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Chapter 3 - Miena

Miena no era muy buena para ocultar sus emociones, peor aún, al ser bastante empática, su carga emocional oscilaba demasiado; así que, al ver a Lufa llorando y sentir su tristeza profunda, ella también comenzó a llorar.

–Lo siento, lo siento… lo siento mucho –Lufa se disculpaba mientras se hundía en su abrazo.

Ella no comprendía la verdad detrás de esas palabras. Solo llegó a contestar de manera cariñosa, creyendo que se trataba sobre el berrinche de la noche anterior.

–Lo entiendo, tranquilo. Ya no llores –lo consoló con voz resquebrajada.

Lufa no parecía escucharla.

–Gracias, lo siento, muchas gracias por todo –sollozaba.

Sus pequeños brazos temblaron cubriendo la espalda de Miena, como si no quisiera soltarla por el miedo de perderla nuevamente.

Pasaron muchos minutos antes de que Lufa se calmara y decidiera separarse de ella. Al levantar la vista, se dio cuenta que unos hermosos ojos esmeralda ligeramente enrojecidos por el llanto lo miraban con cariño.

Miena era demasiado guapa, tenía rasgos bastante delicados y una personalidad muy agradable.

Al ver su rostro, Lufa se sintió aún más culpable, pues por su piel tierna y rostro juvenil se notó que la edad de Miena parecía rondar entre 16 o 17 años.

Siendo tan joven tuvo que cuidar a un niño problemático. Tal dedicación era encomiable.

–Nunca he visto llorar a ese mocoso antes –una señora mayor pronunció con evidente sorpresa. Ante esas palabras, las demás mujeres que también miraban el espectáculo rompieron el silencio y cotillearon.

Lufa se puso colorado una vez más. Apretó los dientes y maldijo en su cabeza. "¡Mierda!"

Nuevos recuerdos llegaron a su cabeza. En el tiempo que viajaba con Arthur fue reconocido continentalmente por su falta de pudor. En consecuencia, se ganó el título de "archimago sinvergüenza", pues podía hablar de miles de cosas que sonrojarían a cualquiera y lo diría sin inmutarse. Pero hoy, en un corto periodo de tiempo, perdió la cara un par de veces.

"¿Es porque estoy en un cuerpo infantil? ¿Es que acaso mis emociones fluctúan por eso?" Trató de mantener sus emociones estables y sonrió torpemente, "además, por qué demonios me llegan recuerdos inútiles".

–Está bien, no pasa nada –dijo Miena. Dejando de lado su obvia vergüenza reflejada en su rostro colorado para consolar a Lufa.

"Su talento como hermana mayor está en un nivel muy alto. ¿Por qué la llamaba tía?" se preguntaba mentalmente Lufa.

–Jejeje, así que también sabes llorar –agregó Abigail, mientras sonreía con suficiencia. –¡Desde hoy eres un bebé llorón!, jejeje.

Lufa volteó los ojos. Nunca fue bueno tratando con niños…olvidando que en este momento también era uno.

Para cambiar el ambiente Miena aplaudió.

–Muy bien, ¡es hora de trabajar! Quédense a un lado mientras terminamos de cocinar –expresó.

Como si no hubiera pasado nada, Miena se acercó a las señoras que lavaban y cortaban las verduras puestas sobre una mesa grande de madera con la intención de hacer lo mismo.

–Te ayudaré –Abigail movió sus manitos. Arremangó las mangas largas de su vestido café y siguiendo el ejemplo de Miena, cogió las hojas verdes sobre la mesa y las metió al agua.

Lufa también quería ayudar, pero se quedó quieto al notar las decenas de ojos que lo observaban con cautela.

Antes, cuando caminaba hacia el pueblo, tuvo algo de tiempo para pensar en su situación actual.

Con respecto a este retorno, parecía que volvió al pasado cuando era aún niño. También pensó que podría ser una especie de efecto desconocido, pero, como poseía poca información, se decantó hacia la regresión.

Como se encontraba de vuelta, lo mejor que podía hacer era seguir la corriente.

Él era consciente de su mala reputación, por ello necesitaba de manera urgente hacer algo para que los demás dejaran de mirarlo como si fuese un delincuente.

El primer paso para vivir tranquilamente era mejorar su fama. Con su mente rápida encontró una solución factible para sus problemas futuros, aspiró y exhaló una gran bocanada de aire, preparándose para hacer lo que mejor sabía: actuar.

Lufa se llenó de coraje, estiró sus músculos faciales haciendo muecas rápidas a modo de calentamiento, luego se palmeó el rostro para darse ánimos.

En solo un instante cambió su aura a la de un niño trágico.

–¡Hermana Miena! –expresó con voz elevada para que todos escuchen. –¡Hay algo que debo decirte!

Sus labios temblaban, como si tuviera miedo de exponer sus pecados.

–¿Eh? –Miena abrió los ojos al máximo por ser llamada hermana. Su mandíbula cayó con fuerza.

Normalmente Lufa la llamaba "tía" y en ocasiones en las que tenía buen humor era llamada por su nombre. Por el contrario, cuando se sentía enojado la llamaba "fea. 

Lufa esperaba una reacción, pero no una tan exagerada. Sonrió irónicamente antes de continuar con su discurso.

–Siempre estoy molestándote… Ayer, después de escaparme y dormir en el establo soñé que todos se iban lejos y no volvían –Lufa se miró las manos temblorosas.

–Me quedé solo y nadie quería ayudarme. Pasaron muchos años dentro del sueño y en todo ese tiempo nadie me apoyó, pues me conocían como un idiota problemático –Las lágrimas se llenaron en sus ojos queriendo desbordarse.

–Fue entonces cuando me di cuenta de que fui un mal niño con todos ustedes. ¡Lo siento mucho! ¡No quiero que eso pase! –Los ojos de Lufa no pudieron contener más sus lágrimas y se derramaron, acompañadas con una cara de tristeza brutal, incluso el arrepentimiento se filtraba de su actuación.

Lufa dio un discurso por un par de minutos más donde contaba, entre lágrimas, lo triste que se sentía y juraba no cometer actos malévolos a partir de ese momento.

Como acto final se puso de rodillas y golpeó el suelo con frustración.

–¡Ohhhhh! –gimieron algunas chicas con pesar.

–¡Ay! –expresaron otras con tristeza.

"Creo que estuvo bien", divagó Lufa en su mente.

Las mujeres que veían todo el drama cayeron completamente ante la actuación de Lufa.

Como criaturas emocionales, las damas, eran bastante sensibles ante situaciones dramáticas, aún más si contenían lágrimas o eran historias tristes, y Lufa conocía muy bien las técnicas disuasorias para dar lástima o impulsar el instinto maternal.

Las señoras más experimentadas se taparon la boca, con lágrimas contenidas que buscaban filtrarse de sus ojos.

Miena, quien era más sensible, lloró a mares. Al escuchar las disculpas "sinceras" de Lufa, incluso comenzó a moquear, envolviéndolo en su abrazo.

–¡Ay!, lo entiendo lo entiendo, sabía que algún día ibas a recapacitar, siempre tuve fe en ti –sollozaba.

Lufa se sintió culpable, pero rápidamente se recompuso, pues las palabras que soltó no eran del todo mentiras.

Sí, quería enmendar sus errores, así que esta actuación fue necesaria para disipar las sospechas del cambio extremo que sufriría a continuación.

Lufa consoló a Miena por unos minutos.

Cuando ella se calmó, limpió sus mocos y regresó su habitual sonrisa, aún con los ojos rojos.

–Tu madre también cree en ti –comentó Miena. –Ella me dijo que tú crecerías de manera maravillosa. Ahora sé que estaba en lo correcto.

Lufa sintió remordimiento ante esa afirmación. Él más que nadie supo que se convertiría en un inútil si seguía los mismos pasos de su vida pasada.

"No tiene caso pensar en estas cosas". Luego soltó unas palmaditas en la espalda de Miena. –Déjame ayudarte –le dijo.

Miena asintió con gusto.

Abigail tenía los ojos hinchados. Parecía que la escena anterior fue bastante efectiva contra ella.

–No sabía que eso te pasó. ¡Discúlpame por gritarte! – se limpió la nariz con un pañuelo.

–Está bien –contestó Lufa mientras le daba golpecitos en la cabeza y miraba a todos lados, buscando algún trabajo que lo sacara de ese lugar y le diera tiempo para recopilar información.

Al ver el suelo ennegrecido por el derramamiento de agua y la gran cantidad de vegetales que aún no se lavaban, sonrió.

¡Eso!

–Hermana Miena, iré a traer agua del pozo, vuelvo enseguida –Lufa comentó mientras cogía un par de baldes de madera y con paso ligero se alejó.

–¡Lufa! –gritó ella. –Sé que estás triste por la carta de tu madre, pero debes comprenderla y saber que tiene cosas por hacer. Ella volverá más pronto de lo que crees.

Lufa se detuvo en seco al escucharla. Sus ojos se expandieron en asombro.

Ahora entendía en qué tiempo exacto se encontraba, así como también el porqué de su berrinche con Miena la noche anterior y lo que iba a suceder después.

–No puedo creer que acabo de regresar al inicio de mis tragedias –murmuró. 

–Jajaja –Lufa miró a Miena con felicidad, enseñando sus dientes blancos.

–¡Lo entiendo! –le respondió, expectante y maquinando los cambios que haría.