El sol comenzaba a ocultarse tras las colinas que rodeaban Konoha, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y dorados. Takeshi se encontraba en un campo de entrenamiento apartado, acompañado por Naruto. Había pasado mucho tiempo desde que compartían un entrenamiento como este, pero a pesar de la fatiga acumulada en sus cuerpos, ninguno parecía dispuesto a detenerse.
Naruto, con grandes ojeras marcando su rostro, respiraba con dificultad. Sus movimientos eran rápidos, como si una energía inagotable lo impulsara hacia adelante. A pesar de su evidente cansancio, sus ojos brillaban con un intenso color azul que recordaba llamas vivas. Takeshi lo observó mientras esquivaba sus golpes y contraatacaba con cuidado. Aunque las fuerzas de Naruto no eran abrumadoras, utilizaba kunais con una precisión sorprendente, obligando a Takeshi a mantenerse alerta.
Takeshi no pudo evitar reflexionar mientras esquivaba un golpe. Quiso decirle que se tomara un descanso, que no se exigiera tanto, pero cuando miraba la dedicación y el esfuerzo desbordante de Naruto, las palabras se atascaban en su garganta. Sería una falta de respeto sugerirle parar cuando claramente estaba dejando todo en el campo.
Hace un año, Takeshi nunca habría imaginado que podría considerar a Naruto como un amigo. Si alguien le hubiera preguntado en ese entonces si sentía respeto por el último de la clase, habría respondido un rotundo no. Pero Naruto había cambiado. Era cierto que seguía siendo uno de los peores estudiantes en cuanto a resultados, pero algo en él había logrado capturar la atención de Takeshi. Naruto perseveraba, una y otra vez, sin importar cuántas veces fallara o cuánto se burlaran de él.
Takeshi seguía pensando mientras evitaba un kunai lanzado con destreza. "¿De dónde saca la fuerza para seguir adelante?", se preguntó. Su propio sueño de ser fuerte había sido, en un inicio, una simple fachada. Decía que quería proteger a su familia y a su aldea, pero en realidad, su motivación había sido tan superficial como las palabras que la respaldaban. Fue Naruto quien encendió algo más profundo dentro de él. Ver a alguien sin talento ni ventajas naturales seguir levantándose tras cada caída hizo que Takeshi se diera cuenta de lo que realmente significaba tener voluntad.
Naruto seguía atacando, sus movimientos cada vez más fluidos. Takeshi notó cómo la determinación del chico compensaba su falta de fuerza. Cada golpe no solo era un ataque, sino un recordatorio de su esfuerzo constante.
—¡Toma esto! —gritó Naruto, lanzándose con un barrido bajo.
Takeshi saltó, esquivándolo, pero no pudo evitar una sonrisa. Cada vez que entrenaban, Naruto mejoraba, aunque fuese solo un poco. Ese progreso constante, esa obstinación por superarse, había inspirado a Takeshi a ser mejor. Su padre lo había notado también. Desde que Takeshi empezó a entrenar con más frecuencia, incluso su padre, un ninja retirado, se había sorprendido.
—¿Qué te motiva tanto, Takeshi? —le había preguntado su padre una noche después de un largo entrenamiento.
Takeshi había reflexionado antes de responder. En el pasado, habría dicho que quería ser un chūnin como su padre, pero ahora, eso ya no era suficiente.
—Quiero ser la mejor versión de mí mismo. Quiero aspirar a más. Seré un jōnin.
Su padre había sonreído, orgulloso. Pero Takeshi sabía que el verdadero desafío no estaba en las expectativas de los demás, sino en superarse a sí mismo. Ahora, cada día entrenaba con un objetivo más claro, y Naruto había sido la chispa que avivó su llama.
De vuelta al presente, Takeshi esquivó un golpe directo de Naruto y contraatacó con un puñetazo controlado que el rubio logró bloquear con dificultad. Ambos se detuvieron un momento, jadeando.
—¡Eres mucho más rápido que antes, Takeshi! —dijo Naruto con una sonrisa, su voz llena de genuina admiración.
—Y tú eres mucho más insistente que nunca, Naruto —replicó Takeshi, devolviéndole la sonrisa.
El sol finalmente se había ocultado, dejando que la luz de la luna iluminara el campo de entrenamiento. Ambos chicos se sentaron en el suelo, dejando que el frío de la noche calmara sus cuerpos calientes por el esfuerzo. La brisa fresca movía suavemente las hojas, acompañando el momento de calma.
—Naruto, ¿por qué sigues intentando? —preguntó Takeshi, rompiendo el silencio.
Naruto miró las estrellas, pensativo. Luego, con una expresión decidida, respondió:
—Porque quiero ser Hokage. No importa cuántas veces caiga, no importa si todos se ríen de mí. Algún día demostraré que soy digno.
Takeshi no respondió de inmediato. En cambio, sonrió y asintió para sí mismo. Las llamas azules en los ojos de Naruto seguían ardiendo con fuerza. Mientras tuviera a un amigo como él, Takeshi sabía que también podría alcanzar sus sueños. Y juntos, se encargarían de encender el fuego en los corazones de todos los que los rodeaban.
En otra parte de Konoha, Arata entrenaba solo en un claro del bosque. Las sombras de los árboles bailaban bajo la luz de la luna mientras él practicaba sus movimientos con una determinación casi furiosa. Su respiración era irregular, y el sudor le goteaba por la frente. Cada golpe que daba contra el tronco de un árbol resonaba en el silencio nocturno.
"Naruto Uzumaki…" pensó mientras lanzaba un kunai hacia un blanco improvisado. El arma impactó en el centro, pero su expresión seguía siendo de frustración.
Al principio, Arata había visto a Naruto como una fuente de burlas, alguien que nunca podría alcanzarlo. Pero con el tiempo, algo había cambiado. Naruto ya no era simplemente el último de la clase; se había convertido en un rival inesperado. Arata no podía entender de dónde sacaba esa voluntad inquebrantable para seguir avanzando, incluso cuando todo estaba en su contra.
"Si sigue mejorando a este ritmo…" pensó, apretando los dientes. "No puedo dejar que me supere."
Arata lanzó una serie de golpes rápidos contra el aire, sus movimientos llenos de precisión. Se detuvo un momento y miró sus propias manos. Recordó las palabras de su hermano mayor, un chūnin que siempre había sido su modelo a seguir: "No importa de dónde vengas, si trabajas lo suficiente, puedes ser tan fuerte como cualquiera."
Aunque su padre era un civil, su hermano había demostrado que era posible destacar incluso sin un linaje ninja. Eso había sido suficiente para motivarlo durante años, pero ahora, la presencia de Naruto encendía algo diferente en su corazón: una mezcla de rivalidad y respeto.
A pesar de su frustración, algo dentro de él se encendía cada vez que pensaba en Naruto. No era solo un deseo de vencerlo, sino también una necesidad de entender de dónde provenía esa fuerza. En el fondo, aunque no quería admitirlo, Naruto lo inspiraba a esforzarse más.
Arata tomó una postura firme y cerró los ojos por un momento, dejando que la brisa nocturna calmara su mente. "Si él puede levantarse una y otra vez, yo también puedo."
La luna seguía brillando sobre Konoha, iluminando a dos chicos que, sin saberlo, compartían una chispa de voluntad que los llevaría más lejos de lo que alguna vez imaginaron.