El rufián de harmonía se levantó de su cama a la mañana siguiente de hacer el trato con el anciano carnicero.
Era la primera vez en todo un año que dormía en una cómoda cama con sabanas que le dieron el calor que dormir a la interperie desde luego no le daba.
Por primera vez en un año, el adolescente se levantó sin que su primer pensamiento fuera acerca de la comida que iba a robar hoy.
También era la primera vez en toda su vida en la que no podía experimentar el aire libre, lo cual al chaval de apenas 14 años le resultaba restrictivo y desagradable.
Pero no se quejó, ni tampoco intentó escabullirse a escondidas, al fin y al cabo, se lo había prometido al carnicero la noche anterior.
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"Escuchame bien, chico, a partir de ahora vas a vivir conmigo, lo que quiere decir, que vas a vivir bajo mis reglas."
El chico odiaba las reglas.
"Tienes prohibido salir de mi casa"
Antes de que pudiera decir protesta alguna sobre como un completo desconocido pensaba encerrarle en su casa, el anciano siguió hablando.
"Es por tu seguridad y por la mía, si descubren que tú eres el que prepara su comida nos lincharán a los dos."
El adolescente quería quejarse, pero, al final, sólo produjo un gruñido y dejó al anciano seguir hablando.
Tres años.
Son solo tres años.
"Segunda regla, si vives como un carnicero vas a tener que hacer la rutina de un carnicero"
"Por la mañana trabajaras en vez de robar, por la tarde ejercitarás no solo tu cuerpo sino también tú mente y por la noche no dormiras en una playa sino en una cama"
El niño asintió con su cabeza comunicando que lo había entendido todo.
No sabía a lo que se refería con ejercitar su mente pero de momento no le preocupaba.
"Y por último, dame tu ropa"
...
¿Qué?
"Vamos chaval, desvistete"
El niño se alejó poco a poco del anciano con miedo y un poco de pánico.
"Tengo ropa para que te cambies, chico, no creerás de verdad que voy a dejar que trabajes con esos trapos que haces pasar por ropa"
El adolescente lentamente dirigió su mirada hacia la camisa y pantalón que el hombre traía doblados en sus manos.
Oh
El chico se acercó al hombre y le quitó las prendas de las manos, se cambió de ropa y el anciano le arrebató al instante la camisa y pantalones que habia estado usando el ultimo año.
Y los tiró al mar.
"¡Qu-!"
Pero el carnicero le tapo la boca con sus manos, después cuando el chico se había calmado, el carnicero le respondió.
"Necesitamos que crean que ya no estás en la isla chaval, si no te vuelven a ver y ven esos trapos tuyos flotando en el mar, creerán que te has ahogado"
"Desaparece pequeño, haz como que nunca volverás a esta isla para hacer que sea cierto"
El chaval asintió con determinación, si le decían que fuera una sombra lo sería, si pasar 3 años desapercibido hacia que sus metas se cumplieran lo haría sin duda.
Todo por encontrar aquello que había perdido hace más de un año.
Todo porque cuando lo encuentre siguiera siendo la misma persona.
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Después de rememorar los eventos de la noche pasada, el rufián esperó al carnicero en su habitación.
Paso media hora hasta que el carnicero llegará con una mueca en la cara, se notaba que no era una persona que le gustara madrugar.
"Veo que ya estás despierto, perfecto, sígueme, deja que te enseñe los pasadizos de tu nueva prisión"
Parece que al anciano le gustaba de verdad hablar sarcásticamente, cada frase que salía de su boca estaba llena de ironía.
El rufián observó con calma cada rincón de la carnicería, la habitación en la que había dormido se encontraba en la segunda planta, y la del carnicero, bajo llave, opuesta a la suya.
Quitando esas dos habitaciones, lo único que había en la segunda planta eran unas escaleras, las cuales llevaban a la parte principal del negocio.
La carnicería.
Nada más bajar las escaleras no podías evitar observar los cadáveres de animales colgados a los cuales ya se les había drenado la sangre.
"Nunca atravieses esta puerta"
Dijo el anciano mientras tocaba con sus manos la puerta de madera de la carnicería, en ella tenía los nombres grabados "Owen y Raik".
"Esta puerta lleva al mostrador, donde la gente entra a comprar, nunca pases por allí"
El muchacho asintió con la cabeza, decidido, aunque un poco mareado al estar rodeado de tantos animales muertos.
"Ha llegado la hora de la verdad muchacho, hoy empieza tu nueva vida aquí, no va a ser agradable, y muchas veces vas a querer darte por vencido o escaparte."
"En el momento en el que me desobedezcas nuestro trato se acaba, ¿lo has entendido, chaval?"
El niño de 14 años no se mostró ni una pizca asustado por la intimidación del anciano.
Tenía demasiado que perder si no salía de esta isla, cada día perdido merodeando, era un día menos sin poder alcanzarle a Él.
Se juró a si mismo que nunca vacilaría, no importa lo aburrido que estuviera en esta vida que consistía de dos habitaciones, o que se sintiera tan abrumado por cadáveres de animales que terminara vomitando.
Porque ellos ya no estan aquí, porque Él ya no está aquí, porque estaba solo, lo daría todo para que Él no tuviera que sufrir lo que estaba sufriendo ahora mismo.
El deseo del chaval no era nada fuera de lo común, al fin y al cabo, igual que una madre lo daría todo por rescatar a su hijo.
Un hermano lo daría todo por el otro también.