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Chapter 62 - Situaciones diversas

Para cuando los pobladores llegaron al pueblo ya era pasada la medianoche.

Miena se encontraba a las afueras junto a Kalissa, esperando ansiosamente noticias. Cuando ella percibió los pequeños puntos ardientes de la lejanía, sin pensarlo dos veces, salió corriendo hacia ellos.

Lufa, quien parecía dormido en la espalda de Tudor, observó como Miena corrió sin detenerse manteniendo un rostro plagado de angustia. Aquella vista le provocó un agudo dolor en el pecho.

La joven se detuvo frente a los pobladores. Su jadeo rápido y pesado demostraron su poca resistencia. Parecía querer preguntar sobre Lufa, pero la falta de oxígeno se lo impedía.

–Tranquila, solo respira –Crinar le dio algunas palmaditas en el hombro.

–Jefe. ¿Encontraron a Lufa? –preguntó, mientras revisaba a los hombres.

–No te preocupes Miena. ¡Yo lo encontré! Mira, está bien –Trenor cortó las palabras que iba a soltar su tío y apuntó hacia Tudor.

Crinar negó con la cabeza. Los adultos se rieron al darse cuenta de las intenciones del chico.

Miena, por el contrario, no captó la pretensión de Trenor. Ella se enfocó más en la información sobre Lufa.

Con un movimiento rápido y como si se tratara de un costal de trigo, Tudor bajó a Lufa, poniéndolo justo delante de la joven.

–Hermana, yo…–Lufa apretó los dientes con fuerza.

Para él, Miena era de las pocas personas con las que se le dificultaba tratar, no porque ella tuviera algo negativo, sino que era tan pura que su actuación de chico bueno caería en un saco vacío.

Ella lo abrazó y empezó a sollozar.

Sin enojo, solo preocupación.

Lufa se sintió aún más culpable y puso una cara de incomodidad máxima que Crinar confundió con dolor.

–¡Miena! ¡No lo presiones así! –Crinar corrió a separarlos – Lufa tiene un brazo roto.

Con aquellas palabras Miena se separó al instante y comenzó a revisarlo. Cuando verificó que era verdad, su rostro se puso pálido y sus manos temblaron, sin saber que hacer.

Solo cuando Rafa explicó que sanaría en algunos meses, fue cuando ella logró calmarse.

Luego de algunas preguntas más, Miena avanzó entrelazando sus brazo con Lufa y "ayudándolo" a caminar.

Así todos volvieron al pueblo.

Solo Trenor quedó petrificado sin saber que decir. Desde un inicio lo ignoraron.

Tudor retrocedió y le palmeó la espalda con fuerza, haciendo que salga de su estupor.

–No te desanimes hombre, para este tipo de cosas lo más importante es seguir intentándolo –lo animó.

Trenor asintió con decisión –Tienes razón –respondió, mientras avanzaba detrás de Miena.

Trenor esperaba tomar el corazón de la joven. Lamentablemente, él no lo sabía, pero nunca estaría ni siquiera cerca de lograrlo.

Así llegaron al terreno baldío que funcionaba como plazuela.

Luego de que Lufa agradeciera a los pobladores por su solidaridad, todos se dispersaron.

Por su parte, Crinar sacó a su sobrino que trataba de entablar conversación con Miena, no sin antes soltar algunas palabras a Lufa.

–Descansa por hoy. Mañana temprano iré a buscarte para conversar sobre algunas cosas –mencionó con los ojos entrecerrados.

A Lufa solo le quedó asentir.

Llegando a casa se disculpó con Miena un par de veces más antes de irse a dormir.

Temprano, ese mismo día, Lufa se despertó con el canto de los gallos. Él solo había dormido un par de horas pues tenía que ir por Abigail y preguntarle qué cosas mencionó.

El dolor de su brazo no había disminuído, por el contrario, fue aún más agudo que el día anterior, pero hizo caso omiso y salió con cautela.

–¿A dónde vas?

Lufa escuchó la voz de Miena justo cuando se encontraba a metros de la puerta.

–Eh. Bueno. Quiero salir a tomar un poco de aire y de pasada darles comida a los caballos.

Las bonitas cejas de Miena se fruncieron y puso una encantadora cara de enojo.

–No saldrás hasta que tus heridas sanen –mencionó con severidad.

Ahora que fue atrapado, Lufa no tenía más opción que quedarse descansando. Más tarde intentaría leer el ambiente y contestaría casualmente las preguntas de Crinar.

Mientras pensaba las posibles respuestas que daría, se escuchó una serie de pasos desde fuera que se acercaron. Acto seguido tocaron la puerta.

"¿Crinar llegó tan temprano?", se preguntó. Pero quedó sorprendido al abrir la puerta y verificar quien era.

–Hola –mencionó Caltus con incomodidad.

–Hola –respondió Lufa.

–¿Podemos hablar? –mencionó con sus ojos sobre Miena, a quien le dio un asentimiento como saludo.

–Solo puedes salir un momento –comentó ella con renuencia.

Así ambos chicos salieron y se sentaron en los robles caidos de fuera.

–¿Estás bien? –preguntó Caltus, observándolo de arriba hacia abajo.

–Solo un par de huesos rotos. No es nada.

–¿Te rompiste los huesos?

–¿No sabías eso? Creí que te habías enterado y por eso viniste a burlarte –bromeó Lufa.

–Eres tan molesto como siempre. No sé por qué le gustas tanto a Clorinde –chasqueó la lengua con disgusto.

–¿No viniste a eso?

–Claro que no. Solo llegué a enterarme que te encontraron por los ruidosos hombres de la madrugada.

–Ya veo. ¿entonces? –Lufa lo pensó por un segundo antes de continuar – No creo que estés aquí por el pedido de tu pequeña hermana ¿o sí?

–Tch. Que molesto –Caltus desvió la mirada.

A Lufa le sorprendió que Caltus fuera a verlo por pedido de Clorinde. No recordaba que tuvieran tan buena relación.

Lo que desconocía fue que Caltus lo hizo por los caramelos que su hermana le había ganado anteriormente. Gracias a este trabajo podría seguir comiéndolos.

Al sentir los ojos de Lufa pegados a su rostro, Caltus se incomodó aún más.

–Clorinde me mandó a decirte que ellas no contaron nada. Solo llegaron a hablar sobre tus prácticas con el viejo bibliotecario desde hace algunos meses.

Con esas palabras, Caltus se levantó dispuesto a irse, dejando algunas palabras más.

–A Clorinde la castigaron. Así que no podrá salir en un buen tiempo –refunfuñó, antes de desaparecer rápidamente.

A Lufa le pareció gracioso. Agradeció en su corazón el apoyo de la pequeña Cloro.

Ahora ya sabía como tratar con Crinar.

Lufa ingresó a su vivienda con muchas ganas de quitarse la suciedad del día anterior. Como no podía salir al riachuelo, cogió una cubeta con agua y fue a su habitación para limpiarse con un trapo húmedo.

Lufa estuvo a punto de quitarse la ropa, cuando de repente sintió una presencia a sus espaldas.

Al girar la cabeza vio a Miena de pie en el umbral de la entrada a su cuarto.

–¿Hermana?

–Te ayudaré.

–No hay necesidad. Puedo hacerlo solo.

–Tu brazo está roto, no puedes –respondió.

A Lufa le dio un dolor intenso de cabeza. Normalmente hubiera aceptado con gusto, pero ahora no podía. Estaría loco en dejarla ver sus cicatrices dibujadas en la espalda.

Miena se acercó hacia el balde con agua, pero Lufa lo sacó rápidamente.

–En serio hermana, no es necesario. Puedo hacerlo solo.

–Déjame ayudarte, estás malherido.

Apretando los dientes, Lufa escupió –Ya estoy grande, es vergonzoso que sigas ayudándome.

Fue su última salida.

Miena lo miró con asombro, antes de pasar por distintas expresiones faciales. Ella era tán fácil de leer como Abigail.

–Entiendo –dijo. Y salió con pasos pesados, claramente decaída.

Lufa suspiró de alivio.

Ahora que se encontraba solo podía dedicarse a limpiar su cuerpo.

Deshizo el nudo del pedazo de tela que amarró Rafa para sostener su brazo izquierdo y poco a poco se quitó todas las prendas.

Demoró casi una hora en terminar de limpiarse totalmente. Su sentimiento de incomodidad se fue con la suciedad.

Justo al instante que terminó de colocarse ropa limpia se escuchó el golpeteo en la puerta principal.

Momentos después aparecieron las personas más influyentes del pueblo en su habitación.

Los ojos de Lufa pasaron de uno en uno, comenzando por Crinar, Tudor y Rafa, para luego posarse en la cuarta figura: Trenor.

Crinar observó a Lufa con detenimiento. Últimamente sentía que era difícil saber lo que Lufa pensaba por su rostro siempre estoico, pero, en ese momento, hasta las personas más ciegas podrían leer su expresión disgustada que gritaba "Y este estúpido qué hace aquí ".

El único que no se percató fue su desdichado sobrino, que parecía atontado con Miena.

Crinar suspiró con cansancio, dudando seriamente en si debería cambiar de sucesor.