Chereads / Mork Orden / Chapter 33 - Lucha entre magos

Chapter 33 - Lucha entre magos

Las tres personas tenían distintos pensamientos escondidos.

–¡Tú! Eres el nuevo poblador –El viejo reconoció el rostro de Caltus.

El mago oscuro se levantó con pesar, cruzando miradas con Zigs.

–¿El bibliotecario? Crinar mencionó que estabas fuera –Caltus se percató del bastón –. Así que también eres un mago.

Golpeando su cayado contra el suelo, el viejo escupió –No me compares contigo, ¡inmundo amante de la sangre!

Lufa era testigo del cruce de palabras de ambos magos. De manera sutil, fue acomodando su cuerpo para esconderse al mínimo intento de pelea.

En sintonía, ambos actuaron.

–Laccua finem –Del bastón emergieron una decena de círculos celestes y brillantes. De ellos salieron pedazos de hielo del grosor de un puño volando a gran velocidad.

Caltus rebuscó algo entre sus prendas, sacando un libro de piel humana.

La abertura del grimorio escupió humo negro, formando un escudo que bloqueó los proyectiles de hielo.

–¡Sacerdote! –los ojos del viejo se abrieron, conmocionados.

Los grimorios y libros de magia funcionaban al igual que las varas y bastones; todos eran medios para facilitar e incrementar el uso del mana.

El rango de sacerdote, entre los magos oscuros, era uno importante y normalmente se encargaban de una zona específica. Ellos controlaban el mana a través de un grimorio, soltando hechizos sin encantamientos, equivalentes a un mago de quinto orden.

Las cejas del anciano se fruncieron.

Lufa, encubierto detrás de tronco chamuscado, apretó los dientes. Si Caltus hubiera usado el grimorio desde el principio, no tenía dudas que ya hubiera perecido.

"Si tan solo no expulsara oscuridad, fácilmente podría confundirlo con un sacerdote ortodoxo", pensó el niño.

Por su lado, el viejo ajustó el agarre de su báculo, sin perderse ningún movimiento de su contrincante.

La mano izquierda de Caltus sujetaba el libro oscuro, mientras su palma derecha estaba dirigida hacia el viejo.

El punto muerto no duró mucho.

En la palma de Caltus se fueron configurando círculos negros a una velocidad increíble.

El anciano actuó con rapidez al ver esto.

–Laccua plunem – Una veintena de círculos se apretujaron en el bastón, expulsando carámbanos de hielo.

Caltus lanzó tres bolas de fuego. Como si fueran peces en el agua, estas zigzaguearon en el aire, tragándose cada uno de los carámbanos y continuando su camino hacia el mago.

Cuando esas esferas ardientes llegaron, el anciano las golpeó con su vara, desapareciéndolas con pura fuerza bruta.

"Movimiento inteligente", pensó Lufa.

Lo que hizo el viejo no consumía mana, pero bloquearlo de ese modo era bastante arriesgado, pues uno debía conocer las capacidades de su bastón y el poder del enemigo para lograrlo sin que el arma explote.

Ambos se enfrascaron en una lucha intensa.

El fuego derritió las capas de hielo del anciano.

Bombas de agua explotaban cada tanto, pero eran tragadas por la oscuridad.

La mayor parte de los árboles desaparecieron por la colisión de los hechizos.

La bruma se esfumó en ese espacio circular. En el suelo se podían ver partes quemadas, otras cubiertas de hielo y algunas zonas mojadas.

Con el mínimo gasto de energía, ambos magos bloqueaban los hechizos y atacaban con otros.

En un principio, los hechizos de Caltus oprimieron de forma firme al anciano, logrando que este último solo pudiera defenderse.

Luego de un tiempo, se pudo notar que el desgaste de mana, debido a su cacería, le jugó en contra.

Los ataques del bibliotecario eran cada vez más feroces y astutos.

Las serpientes de agua lanzadas por el viejo se posicionaban antes de morder con crueldad.

Hubo un momento donde los torrentes de agua arremetieron contra Caltus por distintos ángulos. Él intentó correr para esquivarlos, pero un grillete de hielo se aferró a su tobillo izquierdo.

Caltus puso una mueca desagradable antes de ser expulsado por los aires.

Lufa fue testigo de la batalla mental del abuelo, silbando con sorpresa.

En toda su lucha, el viejo Zigs siempre vociferó sus hechizos, haciendo que Caltus bajara la guardia. En el momento más importante, manipuló el grillete de hielo sin ningún canto.

–¡Eres increíble viejo! –Caltus rugió con enojo, bloqueando la horda de carámbanos que le llegaban –Siendo un mero mago de sexto círculo tienes ventaja sobre mi. Tus canas no son de adorno.

Lufa observaba toda la batalla desde un lugar seguro.

Poco a poco la victoria se inclinaba hacia el lado del bibliotecario. Solo era cuestión de tiempo para que termine.

Más ataques sorpresa llegaron desde posiciones difíciles de ver. Caltus lidiaba con dificultad, solo defendiéndose.

Unos minutos después, los carámbanos impactaron en los músculos de Caltus, haciendo que este termine de rodillas.

–Agh.

Esta parte del bosque fue allanada.

El anciano sudaba profusamente. La pelea tampoco fue fácil para él.

–Viejo –mencionó Caltus. Su pecho bajaba y subía –. ¡Me rindo!

–Accua nem –murmuró el viejo, como si no hubiera escuchado.

Caltus levantó su mano, formando un débil escudo.

El pedazo de hielo rompió su protección, incrustándose en su brazo izquierdo y haciendo que el grimorio que sostenía cayera.

–¡Me rindo!

Su figura estaba cubierta de sangre, mostrando una expresión lamentable.

–No hay perdón para la gente de tu tipo –mencionó el mago, bajando su bastón.

El viejo por primera vez usó su mano para conjurar un hechizo, parecía que su odio contra los magos oscuros estaba muy arraigado dentro de sí. Tanto como para querer matarlo con sus propias manos.

–¡Espera! –Caltus gritó con desesperación. Las lágrimas brotaron de sus ojos –¡Mi familia! –mencionó con la voz desgarrada.

Como si se trataran de palabras milagrosas, Lufa observó que el viejo dudó por un instante, pareciendo recordar algo.

Lufa entendía lo que significaba titubear durante una pelea.

–Viejo, ¡No! –El niño extendió sus manos hacia él, como tratando de salvarlo.

Cuando Zigs comprendió su error ya era bastante tarde. La cercanía con el hechicero no le dio tiempo suficiente para conjurar un escudo.

Una bola de fuego cercenó su brazo derecho y una parte de su tórax.

Su bastón voló a la lejanía.

Con una mirada de incredulidad, el anciano notó sus partes faltantes y cayó de costado.

–Tantos años de experiencia para caer en un truco tan tonto –mencionó con debilidad, expulsando varias bocanadas de sangre.

–Tengo familia, anciano, no puedo morir aun –Caltus escupió con desdén, con las palmas aún apuntando al viejo bibliotecario.

Caltus, antes de continuar con su siguiente oración, notó que algo se acercaba a gran velocidad.

Él trató de configurar un hechizo de protección, pero la falta de mana se lo impidió.

Karma.

La piedra impactó en su cráneo, haciendo que cayera de espalda.

Lufa corrió con furia, llevando consigo una pesada piedra de gran tamaño con ambas manos.

Caltus intentó recomponerse, pero fue tumbado de nuevo por el cabezazo del niño.

Lufa se sentó sobre su estómago, elevó la piedra por encima de su cabeza y la empujó hacia abajo con fuerza.

La cabeza del cansado Caltus zumbaba por el anterior golpe. En ese estado intentó desviar con sus manos el siguiente entrante.

–¡Ahh! –gritó.

La roca fue desviada hacia su hombro, dislocándolo.

Con un semblante asesino, Lufa levanto nuevamente la roca.

–¡No! ¡Por favor! ¡Mi familia! –chilló.

–Idiota, eso no funciona conmigo –escupió, impulsando sus manos hacia abajo.

Golpe seco.

Caltus empujó, arañó y golpeó con la poca fuerza que le quedaba.

Golpe.

El chico solo soportó los contrataques. Lo único que le interesaba era acabar con la vida de su enemigo.

Los músculos de la parte superior de Caltus en este momento se encontraban hechos papilla por los constantes ataques, como si se tratara de una masa de carne triturada.

–¡Noooooo!

Luego de una decena de intentos, las manos de Caltus ya no pudieron soportar la arremetida y la piedra por fin golpeó su cabeza, rompiéndole la mandíbula.

Lufa, lleno de sangre, arañazos y moretones subió nuevamente la piedra.

El mago, tendido en el suelo, con el cuerpo irreconocible por la sangre y sus huesos rotos, no pudo defenderse más.

Intentaba soltar palabras, pero su boca no funcionaba correctamente.

–Al menos prometo cuidar a Clorinde –mencionó con decisión –. Así que muere.

Cuando estuvo a punto de darle el golpe de gracia, una mano le agarró la pierna.

–Niño –con dificultad habló Zigs –. Es-espera. No lo mates.

­Lufa se sorprendió. Él creyó que el viejo había pasado a mejor vida.

–V-ven. Tengo algo que decirte.

La bruma comenzó a asentarse por todo el lugar, envolviendo a las tres figuras.