Hiruzen Sarutobi se recostó en su silla, dejando que el humo de su pipa formara espirales etéreas que se desvanecían en el aire cargado de su oficina. Las últimas semanas habían sido un torbellino de problemas y tensiones, y ni siquiera su experiencia como Hokage podía aliviar el agotamiento que sentía. Estos días, la carga de trabajo había sobrepasado los límites habituales.
El incidente con el pergamino prohibido había sido el colmo. Itama Mokuzai había logrado sustraerlo de las instalaciones de seguridad de la aldea y, por más de una hora, evitó ser capturado por un contingente completo de chūnin y jōnin. Aunque al final Iruka Umino lo encontró y aseguró tanto al chico como el pergamino, el episodio dejó a Hiruzen reflexionando.
"Definitivamente tiene talento," pensó, tamborileando con los dedos sobre el escritorio. "Pero su personalidad es un problema. Ese nivel de habilidad podría ser un activo para ANBU, pero carece de la estabilidad emocional necesaria."
Sin embargo, el tema no terminaba ahí. Mizuki, uno de los profesores asistentes en la academia, había traicionado a Konoha. Había intentado manipular a Itama para robar el pergamino y entregarlo a Orochimaru. Aunque Mizuki había sido eliminado durante el enfrentamiento, su traición planteaba preguntas alarmantes. Su cuerpo ahora estaba en manos del clan Yamanaka, que examinaba sus recuerdos en busca de pistas sobre cómo había logrado eludir los estrictos protocolos de seguridad de la aldea.
Hiruzen suspiró profundamente. La infiltración de alguien como Mizuki en la academia, especialmente como profesor de un curso que incluía herederos de clanes principales y ninjas prometedores, era un error que no podía repetirse.
"El consejo no va a estar satisfecho," pensó. "Tendré que reexaminar cada estudiante y ninja con el que Mizuki tuvo contacto, y reconsiderar la asignación de Iruka. Aunque hizo un excelente trabajo protegiendo a Itama, debería haber detectado antes las intenciones de su colega."
Se inclinó hacia adelante, revisando la lista de formaciones preliminares de los equipos genin. Entre los nombres destacados, su mirada se detuvo en un rubio que le trajo recuerdos de un día particularmente oscuro: el nacimiento de Naruto Uzumaki. Su éxito al aprobar la academia había sido inesperado, casi milagroso. Por un momento, Hiruzen reflexionó sobre las complicaciones que había traído proteger su identidad.
"No pude ayudarlo directamente, pero al menos logramos desarrollar una historia convincente para mantenerlo seguro," pensó. Naruto incluso llevaba su cabello en un estilo corto, una medida deliberada que ayudaba a disimular su parecido con Minato Namikaze, su padre biológico. Este detalle, aunque sutil, era crucial para mantener la ilusión. "Si alguien sospechara, todo nuestro esfuerzo por protegerlo podría venirse abajo."
Por esa misma razón, Hiruzen había tomado la decisión de no asignar a Naruto al equipo de Kakashi Hatake, a menos que existiera una justificación clara basada en rendimiento. Naruto había sido uno de los peores estudiantes de la academia hasta el último momento, y no podía darse el lujo de levantar sospechas.
Sus pensamientos se interrumpieron cuando una figura conocida entró en su oficina. Kakashi Hatake, con su característica actitud tranquila y el rostro parcialmente cubierto, se detuvo frente al escritorio. Sin embargo, había algo diferente en él. Su postura era más tensa de lo habitual, y sus ojos revelaban un dejo de molestia contenida.
Hiruzen levantó una ceja y levantó una mano, haciendo una señal para que los ANBU abandonaran la habitación. Una vez que la oficina quedó sellada con un fūinjutsu aislante, habló:
—Parece que algo te preocupa, Kakashi. Adelante, ¿qué sucede?
Kakashi no perdió el tiempo en rodeos.
—Hokage-sama, quiero saber por qué Naruto Uzumaki no está en mi equipo. Es evidente que no se trata de una decisión arbitraria.
El viejo Hokage exhaló lentamente, dejando que el humo de su pipa llenara el silencio que había caído entre ellos. Sus ojos se encontraron con los de Kakashi, y por un instante, ambos permanecieron inmóviles.
—Kakashi, sabes tan bien como yo que Naruto no es un estudiante destacado. ¿Qué motivos tendría para justificar su asignación a tu equipo? —respondía Hiruzen, con un tono neutral pero firme.
Kakashi dio un paso adelante, cruzando los brazos.
—Conozco a Naruto. He observado su progreso, y sé que, aunque no tenga las mejores calificaciones, tiene una voluntad y una determinación que pocos poseen. Además, si alguien puede manejarlo, soy yo. Su potencial es mayor de lo que creen.
Hiruzen lo observó en silencio por un momento antes de responder.
—Tu argumento es válido, pero hay factores más allá de su rendimiento o potencial. Ninguno de los miembros de tu equipo puede ser cambiado. Sasuke Uchiha es el heredero del clan Uchiha, el cual tuvo conductas preocupantes hace unos años. Necesito que lo vigiles con el justificante de que eres uno de los pocos que puede enseñarle a usar el Sharingan. Itama Mokuzai es el jinchūriki del Kyūbi, y eres de los pocos que podrían controlarlo o eliminarlo si se descontrola.
Hiruzen hizo una pausa, permitiendo que las palabras calaran en Kakashi.
—¿Qué hay de Sakura Haruno? —preguntó Kakashi, con un dejo de exasperación.
—Fue la kunoichi de mejor promedio, y sus padres hicieron presión política para que estuviera en el mismo equipo de Sasuke. Si bien la reputación de los Uchiha ha decaído, sigue siendo uno de los clanes fundadores. Tenerla en el equipo equilibra las fuerzas, al menos en lo político.
El ambiente en la habitación se tensó aún más. Kakashi bajó ligeramente la cabeza, procesando la situación. No podía refutar los argumentos del Hokage, pero tampoco podía evitar sentir frustración.
—Entendido, Hokage-sama. Pero sigo pensando que Naruto merece una oportunidad justa.
Hiruzen asintió, mostrando una leve sonrisa.
—Te entiendo, Kakashi. Y no voy a cerrar esa puerta para siempre. Escucha mi propuesta.
El Hokage se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en Kakashi con una intensidad que subrayaba la importancia de lo que iba a decir.
—Tu servicio como sensei de un equipo genin está pactado por un mínimo de cuatro años. Sin embargo, si Naruto decide unirse a ANBU en el futuro, lo que podría suceder en uno o dos años dependiendo de su desarrollo, tienes mi palabra de que serás liberado de ese contrato.
Kakashi arqueó una ceja, intrigado.
—¿Liberado del contrato? ¿Qué significa eso exactamente?
Hiruzen sonrió ligeramente.
—Significa que podrías dejar de ser el sensei de tu equipo actual antes del tiempo estipulado, sin repercusiones, siempre y cuando sea para aceptar un puesto como mentor directo de Naruto en ANBU. Dado el nivel de secretismo que maneja la organización, sería una transición que no levantaría sospechas. Además, podrías entrenarlo de manera más personalizada y efectiva, lejos de las limitaciones de un equipo genin estándar.
Kakashi frunció el ceño, meditando las palabras del Hokage.
—Hokage-sama, ¿esto significa que están considerando reclutar a Naruto en ANBU tan pronto?
—Eso dependerá de Naruto y de ti —respondió Hiruzen con calma—. No sería algo inmediato. Primero debe demostrar que tiene la habilidad y la madurez necesarias. Pero quiero que sepas que esa opción está disponible, y que podrías desempeñar un papel crucial en su desarrollo cuando llegue el momento.
El silencio se instaló en la habitación mientras Kakashi procesaba lo que acababa de escuchar.
—Entendido, Hokage-sama. Si Naruto decide tomar ese camino, me aseguraré de estar preparado para guiarlo. Pero, mientras tanto, espero que considere asignarlo a un equipo que pueda ayudarlo a crecer.
Hiruzen asintió con aprobación.
—Lo hará, Kakashi. Naruto tiene un largo camino por delante, pero si logra destacar, sabrá que ANBU está entre sus opciones... y que contará contigo como su mentor.
Kakashi inclinó ligeramente la cabeza, aceptando la propuesta del Hokage antes de retirarse de la oficina. Mientras la puerta se cerraba detrás de él, Hiruzen permaneció en su silla, reflexionando sobre las palabras que había dicho y el destino que se trazaba lentamente para Naruto Uzumaki.