–Haaa haaa.
El jadeo pesado de Lufa estaba tan acelerado como los latidos de su corazón.
En algún momento de su escape las gotas de lluvia comenzaron a caer con ímpetu provocando que la percepción de su alrededor empeore.
Habían pasado un par de horas desde que comenzó la cacería.
Lo peor era que el barro y las ramas húmedas dificultaban su huida, ralentizándolo y haciendo que sea blanco fácil del krin que no dejó de perseguirlo.
–Grrwwa.
La bestia saltó con las garras extendidas, tratando de clavar sus afiladas uñas en la piel de Lufa.
El chico, agachó su cuerpo al instante, preparado para correr luego de esquivar el ataque.
Para su mala suerte, el piso resbaloso le jugó una mala pasada y perdió el equilibrio.
Lufa, por reflejo, trató de mantenerse en pie, pero eso ocasionó que pierda el tiempo valioso. Eso hizo que el ataque del animal conecte con su pecho.
Solo le quedó cubrirse con mana.
El cuerpo de Lufa salió volando por el impacto, dando vueltas de costado entre todo el barro.
La bestia cazadora rugió con ira y se abalanzó nuevamente sobre el chico aturdido.
Por su parte, Lufa puso la daga delante suyo a modo de protección. Él vio en cámara lenta como el krin, con sus fauces abiertas y mostrando sus colmillos, caia directamente hacia donde estaba tirado.
Sus manos presionaron la daga con fuerza, levantándola directamente hacia el cuello de la bestia.
El krin no le tomó importancia, parecía ser que su único objetivo era clavarle sus dientes.
Un sonido claro se escuchó.
Las chispas salieron cuando la daga conectó con el pelaje metálico del krin.
El animal, con todo su peso, clavó sus patas delanteras en el pecho de Lufa, quien sufrió duramente por el impacto, escupiendo sangre por la rotura de algunas costillas.
La bestia tampoco quedó ilesa. El cuchillo parecía haberse clavado un par de centímetros dentro de su dura piel, provocando que la sangre gotee en el rostro de Lufa.
Lamentablemente, esa herida no era lo suficientemente profunda para matarlo.
Lufa fue quien perdió el intercambio.
Bestia y humano se encontraban enfrascados en una batalla sangrienta.
Tirado en el barro, Lufa usaba su mano izquierda para lanzar puñetazos a la cabeza del krin, impidiendo que su mordida conecte con su cuerpo, mientras que su mano derecha buscaba clavarle la daga en puntos mortales.
En ese momento, el krin logró conectar sus colmillos en el brazo del chico, provocando que Lufa diera un grito de dolor.
Si bien pudo haberse protegido con un escudo de mana, al final, resultaría en un esfuerzo inútil, ya que la bestia lo tenía presionado contra su mandíbula. Lo único que lograría es que su mana quedase mermado en poco tiempo, dejándolo sin opciones de contratacar.
La bestia, al haber logrado su cometido, apretó los dientes con fuerza y comenzó a mover la cabeza de un lado a otro, provocándole un dolor inmenso a Lufa y haciendo que sus huesos se quiebren.
Lufa conjuró rápidamente un hechizo, listo para contratacar.
El mana cubrió su brazo, emanando un brillo celeste desde dentro de las fauces del krin. Aquel color cambio a uno amarillento antes de parpadear y soltar rayos alrededor.
Una explosión hico eco en el bosque, aquel trueno hizo que algunas gotas de agua se conviertan en vapor.
Lástima que no fuera un hechizo destinado a ser mortal
El krin era bastante resistente a los hechizos por su pelaje, pero, en esta ocasión, el hechizo eléctrico vino desde dentro, lo cual hizo que quede aturdido por un breve momento.
Aquel corto momento fue suficiente para que Lufa actuara.
Intentar clavar nuevamente la daga en el cuello era una opción tonta, pues terminaría sin mucho daño, tal como antes.
Así que Lufa buscó la parte con menos protección del animal.
El brazo derecho de Lufa hizo una parábola desde el suelo, tomando impulso, y se clavó en el ojo izquierdo del krin aturdido.
Cuando la punta de la daga tocó la córnea, como si se tratara de una burbuja, esta reventó sangrientamente, cubriendo el cuerpo sucio de Lufa con más sangre.
Debido al dolor, la bestia soltó el brazo quebrado de Lufa para gruñir. Lo cual fue aprovechado por el chico para escapar de sus garras.
Apretando los dientes por el dolor de su brazo inutilizado, Lufa rodó hacia un costado y se paró con dificultad.
Lufa ya no podía pelear. Con ese último hechizo, sus reservas de mana solo tenían una gota de la misma que no le servía para nada.
Con la poca fuerza que le quedaba, comenzó a correr nuevamente.
La lluvia empeoró con cada minuto que pasaba.
La neblina se hizo más espesa y el velo provocado por la lluvia no dejaba ver más allá de algunos metros.
A Lufa le costó mucho no chocar con los árboles borrosos.
Con la ansiedad proveniente de su espalda y los gruñidos empapados en ira, supo que el krin estaba de vuelta, persiguiéndolo.
Lufa, inteligentemente, corrió hacia la izquierda, ya que ello le dificultaría la persecución a la bestia por la falta de visión en ese ojo.
Los minutos pasaron.
El krin aún continuaba persiguiendo a Lufa con la misma energía del inicio. Por otro lado, el chico ya estaba en los últimos momentos de su escape debido a su cansancio.
Hasta el momento, su cuerpo usó la adrenalina para obviar su agotamiento y heridas, pero ya no podía soportarlo más. Él estaba seguro de que si llegara a caerse no podría levantarse más.
La mano derecha, que empuñaba la daga con fuerza, presionaba su brazo izquierdo que se encontraba colgado y sangrante.
Sin mirar atrás solo corrió tambaleándose.
Tras algunos cientos de metros, Lufa notó que se encontraba en la parte más baja de una montaña.
Era la primera vez que Lufa había visto una montaña dentro del bosque.
Un sentimiento de alivio momentáneo se apoderó de su ser.
Lufa sintió algo raro, así que giró la cabeza rápidamente hacia su perseguidor.
Allí, entre la espesura del bosque, vio al krin sangrante siendo golpeado por la lluvia, parado a cierta distancia, solo observándolo con rabia, sin moverse.
Lufa no comprendió lo que estaba pasando.
La bestia notó que su presa lo miraba confundido y se enojó. Lentamente dio unos pasos hacia delante.
Lufa retrocedió rápidamente.
Como si hubiera una barrera que le impedía avanzar, el krin no se acercó más.
"¿podría ser?", pensó Lufa.
Así que subió más a la montaña.
El krin se movió de derecha a izquierda con ansiedad, pero no avanzó hacia Lufa.
Al darse cuenta de que la bestia no podía seguirlo, Lufa suspiró de alivio antes de enojarse –Maldito hijo de tu gata madre, el día que me vuelva más fuerte te daré caza y usaré tu piel como una alfombra –escupió con malestar.
Luego de dar vociferar algunos insultos más, Lufa estaba a punto de sentarse a descansar cuando de repente vio al krin temblar.
La mandíbula de la bestia estaba tan apretada que sangraba.
Aunque no comprendía lo que dijo Lufa, los insultos que soltó el chico lo habían provocado solo por sus gestos despectivos, fue tanto su enojo que perdió la razón.
La bestia dejó de lado su instinto natural que le impedía avanzar y comenzó a correr hacia el joven molesto.
–Mierda – dijo Lufa, antes de correr hacia la cima de la montaña.
Unos metros después Lufa cayó al suelo por el cansancio.
–¡No no no!
Él intentó levantar su cuerpo, más no pudo.
Un escalofrío recorrió su espalda.
Giró la cabeza, solo para ver al krin temblando y gimiendo de dolor, pero avanzando a paso lento.
Forzando sus músculos al límite, Lufa comenzó a gatear.
Poco a poco ambos avanzaron.
El krin parecía a punto de alcanzar a Lufa. Se notaba que sufría mucho dolor.
–Gato imbécil, si te duele tanto por qué me sigues. ¿Es que acaso eres masoquista?
Parecía que la única parte del cuerpo de Lufa que todavía funcionaba correctamente era su boca.
Soltó una serie de improperios contra el krin.
Solo cuando se dio cuenta que sus insultos eran contraproducentes y hacían que la bestia se enojara aún más, Lufa cerró la boca.
El cuerpo de Lufa se arrastraba entre todo el barro, usando la daga como apoyo para escalar a duras penas por el terreno empinado.
Su mano temblorosa se tensó y dejó de obedecer. Todo su cuerpo ardía y estaba a punto de caer inconsciente, así que se mordió la lengua para no caer.
Solo faltaba un poco más. Ya podía ver la cumbre de aquella montaña.
Por alguna razón, tenía el presentimiento que al llegar al punto más alto podría salvarse.
De igual manera escuchó los gruñidos justo atrás de él.
–Cinco metros, cuatro metros…solo un poco más.
Lufa sintió que el aliento caliente del krin detrás suyo.
–Dos metros. Ya casi.
Su daga se clavó en la cima y su mano jaló todo su cuerpo hacia adelante. Con mucho esfuerzo se puso de rodillas.
El krin llegó en ese momento y lanzó un gruñido de dolor. Ya no podía aguantar más, su cuerpo le rogaba que salga de allí, pero no podía dejar al humano libre.
Sus garras plateadas se mostraron y, con todo el odio que pudo reunir, lanzó un zarpazo al humano arrodillado, esperando provocarle la muerte.
Lufa, quien tenía la mirada fija al frente, se encontraba estupefacto por lo que miraba, así que no se dio cuenta del ataque del animal.
La garra conectó en su espalda, empujándolo hacia adelante.
El cuerpo de Lufa no pudo resistir más. Su mente se desconectó y quedó en completa oscuridad mientras caía por la pendiente.