Lufa corría como loco por el bosque.
Una bola de fuego impactó sobre un árbol, explotando con el toque.
Los órganos de Lufa se movieron por la onda de choque.
–Haaa. Haaa. –Tenía la respiración agitada. La brisa gélida enfriaba su sudor.
–Pirgo nem –La mano de Caltus se movió como si lanzara una piedra.
Lufa corrió hacia otra zona, buscando refugio.
La bola de fuego llegó al niño en menos de un par de segundos, chamuscando el roble cercano instantáneamente.
El impacto hizo tropezar al niño.
Con las palmas ensangrentadas por las reiteradas veces que cayó al suelo, Lufa se reincorporó con habilidad y continuó con su carrera entre los árboles.
Atrás de él, Caltus jadeaba soltando hechizos de manera constante.
Llevaban casi media hora de persecución.
La única forma de supervivencia de Lufa era el escape. Por ello, ni bien fue descubierto por su enemigo, salió velozmente como una flecha hacia el pueblo.
Caltus no era tonto, así que también corrió por la carretera hacia el mismo lugar.
Lanzando hechizos en sucesión, hizo que el niño tome muchos desvíos, dejándolo bastante atrás.
Antes de darse cuenta, Lufa se quedó quieto, pues el mago oscuro se encontraba bloqueando su camino. No le quedó otra que avanzar en dirección contraria.
Luego de una caza intensa y sin margen de escapatoria, Lufa cruzó el límite de protección del pueblo.
–Pirgo nem –escuchó bastante cerca.
Lufa corrió de forma aleatoria.
La onda otra vez impactó con su pequeño cuerpo, haciendo que ruede entre toda la nieve.
Algunas piedras volaron por la explosión, golpeando su espalda.
Soportando el dolor, Lufa usó los fragmentos de nieve y tierra que explotaron y bloquearon la visión de su perseguidor para esconderse mucho más adelante.
Sentado detrás de un tronco, aspiraba bocanadas grandes de aire como un loco, buscando recomponerse.
Aparte de la bruma, todo el bosque tenía una niebla gris que impedía la visión. Esta era tan oscura como el humo y se elevaba hasta la altura de las rodillas del niño.
Lufa giró su cabeza lo suficiente para que sus ojos divisen la ubicación de Caltus.
A unas decenas de metros, el hombre parecía indiferente, rotando el cuello para rastrear a su presa.
"Si sigo así terminaré cansándome antes que él y será mi fin".
Escarbando dentro de su cerebro, ideó un plan mediocre con las pocas cosas que poseía.
Quiso usar la misma táctica que el caballo, así que amarró la cuerda envuelta en su cintura en el árbol donde se encontraba.
Como todo el bosque estaba cubierto de niebla, al colocar la trampa al ras del suelo, esta quedó escondida de manera natural.
Arrastrándose como una serpiente, llegó al siguiente árbol y la ató fuertemente. Esta vez la soga estaba muy tensa.
"Necesitaré estas", los dedos enrojecidos de Lufa mancharon con sangre el par de piedras medianas que recogió.
Luego de descansar lo suficiente, se lanzó hacia la espesura del bosque.
Por el sonido, Lufa fue encontrado al instante.
–¡Pirgo nem! –Otra bola de fuego voló.
Con cada segundo que pasaba el mago incrementaba su enojo.
La oscuridad fue desapareciendo de manera gradual. Quedaba poco para la salida del sol.
El bosque alteró los sentidos de Lufa, haciendo que pierda de vista su propia trampa. Aunque tenía una imagen mental de cuánto había corrido y en qué direcciones, el bosque hizo que se extraviara.
La ansiedad hizo que su corazón latiera como un tambor.
No fue hasta mucho después que pudo, con suerte, encontrar la trampa plantada.
"Hora de actuar", la comisura de su boca se elevó.
–Pirgo nem.
La siguiente bola de fuego impactó bastante cerca de Lufa, pero fue porque él mismo así lo quiso.
Caltus observó como aquel cuerpo infantil fue lanzado por algunos metros.
–¡Agh! –Lufa gimió de dolor.
Se puso de pie y avanzó tambaleándose.
Subiendo las rodillas un poco más de lo normal, esquivó la cuerda tensada.
A los ojos de su perseguidor se vio como si sus piernas no pudieran resistir más.
Los dientes de Caltus chocaron entre sí. Sus labios se separaron haciendo una sonrisa retorcida.
El mago redujo la distancia, acelerando al máximo y formando una nueva bola de fuego entre sus dedos.
–Pirgo ne…
El mago fue engañado y su rostro besó la tierra.
Su hechizo se detuvo abruptamente a mitad de ser conjurado. Debido a ello, el mana de su cuerpo perdió foco, inhabilitando a Caltus hasta estabilizar nuevamente su flujo.
Lufa no perdió tiempo. Su mano derecha se deslizó hasta detrás de su cabeza y giró su torso hasta el límite antes de tirar la piedra con toda la potencia que pudo reunir.
El proyectil impactó de lleno en la cabeza del mago, aturdiéndolo.
Lufa hizo lo mismo con la otra piedra.
La siguiente roca no impactó debido al escudo oscuro que Caltus conjuró.
El mago se tocó el rostro al sentir algo caliente. La sangre chorreó desde su frente, cayendo hacia su ojo izquierdo.
Su mirada incrédula estuvo fija en su mano manchada.
–Jajaja –su risa burlona se transformó en una siniestra –Estás muerto –pronunció con rabia.
Lufa retrocedía a paso lento, manteniendo la vista sobre el mago enojado.
Caltus enlazó los dedos de ambas manos, como si estuviera rezando. Sobre ellas un círculo oscuro se fue formando.
–Pirgo
Lufa dio la vuelta.
–Mortu
Sus pies aceleraron, llevados al límite.
–Expartio.
Con la última palabra, Lufa supo que no pudo escapar, así que saltó al tronco más cercano.
El hechizo de Caltus explotó, tomándolo como centro. Una onda de fuego oscuro barrió los alrededores, quemando todo a su paso.
La ola carbonizó todos los árboles al instante, llevándose consigo una parte de la bruma.
Lufa se protegió manteniendo una forma fetal.
El hechizo lo lanzó por los aires, estrellándolo con el tronco más cercano.
–Blagh –El chico expulsó sangre por varios orificios de su cuerpo.
Intentó ponerse de pie más no pudo. Solo giró en el suelo para apagar su capa que se quemaba.
Caltus se acercó a paso lento.
Aferrándose a su vida y con el cuerpo adolorido, Lufa se arrastró por el suelo usando sus uñas.
"Mierda mierda, no puedo morir aquí"
Su mano temblorosa cogió un puñado de tierra y con el vigor que le quedaba lo lanzó hacia Caltus.
El mago oscuro no se inmutó. La tierra estaba dirigida a su rostro pálido, pero el escudo lo mantuvo a salvo de la suciedad.
La bruma se fue asentando de nuevo por los alrededores.
–Vamos. Haz algo más –Caltus lo levanto del cabello –. ¿No puedes? ¡Vamos!
Una patada en el estómago hizo que Lufa vomite sangre.
–Dije que si te atrapaba haría que desees estar muerto. ¿Lo sabes? Tu momento de castigo ha llegado.
Lufa no podía moverse, sus pulmones estaban en pésimas condiciones, dificultando su respiración.
–Sin respuesta eh –Caltus puso una mano sobre el pecho palpitante del niño –. Que te aspiren el mana y el alma es muy doloroso, ¿lo sabías?
Lufa apretó los dientes. Por las comisuras de su boca se escapaba la sangre fresca.
–Esa es una buena mirada –La expresión de Caltus mostraba locura –, veamos cuánto puedes aguantar.
Lufa sintió frío proveniente de la mano del mago.
–¿Eh? –Caltus frunció el ceño –¿Por qué no tienes nada de mana? Esto… es imposible.
El niño trató de zafarse moviendo su torso, pero no pudo.
Para su supervivencia estuvo a punto de arañar y morder, aun sabiendo que sería ineficaz.
En ese momento.
–Accua nem –se escuchó de algún lado.
Un proyectil de agua impactó en el brazo de Caltus, empujándolo por algunos metros y dejando a Lufa sobre el suelo.
La figura de un viejo canoso salió de la neblina. Portaba ropa andrajosa y un bastón de madera tallada de manera burda en sus manos.
Lentamente se acercó a Lufa.
–Viejo Zigs –escupió Lufa, casi ahogándose por la sangre.
–Tranquilo niño. Te sacaré de aquí –mencionó, con enojo, mientras levantaba su bastón por encima de su cabeza.