Las semanas después de la llegada de los soldados del ducado fueron terribles para la familia de Clorinde.
Su madre, Teodora, se hundió en la depresión. Pese a que ella intentó mantener un enfoque positivo debido a sus hijos, no pudo ocultar su tristeza extrema y lucía cada día más demacrada.
Calmond, quien siempre parecía altivo, transformó su personalidad, manteniéndose en las sombras y tratando de no llamar la atención como antes. Tal vez se dio cuenta de que su padre fue quien le daba ese "estatus" invisible, ahora se lo ve con un semblante más humilde, accesible y hasta maduro.
Para la sorpresa de Lufa, Clorinde, quien pensaba que sería la más afectada, por el contrario, fue quien demostró más fortaleza mental que sus familiares. Aunque a veces se la veía melancólica, ella mantuvo la compostura y siempre miró hacia adelante, persistiendo en su aprendizaje mágico y sobrellevando sus problemas.
Lufa guardaba su admiración sincera por la niña.
Dos meses pasaron rápidamente.
Una bola de fuego cruzó por el viento a grandes velocidades directo al pecho de Lufa y este lo esquivó saltando a un costado tal como lo haría un acróbata.
La bola impactó en un árbol, convirtiendo en vapor el hielo de la capa exterior y chamuscando un poco del tallo interior.
–Bien –dijo, enérgicamente –. Terminemos aquí por hoy.
Esas palabras sonaron como campanas de salvación a los oídos de la niña.
Abigail cayó al suelo. Estampando su trasero y manos en la nieve, procedió a lanzar un suspiro de alivio.
–Ya no tengo fuerzas. Ven Clorinde, ayúdame –Abigail hizo una seña a la niña que tenía guantes de mana brillantes en cada mano.
Ambas niñas practicaron todos los días cerca al establo con Lufa.
Como necesitaban más espacio, ahora, todos cruzaban el riachuelo y se instalaban adentro del bosque. Así podían causar estragos sin miedo y era más difícil ser encontrados por los adultos.
Tal como instó Lufa, las niñas empezaron un entrenamiento físico junto al mágico. Pronto se notaron sus esfuerzos. Al menos Clorinde ya no terminaba en el suelo.
–¿Cuánto duré esta vez? –preguntó Abigail, apoyada en la espalda de su amiga.
–Esta vez fueron dos horas, un nuevo récord –respondió Lufa –. Bien hecho.
La niña sonrió radiantemente con las palabras de aliento y se levantó de un salto, acercándose al chico, se paró a su lado y bajó la cabeza.
Lufa suspiró y acarició su cabello, haciendo que Abigail se acurruque, casi abrazándolo.
Clorinde, acostumbrada, los observaba con diversión sintiendo que sus niveles de azúcar se elevaban.
Las prácticas diarias hicieron que Abigail mejore a pasos agigantados. Ahora, sus hechizos surcaban el viento con rapidez gracias a los símbolos que Lufa le pidió que añadiera a sus círculos.
Ella se enojó cuando supo que era más sencillo manipular proyectiles añadiendo palabras que lanzándolo como si fuera una piedra.
Lufa llenó a las niñas de conocimiento tanto teórico como práctico. Como aún eran pequeñas, llenas de vigor y curiosidad, fue fácil enseñarles.
–Pequeña cloro, acércate también –mencionó, llamándola con su otra mano.
El semblante de cachorro de Abigail se congeló y Lufa sintió algo de frío.
El chico comenzó a hablar.
–Ustedes ya deberían haberse dado cuenta, pero para crear un círculo mágico y realizar los hechizos se usan palabras antiguas.
Ambas niñas asintieron.
–También saben que cada palabra sirve para alterar el hechizo y obtener resultados diferente.
Lufa necesitaba dónde escribir, así que volteó hacia Abigail –Usa una bola de fuego y quita la nieve.
La niña configuró el hechizo con facilidad. Este salió desde su palma hacia el suelo, dejando un espacio de tierra negra y sin nieve.
Lufa usó de pizarra el piso carbonizado para dibujar el círculo mágico para hacer carámbanos.
–Este hechizo de carámbanos se compone de 3 símbolos principales: agua, congelar y afilado; en ese orden. La palabra al centro del círculo es agua, que es la base del hechizo y nunca cambia. Pero, ustedes pueden jugar con los demás elementos.
Lufa añadió un nuevo símbolo a la altura de los otros dos, formando un triángulo.
–Si añaden "lanzamiento", como aprendiste recientemente –Lufa miró a Abigail –el hechizo se lanza con fuerza y no necesitan hacerlo ustedes mismas.
Las niñas asintieron y Lufa comenzó a dibujar otro símbolo, formando un cuadrado.
–Si le añado el de rotación, entonces el carámbano girará –Lufa levantó un dedo –Tengan en cuenta que cuando hagan rotar un elemento sólido entonces penetrará mucho más y causará gran daño. Además, siempre el elemento va a girar en el modo más sencillo posible.
Tocando el hombro de su amiga, Lufa mencionó –Abi, configúralo igual que este.
Con un asentimiento, la niña formó el círculo basándose en el dibujo del suelo. Luego, apuntando a un roble congelado ella soltó su carámbano giratorio.
El proyectil hizo un sonido nítido con su avance. Al impactar con el árbol se hundió unos centímetros antes de explotar.
Los niños se acercaron y Abigail se sorprendió, pues anteriormente ella había usado ese hechizo muchas veces contra Lufa y todos explotaban al tocar los árboles.
Ahora notó que este carámbano ingresó, haciendo un pequeño agujero del tamaño de su dedo antes de estallar en pedazos.
Lufa continuó con su clase.
–Ya se dieron cuenta del potencial de saber los símbolos antiguos.
Ellas asintieron con vehemencia, con sus boquitas abiertas.
–Pero no solo pueden poner cualidades dentro, también pueden hacer lo que ustedes quieran. Pero para ello no solo necesitan saber escritura, sino también matemáticas.
El rostro de Abigail se contrajo.
Lufa la obligó a aprender números, pero no de la forma convencional de este mundo, sino de la forma en la que le enseñó su compañero rubio, en sus memorias.
El chico borró el dibujo con el pie para hacer otro. En este nuevo, había un pentágono inscrito dentro del círculo y cada vértice tenía un símbolo escrito.
–Esta nueva palabra significa "volumen" –mencionó, mientras escribía algo debajo del símbolo–. Ahora, a esta se le denomina función cónica, la cual dividiremos a la mitad.
Clorinde tuvo algunas clases de matemática con Lufa. Aprendió algunos conceptos básicos de conjuntos y operaciones, pero todavía no había tocado temas de ecuaciones y menos aún funciones.
"Por qué esos números tienen letras también", pensó confundida.
Por su parte, Abigail sabía que era una función, pero se perdió con el nivel avanzado de lo que siguió después.
–No se preocupen, es más sencillo de lo que creen. En unos años lo dominarán – con un ligero toque a la espalda de su amiga, añadió –. Tu turno.
Abigail mordió sus labios y comenzó a copiar el hechizo en su palma.
Le tomó 5 minutos formar uno similar al dibujado por Lufa.
Al insertarle mana, el círculo comenzó a integrar una figura de hielo del diámetro de dos puños, esta vez tomando la forma de un cono perfecto.
Las niñas dejaron caer sus mandíbulas por la hermosa figura que rotaba a gran velocidad.
–Suéltalo –mandó Lufa.
Apuntando hacia el mismo árbol, Abigail soltó su "carámbano".
El proyectil giratorio no explotó en esta ocasión. Solo quedó incrustado en el tronco, dejando un orificio con la forma cónica del pedazo de hielo.
Abigail corrió a tocarlo y se quedó estática con diversos pensamientos cruzando por su cabecita.
–Este fue solo un ejemplo de lo que se puede lograr manipulando con precisión el mana. Ustedes podrán lograrlo más adelante. Solo si estudian más, claro.
Una sonrisa de suficiencia curvó los labios de Lufa. El chico usó ese cebo para que las niñas se concentren mucho más en aprender, sin decirles que solo era necesario replicar el círculo.
–Por ahora solo tienen un trabajo, y es cambiar las palabras, probando nuevos métodos y fórmulas. Para ello necesitan ampliar su vocavulario de Silvarium antiguo.
Con un poco de renuencia, ambas chicas asintieron.
–Lo olvidaba –Lufa se fijó en Clorinde –. A partir de ahora tendrás que comenzar a conjurar los hechizos y practicar como Abigail.
Los ojos oscuros de la niña dudaron. Era difícil cambiar tan rápido su comportamiento temeroso, pero lo aceptó.
Así, Lufa le dejó encargos particulares a cada una.
Como ya se acercaba el mediodía, los niños decidieron parar hasta el día siguiente.
Claro que Lufa no las acompañaría de ahora en adelante en sus prácticas, pues dejó de lado su entrenamiento en el bosque matando bestias para ayudar a las chicas.
Ahora que ellas estarán ocupadas por buen tiempo, él reanudará su matanza.
En el bosque cubierto de blanco, tres figuras avanzaron a paso lento, mientras tintineaba el eco de sus risas.