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Chapter 6 - Problemas en el fortín

Miena dejó de lado la festividad y avanzó con paso rápido. Por la falta de luz su visibilidad decayó, pero igual continuó hacia delante, observando a todos lados y buscando a Lufa.

–Lufa, sinceramente espero que lo de esta mañana no haya sido solo una actuación –murmuró con voz resquebrajada.

Miena esperaba realmente el cambio de Lufa o, al menos, que no generara tantos problemas.

A lo lejos vislumbró, entre la oscuridad y los árboles, la figura de un niño; al verlo aceleró su paso.

Miena quería saber qué tenía en mente Lufa, así que se pegó a los troncos para esconderse y lo observó detenidamente.

Si Lufa quería hacer alguna travesura ella lo detendría y regañaría, pero en ese momento quería creer en él.

La figura del niño estuvo estática durante unos segundos, después de un momento de apreciación se movió entre las sombras y subió ágilmente por un árbol; las ramas de este llegaban muy cerca de la gran campana, así que trepó con gran facilidad, se balanceó y de un salto ingresó a la edificación por ese lado.

Miena no tuvo tiempo de pensar, solo vio a Lufa moverse como una pantera entre las ramas del árbol y con gran rapidez desapareció por la parte superior del fuerte.

–¡Niño malo! -dijo ella con molestia.

La poca fe que tenía se esfumó, claramente aquel tipo estaba a punto de hacer algo negativo, si no fuese así, él no tenía que entrar como un ladrón.

Se apresuró a buscarlo, pero, como no podía subir por los árboles al igual que Lufa solo le quedó ingresar por la puerta.

Miena salió corriendo, con miedo de que Lufa haga algo excesivo. Así, ella ingresó por el portón abierto, sin percatarse de que no se encontraba el guardián del fortín, tampoco supo que dos pares de ojos la miraban con frialdad desde la oscuridad.

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Lufa avanzó ágilmente entre las sombras, moviéndose casi al ras del suelo y sin hacer mucho ruido. Luego de llegar a las escaleras, bajó peldaño por peldaño con extrema precaución.

Se detuvo en seco al escuchar algunas voces, incluso dejando de respirar.

–Esta vez son demasiados costales, ¿En serio tenemos que quemarlos todos? –preguntó con cansancio un hombre que tenía pinta de bandido.

–¡No hagas preguntas estúpidas!, solo concéntrate en quemar todo lo que puedas que para eso nos pagan –respondió el otro que tenía el rostro tapado con harapos.

Lufa se escondió entre los escalones mientras observaba de reojo lo que hacía ese dúo.

Ambos portaban antorchas que acercaron a los costales de trigo, buscando quemarlos para provocar un incendio.

"El fortín tiene muchos cuartos, parece que se dividieron en tres grupos para incendiar cada sala", pensó Lufa después de escuchar más voces en otros 2 lugares distintos. "Debería apresurarme y alertar a los pobladores, estos tipos demorarán un tiempo en avivar el fuego, eso me dará tiempo para avisarles".

Ahora que Lufa tenía pruebas, solo debía regresar con la gente del pueblo y capturarlos.

–¡Ahhhh! ¡Quienes son ustedes y por qué están quemando los sacos!

Un grito agudo hizo eco en el fortín.

–No puede ser –murmuró Lufa.

Los bandidos que monitoreaba Lufa dejaron sus acciones y corrieron hacia el lugar del ruido.

Lufa sabía muy bien a quien pertenecía esa voz, quería creer que se trataba de sus oídos jugándole una mala pasada, pero sus temores se hicieron realidad cuando la voz nuevamente gritó.

–¡Suéltenme! ¡ustedes!, que creen que hacen.

–¡Mierda!, ¡es Miena! –el cuerpo de Lufa tembló.

"Mis planes" pensó, "que debería hacer ahora".

Se oyó otro grito, seguido de golpes.

–¡Cállate mujer!

–¿Deberíamos matarla? –preguntó otra voz, seguida del sonido de la fricción de una daga al ser desenvainada.

Lufa apretó los puños y sus ojos se mostraron fríos.

–No hay necesidad –ingresó uno de los tipos que estaba cuidando fuera. –Ella vino sola, no hay nadie más.

Tras forcejeos, amarraron a Miena de brazos y piernas, tapándole también la boca.

–¡Continúen trabajando!, podemos dejarla aquí y los pobladores pensarán que fue ella la culpable –ordenó el mismo tipo.

–Jejeje –Se escucharon risas más relajadas.

-Dejen de reir, idiotas. Si ella vino, tal vez lo hagan otros, no tenemos mucho tiempo.

Los secuaces se separaron con prisa.

Lufa comenzó a darse golpecitos en la frente con el puño, siempre hacía lo mismo cada vez que pensaba profundamente.

Con sus planes frustrados, dio un suspiro, apretó los dientes y procedió a adaptarse a la situación.

"Tan solo me queda esta opción"

Así, subió los escalones rápidamente y corrió hacia la gran campana.

Estando bajo la gran pieza de metal, cogió la cuerda que salía por debajo con ambas manos y, con toda la fuerza que pudo reunir, la movió de lado a lado.

DING DING DING

El fuerte sonido hizo eco en todo el bosque.

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Allá, en el pueblo, La festividad estaba en su apogeo.

Los pobladores reían entre ellos. Las parejas formadas recientemente danzaban alrededor de la fogata con algarabía, por otro lado, mucha gente comía y bebía con sonrisas dibujadas en sus rostros.

Madre e hija se encontraban sentadas comiendo brochetas de jabalí.

Kalissa miraba de reojo a su hija, recordando su comportamiento anterior. Como madre sabía muy bien lo que pensaba su pequeña.

–Abigail, ¿te gusta ese mocoso? –preguntó con el ceño fruncido –Sabes que si no cambia, nunca lo pasaré ¿Cierto?

–Mamá, no es…

DING DING DING

Ambas voltearon la mirada hacia la dirección del sonido.

El redoble de la campana ahogó los demás ruidos.

–¡La campana! –¡Algo debe estar pasando! –la gente vociferó con alerta.

Todos se miraron con consternación.

Solo algunos recordaron los alimentos que se encontraban desprotegidos en aquel lugar.

–¡Tudor, Rafa y los cazadores corran al fortín!, ¡Los demás que tienen casas cercanas tomen las armas y vengan conmigo! –ordenó el líder del pueblo instantáneamente. –¡Mujeres y niños se quedan en sus casas!

Los hombres musculosos salieron de su estupor y partieron con la orden.

Los demás pobladores corrieron hacia sus viviendas, luego, armados, corrieron al fortín dándole un final abrupto a la fiesta.

La madre e hija recordaron al chico problemático que desapareció. Ambas se miraron y sin necesidad de mayor contemplación. –Lufa ¡Lufa! –dijeron al unísono.

Levantándose con prisa se unieron al tumulto.

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Después de unas campanadas, Lufa dejó la cuerda y saltó hacia las ramas del viejo roble, bajando por el mismo lugar que anteriormente subió.

Desde adentro se escuchó un grito.

–¡Aggh!, vayan ustedes dos a atrapar a ese m-maldito- dijo el líder de los bandidos, señalando a dos de sus secuaces.

Con dagas en las manos, el par subió los escalones de piedra con prisa.

-¡T-t-todos los demás traten de quemar este lugar!, aún tenemos un poco de tiempo antes de que lleguen –vociferó con molestia y miedo creciente.

El grupo se dividió rápidamente para cumplir con lo encomendado.

Tras decenas de segundos, los tipos llegaron a la parte superior del fortín y no encontraron rastro alguno del infiltrado, quisieron buscar un poco más antes de bajar cuando escucharon otro grito.

–¡Maldito niño fuiste tú!

Ambos bandidos aceleraron de vuelta.

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Lufa, saltó desde una de las ramas del árbol, corrió rápidamente hacia el fortín de manera sigilosa para buscar a Miena, sin importarle su propia seguridad.

Ingresó fácilmente por los corredores, dando una mirada rápida por las habitaciones e ignorando a los tipos que quemaban los sacos.

Cuando pasó por la tercera habitación vio una figura masiva con una antorcha en mano, jalando los oscuros cabellos de Miena que era arrastrada por el piso.

Los puños de Lufa se apretaron y aceleró al encuentro del cerdo que se encontraba agachado.

De un salto, levantó la pierna y, con toda la fuerza que pudo reunir, le dio una patada en la sien.

El gordo rodó por el suelo, aullando de dolor.

Este bandido, tras levantar su adolorida cabeza vio a un niño arrodillado ante la mujer, tratando de librarla de sus ataduras.

Su rostro se puso desagradable, con tanta furia que se tornó rojo, notándose sus venas.

–¡Maldito niño fuiste tú! –escupió mientras se ponía de pie.

La cuerda estaba amarrada con mucha fuerza así que Lufa no pudo desatarla.

"Maldita sea"

Lufa tenía el ceño fruncido y los dientes apretados. Al escuchar la voz del cerdo también se levantó, parándose frente a Miena, decidido a protegerla.

Como actuó impulsivamente al saber que Miena estaba en peligro no ideó ningún plan; ahora que se calmó, solo tenía la mentalidad de hacer tiempo hasta que los pobladores lleguen.

Miena gemía en el suelo, retorciéndose. Las lágrimas en sus ojos cayeron como ríos al ver a Lufa protegiéndola.

–Todo va a estar bien –trató de calmarla con una sonrisa.

–!T-te voy a matar! -el gordo amenazó, enojado.

Lufa dio un vistazo rápido al lugar.

La habitación parecía ser el comedor del fortín, pues había mesas, sillas y utensilios para alimentarse. Por pura suerte, todos estos elementos estaban a un paso de Lufa. En cambio, el cerdo rodó hacia la esquina vacía del lugar.

El gordo, que se encontraba a un par de metros, avanzó lentamente con odio.

Lufa no dudó. Cogió una taza de hierro y la lanzó su dirección.

Con sus manos grasosas se cubrió la cabeza y la taza golpeó sus muñecas.

–!Ay! –aulló con dolor.

La figura obesa bajó sus manos por reflejo, solo para ver un plato volando hacia su rostro.

-!Ahhgg!

Le llegó de lleno en la boca.

–¡Malhdditah seah! –rugió, agachándose mientras le llovían utensilios.

Una decena de platos y copas lo golpearon de manera constante.

"Mierda", dijo a sus adentros Lufa. Se quedó sin municiones, en ese momento se escucharon pasos muy cerca de la habitación.

Solo le quedó suspirar y prepararse para lo peor.