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Chapter 4 - Capítulo 4: relación de conveniencia

El aprendiz de carnicero no era estúpido, por lo menos no lo era la mayoría del tiempo, tampoco era increíblemente inteligente, pero no era estúpido.

Una puerta de una carnicería con los nombres de Owen y Raik, el anciano carnicero, cuyo nombre ahora había descubierto que era Owen, un hijo fallecido, la puerta de una habitación la cual no la usaba el anciano, y no le permitía a nadie entrar.

Habían separado al carnicero de su hijo, el chaval sintió simpatía con el anciano, sabía el dolor de estar separado de la familia.

Pero el anciano no volvería a ver a su hijo, nunca jamas, se había ido al más allá, al cielo, al infierno o como quisieras llamar a lo que nos esperaba más allá de nuestra tumba.

"Pero somos extraños, desconocidos que se usan mutuamente."

Si, esta relación de profesor y aprendiz era una de mera conveniencia.

El destino del chaval era conseguir un barco para largarse de esta isla, marcharse para no volver jamás a pisar las costas de Harmonía.

El niño repudiado por los isleños nunca volvería aquí, jamás lo haría, por lo tanto, era estúpido entablar amistades aquí.

Pero eso no detuvo al niño de 15 años de quedarse en vela cada noche, pensando, en como había sucedido, haciendo hipótesis sobre lo ocurrido.

¿Me está ayudando solo porque es amable, o porque echa de menos a su hijo?

¿Es eso lo que soy, su remplazo?

Pero el chico tenía que dejar de pensar en ello, era una relación de conveniencia la que tenían, el anciano era tan solo una herramienta para el chaval y viceversa.

Así es como debía ser.

Pero en los siguientes días, cuando el carnicero le enseñaba y guiaba al chaval como preparar y cortar la carne, el chico no pudo evitar ver lo orgulloso que se mostraba el carnicero mientras explicaba su oficio.

Cuando jugaban juntos al ajedrez, y el chico tenía que explicar por que había hecho cada movimiento, y su razonamiento detras de sus jugadas, no pudo evitar notar lo cálida que era la sonrisa del anciano.

Era veneno, eso es lo que era, tanto era así que el chico se empezó a distanciar del anciano poco a poco.

Antes se comportaba de una forma alegre y energética a su alrededor, pero ahora era distante, cortante, daba el mensaje de que solo estaba aquí por pura necesidad.

Y el anciano se dio cuenta.

No le reprendió, ni le intentó pedir explicaciones, tampoco se volvió distante como el chaval o empezó a comportarse peor con Él.

Simplemente siguió siendo la misma persona, guiando al chico, paso por paso, y el chaval le odiaba por ello, cada día más y más.

No lo podía soportar, la culpa que sentía al tratar así al anciano no le dejaba dormir, pero no tenía sentido.

Vivían juntos y trabajaban juntos, no por amistad, sino por simple beneficio, no debería importarle que el anciano le tratara como un sustituto de su hijo fallecido, o si tan solo lo hacía por pura amabilidad.

No.

El chico trabajaba por sus propias metas y deseos, las cuales eran escapar de esta maldita isla en menos de dos años.

Por su familia, por su hermano, esa era su motivación, no necesitaba nada más, no tenía que ser amigo de nadie más.

"Narok..."

"Lo hago por ti, todo por ti"

Todo lo demás es secundario, inconveniente.

Pero las pesadillas siguieron.

La culpa no disminuyó.

Todo porque el anciano le seguía tratando con la misma calidez de siempre, porque se seguía preocupando por su bienestar.

El anciano debía saber que nuestra relación era puramente profesional, esa era la razón por la que nunca me había dicho que su nombre era Owen.

Ni tampoco le había dicho el suyo.

Solo había una solución a este problema, el anciano tenía que odiarle, temerle, que su sola presencia le supusiera tan solo disgusto.

Se acabaron las sonrisas, se acabó esta falsa relación de aprendiz y maestro.

El chico tenía que ponerle fin a este sinsentido.

Así que esa tarde, el chaval llamó al anciano a su habitación, bajo el supuesto de que quería enseñarle algo.

"y bien, ¿qué querías enseñarme chaval?"

El chico miró al anciano a la cara, todavía estaba a tiempo de dar vuelta atras, ¿y si con esto perdía su única oportunidad de salir de la isla?

Lo pensó, una y otra vez, pero todas las veces llegó a la misma conclusión.

"No puedo seguir viviendo así."

Así que, el chaval, con determinación, alzó ambos brazon en el aire, y poco a poco estos cambiaron.

Se transformaron.

Los bordes de sus brazos pasaron de estar hechos de carne y hueso a ser de un metal frío y afilado, estos perdieron también su grosor, se volvieron finos, pero no frágiles.

Parte de sus brazos se transformaron en dos hojas de espada, armas con el poder de hacer daño, eran peligrosas, monstruosas.

Y todos le trataban como tal, una vez conocían su secreto, nadie de esta isla dudó en llamarle asesino, inhumano o monstruo.

Era peligroso por naturaleza, ese peligro alejaba a los demas, por eso el chico nunca transformaba sus brazos en presencia de otros.

El chaval estaba con la cabeza agachada, mirando al suelo, esperando la reacción del anciano.

¿Le insultaría? ¿Le echaría de su casa?

El chico preferiría que fuera lo primero, dado que ser-

"Es un filo maravilloso."

.

.

.

Eh?

"El metal también esta muy bien trabajado, dime, ¿puedes cambiar el tipo de metal con el que creas estas hojas de espada?"

"Em, no, esper-"

"Ah, si es algo personal no tienes que decirmelo, aunque ahora que lo pienso no se identificar el metal con el que estan hechos tus brazos."

¿Por qué...?

"Aún así, es bastante increíble, eh chaval, ¿puedes cambiar también tus piernas? Aunque supongo que sería incomodo caminar con espadas como pies."

"y no tienes ninguna marca de oxidación tampoco, ¿es qué creas una nueva hoja cada vez que transformas tus brazos?"

¿Por qué tienes que ser tan...?

"Oye chaval, ¿estás bien?"

"¿Eh?"

Pues claro que estaba bien, perfectamente, por supuesto que si.

El anciano, en ese momento, sacó un pañuelo del bolsillo, y se lo tendió al chico.

"No soy tan cascarrabias como para que me guste ver a crios llorar, sécate las lágrimas con esto."

Ah.

Estaba llorando.

El chico sabía perfectamente que en ese momento no podría seguir actuando distante con el anciano, era imposible.

"Ey anciano, ¿cómo te llamas?"

"Oh, veo que por fin el renacuajo ha aprendido modales, pero no me parece bien que tu te lleves toda mi información sin que luego yo no sepa nada de ti, es ley de harmonía chaval, dar y recibir, mi nombre por el tuyo."

"Mi nombre..."

Después de no haberlo usado en más de dos años, habrían aquellos que incluso olvidarían su propio nombre.

Pero no Él.

El nombre que le dieron sus padres, el nombre por el que su hermano le llamaba todos los días, su nombre y su apellido eran la marca del vínculo entre ellos dos.

Nunca olvidaría su nombre.

"Mi nombre es Ragnar Newgate, rufián, ladrón, y aprendíz del carnicero más cascarrabias que haya conocido."

Nunca se olvidaría del primer amigo que le dio el suyo.

"Oh, así que quieres jugar así, ¿eh niñato?"

El anciano estrechó la mano del chico, la cual ya había cambiado a ser otra vez de carne y hueso.

"Mi nombre es Owen, solo Owen, el mejor carnicero de harmonía, y el niñero del mocoso más caprichoso de toda esta isla."