Los pobladores comenzaron a congregarse en la plazuela. Allí, en medio de toda la gente, se encontraba ardiendo un montículo de leña cuidadosamente apilada.
A pesar de que oscureció bastante rápido todo el lugar estaba completamente iluminado por el fogón que se elevaba un par de metros.
El humor festivo impregnaba el lugar. Todos conversaban alegremente.
Tal algarabía era de esperarse pues en este pueblo no tenían distracciones, solo les quedaba esperar a las fechas de grandes eventos, tales como esta.
En el centro, junto al fuego, varios hombres asaban la carne de distintos animales; a diferencia del mediodía, para esta noche, habría un increíble festín.
–¡Lufa! –Se escuchó una voz preciosa proveniente de atrás.
Al voltear, Lufa se encontró con 3 bellas mujeres: Miena, Abigail y la madre de Abigail. Se quedó pasmado mientras las apreciaba minuciosamente.
Miena exudaba encanto juvenil. La fusión de su maquillaje ligero, cabello sedoso oscuro y el hermoso rostro ovalado que la caracterizaba, bien podría hacer que poseyera el título a la mujer más bella de la noche. Incluso en su vida anterior encontró pocas señoritas que podrían acercarse a ese nivel de belleza. Que tan idiota fue Lufa para llamarla fea.
Abigail ya era una niña bastante linda por naturaleza y al ser vestida adecuadamente por su madre y Miena, le añadió una cantidad extra de dulzura. Lufa estaba seguro de que cualquiera que la viera tendría ganas de abrazarla y estrujar sus cachetes regordetes.
Por otro lado, Kalissa, la madre de Abigail…
"Tch. ¡Maldito suertudo!" pensó Lufa, recordando al padre de Abigail.
Kalissa era la viva imagen de la sensualidad, tenía todo en su lugar, aunque no poseía un rostro tan hermoso como el de su hija, todo lo demás lo compensaba con creces.
"Como se esperaba de una mujer madura", asintió. "Hermanita Abi, tengo grandes expectativas para tu futuro…"
–¡Se ven muy hermosas! –comentó Lufa mostrando su perfecta dentadura.
Abigail se sonrojó rápidamente, escondiéndose detrás de su madre.
Lufa abrió ligeramente los ojos, algo se sentía raro, en sus recuerdos ella jamás actuó de esa manera.
–¡Gracias! –expresó Miena, más radiante que de costumbre.
–Niño, ¿Aprendiste a hablar correctamente? –Kalisa tenía una ceja levantada, observándolo de modo extraño. Ella escuchó sobre las disculpas de Lufa por la boca de su hija, pero aún se sentía aprensiva.
A Lufa solo le quedó sonreír con pesar.
–¡Vamos! –Kalissa tomó la mano de su hija y se acercaron al fuego. Los otros dos siguieron sus pasos.
Diez minutos después comenzaron a sonar los tambores acompañados de las flautas y otros instrumentos propios de la zona.
El ambiente se animó aún más.
Quien comenzó con el baile fue un chico delgado. Él se acercó a una joven que parecía ser su interés amoroso, extendió su palma derecha y dio una reverencia mientras soltaba algunas palabras que no se oyeron por la música, a lo que la chica asintió tomando su mano.
Con esa acción, caminaron de la mano y comenzaron a danzar al son de la música.
Más y más parejas se unieron a la diversión, en tan solo un momento todo el lugar se encontraba envuelto con el calor de la festividad.
Kalissa se llevó a Miena, claramente buscando bailar, no sin antes darle una mirada severa a Lufa, indicándole con los ojos que vaya por su hija. Por lo que solo le quedó asentir ante la silenciosa amenaza.
Abigail sintió la mirada de Lufa y tensó su cuerpo.
Siguiendo los pasos del primer tipo, Lufa extendió su mano y de manera elegante preguntó –Hermosa señorita, ¿Bailamos?
Abigail no pronunció ninguna palabra, con sus dedos temblorosos tocó la mano de Lufa en señal de aceptación. Cuando lo hizo, sus labios se estremecieron y su rostro se sobrecalentó.
Lufa se quedó con la boca abierta al notar el comportamiento de Abigail.
"Hermanita, aún estás pequeña para estas cosas", sonrió irónicamente.
"Haaaaa… al parecer debo cuidarte mucho y enseñarte algo de sentido común para que no te engañen tan fácilmente", Lufa hizo una nota mental que debía recordar.
Dejando de lado esos pensamientos se dispuso a disfrutar la festividad por un momento bailando con su pequeña amiga.
Al principio, Abigail tuvo problemas para mantener el ritmo. Estaba tan preocupada por hacerlo bien que falló estrepitosamente, al instante siguiente su mente quedó en blanco y se frustró tanto que casi se pone a llorar.
Lufa se dio cuenta de la situación, así que levantó la mano de Abigail y con un movimiento rápido la hizo girar.
Con el brusco movimiento, ella se mareó y estuvo a punto de caer, pero Lufa la abrazó.
–Abi, no sé cómo bailar, no quiero pasar vergüenza solo –le susurró al oído.
A decir verdad, Lufa tenía experiencia en el baile, hasta podría considerarse semi profesional, pero en este momento necesitaba decir esas palabras para ayudar a su amiga.
Abigail se quedó estupefacta al ver el rostro apenado de Lufa, luego comenzó a reírse a carcajadas. Toda su frustración desapareció en ese momento. Con su asentimiento comenzaron a moverse extrañamente, intentando bailar como podían.
Ambos disfrutaron mucho ese tiempo anormal.
Así, sin darse cuenta, pasó una hora.
Lufa y Abigail fueron a sentarse, agotados después de moverse por todo el lugar.
Abigail tenía una brillante sonrisa en el rostro. Se sentía bastante feliz en este momento, su corazón palpitaba con locura, sin entender que no solo era producto del cansancio.
Kalissa y Miena regresaron casi al mismo tiempo, gotas de sudor recorrían por sus cuerpos, parecían bastante entusiasmadas. Al llegar con los niños, se dejaron caer en los asientos improvisados, lanzando grandes suspiros.
–Buen trabajo chico –susurró Kalissa, acercándose a Lufa. Ella había visto lo que pasó con su hija.
–Es mi placer –respondió Lufa, con una reverencia.
–Jajajaja –Kalissa no pudo evitar reírse. –¿Te golpeaste la cabeza y cambiaste?, siento que me caes mejor.
–A decir verdad… Me dieron un cubetazo por la mañana –respondió con burla dirigida a Abigail.
La niña mencionada, que se encontraba escuchando la conversación, se puso colorada.
–¡No fue a propósito! –se excusó.
–Jajajaja, buen trabajo hija mía. Parece que tienes talento para cambiar a la gente con golpes. ¡Deberías intentarlo con tu padre! –alentó Kalissa con serias expectativas.
Lufa no supo que decir, Abigail tampoco.
…
–¡Lufa vamos a bailar! –insistió Miena.
Había varios chicos rondando cerca de ella, eran notorias las ganas que tenían de pedirle un baile.
Él quería aceptar su propuesta, pero sabía que ya era hora de salir a cumplir con su misión, así que declinó, explicándole que bailaría con ella después de ir al baño.
Miena asintió a regañadientes. –Te estaré esperando. –Ella fingió no darse cuenta de sus pretendientes y volteó el rostro sin darles una mirada.
Lufa giró y con pasos ligeros se alejó del bullicio.
Miena se dio cuenta de la fría mirada que puso antes de irse. Sus ojos lo siguieron hasta verlo desaparecer por el camino contrario a los baños.
Sintiendo un presentimiento negativo, habló con Kalissa antes de salir corriendo hacia al lugar donde desapareció el niño.
Por su parte, Lufa caminó rápidamente hacia la entrada del pueblo. Las calles estaban en completa oscuridad.
"Tal y como esperaba, no se ve a ningún poblador".
Siguió caminando por el sendero hasta perder de vista el pueblo, luego de algunos cientos de metros se topó con un fuerte construido con grandes rocas rectangulares.
El lugar era tan grande que necesitarían al menos 20 casas del pueblo juntas para igualar a esta "fortaleza".
La edificación no contaba con mucha iluminación, tan solo había 2 antorchas que mitigaban levemente la oscuridad en el único portón del lugar. Tampoco tenía muchas ventanas, solo contaba con aberturas necesarias que funcionaban como tragaluces donde podrías meter una cabeza, no más.
Al acercarse de manera sigilosa entre los árboles, coincidentemente, Lufa observó varias sombras que se movían a gran velocidad en la oscuridad y se lanzaron sobre el pobre hombre que resguardaba el fortín.
Bastaron un par de golpes bruscos para dejar inconsciente al tipo. Rápidamente lo amordazaron y amarraron.
"Realmente desafortunado", suspiró Lufa, recordando las palabras de Tudor.
En total contó a ocho bandidos, ellos se dividieron rápidamente en dos grupos: dos personas se quedaron cuidando la entrada desde las sombras mientras los otros seis ingresaban al fuerte arrastrando al hombre.
Lufa buscó con la mirada algún lugar por donde ingresar.
El elemento más vistoso del fortín fue la gigantesca campana de bronce en lo más alto del fuerte. Esta era usada como método de llamada a la población en caso de peligros. Por su grado de oxidación se podría deducir que no fue usada desde hace años y mucho menos mantenida adecuadamente.
Los grandes árboles rodeaban al fortín, en especial un gran roble que extendía sus ramas por todas partes, llegando una de ellas a un metro de la campana, como intentando tocarla.
"¡Por allí!"
Teniendo en cuenta a los tipos que se escondían entre las sombras, Lufa saltó ágilmente al árbol y se movió de manera precisa, observándolos con cautela para no ser descubierto.
Una vez más le sorprendió el físico que tenía.
Sin perder el tiempo corrió por la gruesa rama y de un salto ingresó por la parte superior del fortín. Al no ver movimientos por parte de los tipos entre los árboles Lufa suspiró de alivio, luego, avanzó para verificar la situación por dentro.
Tan solo un minuto después una joven mujer ingresó a grandes zancadas por la entrada principal con el rostro envuelto en molestia.