El cielo estaba cubierto de nubes grises que parecían aplastar el horizonte, y una lluvia persistente caía sin cesar. Las gotas heladas resbalaban por el rostro de un chico rubio de ojos azules, mezclándose con el sudor que perlaba su frente. Naruto Uzumaki estaba de pie frente a un tronco desgastado, golpeándolo con una intensidad casi frenética. Cada impacto resonaba en el campo vacío, mientras sus pies marcaban el suelo embarrado con patrones irregulares.
Sus puños, envueltos en vendas empapadas, se movían con rapidez. Naruto trataba de mantener su kata, tal y como Kaito-sensei le había enseñado, pero podía sentir cómo sus movimientos empezaban a volverse erráticos. Su cuerpo ardía, cada músculo pidiendo tregua. Las pesas en sus muñecas y tobillos parecían haberse vuelto más pesadas bajo el peso del agua acumulada, pero no iba a detenerse. No podía permitirse el lujo de rendirse.
"Si no logro el jutsu de clonación, al menos debo ganar la pelea de taijutsu", pensaba, repitiéndose esas palabras como un mantra. Kaito-sensei había sido claro: si quería graduarse de la academia, debía superar al menos uno de esos dos obstáculos. Uno. Solo uno. Pero incluso eso parecía un sueño distante.
Mientras continuaba su entrenamiento, Naruto intentaba realizar un ejercicio que Kaito había diseñado específicamente para él. Cuatro hojas estaban pegadas a su cuerpo, una en cada hombro y una en cada muslo, sostenidas únicamente por el flujo constante de chakra. La tarea era simple en teoría: mantener el control del chakra mientras realizaba sus katas. Sin embargo, la práctica era otra historia. La concentración requerida era abrumadora, especialmente cuando sus movimientos eran tan intensos. Cada vez que su mente titubeaba, las hojas temblaban, y una de ellas caía, arrastrada por la lluvia.
"Concéntrate, maldición", se dijo a sí mismo mientras recuperaba la hoja del barro y la colocaba de nuevo en su lugar. Su respiración era errática, y su pecho subía y bajaba rápidamente. "No tengo tiempo para errores. Si fallo ahora, todo este esfuerzo no habrá servido para nada."
Los recuerdos de sus derrotas pasadas se arremolinaban en su mente como un eco cruel. Daiki burlándose de él en su último combate, Mizuki mirándolo con desdén durante el examen de los jutsus, y las risas sofocadas de sus compañeros cada vez que intentaba y fallaba el jutsu de clonación. Pero más que eso, recordaba las palabras de Iruka y Kaito: "Lo importante no es cuántas veces caigas, sino cuántas veces te levantes."
Con un grito de frustración, Naruto se lanzó nuevamente al ataque. Sus puños golpearon el tronco con fuerza renovada, aunque su cuerpo protestaba. "Voy a hacerlo. No importa lo difícil que sea. Voy a graduarme, y nadie podrá detenerme."
La lluvia continuaba cayendo, implacable, mientras Naruto luchaba contra sus propios límites, empapado pero imperturbable. La llama de su determinación seguía ardiendo, incluso bajo el aguacero.
No muy lejos de allí, Kakashi Hatake regresaba de una misión de rango A. Aunque era considerado uno de los Erito Jounin de Konoha, incluso para él las misiones de ese nivel podían ser agotadoras. El esfuerzo no solo era físico, sino también mental. Sin embargo, lo que realmente drenaba su energía era la fecha que se acercaba. El recuerdo de su equipo y de su maestro siempre pesaba más en esta época del año.
Mientras caminaba por el bosque hacia la aldea, algo llamó su atención. El sonido de golpes rápidos y constantes, acompañados por la lluvia, resonó en la distancia. Curioso, Kakashi cambió de rumbo y se acercó silenciosamente a uno de los campos de entrenamiento.
Desde las sombras de los árboles, observó a un chico rubio entrenando bajo el aguacero. Su postura no era perfecta, y sus movimientos eran forzados, pero había algo en su determinación que le resultaba familiar. Al enfocar su vista, Kakashi reconoció al instante de quién se trataba.
"Naruto Uzumaki..." pensó, cruzándose de brazos mientras permanecía oculto entre las sombras. Había evitado cualquier interacción directa con el hijo de su maestro. Las órdenes del Hokage habían sido claras: mantener la distancia por el bien de Naruto. El chico ya tenía suficiente con su parecido con Minato y podía levantar preguntas peligrosas.
Pero ahora, observándolo entrenar con tanta devoción, Kakashi sintió una punzada de culpa. "Eres tan parecido a él... Pero también eres diferente," reflexionó.
No se podía acercar a él, solo lo pondría en más peligros. No podía permitir que la única conexión con su maestro estuviera en peligro. Quería tomarlo bajo su custodia y entrenarlo, pero lo mejor para él era mantener su distancia.
Se quedó ahí, en silencio, viéndolo fallar una y otra vez, pero levantarse cada vez con más fuerza. Cuando finalmente Naruto cayó de rodillas, completamente exhausto pero con los puños cerrados en señal de resistencia, Kakashi dio un paso atrás.
"Aún no es el momento," pensó, ajustándose la banda en el ojo. "Te veré pronto, Naruto. Pero antes, asegúrate de que cuando llegue ese día, estés listo para enfrentarte al mundo."
Con esas palabras resonando en su mente, Kakashi se dio la vuelta y desapareció entre los árboles, dejando al chico seguir enfrentando la lluvia, su más implacable testigo.