–¡T-todos quietos si no quieren ver morir a estos dos!
El recaudador dejó las mentiras de lado y se acercó a los rehenes para protegerse. Su terror era palpable. Grandes gotas de sudor caían por su cuerpo, parecía una vela derritiéndose.
–Jaja. Ya veo. Así que esta es la verdad –Crinar estaba furioso. -Piensa bien en lo que estás haciendo –rugió.
–Atrás. No den un paso más – Porcus sintió que la gente avanzaba producto de su miedo, sentía que en cualquier momento se abalanzarían sobre él.
–Porcus. Todos estos años estuve soportando tus atropellos. No creas que esta vez te dejaré libre. –amenazó Crinar –Déjalos libres y no morirás. Tienes cinco segundos.
El gordo sintió que la sangre se le helaba, en esa situación no tenía salida. Solo debía apostar. Así que cogió la daga de su subordinado y la acercó al cuello de Lufa.
–Uno –comenzó el conteo de Crinar sin ceder.
Porcus ajustó el agarre de la daga con las manos temblorosas.
–Dos –continuó con una voz más helada.
Los subordinados del gordo estaban retrocediendo, listos para escapar, incluso si eso significaba dejar atrás a su jefe.
–Tres.
Porcus estaba muy tenso. "Piensa, piensa. ¿Debería matar a este mocoso y correr?"
Antes de que Crinar siga con el conteo, más una docena de flechas aceleraron hacia los bandidos.
Sin tiempo para reaccionar, las flechas se insertaron en las extremidades de Porcus y su subordinados.
Los Noctas eran cazadores con experiencia, sus flechas incluso podrían acertar a una mosca a esta distancia tan pequeña.
Lufa y Miena cayeron al frío piso.
En ese instante, los pobladores musculosos se abalanzaron con máxima velocidad para salvarlos.
El intento de los bandidos de recuperar a sus rehenes fue frustrado por los golpes certeros en sus extremidades.
–Ahhh –gritó Porcus, por las heridas y el torrente de golpes que le caía.
–¡No los maten! –instruyó Crinar.
Los pobladores enfurecidos se mordieron los labios con fuerza. Sabían que el castigo debería ser más severo, así que no debían matarlos.
Pero eso no les impedía golpearlos.
–Se salvaron por el momento –un poblador pisó la cabeza de un bandido tratando de reprimir su ira.
Patadas y puños no discriminaron a ninguno. A todos los dejaron con múltiples hematomas por todo el cuerpo.
Crinar no impidió tal muestra de brutalidad
–Ahora que se desquitaron, algunos corran a traer agua para apagar el fuego y los más fuertes vayan a sacar el trigo.
Con eso recordaron el problema principal y desaparecieron con prisa.
Tudor llegó ante Miena y cortó las cuerdas que la apresaban.
Cuando ella se soltó, lo primero que hizo fue lanzarse hacia Lufa. Con sus manos temblorosas lo abrazó, al ver que su rostro hinchado y su falta de movimiento se puso a llorar aún más, disculpándose.
Kalissa y Abigail se acercaron.
Abigail no era diferente de Miena –Waaaaaaa, Lufa –sollozaba, acicalándole el cabello castaño.
–Rafa, revísalo –instruyó Crinar.
Como único médico del pueblo, Rafa revisó cuidadosamente su pulso y buscó los posibles daños.
–Solo se desmayó por el golpe, no hay peligro para su vida –aseguró.
–Miena ¿Qué pasó? –pregunto Kalissa.
Miena levanto la vista, al saber que Lufa estaba bien y escuchando las palabras de Kalissa ella remembró todo lo ocurrido, sus ojos llorosos recorrieron a todos los presentes, y cuando se posó en el bandido que los había golpeado, el resentimiento se apoderó de su ser.
De un salto corrió hacia el tipo y comenzó a golpearlo y arañarlo.
La gente del pueblo se quedó en shock al verla así. Miena era el epítome de tolerancia y nunca se había enfadado.
"Debe estar muy molesta" pensó Kalissa, "a este paso lo va a matar", suspiró.
–¿Eh? ¡lo va a matar! –repitió con un tono asustado.
La gente, con la boca muy abierta, corrió para detenerla, pero Miena no estaba dispuesta a dejarlo ir.
–Espera, no lo golpees más –pidió Tudor, levantándola de la cintura.
No pudo detenerla.
Increíblemente, Miena pudo sacar una fuerza descomunal con su delgado cuerpo para seguir embistiendo al hombre que botaba espuma por la boca.
Tomó varios minutos calmarla. Tras ello, Crinar le pidió que informe lo ocurrido.
Miena brindó una explicación detallada de lo sucedido, pero tuvieron que alejarla del lugar, pues cada vez que el bandido entraba en su visión, ella volvía a lanzarse para golpearlo.
–Jefe, ¿deberíamos regresar? –preguntó el subordinado de Tudor.
Con una sonrisa irónica, Crinar asintió –Tudor, deja a un grupo para que se encarguen de limpiar el desastre –luego, posando su mirada en los hombres golpeados, hizo una mueca desagradable –y que algunos arrastren a estos desechos de vuelta al pueblo.
Su festividad casi terminó en tragedia.
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Lufa despertó.
Lo primero que sintió al recuperar la conciencia fue dolor, mucho dolor en su rostro.
–!Aghgg!
Su mejilla estaba tan hinchada que podía verla por el rabillo del ojo izquierdo.
–Fuuuu fuuuu –respiraba pesadamente para soportar la agonía.
Lentamente trató de sentarse.
"Así que estoy en casa"
Cuatro paredes de barro lo rodeaban. Una simple cama de madera con una mesita al costado, y al fondo un cofre de roble donde se guardaba la ropa.
"Que imagen tan melancólica".
Mientras Lufa admiraba la simpleza de su habitación, Abigail ingresó empujando la cortina que servía como división.
En sus manos traía un cuenco de madera con frutas dentro. Sus pies se detuvieron al ver a su amigo sentado en la cama.
–Lufa –dijo con voz baja mientras sus ojos se enrojecían.
–Hola Abi –Lufa no pudo evitar poner una mueca de dolor.
–¡Tíaaaa!
La voz de Abigail hizo eco en la pequeña casa.
–Abi, espera, no grites –trató de calmarla.
Se escucharon pasos apresurados acercándose.
–¿!Qué pasó!? –Miena gritaba incluso antes de llegar a la habitación.
Ella ingresó a grandes zancadas con una cara envuelta en preocupación.
–¡Lufa! –se acercó y lo tomó de la mano. –¿Cómo te sientes? –estaba a punto de estallar en lágrimas.
–Me siento mejor. Solo me duele un poco –Lufa trató de mantener una mirada serena para no preocuparla, pero por dentro estaba sufriendo y quería quejarse.
–Lo siento –dijo Miena.
Desde días atrás la culpabilidad le carcomía el alma. No pudo dormir las últimas noches porque los recuerdos de ese día la atormentaban. Ver la cabeza de Lufa rebotando en el piso fue una imagen que nunca olvidaría en su vida.
Hip Hip.
Abigail sollozaba.
–Jeje Esto no es nada, tengo la piel gruesa –forzó una sonrisa. Tensar sus músculos faciales le provocó más dolor y apretó los dientes.
Sus palabras no lograron calmar al par, por el contrario, hicieron que gotas cristalinas surcaran sus mejillas.
–¿Cuánto tiempo llevaba dormido? –intentó cambiar el estado de ánimo.
–Tres días –contesto Abigail –Creí que ya no despertarías. Wuuuuuu.
"!Tres días! Que cuerpo tan débil." Rápidamente revisó su cuerpo y no sentía más dolor aparte del rostro, solo un poco de fiebre. "Si no tengo más heridas entonces esos tipos no lograron su cometido"
–Hermana Miena, ¿qué pasó con esos tipos?
Miena levantó la cabeza gacha y sus ojos se tiñeron de resentimiento.
Un escalofrío subió por la espalda de Lufa.
–La gente los capturó ese día… –relató lo ocurrido.
Después de un tiempo, Lufa entendió la situación.
–Ya veo. Entonces ¿Qué harán con ellos? –Lufa esperaba que su castigo no sea leve. SI fuera posible, el mismo quería vengarse.
–¡Ah! –Miena se sobresaltó –El jefe me dijo que lo llamara cuando despiertes.
–Yo voy –Sin esperar más instrucciones, Abigail salió volando.