El sonido del agua fluyendo se superponía al trino de las aves, esto debido la cercanía del riachuelo.
-Hay 2 formas de hacer una barrera. La primera, y más simple, es circular mana fuera de tu cuerpo, tal como sucede cuando está al máximo.
Abigail asintió vigorosamente.
-Claro que no la recomiendo porque tu mana se desgasta rápidamente. –Lufa caminaba de un lado a otro con las manos en la espalda, tal como lo haría un viejo maestro.
–La segunda manera, y la que te recomiendo, es formar un círculo mágico diminuto de barrera –levantó la cabeza y se dirigió a la niña –. El gasto de mana es mucho menor y te ayudará como práctica en la creación de círculos mágicos.
Abi asintió con mayor fuerza.
Luego, cogiendo una ramita del suelo, Lufa comenzó a dibujar dos círculos en el suelo, uno dentro de otro. Entre el espacio de estos círculos, escribió tres caracteres separados de silvarium arcaico.
–Estos tres símbolos significan resistencia, adaptabilidad y control –dijo, señalando uno por uno. –Tienes que recordarlos muy bien, pues los usarás más adelante.
Abigail volvió a asentir, esta vez con mayor seriedad.
–Ahora, intenta dibujar lo mismo en la palma de tu mano –Lufa acarició su cabeza –. Lo lograrás si controlas el mana dentro de tu cuerpo. No te apresures.
La pequeña parecía decidida a lograrlo. Con ello, comenzó a verter mana en su manito, al instante salió una niebla celeste que se movía, tratando de formar algo.
"A estas alturas ya no me sorprende", Lufa negó con resignación.
Sin darle más indicaciones, se alejó de la pequeña dirigido hacia el riachuelo.
El día estaba bastante soleado, pero no se sentía sofocante. El clima en el bosque de los Noctas era muy seco. Solo que ahora, al encontrarse rodeado de vegetación y cerca a una fuente de agua corriendo, todo su cuerpo se sentía satisfactoriamente fresco.
"Ahora bien, ¿cómo debería comenzar a entrenar?", se preguntó.
Lufa intentó recordar algunos métodos de entrenamiento que podrían servirle. Cuando de repente su mente se nubló y algunos recuerdos vívidos comenzaron a fluir.
Se encontraba en una habitación con poca luz, varias figuras a su alrededor, observándolo con detenimiento.
Sus rostros se veían borrosos.
-¡Nuevo compañero! Llevémonos bien de ahora en adelante – Una palma le golpeó el hombro con fuerza.
Lufa apretó los puños, podía sentir que desconfiaba de ellos.
–Como estaremos juntos tienes que mantener nuestro ritmo –Una joven lo miraba de arriba hacia abajo, moviéndose hacia distintos ángulos.
-¡Exacto! –aplaudió otra señorita –Pero, se ve muy demacrado. Parece que ni siquiera resistirá la caminata hasta el siguiente pueblo.
Lufa notó sus propias manos, parecían muy delgadas y llenas de cicatrices.
–Jaja –una risa confiada sonó desde atrás –Eso es fácil. Solo debe subir algunos niveles – comentó la gran figura con el puño levantado.
Ambas chicas se miraron con asombro, para al siguiente instante bajar la cabeza con resignación.
–¡Estúpido! –vociferó la más extrovertida –Él es un nativo. No tiene sistema.
–¿Eh? –El grandulón parecía no darse cuenta.
–Por eso es que tratar con cerebros de músculos es tan…
–P-p-ero parece t-tener una cantidad de mana decente –murmuró una tercera joven. Su presencia era tan baja que parecía salir de la nada.
–Incluso si puede lanzar ataques fuertes, de nada servirá cuando lo persigan y muera de modo lamentable –La segunda señorita lo miró con lástima.
Lufa se sintió incómodo, no podía soltar ninguna palabra.
-Entonces hagamos que se vuelva más fuerte –El musculoso volvió a levantar el puño.
Todos asintieron.
-Empecemos a trabajar su resistencia. Veamos como va la caminata hasta Serenfor.
La puerta se abrió de golpe y dos hombres ingresaron.
–Je. Acabo de escuchar su conversación –dijo uno de los tipos que acababa de ingresar. Tenía los brazos cruzados. –Sé exactamente qué tipo de entrenamiento le conviene.
Había una expectativa palpable en el aire por sus palabras.
–¡Ejem! Este chico… –hizo una pausa dramática –¡Debería hacer el entrenamiento de Saitama! –mencionó con seriedad.
Un silencio sepulcral se apoderó del lugar.
Las dos primeras jovencitas caminaron lentamente y levantaron sus bastones.
Comenzaron a golpearlo sin piedad.
-Maldito otaku, sé muy bien como eres ¿Por qué sigo dejándote hablar? –la extrovertida lo picaba con la parte inferior de su báculo.
-Me siento estúpida al tratarte con seriedad –La otra joven dirigía sus golpes a la cabeza.
–Esperen, esperen –chillaba en el suelo –. Alguien me pisó el estómago.
Un brazo cayó sobre los hombros de Lufa que miraba con la boca abierta el suceso, envolviéndolo ligeramente en su abrazo.
El gesto lo sorprendió.
De reojo pudo ver una cabellera dorada y unos rasgos hermosos. Aunque se veía nublado no se podía ocultar ese sentimiento. El joven le dio una sonrisa amigable.
–Comencemos a movernos al siguiente pueblo. Yo estaré encargado de mejorar su resistencia cada que paremos a descansar –mencionó –¿Aún tenemos pociones de mejoramiento físico? –preguntó casualmente. Su voz era agradable.
–T-tenemos dos c-cajas – respondió la tímida.
–Entonces usémoslas para ayudarlo a aclimatarse. ¿Qué dicen?
Se miraron entre ellos.
–¡¡Decidido!! –dijeron al unísono.
Lufa recuperó la conciencia.
Se encontraba sentado en el suelo y apoyado en un árbol. Su cabeza estaba escondida entre las rodillas, las cuales estaban levantadas.
Como despertado de un sueño, estiró completamente su cuerpo y dio un largo suspiro.
–Compañeros, eh.
Un sentimiento agrio llenó su pecho.
"Debería comenzar a ejercitarme, no tengo mucho tiempo".
Lufa comenzó a trotar, manteniendo su respiración constante.
"Aunque no quiero convertirme en un calvo".
Parecía estar bastante influenciado por una de las figuras en su memoria.
…
Cuando el sol se encontraba en lo más alto Abigail llegó corriendo a ver a Lufa.
Él se encontraba lavándose el sudor con agua del riachuelo. Sus músculos infantiles cansados y rígidos por el esfuerzo.
–Lufa. Lufa –Abigail recorrió todo el lugar con su palma levantada.
Lufa salió lentamente del riachuelo y sacudió su cuerpo como un animal mojado.
Algunas gotas salpicaron a su amiga. Ella, con pavor, dio la vuelta y ocultó su palma.
Al notar que no cambió nada. Soltó un suspiro de alivio.
Como recordando lo que vino a hacer, se acercó a Lufa y le mostró la palma con una sonrisa.
–Mira, mira. Lo logré. ¿Está bien? Debería estar bien, ¿verdad? –habló de manera rápida. Sus ojos parecían los de un cachorrito.
"Si tuviera cola, la estaría meneando de un lado a otro en este momento", Lufa sonrió.
–Déjame ver – puso un mano en su mentón. Luciendo nuevamente como un maestro estricto.
El círculo mágico era una copia exacta del dibujado por Lufa. El único problema es que parecía a punto de desvanecerse.
–Lo hiciste bien, Abi –asintió.
Su sonrisa floreció.
–Solo faltaría un poco más de control y rapidez, pero eso ya lo veremos mañana –le acarició la cabeza –Ya es tarde, vayamos a comer.
La niña asintió.
Lufa terminó de ponerse la ropa que estaba encima de una roca. Y caminó con Abigail al costado, ambos dirigidos al pueblo.