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Chapter 26 - Rastreador de maldiciones

–¿A–hi?

La niña hizo retroceder su mano.

Lufa lanzó un largo suspiro.

–Ya es la quinta vez –mencionó.

–Lo siento.

"Tu rostro no dice eso", pensó.

Los labios de Abigail temblaban. Si no controlaba su expresión fácilmente podía convertirse en una sonrisa de felicidad.

La situación ya se había repetido varias veces. En algún momento la niña olvidaba su labor y quedaba en trance.

Lufa trató de calmarla una vez más.

–Esta vez lo haré bien –Abigail levantó su puño, decidida.

Si no fuera por la urgencia, Lufa hubiera dejado de intentarlo.

–Mejor cierra los ojos –instó.

A la niña no le quedó más que aceptarlo.

El rostro endurecido de Lufa se relajó al verificar que Abigail parecía concentrada esta vez.

El niño sintió un ligero calor proveniente de la yema del dedo presionado sobre su lengua, pero solo eso. Su ceño se frunció.

En base a sus recuerdos, este debería ser el momento cuando percibiría el mana y podría controlarlo.

La expresión de Abigail era similar a la de su amigo.

Ella abrió los ojos y alejó sus dedos.

–¿Qué pasó? –preguntó Lufa.

–No puedo darte mana. No, sí puedo. Pero sale de tu cuerpo o… no sé.

La niña se llevó las manos a la cabeza, parecía confundida.

–Una vez más –dijo.

Sin esperar la respuesta de Lufa, ella le abrió la boca y puso dos dedos dentro.

Abigail parecía reflexionar.

Después de unos segundos, subió la otra mano, colocándola en el pecho de Lufa.

A este último le sorprendió, pues entendió lo que sucedía.

"Esta niña se convertirá en un monstruo", pensó. 

Ella colocó sus manos sobre uno de los puntos por donde ingresaba y salía el mana del cuerpo humano. Lo impresionante es que lo había entendido solo con la sensación.

Al final, sus párpados se levantaron y alejó sus manos. Su carita parecía contener mucha frustración.

–El mana se escapa –manifestó.

Lufa asintió. Parecía saber de qué se trataba y cómo solucionarlo, pero todos los detalles se pusieron borrosos en su memoria.

No le quedaba de otra más que olvidar la magia por el momento. Al menos para él.

–No te preocupes –mencionó –sabía que podía pasar esto.

La niña parecía reacia.

Ahora que se Lufa se encontraba indispuesto, solo le quedó cambiar sus planes. Y, lamentablemente, debía incluir a su amiga en ellos.

–Necesito que aprendas este hechizo –dijo, dibujando un círculo con carbón en el suelo.

Abigail no cuestionó y comenzó a memorizarlo.

–Este símbolo significa inclusión –señaló con su índice –, este otro significa cuerpo.

Lufa enumeró las 5 palabras que contenía el hechizo.

–Lo tengo –dijo ella, luego de algunos minutos.

–El hechizo que acabas de aprender es uno de uso corporal –comenzó sus clases. Puso sus manos atrás de su espalda.

–¿Corporal?

–Sí. Son hechizos que se pueden usar en el cuerpo para darte algunas habilidades –Lufa levantó su dedo a modo de advertencia –. No debes usarlo descuidadamente porque tu cuerpo no podrá soportarlo.

–Y… ¿qué hace?

–Este es una especie de rastreador de maldiciones –borró el círculo con el pie.

La niña se asustó. Repudiaba las historias de terror y todo lo relacionado.

–No lo uses luego –la miró con severidad –, esto es solo para ayudarme.

Abigail entendió que Lufa no quería decir más sobre eso. Así que solo asintió. 

–Te enseñaré mejores cosas –le acarició la cabeza –, pero por ahora te explicaré cómo funcionan los hechizos corporales.

–Sí –se puso seria.

–Forma el círculo en tu mano.

Abigail configuró durante un minuto el círculo en su palma.

–Ahora que lo tienes listo, empújalo a tu pecho.

La niña siguió los pasos al pie de la letra. Cuando el circuito hecho de mana tocó su pecho se disolvió.

Su ceño se frunció, creyendo que había fallado. Estaba a punto de preguntarle a Lufa cuando de repente su cuerpo sintió algo inusual.

Era difícil de explicarlo, como si pudiera percibir cosas de su alrededor sin la necesidad de su vista.

Lufa la miró con interés.

Abigail giraba la cabeza cada tanto para discernir si su nuevo sentido estaba en lo cierto.

–Recuerda que este hechizo es para buscar maldiciones –explicó –. Si lo sigues usando así tu mana se va a acabar en poco tiempo.

Efectivamente, la niña sintió que a su cuerpo le faltaba la tercera parte de su mana.

–El hechizo seguirá activo hasta que no te quede nada más.

Abigail abrió su boquita con agravio.

–Jaja. Puedes detenerlo manualmente. Solo pon mana en tus dedos y pásalo por tu pecho, como si estuvieras borrando el hechizo.

Luego de seguir el procedimiento, ella sintió que perdió el sentido extra que tenía, provocando también que dejara de absorber mana de su cuerpo.

Lufa pensaba en enseñarle algunas cosas más cuando de repente se escuchó el crujido de la madera proveniente del segundo piso.

Momentos después Clorinde llegó ante ellos pareciendo bastante ansiosa, pero se tranquilizó al aferrarse a su amiga.

Las horas pasaron.

Llegado el mediodía, Lufa subió con comida y ayudo a Miena nuevamente. Al terminar su plato, ella agradeció y sintiéndose cansada volvió a dormir.

El atardecer rojizo se oscurecía gradualmente.

Lufa acompañó a las niñas como de costumbre.

La casa de Clorinde se veía mejor que antes. La chimenea recién construida expulsaba humo blanco y la luz de las velas se escapaban por las rendijas de la ventana de madera.

Al tocar la puerta, salió Teodora. Llevaba ropa de lana tejida, por las uniones desiguales y el mal acabado, Lufa podía jurar que fue hecho por ella misma.

Clorinde cambió de dueño, separándose de Abigail y aferrándose a su madre.

Con algunas palabras de formalidad y buenos deseos, se despidieron de la niña y su madre.

Como si fuera natural, Abigail tomó la mano de Lufa y avanzó sin decir ninguna palabra.

Estando cerca de la casa de Abigail, notó que ella comenzó a estremecerse.

Lufa observó el rostro pálido de la niña. Su expresión era de terror.

–¿Abi? ¿Qué pasó? –preguntó.

–La-la maldición –tartamudeó.

–No me digas que… –se sorprendió.

La niña agarró del cuello a Lufa, agitándolo de forma frenética.

–¡Siento una maldición en mi casa! –aseguró, casi a punto de llorar.

Lufa se preguntó desde cuando tenía activado el hechizo.