Abigail absorbía como una esponja todo el conocimiento mágico impartido por Lufa, y ni hablar de la práctica, pues parecía haber nacido para ser maga.
Tanta era la diferencia con las personas comunes, que al cabo de un par de semanas ella podía controlar el mana dentro de su cuerpo de manera efectiva, dejando a Lufa totalmente anonadado.
–Más rápido, más rápido –murmuró con los ojos cerrados.
Segundos después, su pequeño cuerpo exudó una ligera luz celeste que la hizo brillar.
–Que aterrador talento –Lufa sudó frío.
Ese destello que salía de Abigail demostraba que su cuerpo no podía retener más mana. Su interior estaba completamente lleno.
–Abi, lo lograste- Lufa dijo con renuencia.
Los ojos color cielo de la niña brillaron. –¿En serio?
Abigail había practicado diariamente sin descanso.
–En serio –asintió Lufa –Ahora puedes aprender a lanzar fuego-
–¡SI! –La pequeña saltaba de felicidad.
–Jaja –rio forzadamente.
Al principio Lufa se encontraba un poco celoso por su talento, pero rápidamente cambió su manera de pensar. Ahora, estaba expectante de saber hasta dónde podría llegar su pequeña amiga. No solo se refería a la magia, sino también a lo intelectual, pues aprendió a leer muy rápido.
"Le tomó menos de tres semanas controlar el flujo y rellenar su mana, mientras yo… no siento ninguna pizca de mana dentro mio"
Suspiro.
–Dime dime, que debo hacer ahora. Ya aprendí el círculo de bola de fuego. ¿Ahora puedo usarlo? –Abigail jalaba el dobladillo de la ropa de Lufa. Parecía muy ansiosa.
–Mmm… bueno, debemos buscar otro lugar para practicar. Aquí podríamos destruir los libros –miró a Abigail fijamente –Además, tienes que aprender a leer un poco más, aún te faltan muchas palabras. Es necesario tener mucho conocimiento para ser un buen mago.
Ella comprendió al instante porque esas palabras tenían sentido.
Lufa y Abigail comenzaron nuevamente sus estudios para aprovechar el tiempo. Ya habían quedado que los días siguientes se alejarían a un lugar desolado para practicar magia.
Al mediodía ambos salieron para almorzar. Últimamente, su rutina diaria fue: desayunar, quedarse en la biblioteca, salir a almorzar, volver a la biblioteca y, cuando el día terminaba y la falta de luz les dificultaba leer, regresaban juntos a sus casas.
Miena no tenía quejas con las actividades recientes de Lufa, podría decirse que le gustaba más que pasara sus días en la biblioteca y no generara problemas como antes. Por otro lado, los padres de Abigail se sentían felices de que su hija aprendiese a leer, así que tampoco tuvieron problemas con ello.
Abigail caminaba codo a codo con Lufa, preguntándole algunas cosas que no entendía. Ambos se dirigían a la casa de Lufa, donde estaba Miena; allí comían los tres juntos.
–Otra vez juntándose con las niñas –dijo una voz infantil y despectiva.
Lufa detuvo sus pasos y volteó la cabeza hacia el grupo de niños que lo miraba con molestia.
Quien habló fue el "líder" de los niños, Puli. Lufa vagamente recordaba las malas interacciones que tuvo con él, terminando casi siempre en peleas donde los golpeaba a todos juntos.
–Puli eres muy odioso. ¿Qué tiene de malo que Lufa juegue conmigo? –exclamó una Abigail furiosa.
–Puaj. Cómo nosotros, hombres, podemos jugar con las niñas apestosas como tú –Después de soltar esas palabras se tapó la nariz y espantó a Abigail con la otra mano.
–Sí –Sí –Niña apestosa –Vete
"Como era de esperarse de sus secuaces. Ya hasta parecen bandidos." Lufa tenía muchas ganas de reir.
Lufa, Abigail, Puli y los demás eran, prácticamente, los únicos niños que tenían edades similares dentro del pueblo. Las personas que podrían acercarse a su edad eran los pequeños recién nacidos y algunos jóvenes de la edad de Miena.
Lufa sentía que esos niños eran lamentables. Él sabía que a esta edad los niños detestaban a las niñas, pero eso cambiaría dentro de unos años al llegar a la pubertad y tener sus hormonas alborotadas.
–Dentro de unos años te arrepentirás de llamar así a la pequeña Abi –comentó Lufa, negando con la cabeza.
–¿!Quien se va a arrepentir!? –vociferó enojado.
–Jaja ya entenderás con el tiempo.
Lufa sabía que Abigail era una niña muy bonita y dentro de unos años se convertiría en una belleza deslumbrante, tal vez al nivel de Miena. Cuando eso pase, los niños de seguro babearán por ella y la perseguirán para ganarse su favor.
"Pobre Puli, será quien tenga menos chances más adelante", Lufa sentía un poco de pena por ese mocoso.
Abigail parecía que quería saltar y golpear a Puli, pero Lufa la cogió de la mano y se la llevó.
–Vámonos. No les hagas caso.
Abigail se avergonzó por la acción "íntima" de Lufa, pero no dijo nada y lo siguió con una cara de felicidad.
–¡Cobarde! ¡Por qué huyes!
Lufa no se interesó por los gritos y continuó su camino de manera tranquila.
–De seguro te tiene miedo –mencionó uno de ellos.
–Hm. Tienes razón– Contestó Puli con satisfacción.
Las voces de los niños fueron desapareciendo debido a la distancia.
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–Hermana Miena, buenas tardes –Abigail empujó la puerta de madera e ingresó al hogar de Lufa.
Después de que Lufa empezara a llamar a Miena "hermana", Abigail lo imitó.
–Hola chicos –respondió ella radiante como siempre –Los esperaba para comer.
Lufa veía fijamente a Miena. A diferencia de su apariencia habitual, ahora llevaba gafas, sumándole un aire intelectual.
"En mi memoria no la recuerdo con gafas"
Había un par de libros gruesos apilados en la mesa. Ambos con forros de cuero y metal, claramente de gran calidad.
"Parece que comenzó a estudiar por cuenta propia", Lufa verificó los títulos "Matemáticas y Economía. Son libros avanzados para una joven como ella"
La normalidad para la gente de esa época era sobrevivir como sea, trabajando en cosas que les proporcionara dinero fácil. Era muy raro ver a personas estudiando, pues solo los nobles tuvieron una educación adecuada, así que le asombró ver a Miena con tales conocimientos.
En su vida anterior nunca se preocupó por esas cosas, ni siquiera sabía los orígenes de su madre o Miena, menos aún entender por qué llegaron al bosque de los Noctas. Ahora que regresó, tuvo mucha curiosidad sobre todo lo que le rodea.
"Sería descortés preguntarle directamente, esperaré un poco y le sacaré información lentamente".
Abigail le dio un codazo –No te quedes parado, lávate las manos.
–Ya voy. Ya voy.
Después meter las manos en un cuenco con agua y secarse con un trapo viejo, Lufa movió los libros de la meza a otro lado, Miena sirvió los platos repletos de comida y comieron tranquilamente.
–¿Que aprendieron hoy? –preguntó Miena.
Abigail se tensó instantáneamente.
–E-e-estuve aprendiendo algunas palabras. Sí. Nuevas palabras.
Lufa puso los ojos en blanco.
"Siendo tan mala para mentir cómo es que hasta ahora no dudaron de ella"
Miena asintió –¿Y tú? –Sus brillantes ojos se fijaron en Lufa.
–Muchas cosas bastante aburridas. Creo que mañana iré con Abi a jugar fuera.
–Mmmm. No se alejen demasiado –la preocupación acompañó sus palabras.
–Hermana Miena, parece que también estás estudiando. ¿Son libros de la biblioteca? –Lufa trató de sacar información.
–No. Tu madre me dejó estos libros, mira, son escritos por ella –dijo orgullosa.
Lufa dejó caer su cuchara.
–¿!Mi madre escribió esos libros!? –preguntó exaltado, levantándose de su asiento.
Una sonrisa juguetona se escapó de los labios de Miena.
–Por supuesto. Puede que no lo sepas, pero ella es bastante inteligente y escribió tres libros –Miena tenía tres dedos levantados.
Lufa no podía creerlo. Una cosa es conseguir educación, pues hasta los plebeyos afortunados podrían obtenerla, pero otra cosa muy diferente es llegar a escribir un libro, porque los requisitos iban más allá de tener grandes sumas de dinero y conexiones especiales para su publicación.
Por esa razón solo los académicos y algunos nobles adinerados con mucho tiempo libre llegaban a crear libros de tan buena calidad.
"¿Mi madre es de linaje noble?", Lufa estaba realmente sorprendido.
Bajó rápidamente de la silla y se abalanzó a los libros, abrió las primeras páginas de ambos, donde normalmente se encuentra la firma del autor.
Allí estaba escrito "Ludila", con escritura que Lufa conocía muy bien por las cartas que tenía guardadas.
Al costado de su nombre, donde se debería encontrar el apellido, una gran mancha de tinta lo tapaba. Trató de revisar esa parte a contraluz, pero solo vio el borrón.
–Jaja.
Lufa no esperaba eso.