Victor y Bianca llegaron al castillo, ambos observando la imponente estructura mientras se acercaban a la sala del trono. El rey los miró desde su asiento, una sonrisa delgada y siniestra que no convencía a ninguno de los dos.
Victor, con los brazos cruzados, dio un paso adelante y habló con frialdad:
"Sabemos lo que eres... ya no tienes que fingir más."
El rey mantuvo la fachada un momento, su sonrisa estirándose aún más. "¿De qué estás hablando? Yo soy el rey legítimo de estas tierras, ustedes no son más que intrusos que no entienden su lugar."
Bianca, con una mirada aguda, intervino:
"Hemos visto las señales. El pueblo está asustado, las desapariciones, las huellas en el bosque. Sabemos que eres un skinwalker, y ahora ha llegado el momento de poner fin a tu engaño."
El rey se levantó lentamente de su trono, su cuerpo comenzando a retorcerse ligeramente mientras una sombra se apoderaba de su forma. Su sonrisa desapareció, reemplazada por una expresión monstruosa.
"Han cometido un gran error al venir aquí."
Victor se adelantó, desenvainando su espada mientras Bianca sacaba su daga, ambos preparándose para lo que venía.
"El error fue tuyo al subestimar a los que te cazan", dijo Victor con voz firme.
El skinwalker, ahora sin disimular su verdadera naturaleza, dejó salir un gruñido. "Entonces, morirán como todos los demás."
"Victor sonrió, con las flamas danzando en sus manos mientras sus ojos se entrecerraban en un gesto de burla.
"¿Cómo deseas morir, skinwalker? ¿Rostizado o término medio?" preguntó, su tono goteando con desprecio.
Uno de los niños, la hija de Bianca, dio unos pasos hacia él, su hermano menor justo a su lado. Victor los observó, pero su enfoque rápidamente volvió al skinwalker.
El skinwalker, una criatura que parecía una mezcla de humano y bestia, siseó mientras retrocedía unos pasos, su piel cambiando de textura. Las flamas en las manos de Victor se intensificaron, iluminando la oscura habitación.
Bianca, desde la distancia, mantenía su mirada fija, su respiración entrecortada. Sabía que Victor no tendría misericordia.
"Elige," dijo Victor, su voz baja pero llena de amenaza, "o lo haré yo por ti."
Victor observaba el caos desatado por Evil Victor en la distancia mientras intentaba controlarse. A lo lejos, divisaba a Bianca, una de las pocas personas que podría ayudar a calmar la situación. Apretando los dientes, Victor moldeaba las llamas entre sus dedos, dándoles forma y consistencia hasta transformarlas en una flecha flamígera. Sus palabras resonaron con calma tensa:
"Vayan con Bianca", ordenó en un susurro, mientras dirigía la flecha hacia el skinwalker que acechaba en las sombras.
El calor de la energía se concentraba en la punta de la flecha, mientras sus pensamientos se centraban en acabar con el monstruo que se acercaba peligrosamente. Sin apartar los ojos de su objetivo, preparó su disparo con precisión, sabiendo que en ese momento, cada segundo contaba.
Victor lanzó la flecha con precisión letal, sus ojos fijos en el skinwalker que acechaba entre las sombras. En el mismo instante en que liberó la energía de su ataque, sus pensamientos se alinearon con una sensación de urgencia y protección. Sintió, como nunca antes, la inocencia y vulnerabilidad de las personas a su alrededor. En ese instante, una chispa de compasión lo atravesó.
"No puedo permitir que mueran aquí," pensó con firmeza, mientras la flecha seguía su curso hacia el monstruo.
Con un movimiento casi instintivo, activó el Usagi Instantáneo, perfeccionándolo como jamás lo había hecho. En un parpadeo, los ciudadanos, la reina Bianca, y todos los presentes en el reino fueron transportados al país que Victor llamaba hogar: El Salvador. La serenidad de las montañas y el aire cálido del nuevo entorno contrastaba con el caos del que acababan de escapar.
Mientras ellos aparecían a salvo en la lejanía, el impacto de la flecha se manifestó en todo su poder. El skinwalker, incapaz de reaccionar a tiempo, fue perforado por el proyectil flamígero. El fuego devoró su cuerpo grotesco, y con un rugido final, el monstruo explotó, desatando una devastación que se extendió desde el palacio hasta todo el pueblo. Las llamas, brillantes y voraces, consumieron los edificios, las calles, y todo lo que había quedado en aquel lugar maldito.
El estruendo de la explosión resonó en la distancia, pero los habitantes del reino, ahora seguros en El Salvador, solo podían mirar con asombro y confusión mientras el humo de su hogar desaparecía en el horizonte.
Victor, sintiendo el peso de la destrucción que había dejado atrás, apretó los puños con un gesto de resolución. "Era necesario," se dijo a sí mismo, mientras se volvía hacia Bianca y los demás. "Pero esto no ha terminado."
Bianca, con los ojos aún llenos de incredulidad, asintió levemente, reconociendo en silencio el sacrificio que Victor había hecho para salvarlos a todos.
Victor, aún contemplando el paisaje montañoso que se extendía ante él, se dejó llevar por sus pensamientos. El peso de la destrucción del reino anterior seguía presente en su mente, pero con ello también venía la responsabilidad de asegurar un futuro para los habitantes que había salvado. Inspirado por la serenidad y la majestuosidad de las montañas que ahora los rodeaban, comenzó a idear una solución.
"Un nuevo hogar", murmuró para sí mismo, mientras su mirada vagaba por los valles y colinas, donde un reino podría surgir. Sabía que la paz y la seguridad que necesitaban solo se lograrían con un refugio fortificado, un lugar en el que las sombras de monstruos y amenazas no pudieran alcanzarlos.
Con decisión, reunió a los líderes y artesanos entre los habitantes. Bianca, aún sorprendida por los eventos recientes, se acercó a él, buscando respuestas.
"¿Qué piensas hacer, Victor?" preguntó ella, su voz llena de expectativa.
Victor, con la misma firmeza que mostraba en combate, respondió: "Crearemos un nuevo reino. Aquí, en estas montañas. Un lugar donde puedan vivir en paz, lejos de los horrores del pasado."
Bianca asintió, confiando en el juicio de Victor. Los artesanos y constructores se pusieron a trabajar, bajo la supervisión de Victor y los líderes del antiguo reino. Utilizando los recursos de la montaña y la magia que aún fluía por la tierra, comenzaron a erigir fortalezas, casas, y templos.
Con el tiempo, el reino en las montañas comenzó a tomar forma, una ciudadela elevada que observaba el mundo desde arriba, impenetrable y protegida por las mismas montañas que la rodeaban. Mientras observaba el progreso, Victor no podía evitar sentir una mezcla de esperanza y responsabilidad. Había salvado a estas personas, y ahora les había dado un nuevo lugar donde prosperar.
"Este será su hogar", pensó, con una determinación renovada. "Y yo me aseguraré de que esté a salvo."
Fin.