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Chapter 43 - Memorias del asesino 3

Lezeras abrió la caja de madera y un hedor repugnante se extendió por todas partes. El viejo ni se inmutó.

–¿Este es mi regalo? –preguntó un hombre mayor con pinta de noble.

–¿Qué? ¿No estás contento?

Fullman, quien mantenía una mano en la mandíbula, subió sus delgados dedos hacia su nariz y la tapó. Con un gesto de disgusto, observó desde distintos ángulos hacia el chico semi muerto dentro de la caja y puso una mueca de desprecio.

–Hasta mis peores esclavos lucen mejor que este. No es que desconfíe de tus palabras, pero ¿qué de bueno tiene?

–Jaja. Fullman, Fullman. Déjame decirte que no esperaba que este chico pueda vivir hasta ahora, pero, si te lo doy, lo más probable es que mi deuda queda saldada.

Fullman giró la cabeza con consternación. Por el movimiento brusco, sus gafas circulares se deslizaron hasta la punta de su nariz, donde quedaron a punto de caer. Él no habló, tan solo esperó a que su viejo socio termine sus palabras.

–No me mires así –el viejo mostró sus dientes amarillos y picados –. Debes entender que vine desde el ducado de la bestia Allen.

Fullman acomodó su largo cabello negro y acomodó sus anteojos. Antes de instar a que continúe con un rostro aburrido.

–Son 6 meses de viaje.

–Lo sé –El hombre parecía impaciente.

–Jaja. Fullman, ese chico no salió de allí en 6 meses –el rostro del viejo se arrugó aún más.

Los ojos del mago se abrieron de asombro.

–¿Hablas en serio?

–Por supuesto. Jaja.

–Aún así…

–Eso no es todo.

Lezeras extendió las manos y sus garras de oscuridad cubrieron al chico con fuerza, haciendo que este sufriera espasmos por el dolor. Luego, de un simple movimiento, lo tiró hacia el suelo estrujando sus huesos y haciendo crujidos.

–En todo ese tiempo solo le di de comer 9 veces –su voz parecía feliz –. Me refiero solo a agua y pan duro.

–¿Qué? –Fullman replicó instantáneamente – Imposible, un humano no podría seguir vivo después de eso. Viejo, no trates de engañarme. –mencionó con un bufido.

–Jaja. No gano nada engañándote. Es la verdad. Pero, si no lo quieres entonces no me importaría llevarlo conmigo.

Al ver que el viejo planeaba meter a la caja a Lufa nuevamente el hombre lo detuvo.

–Espera. Está bien, Lezeras. Tú ganas. Dejaré que te aproveches de mi por esta vez, ya que tengo falta de humanos –parecía renuente.

–Jeje. Buena elección, no te arrepentirás.

A diferencia del mago viejo, Fullman no lucía feliz. Luego de lanzar un gran suspiro, gritó. –¡Prion!

De la mansión desgastada y maltrecha, salió un joven delgado y de piel cobriza que llevaba cadenas envueltas en sus manos y piernas. Estas cadenas oxidadas estaban manchadas de sangre por el roce con su piel aún con heridas, pero al esclavo no parecía importarle.

El chico se acercó rápidamente y se arrodilló ante los magos, sin atreverse a mirarlos. Su cuerpo temblaba ligeramente debido al pavor.

Fullman apuntó a Lufa que se encontraba tendido en el suelo sin moverse.

–Ponlo junto a los otros.

El esclavo se mantuvo con la cabeza baja y arrastró a Lufa, pues con su poca fuerza era obvio que no podría cargarlo. Con una mirada de reojo vio el estado de su cuerpo y puso una cara complicada ya que Lufa estaba al borde de la muerte.

El chico no sintió pena, sino envidia. Al menos con la muerte podría salvarse.

 –Bien, Lezeras. Con respecto a Caltus…

El rostro del anciano se contrajo con enojo.

El esclavo Prion arrastró a Lufa como si tratara con un saco lleno de basura. Incluso al bajar las escaleras crepitantes no tuvo compasión y solo lo arrojó.

Prion no podía desobedecer las órdenes de su amo debido a la magia de control mental, pero como aún conservaba algo de humanidad, siempre trataba de "ayudar" a los demás haciendo que perezcan de esta manera.

Al inicio, Fullman le dio la orden de "no matar" a los experimentos. Así que Prion no pudo desobedecerlo debido a las runas de sangre talladas en su piel. Pero, un día, cuando arrastraba a uno de ellos a su celda, accidentalmente golpeó la cabeza de este en un pedazo de hierro, matándolo al instante.

Prion, asustado, esperó el dolor insoportable de su marca, pero nunca llegó. Allí fue cuando se dio cuenta de que las órdenes no especificaban muchas cosas y podía usar esas lagunas para ayudar a los demás, terminando con sus sufrimientos.

Podría parecer cruel, pero fue su manera de ponerle fin a las vidas miserables que vivirían con aquel mago sin escrúpulos. Además, por el poco interés de Fullman con sus sujetos de prueba, nunca le importó si morían.

Lo que no esperó el esclavo fue que Lufa volviera a la vida con los golpes al rodar por las escaleras y gimió. Este se apresuró a bajar.

–¡Todavía estás vivo!

Lufa, quien recién abrió los ojos, dio un vistazo rápido antes de sorprenderse y recuperar los sentidos. Intentó soltar algunas palabras, pero por su boca seca solo pudo toser con debilidad.

Prion, al comprender su estado, corrió hacia un tanque lleno de agua turbia y sacó un balde de madera repleto de agua y lo empujó a Lufa.

Como los huesos y músculos del chico quedaron atrofiados por el espacio reducido de la caja donde vivió los últimos meses, a duras penas pudo moverse y necesitó la ayuda del esclavo para beber.

Luego de beber algunos bocados como si fuese un animal recién nacido, Lufa se separó, antes de preguntar –¿dónde estoy?

El esclavo puso una expresión de lástima antes de suspirar.

–Chico, acabas de llegar al infierno.

"¿Infierno?", se preguntó Lufa. "Infierno es el que viví estos últimos meses", abrió su boca, pero las palabras se quedaron atoradas por su debilidad.

–Chico, por favor, si no puedes soportar lo que venga solo ríndete –Prion lo tomó de los hombros –. Aquí la única salvación es la muerte.

Lufa no entendía.

En ese momento se escuchó el cierre de una puerta y Prion arrastró a Lufa velozmente.

Con el cuerpo sin fuerzas, Lufa solo se dejó llevar.

Las paredes tenían cáscaras de pintura cayendo por todas partes. El piso de madera estaba totalmente mugriento y lleno de grasa, con manchas rojas de sangre. En ese sitio oscuro, las únicas fuentes de luz fueron las piedras esmeraldas pegadas al techo que brillaban tenuemente, todas cubiertas de telarañas y suciedad.

Lufa se dio cuenta que cada habitación era peor que la anterior.

Luego de pasar por cinco cuartos, llegaron a un espacio extenso, más grande que todas las habitaciones juntas. Aquel lugar tenía muros de ladrillos ennegrecidos y el piso de piedra sin trabajar que se encontraba húmedo y además olía fatal.

Lufa se asustó al notar las decenas de jaulas de hierro oxidado. Claro, que eso no era lo terrorífico, sino los cientos de ojos que lo observaron con detenimiento.

–Todos son jóvenes –mencionó Prion. –. Al igual que ellos, no hagas ruido, porque será peor para ti.

No había más necesidad de palabras. Los niños y jóvenes de ese lugar se acurrucaban entre ellos, sin soltar ni un murmullo, la mayoría con miradas temerosas y otras sin vida.

Las personas de las jaulas estaban delgadas y tenían sus cuerpos plagados de heridas. Lufa notó que todos tenían una cosa en común: tatuajes sangrientos que subían por sus brazos. Por la orientación podía intuirse que venían desde sus pechos.

Prion llegó hasta el rincón más alejado de la habitación, abrió la puerta metálica de una celda y arrojó a Lufa dentro, que gimió de dolor por el golpe.

–No pienses en escapar –mencionó con seriedad –. A menos que quieras que nos golpeen a todos.

Sin soltar más palabras, el esclavo cerró la puerta sin asegurarla.

–Suerte –dio la vuelta y desapareció, haciendo eco entre las habitaciones nauseabundas.

A Lufa le dolía todo el cuerpo. Haciendo su máximo esfuerzo trató de moverse y se escuchó el traqueteo de sus huesos volviendo a su lugar original.

Poco a poco avanzó, casi gateando hacia la salida, antes de que una voz lo llamara desde atrás.

–Por favor, no salgas.

Al girar la cabeza, notó a cuatro niños abrazados en una esquina.

Quien le habló fue una niña de una edad parecida a la suya. Con la poca visibilidad pudo ver que sus manos estaban manchadas de su propia sangre oxidada por el tiempo, dándole un color oscuro.

–No salgas, por favor –repitió.

Lufa la observó por un tiempo y ella abrazó a los tres más pequeños con mayor intensidad.

–¿Por qué? –preguntó con débil voz.

Luego de esperar algún tiempo ella respondió.

–Si sales nos castigarán a todos –ella lucía aterrada –. Muchos morirán por tu culpa. Por favor, no salgas.

Por alguna extraña razón, Lufa desistió y solo quedó tirado allí.

–¿Cómo te llamas? –preguntó.

–Yo soy …Telmina –titubeó –. Es mejor no hacer amigos ni encariñarte con nadie.

–¿Por qué?

–¿Por qué? –subió la voz, antes de mirar a todos lados y murmurar –. Ninguno de nosotros va a sobrevivir. Es más fácil si no conoces a nadie.

Lufa comprendió.

–¿Y ellos? –preguntó, observando a los niños que se acurrucaron aún más en los brazos de la chica.

–Son mis hermanos –mencionó con mucha tristeza.

Los ojos de la joven parecían querer soltar lágrimas, pero Lufa comprendió que ya no le quedaban más, igual que a él.

Incluso con esta situación tan deprimente, Lufa nunca antes se sintió tan feliz de conversar con alguien como ahora.

Los últimos meses le hicieron cambiar de mentalidad, aunque ya era muy tarde para arrepentirse.