–Lufa, ¿no es momento de que cuentes lo que pasó?
La pregunta proveniente del jefe Crinar se inclinó hacia el tema principal.
–Mm. ¿Qué desean saber?
–Abigail le contó a su madre que el abuelo Zigs te estuvo enseñando a cazar. ¿Es eso cierto?
–El viejo me ayudó en mis cacerías.
Tudor y Crinar cruzaron miradas durante algunos segundos.
–Que yo sepa, el viejo Zigs nunca fue cazador –comentó casualmente Tudor, quien parecía conocer desde antes al bibliotecario.
–No es un cazador –respondió rápidamente Lufa –. Pero estuvo en la corte de magos que servían al palacio.
–¿Palacio?
Esta vez todos tenían expresiones de consternación.
–No debería ser quien yo quien lo diga, pero el viejo Zigs me permitió usar su nombre si algo sucediese. Ah, cierto –Lufa actuó como si recordara algo, mientras sacaba la daga que le encargó el anciano antes de su muerte –. Él me cedió esta daga.
Crinar rápidamente la tomó entre sus manos y la desenvainó. El sonido agudo resonó en la pequeña habitación, haciendo que todos jadearan al percibir su filo.
–Es un trabajo de alta calidad –suspiró Crinar.
Ni siquiera la mejor de sus armas en el tiempo que era comandante lucía tan bien como esa pequeña daga.
Sus sospechas se disiparon al verificar el escudo Silvarium grabado en la parte baja del mango. Girando la daga, notó un grabado grande de cinco hojas, lo que suponía que era del grupo al cual pertenecía.
–¿Dónde está el abuelo? –preguntó Crinar – Hace mucho tiempo que no lo veo.
–El viejo Zigs se fue a un lugar lejano después de despedirse de mi hace algunos meses. No me dijo cuándo volvería.
–Ya veo –Crinar se acarició el mentón –. ¿Te dio un token?
Lufa puso una cara de nerviosismo, obviamente actuada –Sí.
–Los tokens no son dados al público, es más, fue demasiado raro que el viejo tenga uno. Así que …–Crinar parecía un poco incómodo –Voy a pedir que lo entregues, al menos hasta que seas un adulto.
Todos en esa habitación sabían que eran puras patrañas dispuestas a calmar a un niño. En realidad, no pensaba devolvérsela.
Lufa también lo sabía, es más, ni le interesaba. En primer lugar, aún guardaba el token robado de Caltus y, además, en unas semanas saldría del pueblo sin planes de regresar. Para entonces los tokens no le servirían.
Pero, de igual manera, puso un rostro agraviado antes de ceder lentamente su token.
Luego de tomar el token y revisarlo con detenimiento, Crinar asintió con la cabeza antes de continuar.
–En cuanto a la daga…
Lufa no pudo controlar sus emociones por un instante y soltó una mirada repleta de frialdad e intenciones asesinas. Al segundo siguiente se calmó.
–Es un regalo de cumpleaños por parte del viejo Zigs. No creo que quieran llevárselo también, ¿cierto?
Crinar lo observó con los ojos entrecerrados. Él lo sintió brevemente. Aquella no era un aura que pueda soltar un joven que nunca antes había matado gente. "¿Será por cazar bestias?", se preguntó.
–No pienso llevármela –decretó –. Pero tampoco es que puedas usarla sin cuidado.
Así, Crinar le pasó la daga a Miena, quien miraba todo sin comprender nada desde un costado.
Lufa lo aceptó de mala gana. Pero, al momento siguiente tuvo ganas de estrangular a Crinar por sus palabras.
–Miena, ¿sabías que Lufa peleó contra bestias de sexto nivel?
La joven que sostenía la pesada daga abrió su pequeña boca con asombro antes de comenzar a temblar. Junto a eso, presionó la daga contra su pecho fuertemente. Ella tenía una mirada resuelta.
Lufa supo que no podría tener de vuelta su arma por un buen tiempo. Miles de maldiciones cruzaron por su cabeza.
El objetivo de sus maldiciones, Crinar, se había percatado que Miena era la única que podía mantener a raya a Lufa, así que la usó sin dudarlo.
–No todo es malo, mocoso –Tudor despeinó el cabello de Lufa con su gigantesca mano –. En unas semanas llegará la caravana del ducado, así que podemos ayudarte a vender las partes de las bestias que trajiste. Claro, que te quedarías con todo. No es que seamos adultos aprovechados.
Lufa asintió con pesar.
–Mocoso, nunca pensé que serías tan fuerte como para pelear contra poderosas bestias –Tudor rió con ganas –. Una vez que te recuperes probaré en qué nivel te encuentras.
–¡No!
El grito de Miena resonó como un trueno.
Todos voltearon a mirarla con asombro.
–No. Lufa aún es bastante joven, tiene que crecer un poco más –habló lentamente, avergonzada, manteniendo su rostro rojo como un tomate.
–No te preocupes hermana. Aunque no lo parezca, soy bastante fuerte.
Aquellas palabras disiparon la vergüenza de Miena y la transformaron en enojo. Al siguiente momento los ojos esmeraldas de la joven fulminaron a Lufa, quien solo pudo sonreír tontamente.
–Tienes razón, Lufa es aún muy joven –afirmó Trenor.
Por su parte, el chico olvidado quería llamar la atención de Miena con cualquier método, así que trató de utilizar a Lufa para acercarse a ella. Su sonrisa de adulación delataba sus intenciones.
–Pero con mi cuidado no le pasará nada. Así que, solo déjalo en mis manos –Trenor se palmeó el pecho con suficiencia. Parecía estar muy satisfecho con su intervención y esperaba el agradecimiento de Miena.
Tudor y Rafa se taparon la boca para no estallar en carcajadas, mientras Crinar se llevó la mano a la frente para esconder su decepción.
Por otra parte, Lufa no parecía nada contento.
–No te necesito. Como dije, soy bastante fuerte, al menos más que algunos adultos que tiemblan de miedo en el medio del bosque –escupió sin piedad.
Incluso el más tonto se daría cuenta que fue una provocación directa.
Trenor se puso colorado de la vergüenza.
–¡Tú! –apuntó directamente a Lufa.
Sus palabras fueron cortadas por su tío.
–Bueno, es suficiente. Es mejor que descanses Lufa. Nos veremos luego –con esas palabras, Crinar sacó a rastras a Trenor, seguido de todos los visitantes.
Lufa y Miena quedaron solos en la habitación.
El chico sintió un escalofrío recorrer su espalda.
–Ahora, explícame como es que fuiste a cazar bestias de nivel alto en el bosque –la voz de la joven era una mezcla de preocupación y reproche.
Lufa suspiró con pesar mientras le explicaba parte por parte.
Aunque el resumen de Lufa fue bastante leve en comparación con lo que realmente sucedió, para Miena, quien no estaba acostumbrada a situaciones sangrientas, las palabras del chico fueron tomadas como una historia de terror.
Poco a poco su semblante fue volviéndose más pesado y la daga que aún mantenía sobre su pecho era cada vez presionada con mayor vigor, como intentando esconderla de Lufa.
Ahora Miena no pensaba devolverle aquella arma asesina.
Por su parte, Lufa, sentía que era más contraproducente seguir hablando sobre lo que pasó en el bosque, así que desvió su atención a otro tema de mayor importancia.
–Hermana. La verdad es que lo hice porque me sentía aburrido.
–¿Aburrido?
–Sí. Tal vez no lo sepas, pero terminé de leer todos los libros de la biblioteca, así que me quedé sin cosas por hacer. Aquí, en el pueblo, no es que haya mucho trabajo para mi gracias a ti y mi madre, así que me sentí bastante aburrido.
Miena sentía que tenía sentido, pero igual había un atisbo de duda encendido en su pecho.
–Fue entonces que hablé con el viejo Zigs y terminé cazando en el bosque.
Las cejas de Miena se arrugaron.
–Yo sé que te sientes preocupada y me disculpo por hacer muchas cosas sin avisarte, pero, me siento demasiado encerrado aquí. Quiero conocer nuevos lugares.
–¿Quieres salir?
Era la primera vez que Lufa le hablaba del exterior.
–¿No podemos salir solo un momento? –Lufa puso una cara de impotencia –Podría usar el favor que me debe el duque solo para visitar la ciudad durante una semana.
Miena se quedó en silencio.
–Hermana por favor. Prometo nunca más salir al bosque de los Noctas.
Miena parecía bastante tentada.
–Pero, tu madre…
Con esas palabras, Lufa suspiró de alivio a sus adentros, pero por fuera su rostro se deformó por la tristeza.
–Mi madre… No sé cuándo volverá. Supongo que la esperaré, aunque le tome años regresar.
Esta vez Miena se sintió un poco culpable.
–Si es solo una semana. Entonces, creo que podríamos. –aceptó a regañadientes.
–Muchas gracias, hermana –Lufa sonrió radiantemente –. ¡Eres la mejor!
Luego de adularla por algún tiempo hasta que la joven se sintiera avergonzada y se fuera con el rostro enrojecido, Lufa se dispuso a echarse una pequeña siesta por el cansancio.
Horas después salió junto a Miena para disculparse con Kalissa y Teodora.
Lufa pasó por la casa de Clorinde donde su madre expresó que no necesitaba disculparse y, por el contrario, agradeció por siempre cuidar a su hija.
Los problemas llegaron al hablar con Kalissa. Solo después de rebanarse los sesos y soltar todas las palabras dulces que conocía, fue cuando la madre de Abigail aceptó sus disculpas y disminuyó el castigo de su pequeña hija.
Ahora solo quedaba esperar la festividad de la cosecha y llegada de la caravana del ducado.