El sol de la mañana bañaba las calles de Konoha con una luz suave y cálida. Los primeros rayos atravesaban los árboles que flanqueaban las calles, dibujando patrones dorados en el empedrado. Las tiendas apenas comenzaban a abrir, y los aldeanos se movían entre saludos casuales y pequeñas conversaciones. El aire olía a tierra húmeda tras el rocío nocturno y flores frescas de los jardines que adornaban la aldea. El leve murmullo del agua corriendo en los canales de irrigación se mezclaba con el canto de los pájaros. Todo parecía indicar que este era un día perfecto para un nuevo comienzo.
Naruto Uzumaki salió de su apartamento con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. Llevaba su mochila al hombro y, al ajustarse la bandana de la aldea en la frente, no pudo evitar echar una última mirada a su reflejo en la ventana de una tienda cercana. Allí estaba él, un joven de cabello rubio en puntas y ojos azules brillantes, irradiando una confianza que había tardado años en construir.
Había algo diferente en él, no solo en su físico, ligeramente más atlético gracias a meses de entrenamiento, sino también en su determinación. Había enfrentado desafíos tanto físicos como emocionales y, aunque aún llevaba las cicatrices de aquellos momentos, estaba listo para lo que viniera. Hoy, finalmente, sería asignado a un equipo Genin.
Mientras caminaba por las calles, el ambiente a su alrededor comenzaba a cobrar vida. Saludó a algunos aldeanos con un gesto de la mano, y aunque no todos respondieron con la misma energía, hubo suficientes sonrisas y palabras amables para llenar su corazón con una calidez reconfortante.
El camino hacia la academia estaba salpicado de árboles altos cuyas ramas creaban un techo natural. Los rayos del sol se filtraban entre las hojas, proyectando sombras danzantes que parecían moverse al compás del viento. Naruto respiró hondo, llenándose los pulmones del aire fresco de la mañana, y sintió cómo sus nervios se disipaban poco a poco.
Al llegar, la academia se alzaba frente a él con su estructura familiar de madera y techos inclinados. Había pasado nueve meses en ese edificio, aprendiendo, compitiendo y soñando con el día en que finalmente se graduaría. Ahora estaba aquí, y la emoción era casi abrumadora.
El aula estaba llena de energía contenida. Los estudiantes hablaban en voz baja, algunos intercambiando bromas nerviosas mientras otros permanecían en silencio, perdidos en sus propios pensamientos. Las paredes de madera, desgastadas por el tiempo, parecían resonar con la historia de generaciones de ninjas que habían pasado por allí antes.
Naruto notó a Sasuke sentado cerca de la ventana, con la mirada fija en el paisaje exterior. La luz del sol iluminaba su cabello negro azabache, y su expresión era tranquila, casi melancólica. Este Sasuke era diferente al que Naruto recordaba del anime. Sin la tragedia de la masacre Uchiha sobre sus hombros, había una calma en su semblante que lo hacía parecer menos distante. Aun así, Naruto no podía evitar sentir un leve escalofrío al mirarlo.
—¡Naruto! ¿Nervioso? —La voz de Takeshi lo sacó de sus pensamientos.
Takeshi, su amigo más cercano en la academia, estaba sentado en un banco cercano con una sonrisa de oreja a oreja. Sus ojos reflejaban la misma emoción que Naruto sentía, y su energía era contagiosa.
—¡Un poco! Pero más emocionado que nada. Espero que nos toque juntos —respondió Naruto, devolviéndole la sonrisa.
Antes de que pudiera continuar la conversación, un empujón desde atrás lo hizo tambalearse. Al girarse, se encontró con Arata, un chico de cabello oscuro y mirada desafiante.
Naruto lo observó con calma. Arata había sido su rival en la academia, alguien que lo había motivado a mejorar y esforzarse más. Pero, al verlo ahora, Naruto sintió que había superado esa etapa. "Necesito un desafío mayor", pensó. Su mente recordó de inmediato su reciente derrota contra Sasuke en una prueba de combate. "Tal vez él sea mi próximo objetivo".
—Quítate de mi camino, Uzumaki —gruñó Arata, cruzando los brazos con frustración.
Naruto sonrió con confianza y respondió con tranquilidad:
—No hay necesidad de pelear, Arata. Ya sabes cómo termina esto.
El chico entrecerró los ojos, pero no tuvo tiempo de replicar. La puerta se abrió con un chirrido, y todos los estudiantes se volvieron para ver a Iruka-sensei entrar al aula. Su presencia siempre imponía un silencio respetuoso.
Iruka se paró frente a la clase, con una expresión que mezclaba orgullo y melancolía.
—Clase, la verdad ha sido todo un honor tenerlos a todos ustedes durante estos cuatro años. No puedo evitar estar algo emocionado al ver cómo han crecido y se han convertido en espléndidos ninjas que servirán muy bien a nuestra querida aldea. Sepan que, aunque lo que se viene no será fácil, confío en que estarán listos para afrontar cualquier desafío.
Una ronda de aplausos siguió sus palabras, y por un momento, Naruto sintió que el tiempo se detenía. Este era el final de una etapa, pero también el comienzo de algo mucho más grande.
—Bien, ahora diré los nombres de sus compañeros de equipo. Por favor, párense y siéntense con ellos mientras sus Jōnin vienen a buscarlos.
La tensión en el salón era palpable mientras todos esperaban escuchar sus nombres y los de sus futuros compañeros.
—Equipo 5: Naruto Uzumaki, Aiko Tanaka y Himari Kazehara.
Naruto tragó saliva al notar los suspiros de decepción de sus compañeras. Se acercó a ellas con una sonrisa amable, decidido a hacer que funcionara.
—Trabajemos bien juntos —dijo, intentando sonar positivo.
Aiko, una chica de cabello castaño recogido en una trenza, lo miró con seriedad mientras cruzaba los brazos.
—Supongo que no hay de otra. Solo no estorbes.
Naruto mantuvo la sonrisa, aunque más tensa esta vez.
Media hora después, un hombre de cabello negro y ojos rojizos entró al aula. Llevaba un chaleco de Jōnin y se movía con una confianza natural, pero su presencia tenía algo desconcertante. Era como si su mirada atravesara a cada uno de ellos, evaluándolos en silencio.
—Equipo 5, síganme —dijo sin ceremonias.
El equipo lo siguió hasta un parque en las afueras de la academia. El lugar estaba rodeado de árboles altos que formaban un dosel natural, filtrando la luz del sol en destellos que iluminaban el suelo cubierto de hojas. El aire era fresco, con el suave susurro del viento moviendo las ramas y el canto de los pájaros completando la escena.
El hombre se sentó en una banca de madera desgastada y los señaló para que hicieran lo mismo.
—Soy su sensei. Quiero que se presenten: nombres, habilidades y lo que creen que pueden aportar al equipo.
Himari, una chica de cabello oscuro y expresión calculadora, fue la primera en hablar.
—Soy Himari Kazehara. Me especializo en puntería y análisis. Puedo ayudar a tomar decisiones rápidas en el campo.
Aiko fue la siguiente, aunque evitó el contacto visual.
—Soy Aiko Tanaka. Me especializo en genjutsu y recopilación de información.
Finalmente, Naruto se levantó con energía.
—¡Soy Naruto Uzumaki! Soy rápido, bueno con el jutsu de transformación, ¡y nunca me rindo!
El Jōnin los observó con una mirada inescrutable antes de hablar.
—Mañana los espero en el campo de entrenamiento número 5. Sean puntuales.
Desapareció en un movimiento rápido, dejando al equipo en un incómodo silencio.
Himari cruzó los brazos y frunció el ceño.
—Eso fue... raro.
Naruto reflexionó mientras miraba a sus compañeras.
—Nos dejó solos y sin información. Creo que quiere ver si somos capaces de actuar por nuestra cuenta —dijo, con voz segura.
Aiko arqueó una ceja, algo escéptica.
—¿Y cómo propones hacerlo?
Naruto cruzó los brazos, pensativo.
—Nuestras habilidades se complementan. Himari es buena analizando, Aiko puede usar genjutsu para desorientar, y yo soy rápido y versátil. Parece que nuestro equipo está diseñado para infiltración y recopilación de información.
Himari inclinó la cabeza, considerando sus palabras.
—Tiene sentido. Pero eso no explica por qué no nos dio su nombre o instrucciones claras.
Naruto miró hacia el horizonte con una chispa de determinación.
—Quizá quiere que lo descubramos nosotros mismos.
Aiko suspiró y comenzó a alejarse.
—Haz lo que quieras, Uzumaki. Solo no arrastres al equipo contigo.
Aunque sus palabras lo lastimaron, Naruto apretó los puños con decisión. "Les demostraré que están equivocadas", pensó mientras se dirigía a investigar más sobre su misterioso sensei.