Después del shock, Lufa estaba casi completamente seguro que su madre era de origen noble, pues claramente tenía un apellido, lo cual es propio de casas con títulos nobiliarios y aquellos con antecedentes.
Ahora bien, debido a la mancha que tenían los 3 libros donde debería ir el apellido, parecía que portarlo no era algo grato para su madre, tal vez por problemas familiares. Esa era la teoría de Lufa.
–Hermana Miena, tú deberías de saber muchas cosas sobre mi madre, ¿Cierto? –preguntó con expectativa.
Los labios de Miena se tensaron y quedó en silencio por varios segundos, parecía estar pensando seriamente en si hablar sobre ello.
–Sería mejor que ella misma te lo cuente –suspiró y puso una expresión de culpa –Lo siento.
Lufa comprendía eso.
–No te preocupes, esperaré que ella me diga –asintió.
Las tres personas continuaron con su comida en silencio, cada uno de ellos con pensamientos diversos.
Con la mente en otro lado, Lufa no pudo saborear de modo adecuado aquel platillo de carne que Abigail felizmente comía.
"Necesito cambiar muchas cosas a futuro, pero no puedo hacerlo en este momento. Yo… necesito más fuerza. Pero ¿Cómo conseguí ser un archimago si no tengo nada de maná?"
Por más que Lufa trataba de recordar su crecimiento como mago no se le venía nada a la cabeza, por el contrario, sus conocimientos sobre la magia estaban bastante frescos, pero de nada le servían sin mana.
"¿Debería convertirme en caballero?" suspiró con resignación.
La fuerza lo es todo.
Existen dos tipos principales de camino en la búsqueda de poder bélico: quienes incursionaban en la magia con el fin de convertirse en magos; y quienes optaban por pulir sus habilidades físicas y sus cuerpos con el fin de convertirse en caballeros.
En este momento Lufa estaba pensando seriamente en adentrarse en el fortalecimiento corporal, pero se sentía renuente a hacerlo por todo el conocimiento que poseía sobre la magia.
"Sería un desperdicio con toda la experiencia que tengo en mi memoria, pero de qué me sirve si no puedo manipular el mana".
Después de terminar su comida, se despidió de Miena y salió con Abigail de vuelta a la "biblioteca", pero en realidad se dirigían a buscar lugares sin gente.
–Lufa, ¿en qué piensas? –preguntó Abigail con la cabeza ladeada. Siempre lo observaba y hoy parecía más distante.
Los ojos de Lufa se encontraban desenfocados, avanzando solo por inercia. Con esa voz suave recobró el sentido.
–Ah, Abi. ¿Decías algo?, lo siento, no te escuché.
–Te pregunté en qué piensas tanto –repitió.
Lufa notó el cambio de Abigail, anteriormente le hubiera gritado por cualquier pequeñez, pero ahora parecía más calmada.
–Oye Abi, entre ser un fuerte caballero y un gran mago, ¿Cuál eliges? -Le preguntó sin esperar obtener alguna respuesta.
Lufa estuvo pensándolo mucho y no quería cambiar a ser un caballero solo para dejar de lado la magia.
Con las manos cruzadas, Abigail pensaba seriamente lo que preguntó Lufa.
–¿No puedo ser ambos?
–¿Eh? –abrió los ojos en contemplación –¡Ambos! ¡Es factible!
Fue una solución simple, tan simple que pasó desapercibida.
Lufa había centrado casi la mitad de su vida anterior en la magia, por ello creyó que solo tenía esa opción, pero con la idea de Abigail abrió un nuevo camino.
Normalmente las personas podrían enfocarse en un solo camino por la falta de tiempo. Aunque hubo personas con pensamientos sobre aprender ambos, tanto magia como combate físico, lamentablemente al momento de la verdad les faltaba experiencia sustancial, lo cual provocaba un desastre al momento de pelear. Incluso hurgando en sus recuerdos, Lufa solo encontró 2 talentos que llegaron al pináculo tanto en magia como en combate cuerpo a cuerpo: Arthur y el emperador demonio.
Pero Lufa era distinto, no necesitaba seguir lo convencional gracias a sus memorias de archimago.
Una sonrisa se dibujó en su rostro.
–Eres un genio –dijo, acariciando la cabeza a Abigail.
La niña sin comprender sonrió con gusto por el gesto de cariño.
–Busquemos un lugar adecuado para practicar magia.
Abigail se emocionó, asintiendo con la cabeza siguió de cerca a Lufa.
Al ser pasado el mediodía, el sol aún estaba en lo más alto. Se podía ver a las familias fuera de sus casas tomando el sol, como si fueran gatos perezosos, mientras bromeaban entre ellos y vivían de manera despreocupada.
El viento soplaba suavemente, con un toque de frialdad, la cual, poco a poco irá aumentando hasta, después de unos meses, convertirse en un frío invierno.
El par de niños se dirigió hacia el sur, buscando un lugar cercano y fuera de la vista de la gente. Su mejor opción era algún lugar boscoso cerca del establo, pues podían usar la excusa de llevar comida a los caballos para sus planes ulteriores.
Los campos, que hasta hace unas semanas estaban vestidos de verde y dorado, ahora parecían sin vida y cubiertos de tierra. Además, como no había más por cosechar, la gente no iba a acercarse en buen tiempo.
–Lufa, ¿Qué es lo que haremos mañana? –Abigail miraba al suelo, dando pasos grandes y con las manos en la espalda.
–Mmmm… ¿Qué crees que se necesite para hacer fuego con magia?
La pequeña cruzó los brazos, apoyando su pequeño puño en su mentón. Sumida en sus pensamientos, para luego de unos instantes suspirar con desánimo.
–Haaa. No lo sé. ¿Tal vez un círculo mágico? Aprendí algunos en los libros que leímos -respondió con orgullo.
–jajaja. Tienes razón y a la vez no.
Lufa volvió a acariciarle el cabello. "Al parecer se volvió en un hábito".
–¿Eh?¿Entonces que más? –Abigail tenía el ceño fruncido tratando de hallar la respuesta por su cuenta.
–Veamos. Dime, Abi ¿Por qué no puedes tocar el fuego de la cocina?
–¡Pues me quemaría! –respondió sin dudarlo.
–¿Crees que el fuego hecho por mana es distinto? –respondió con otra pregunta.
–Sí, ¿o no? –Abigail parecía muy confundida.
–Jaja. Al final de cuentas, el fuego sigue siendo fuego. La magia es solo un método para crear cosas naturales de manera más fácil.
Abigail abrió los ojos en contemplación. –¿Entonces no me quemaría al crear fuego?
Lufa asintió.
–Es por ello que debes aprender primero a crear un escudo que te proteja de cualquier cosa, incluido al fuego.
–Pero en los libros no hablaba sobre eso –Abigail refunfuñó.
–Jaja eso es cierto –la miró de reojo, para luego continuar con una sonrisa imperceptible –Abi, los magos son personas muy arrogantes. Si no le genera alguna ganancia, ellos jamás lo enseñarán. Es por eso que solo los nobles pueden pagar los costos de su educación. Eso incluye enseñar las cosas más simples.
Al escuchar eso, Abigail parecía decepcionada y un poco enojada.
–No necesitas pensar en eso. Yo te enseñaré todo lo que quieras saber –Lufa le dio más palmaditas.
Abigail se sintió feliz, solo para fruncir el ceño nuevamente. –Si no está en los libros, entonces ¿Cómo es que lo sabes?
–Mira, ya llegamos al establo –Lufa cambió rápidamente de tema.
"Ups, debo tener cuidado con su inteligencia".
Abigail corrió y abrió el portón. Revisó galpón por galpón y, después de verificar que los animales tenían comida y agua suficiente, salió para encontrarse nuevamente con Lufa.
El par avanzó unos pasos más hacia el bosque. Se escuchó el agua golpeando las rocas, que se mezclaba con el silbido del viendo acariciando las ramas de los árboles.
Un riachuelo cruzaba por medio del bosque, este se extendía desde las montañas alejadas del sur y pasaban cerca de las plantaciones, incluso llegando a una decena de minutos del pueblo; claro, que, al quedar un poco alejado este, la gente prefería el pozo que quedaba al centro de la comunidad.
Abigail corrió hacia el riachuelo. En la orilla, sentada en una piedra, sacó sus botitas de cuero y saltó hacia el agua.
–Este lugar parece bueno –murmuró, mientras sonreía al ver a su pequeña amiga.
…
A la mañana siguiente, Abigail salió de su casa muy temprano con la excusa de ayudar a su padre, quien era el encargado de los establos, con la comida de los caballos.
–Tengo una hija tan buena –sollozaba Carlo.
–Sí, sí. Ahora ve a traerme agua –Kalissa le pasó un cuenco de madera.
Abigail corrió hacia la entrada sur del pueblo. Al llegar, notó que Lufa ya se encontraba sentado sobre una roca.
–¡Lufa! –saludó con sus manitas incluso antes de llegar.
–Hola Abi –respondió de manera agradable –Ten, Miena me dio un par de patatas –le pasó un trapo humeando.
Cuando Lufa salió de su habitación Miena se encontraba en la cocina de barro haciendo el desayuno. Al comentarle que saldría con Abigail a dar de comer a los caballos, ella felizmente le dio varias patatas calientes envueltas en un trapo.
El sol recién mostraba sus primeros rayos. La gente del campo era muy madrugadora.
–Gracias –respondió Abigail, mientras pasaba rápidamente el paquete de una mano a otra por lo caliente que se encontraba.
La niña parecía una ardilla comiendo con pequeños bocados la patata. Se divertía mucho al exhalar el vapor después de cada mordida.
–Abi. Como va tu entrenamiento para recoger mana –preguntó Lufa.
Ella hizo circular su mana, brillando con una luz celeste, demostrando que se encontraba llena.
–Cierto. ¡Lufa! ¿Por qué el mana se recarga cuando lo circulas por tu cuerpo? –Ella lo había estado pensando desde antes pero no encontró respuesta y siempre olvidaba preguntarle.
A Lufa le gustaba que Abigail le pregunte pues eso aceleraba su aprendizaje, "tiene el temperamento adecuado de un verdadero mago", asintió con satisfacción.
–En primer lugar, estoy seguro que leíste en los libros que existen partículas invisibles de mana a nuestro alrededor.
Ella asintió con la boca llena.
–Dentro del cuerpo humano también hay mana, pero este se encuentra esparcido –Lufa se detuvo, para coger una ramita del suelo y dibujó el cuerpo.
–Naturalmente absorbemos mana, pero, como se encuentra esparcido, ingresa de manera muy lenta –dibujó algunos círculos dentro y fuera del cuerpo.
–Entonces, al hacer circular el mana, hacemos que todo se reúna en un solo punto dentro nuestro, dejando lugares vacíos para que ingrese de fuera. Mientras más rápido lo haces circular, más mana ingresa y haces que ese punto crezca, hasta que se vuelva del tamaño del cuerpo. Al final, cuando ya no queda espacios, se asienta, provocando que tu cuerpo brille.
Al hacer movimientos serpenteantes con la varilla, Lufa recordó que sus compañeros invocados le contaron sobre un juego que consistía en una víbora que comía puntos hasta crecer por todo el recuadro.
Abigail comprendió rápidamente y se puso feliz al obtener respuestas.
Después de una corta caminata, llegaron al establo. Abigail repuso el heno para los caballos, mientras Lufa corrió al riachuelo con un par de cubetas para rellenar el agua de sus bebederos.
Culminando su trabajo, avanzaron hasta el riachuelo, lugar que sería donde practicarían de ahora en adelante.