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Las aventuras de Ragnar Newgate; comienzos

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Synopsis

Chapter 1 - Capítulo 1: convicción

Pelo negro ondeaba con la brisa todas las mañanas en la playa de la isla conocida como harmonía, la playa estaba limpia por los esfuerzos de todos los residentes, los cuales, igual que esta isla, vivían en harmonía.

Todos y cada uno de ellos hacían sus labores con pasión y empeño, ninguno de ellos pedía más de lo que tenía, dado que nunca faltaba nada, todo el mundo comía, todo el mundo tenía un techo sobre el que vivir y dormir, era una isla más que perfecta, era harmonía.

Así es como la isla conocida como harmonía vivía desde el inicio de los tiempos, tendría que existir alguien entrometido, metomentodo y desagradable para que la isla dejara de comportarse así, en este caso, un chaval con el pelo negro.

El adolescente robaba comida por el día, hacía ejercicio en lugares públicos por la tarde, y por la noche, sin un techo sobre en el que dormir o vivir, se sentaba en la playa, sin cerrar los ojos, siempre mirando hacia el horizonte, como si más alla de las olas hubiera algo que anhelaba.

¿Pero que podría anhelar aquel ladrón que disturbaba la paz de harmonía?

Nadie se lo preguntó, nadie quería saberlo, a nadie le interesaba la historia de aquel que cambiaba el estilo de vida de la isla, ese chaval era lo más alejado a lo que un isleño aspiraba a ser.

Era aventurero, pero solo para sus propios fines, peligroso para aquellos que le desafiaban y amable para los que se acercaban con educación, durante todo un año nadie le preguntó porqué estaba aquí.

Un año, 500 días y 500 noches, pasó el aventurero en aquella isla, tratando de persuadir a los isleños para que les diera un barco, solo para ser recibido con desdén y disgusto, este niño era alguien podrido decían.

Alguien que solo sabe quitar sin dar nada a cambio, alguien así no merecía la compasión de los isleños, un niño de padres podridos, se convencieron a si mismos de que tenía que ser así.

Los ancianos le repudiaban e insultaban, le lanzaban basura a la cara.

Los adultos no le trataban como alguien digno de protección.

Los niños lo miraban con curiosidad infantil, algunos incluso intentaron hablarle al principio, pero aquellos que lo hacían fueron castigados por sus padres y hermanos.

Al final, el rebelde de harmonía, se rindió en intentar pedir ayuda, el día número 501 de su vida como isleño, en la quincuagésima primera noche de su estancia en esta "carcel", se dirigió hacia el puerto de la isla.

El puerto era pequeño, diminutamente normal dado las circustancias de esta isla, los isleños nunca salían de su hogar, así que el puerto solo alojaba barcos pesqueros, pequeños y completamente a merced del tiempo que hubiera en el mar.

El rufian se convenció a si mismo al ver los barcos en el puerto, si aquellos de la isla le trataban como alguien horrible, como un monstruo que no debería existir, entonces así se comportaría Él.

Sabía perfectamente que si robaba un barco la vida en harmonía se vería perjudicada, al fin y al cabo, harmonía solo tenía un barcos pesqueros, ¿qué pasaría si le quitabas a harmonía su principal fuente de alimento?

Nada bueno desde luego.

El adolescente lo sabía, por eso, por mucho que le doliera, por mucho que sufriera, no les robaría el barco a los isleños, pero esos pensamientos existían si seguía tratando a los habitantes de la isla como personas.

No se merecían tanta estima por su parte.

Nunca se la merecieron.

Así pues, el exiliado de armonía se dispuso a colarse dentro del barco, se acercó lentamente sin hacer ningún ruido y en un instante transformó sus bra-

"¿Disfrutando de un paseo a la luz de la luna?"

El chaval oyó de repente una voz grave y anciana que le hablaba en un sentido cómico y sarcástico, la voz salió de la boca de un anciano que el adolescente había visto muchas veces antes, dado que gran parte de la comida que robaba venía de Él.

"Eres el carnicero, ¿qué haces hablando con un ladrón en mitad de la noche?"

El anciano, por su parte, no mostró enfado o disgusto al rufián, tan solo siguió hablando en el mismo tono con el que había empezado la conversación.

"Curiosidad, acabo de ganar más de lo que recibo en un año gracias a ti, chaval"

"No lo entiendo"

"Apuestas muchacho, apuestas, así nos entretenemos los viejos carcamales como yo, aposté a que iba a pasar un año en esta isla, y tu no ibas a desaparecer de esta aldea."

El adolescente en ese momento, se dejó llevar por su ira, puede que contenida por un año entero, hacia los isleños.

"¡Me lanzais basura a la cara, me insultais, les decis a vuestros hijos que se alejen de mi, y ahora descubro que incluso apostais sobre mi como si fuera propiedad vuestra!"

El adolescente gritó esas palabras sin descanso, sabía que tenía que parar, toda la aldea le descubriría a este paso, si oyeran lo que estaba diciendo sobre ellos...

Puede que no sobreviviera para mirar hacia el horizonte otra vez.

Aún así, no pudo detenerse, le era imposible.

"¡Si tanto me repudiais, si tanto me odiais, porqué no dejais que me vaya, dejadme vuestro barco, dadme materiales para construir uno, lo que sea!"

"tan solo, dejadme marchar..."

Durante un rato parecía como si el tiempo mismo se hubiera detenido, niño y anciano, aventurero y carnicero, exiliado e isleño, ambos mantuvieron la mirada en el otro sin parpadear, el adolescente de pelo negro estuvo a punto de darse la vuelta y volver a posar su vista en el barco.

Hasta que el anciano habló.

"Trabaja para mi, chaval"

Nunca, en toda su vida, el rufian esperaba oir esas palabras de un isleño, y menos de uno del que había robado una cantidad de comida tan enorme.

"Si quieres recibir algo de harmonía, primero tienes que darle algo a harmonía, se mi ayudante, trabaja junto a mi"

El chaval, incrédulo, le preguntó con sarcasmo al anciano.

"¿Me darías un barco con el que marcharme para no volver jamas?"

El anciano solo pudo contestar la pregunta con absoluto silencio, era imposible que pudiera darle un barco al niño, no tenía tanto poder, nadie en la isla lo tenía.

Al rato, el niño hizo ademán de irse de allí, tendría que volver a repasar sus planes y volver otro día al puerto, desaparecer durante varios días para que la gente se olvidara de Él, y entonces se colaría en el barco por la noche y-

"Dame 3 años"

¿Qué?

¿Qué acaba de decir?

"un año para pagar lo que has quitado, otros dos a cambio de un barco"

El adolescente no quería creerle, no podía, pero aún así, si existía un rayo de esperanza, si podía irse de esta isla sin que una población entera sufriera.

"¿Dices la verdad, carnicero?"

Era una suplica más que una pregunta.

"El resto depende de ti, chaval, de ti y solo de ti"

"¿Tienes la convicción suficiente?"

Por supuesto, el adolescente sabía la respuesta a esa pregunta desde hace ya un año.

Solo un pensamiento quedaba en su cabeza.

"¿Cuándo empezamos?"