
—No te voy a matar rápido, Karen. No, eso sería demasiado fácil. Quiero que vivas en cada segundo del tormento que voy a infligir. Quiero que sientas cómo la esperanza se va desmoronando, cómo tu cordura se rompe... lentamente.
Su sonrisa volvió, esta vez más pequeña, más cruel, mientras acercaba la espada aún más, hasta que la energía comenzaba a quemar ligeramente la piel de Karen.
—Cada instante de dolor será un recuerdo grabado en tu mente, para siempre. Incluso si sobrevivieras, nunca serías la misma. Esa es mi promesa.
Karen abrió la boca para hablar, pero las palabras no salieron. Estaba paralizada, atrapada en el horror de lo que Evil Victor decía. No había escapatoria, no había misericordia. Solo una eternidad de sufrimiento aguardaba, y él se deleitaba con cada segundo de su miedo.
—Así que dime, Karen —dijo finalmente, con un tono aún más bajo—, ¿cuánto crees que puedes soportar antes de que te rompa por completo?
Evil Victor, con una sonrisa retorcida en su rostro, levantó su mano y canalizó su poder. El aire a su alrededor comenzó a vibrar, como si la realidad misma estuviera cediendo ante su voluntad. Con un simple gesto, hizo que el tiempo alrededor de Karen avanzara, pero de manera aislada, sin afectar el flujo del mundo exterior.
Karen miró aterrada cómo su vientre comenzó a crecer de manera acelerada, pasando por todas las etapas del embarazo en cuestión de segundos. Su cuerpo, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo, se descontroló. El dolor y la confusión en su rostro eran evidentes mientras su embarazo llegaba rápidamente a los nueve meses. No entendía lo que estaba pasando, solo sentía el terror abrumador de la manipulación del tiempo y el horror de su situación.
—¿Lo sientes, Karen? —dijo Evil Victor, inclinándose hacia ella con una expresión de malicia—. Ahora llevas en ti la consecuencia de todo esto. No solo será tu cuerpo el que lo sufra… será tu mente, tu alma.
Karen jadeó, tocando su vientre ahora lleno, su respiración acelerada y entrecortada. No solo había acelerado el embarazo; también había acelerado el peso emocional de todo lo que conllevaba. Evil Victor se deleitaba viendo cómo luchaba con la desesperación y el terror.
—Este es el precio por meterte conmigo —dijo él suavemente, sus palabras llenas de veneno—. Y lo mejor de todo es que lo recordarás cada día que veas a ese niño. Será un recordatorio constante de tu fracaso… y de mi poder.
Karen cayó de rodillas, agotada, emocionalmente rota, mientras Evil Victor la observaba desde arriba, disfrutando de su sufrimiento.
—Ahora tendrás que vivir con esto, Karen. Y créeme, no te dejaré olvidar.
Victor, con un gran esfuerzo, finalmente recuperó el control de su cuerpo. Su respiración era pesada, y sentía un dolor agudo en cada fibra de su ser. El sudor le corría por la frente mientras caía de rodillas, exhausto tanto física como mentalmente. Su mente estaba nublada por las acciones de Evil Victor, y el peso de lo que había sucedido lo aplastaba.
Se llevó una mano a la frente, temblando ligeramente mientras intentaba asimilar lo que acababa de ocurrir. El dolor no solo era físico; era también emocional. Sabía lo que Evil Victor había hecho mientras él estaba mentalmente ausente, y la culpa lo inundaba.
—¿Qué… qué he hecho? —murmuró, su voz llena de angustia, apenas audible.
Karen, aún arrodillada, lo miró con una mezcla de odio y miedo. No podía comprender completamente lo que acababa de pasar, pero el daño estaba hecho. Victor, aún recuperando el control de su cuerpo, no podía mirarla a los ojos. Sabía que, aunque fuera Evil Victor quien había actuado, el precio lo pagaría él.
—Lo siento… —logró decir, aunque sabía que esas palabras eran insuficientes.
El dolor en su cuerpo no era nada comparado con el tormento en su mente. Había dejado que Evil Victor tomara el control, y ahora tendría que vivir con las consecuencias de sus acciones, con el peso de lo que eso significaba para Karen, para Saúl, y para él mismo.
Cuando Saúl entró y vio a Karen arrodillada, corrió hacia ella con una mezcla de preocupación y pánico. La abrazó con fuerza, tratando de reconfortarla, aunque estaba claramente asustado por la situación. Karen, temblando, permanecía en silencio mientras Saúl la sostenía, su rostro reflejando un dolor profundo.
Victor, aún debilitado por el esfuerzo de recuperar el control de su cuerpo, intentó levantar la cabeza para ver lo que sucedía. Su visión estaba borrosa, y cada movimiento era un esfuerzo monumental. Al fin, pudo ver a Saúl y Karen abrazados. La imagen le golpeó con una fuerza indescriptible: la culpa, el remordimiento y el horror lo atravesaron como una lanza.
—No… —murmuró Victor, con la voz quebrada—. No quise… No era yo…
Pero sabía que esas palabras no tenían el poder de cambiar lo ocurrido. Karen, con los ojos llenos de rabia y miedo, apenas lo miraba. Saúl, sin soltar a su esposa, miró a Victor con una mezcla de odio y confusión, incapaz de procesar completamente lo que estaba sucediendo.
Victor, sintiendo el peso de su propio fracaso, intentó ponerse de pie, pero sus piernas no respondían del todo. El dolor emocional lo debilitaba más que el físico, y su mente no dejaba de repetir una y otra vez lo que Evil Victor había hecho.
—Saúl… Karen… yo… —Victor trató de hablar, pero las palabras se le atoraban en la garganta.
Saúl lo observó con desprecio, sin responder, mientras Karen solo sollozaba. Victor se sentía más impotente que nunca. Las consecuencias de su debilidad, de haber dejado que Evil Victor tomara el control, eran devastadoras. Y ahora, enfrentaba la realidad de lo que había permitido que ocurriera.
El aire en la habitación se sentía denso, cargado de dolor y tensión, mientras la gravedad de la situación aplastaba a todos los presentes.
Victor, consumido por la desesperación y el horror de lo que había sucedido bajo el control de Evil Victor, tomó una decisión impulsiva y desgarradora. Con su mano temblorosa, formó una cuchilla de energía pura y, sin vacilar, la hundió en su propio pecho, buscando desesperadamente arrancar a Evil Victor de su interior.
El dolor fue insoportable. Victor gritó, pero no detuvo el avance de la energía a través de su pecho, mientras buscaba desesperadamente cortar el vínculo que lo unía con su parte maligna. Escupió sangre, su cuerpo temblando mientras el líquido carmesí manchaba el suelo a sus pies. Cada respiración se convertía en un esfuerzo agónico.
—¡Sal… de mí! —gritó, jadeando, con los ojos llenos de rabia y desesperación.
Pero Evil Victor no era algo que pudiera eliminarse con un simple corte. Era una parte intrínseca de su ser, una sombra oscura que lo acechaba en lo más profundo de su alma. Aunque Victor intentara destruirlo físicamente, Evil Victor seguía allí, alimentándose de su odio, su miedo y su debilidad.
A pesar del esfuerzo, el dolor no hizo más que intensificar la presencia de Evil Victor, quien, burlonamente, susurraba en su mente.
—No puedes deshacerte de mí, Victor —susurró la voz de Evil Victor en su mente—. Somos uno. Cada gota de sangre que derramas, cada herida que te infliges, solo me hace más fuerte.
Victor cayó de rodillas, el dolor y la pérdida de sangre haciéndolo sentir cada vez más débil. Su vista se nublaba, y aunque intentaba luchar contra la oscuridad que lo envolvía, sabía que no podía ganar esta batalla por sí solo.
Saúl, aún abrazando a Karen, miraba a Victor con los ojos muy abiertos, asustado por lo que estaba presenciando. Aunque lo odiaba por lo que había hecho, no podía evitar sentir una punzada de compasión al ver a un hombre destruido, combatiendo consigo mismo de una manera tan brutal.
Victor tosió más sangre, su respiración entrecortada. Sabía que no podría soportar mucho más tiempo. Evil Victor seguía allí, implacable, y por más que lo intentara, no podía liberarse de esa oscuridad.
Evil Victor, con una sonrisa maliciosa y cargada de poder oscuro, canalizó su energía en un último acto devastador. Con un destello de luz y energía retorcida, se separó del cuerpo de Victor, creando una réplica perfecta, una versión física de sí mismo. El nuevo cuerpo, idéntico al de Victor en apariencia, emanaba una energía oscura y amenazante, y mientras Victor caía desplomado en el suelo, Evil Victor entró sin esfuerzo en su nueva forma.
Victor, ahora libre de la influencia directa de Evil Victor, quedó tendido en el suelo, debilitado y bañado en su propia sangre, apenas consciente. Sentía el dolor en cada fibra de su ser, pero también un extraño vacío, como si una parte de su alma se hubiera desgarrado y dejado atrás. Respiraba con dificultad, su cuerpo temblando mientras intentaba asimilar lo que acababa de suceder.
Evil Victor, ahora con su propio cuerpo independiente, se inclinó sobre Victor, observándolo con una mirada cruel y despectiva.
—Al fin... soy libre, Victor —dijo con voz profunda, llena de satisfacción—. Te has librado de mí, pero ahora no soy solo una sombra en tu interior. Soy real, y este cuerpo me pertenece. Tú, por otro lado... eres solo un cascarón vacío.
Victor apenas podía responder, sus ojos luchando por mantenerse abiertos mientras la oscuridad lo rodeaba. Sentía que la vida se le escapaba, pero más que nada, sentía el peso de su fracaso, el haber permitido que Evil Victor tomara forma y escapara.
Evil Victor se levantó y comenzó a caminar hacia la salida de la habitación, dejando a Saúl y Karen observando con una mezcla de horror y confusión. Mientras se alejaba, su voz resonó en la habitación.
—Vive lo que te queda de vida, Victor. Yo tengo mis propios planes, y esta vez... no habrá nadie para detenerme.
Victor, tendido en el suelo, solo pudo observar cómo su peor pesadilla cobraba vida y se alejaba, sabiendo que la batalla apenas había comenzado, pero ahora no solo contra su interior, sino contra una amenaza tangible que llevaba su propio rostro.
Saúl, con furia y desesperación, se lanzó hacia Evil Victor, intentando detener la amenaza que había tomado el cuerpo de su enemigo. Pero Evil Victor, con una calma perturbadora, levantó una mano y detuvo el ataque de Saúl con un simple gesto, como si fuera una pluma en el aire.
Sin perder su sonrisa cruel, Evil Victor concentró su energía en una esfera brillante y mortal. Con un movimiento rápido y sin esfuerzo, lanzó el ataque hacia Saúl. La esfera de energía impactó con precisión letal, envolviendo a Saúl en una explosión de luz intensa y devastadora.
El brillo cegador duró solo un instante antes de desvanecerse, revelando la devastación: Saúl ya no estaba allí. El suelo donde había estado estaba arrasado, y solo quedaban restos desintegrados de su presencia. Evil Victor observó con una mezcla de diversión y desdén, mientras los escombros caían lentamente al suelo.
Karen, paralizada por el horror y la desesperación, miró con ojos llenos de lágrimas el lugar donde Saúl había estado. Su mundo se había derrumbado en un abrir y cerrar de ojos, y la realidad de la pérdida se estaba asentando sobre ella como un peso insoportable.
Evil Victor se giró hacia Karen, su rostro mostrando una sonrisa de satisfacción maliciosa.
—Ahora que he demostrado lo que soy capaz de hacer, ¿qué vas a hacer tú, Karen? —preguntó con voz fría y burlona—. ¿Llorar por tu esposo perdido o... hacer algo útil para ti misma?
Karen, devastada y rota, apenas podía articular palabras. Sentía el dolor y la traición de una manera que la dejaba sin aliento, pero en el fondo, una chispa de determinación comenzaba a arder. Sabía que no podía rendirse, no podía permitir que Evil Victor saliera impune de esta situación. Aunque su corazón estaba roto, había una parte de ella que entendía que la lucha aún no había terminado.
Victor, exhausto y debilitado, se arrastró hacia donde estaba Karen, el dolor punzante en su pecho haciéndole casi imposible moverse. Cada movimiento era un esfuerzo titánico, pero su determinación lo impulsaba a seguir adelante.
Cuando llegó cerca de Karen, se desplomó con un esfuerzo final, su rostro pálido y cubierto de sudor. Miró a Karen con una mezcla de desesperación y preocupación, intentando comunicarle su voluntad de protegerla, incluso en su estado actual.
De repente, Evil Victor apareció, su figura envuelta en una aura de poder y malevolencia. Miró a Victor con una mezcla de desdén y diversión.
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