Chereads / Mork Orden / Chapter 60 - La desaparición de Lufa

Chapter 60 - La desaparición de Lufa

Abigail caminaba de un lado a otro, frotándose las manos sudorosas por la ansiedad.

–Cálmate, por favor –mencionó Clorinde, que se encontraba sentada sobre el roble caído de siempre.

–Pero… –Su rostro normalmente radiante ahora desbordaba preocupación.

La intensa lluvia había cesado hace algunas horas, dejando al cielo totalmente claro. El único problema fue que todo estaba teñido de un naranja intenso, pues el sol estaba a punto de ocultarse.

Desde la mañana, las chicas se quedaron practicando como siempre. Al caer el mediodía, esperaron a Lufa para salir a almorzar.

Como Lufa no llegaba y temiendo las preguntas de Miena, ambas se quedaron en aquel lugar y aguardaron la llegada del chico.

El tiempo pasó y Lufa nunca apareció.

–Yo también siento que es extraño –mencionó Clorinde.

Ella pensaba que tal vez podía haberle ocurrido algo malo a Lufa, pero no lo mencionó, por miedo al escándalo que armaría Abigail.

–Abi, creo que deberíamos hablar con los adultos.

Abigail estuvo a punto de refutarlo, pero se mordió los labios y asintió lentamente, manteniendo los puños apretados.

Sin perder más tiempo, el par de muchachas corrió al pueblo, cruzando los terrenos de cultivos dorados a punto de ser cosechados.

En unos minutos pasaron por la entrada del pueblo.

–Abi, espera –Clorinde detuvo a Abigail, jalándola de la falda.

–¿Qué pasó? –preguntó la niña con prisa.

–¿A dónde iremos ahora?

–Pues a mi casa para avisarle a mi mamá.

– Y …¿qué le dirás?

–Que Lufa desapareció –respondió Abigail, como si fuera lógico.

–Y si te pregunta a dónde se fue ¿Qué dirás?

–Le responderé que se fue al bos… –Abigail no pudo terminar su frase, pues comprendió el problema que ocasionaría.

–Exacto. Tenemos que coincidir en lo que diremos. Así que, tú solo tienes que hablar con la verdad respecto a que Lufa salió. Yo me encargaré de decir lo demás.

Clorinde no tenía inconvenientes con esconder algunas cosas. El problema yacía en Abigail. Ella era tan mala mintiendo que cualquier incongruencia que saliera de su boca podría notarse con facilidad.

Luego de asignarse sus roles de interpretación, ambas se dirigieron a la casa de Abigai.

Llegaron bastante rápido.

En la puerta de su casa, tanto su voluptuosa madre como su dócil padre estaban teniendo una conversación tranquila.

Kalissa, giró la cabeza y notó a su hija avanzando con el rostro endurecido. Solo una simple mirada bastó para sentir que algo iba mal.

–Hija, ¿pasó algo? –frunció el ceño –¿fue ese mocoso?

Los cambios de expresiones de Abigail respondieron a su pregunta.

–Haaa. No te preocupes hija –Kalissa le acarició el rostro –. Cuando lo vea lo golpearé en nombre de Ludila.

–¡No es eso! –levantó la voz.

Carlo y Kalissa se miraron sorprendidos por la explosión de su pequeña.

–Lufa. Él, él –Abigail tartamudeó – desapareció en el bosque.

La mano que acariciaba a Abigail se deslizó hacia su hombro y la apretó con fuerza.

–Repite eso.

–Él salió a cazar como siempre y no regresó.

–¿Cazar? ¿¡Como siempre!? –Kalissa gritó sorprendida.

Clorinde se golpeó la frente con decepción. En su conversación habían quedado en ir contando poco a poco lo que sucedía. Pero, en tan solo un par de oraciones, Abigail resumió todo perfectamente. Hasta podría considerarse un talento.

Abigail se tapó la boca con las manos, dispuesta a no soltar más palabras.

–Tía, Lufa estuvo saliendo desde algunos meses al bosque para atrapar algunos animales pequeños –añadió Clorinde.

–¡Ese mocoso sabe lo peligroso que sería perderse en el bosque! –respondió Kalissa.

–Tía, no te enojes, Lufa tiene el token y no podría perderse por la niebla.

–¡¿Tiene el token?! –Carlo y Kalissa vociferaron al unísono.

–El abuelo bibliotecario se lo dio –murmuró Abigail.

–¡Imposible! El viejo Zigs no debería tener ningún token –aseguró Carlo.

–Tío, tía, eso no es lo importante en este momento. Lufa sigue perdido.

Esas palabras despertaron los delirios de ambos.

–Carlo, habla con Crinar y hagan la llamada comunal. Yo iré con Abigail a ver a Miena –Kalissa puso una mirada de reproche a su hija.

Abigail tembló. Estaba segura de que sería interrogada y castigada al regresar a casa.

Las tres mujeres se apresuraron a la vivienda de Lufa.

Kalissa tocó la puerta con urgencia. Momentos después, salió una Miena sonriente con anteojos.

–Kalissa –mencionó Miena –. ¿Cómo estás? Pasa y comamos algo –continuó. Atenta como siempre.

Abigail y Clorinde se mostraron cabizbajas ante la joven.

–¿Chicas? –Miena las miró exaltadas –¿Dónde está Lufa?

Normalmente, a esa hora, el trío regresa para cenar. Pero, este día, no aparecieron al mediodía y ahora ni siquiera estaba Lufa.

Un sentimiento de inquietud se apoderó de Miena al ver las caras pesadas de las niñas.

–Dónde es…

–Miena, escúchame con calma –interrumpió Kalissa –La verdad es que …

Ella terminó de relatar todo lo que sabía. Para cuando terminó, Miena tenía el rostro totalmente blanco como un cadáver y su cuerpo temblaba profusamente.

Antes de decir algo más, un agudo sonido llegó a sus oídos. La llamada comunal no se hizo esperar.

Rápidamente, todas avanzaron al centro del pueblo, donde la gente se reunió a velocidad récord. En el medio se podía observar a Crinar y sus hombres portando algunas armas y antorchas, preparados tal y como salían al cazar.

En cuestión de minutos, todos los adultos se encontraban alrededor de Crinar, esperando con ansiedad a que explique el motivo de la llamada.

–Gente. Hoy los hemos reunido para pedirles apoyo. Lufa ha desaparecido.

Sonidos de asombro y desconcierto salieron de la boca de los pobladores reunidos.

–¿Desapareció? ¿Hoy? ¿Dónde lo vieron por última vez? –preguntó rápidamente un anciano quien últimamente tenía mejor opinión de Lufa, ya que este le había ayudado a llevar algunos costales de trigo que él no podía cargar por si mismo.

–Lufa estuvo adentrándose al bosque desde hace meses –explicó Crinar.

–¿¡Al bosque!? –¡Imposible! –¿¡Recién se perdió!?–

–Cálmense todos. Es tal como dicen, al inicio no pude creerlo, pero, al parecer, el viejo Zigs tenía un tótem y se lo cedió a Lufa para que pueda practicar dentro del bosque.

–¿El viejo bibliotecario? –Hace tiempo no lo veo. – ¿Él tenía un tótem? –preguntas y murmullos provocaron el caos entre los pobladores.

–En este momento eso no es lo importante. Necesitamos apoyo para adentrarnos al bosque y buscar a Lufa –Crinar giró su cabeza hacia el horizonte y suspiró –. Debemos hacerlo cuanto antes.

Los pobladores, sin preguntar más, se dispersaron automáticamente a buscar sus armas. Claro que solo los hombres irían, las mujeres como Miena tenían que quedarse esperando, ya que podrían ser más una carga.

Las súplicas de Miena tuvieron un rechazo rotundo por parte de Crinar. Al final, tuvo que quedarse esperando con lágrimas en los ojos.

Abigail se acercó a su padre –Papá, yo también quiero ir.

Carlo giró extrañado a su hija, antes de suspirar y hablarle duramente –¿No crees que ya hiciste lo suficiente al quedarte callada hasta ahora?

Aquellas duras palabras calaron en el pecho de Abigail, quien se mordió los labios y tuvo un sentimiento agridulce que casi la llevó a estallar en llanto.

Justo en el momento que estuvo a punto de mostrar sus poderes mágicos, Clorinde la tomó de la mano y negó con la cabeza.

Abigail comprendió, pero, igualmente, se juró a sí misma, que si no encontraban a Lufa para cuando saliera el sol, entonces saldría ella misma a buscarlo.

Ella tenía las manos en el pecho, pidiendo a todos los dioses que Lufa sea encontrado sin daños, mientras observaba como la turba armada de hombres salía con paso rápido hacia el negro y denso bosque.

Por otro lado.

En el centro del bosque. Lufa abrió sus pesados párpados con dificultad.

Aquel sentimiento de dolor le recordó todo lo que pasó antes de caer desmayado.

Sus labios se curvaron. Al menos seguía vivo.

Lentamente se sentó y giró su cabeza en busca de comprender su situación actual.

Él no bajó por la ladera de una montaña, tal y como pensaba al inicio. Por el contrario, parecía haber rodado por la parte interior de un gigantesco cráter de varios kilómetros de diámetro.

Había pasado bastante tiempo de aquel cataclismo que creó ese desnivel o, al menos, eso es lo que parecía por todas las plantas arraigadas actualmente.

Unas ramas gruesas salieron desde la tierra, lo cual era bastante extraño ya que no había árbol a la vista.

Siguiendo aquellas ramas, su vista llegó exactamente al mismo centro del lugar, donde, con los últimos rayos del sol, divisó una especie de huevo de plata con muchas runas dibujadas descansando sobre las ramas que actuaban como una cama.

El sol desapareció quedando todo en oscuridad.

–Ah. Las chicas se van a molestar –fue lo primero que salió de sus labios.