Hoy era el último intento para el examen de graduación, y la mayoría de los estudiantes ya habían logrado superar las pruebas. Sin embargo, para dos alumnos, esta jornada representaba mucho más que un simple examen: era una batalla interna y externa que definiría su futuro. Iruka Umino, desde su lugar como sensei y observador, sentía que había una conexión profunda con uno de ellos, mientras que el otro despertaba en él una mezcla de intriga, empatía y un conflicto interno que no podía ignorar. Estos dos alumnos eran Naruto Uzumaki e Itama.
Se podía escuchar el ruido de los murmullos de sus alumnos. Todo el estrés y preocupación de los exámenes no estaba presente; la mayoría de sus alumnos ya había aprobado en la primera o segunda instancia. Solo había dos de sus 27 alumnos que no habían logrado aprobar aún.
El primero era Itama. Iruka realmente se encontraba en un conflicto respecto a sus sentimientos hacia el chico. No podía dejar de pensar en que era el contenedor del demonio, pero el Tercer Hokage le había confiado la tarea de darle clases porque sabía que era el único que podría tratarlo de manera normal. Y así, dado que el mismísimo Hokage le dio esta tarea, decidió dar su mayor esfuerzo. Ayudó bastante que pudiera simpatizar con el chico. Era como cualquier niño huérfano que busca atención y que se ve afectado por el trato que le da la aldea. Incluso, a veces, lo había llevado a comer cuando lo había visto muy decaído.
El otro chico era Naruto Uzumaki. Él se había ganado un hueco en el corazón de Iruka. En sus primeros años hacía muchas payasadas y era el último de la clase, pero Iruka sabía que el chico quería encajar haciendo esas cosas. Lo sabía porque él era igual. Sin embargo, en su último año su desempeño se había desplomado. No sabía cómo, pero era peor de lo que era antes. Hasta que pasaron dos meses desde que inició el año: su dedicación había aumentado un montón. No podía contar la cantidad de veces que lo había visto entrenando con mucha dedicación en un campo de entrenamiento. Era una lástima que no se hubiera esforzado tanto desde un inicio; hubiera sido uno de los mejores de la clase.
Se encontraba revisando el examen de Naruto. Agarró un plumón rojo y escribió la nota: 92 de 100. Una muy buena calificación. Era sorprendente la mejora en lo académico que había tenido Naruto; pasó de ser el peor a uno de los mejores.
—¡Pónganse en fila que vamos a evaluar los jutsus! —dijo con su tono autoritario.
Cuando llegó el turno de Naruto, pudo hacer el jutsu de transformación perfecto. Siempre le sorprendía la calidad de sus transformaciones; sería un buen ninja de infiltración. El jutsu de sustitución también era bastante bueno, pero...
—¡Jutsu clon!—gritó el chico. Era una muleta de práctica el decir los jutsus de manera verbal. No sabía el motivo, pero ayudaba a estabilizar el chakra para el jutsu.
El resultado fue igual de decepcionante que siempre. Dos copias descoloridas y tambaleantes se encontraban a los lados de Naruto. El chico se encontraba con una mirada de decepción. Podía ver lo oscuro que estaban sus ojeras; se veía que no había estado descansando bien.
—No es suficiente, Naruto. Tendrás que mostrar un buen desempeño en el combate —dijo Iruka. Esas palabras le pesaron más de lo que esperaba.
Pero el chico le devolvió la mirada con llamas azules que brillaban por su intensidad. No sabía por qué, pero algo le decía que lo que pasara hoy podría cambiar el mundo ninja.
Las pruebas de combate fueron una por una, hasta que quedaron solo dos personas. Con más preocupación de la que esperaba, llamó a los últimos alumnos que quedaban para dar la prueba.
—¡Naruto y Arata! Pasen al medio.
Todos sabían que Arata odiaba a Naruto. Lo miraba despectivamente y se burlaba de él. Era el mejor alumno nacido de aldeanos; Naruto realmente la tendría complicado.
El aire estaba cargado de tensión mientras los dos chicos se colocaban en el centro del campo de entrenamiento. Los demás estudiantes formaron un círculo, observando en silencio. Arata adoptó una postura impecable, sus movimientos fluidos y calculados como los de un ninja experimentado. Naruto, en cambio, flexionó las piernas ligeramente, mostrando una postura menos refinada pero lista para reaccionar rápidamente.
—¡Comiencen! —ordenó Iruka, con un tono firme.
Arata fue el primero en moverse, lanzándose hacia adelante con un golpe directo que obligó a Naruto a retroceder. Sin embargo, la velocidad de Naruto le permitió esquivar por poco, girando sobre sí mismo para intentar un contraataque. Arata bloqueó con facilidad, girando su cuerpo para empujar a Naruto hacia atrás con una patada baja.
Naruto perdió el equilibrio por un momento, pero usó su impulso para rodar y ponerse de pie de inmediato. Sus ojos estaban fijos en Arata, brillando con determinación. Sabía que no podía igualar la técnica de su oponente, pero tenía algo que Arata no esperaba: pura velocidad.
—¡Vamos, Naruto! —se escuchó un grito desde la multitud. Era Takeshi, quien observaba con atención.
Naruto lanzó un ataque rápido, moviéndose en zigzag para confundir a Arata. Aunque su técnica no era precisa, su velocidad le permitió acercarse lo suficiente como para lanzar un puñetazo que impactó en el costado de Arata. Este retrocedió un paso, sorprendido, pero no perdió la compostura.
—No está mal —murmuró Arata, con el ceño fruncido y apretando los dientes—, pero esto no ha terminado.
Con una serie de movimientos fluidos, Arata contraatacó, lanzando una combinación de golpes que obligaron a Naruto a retroceder rápidamente. Cada impacto que lograba bloquear le dejaba los brazos entumecidos, pero Naruto se negaba a caer. Finalmente, encontró una apertura y saltó hacia atrás para ganar distancia.
Ambos chicos jadeaban, cubiertos de sudor. El círculo de estudiantes observaba con ojos abiertos, absortos en la intensidad del combate. Naruto sabía que necesitaba arriesgarse si quería ganar.
Con un grito, corrió hacia Arata, concentrando toda su energía en un movimiento final. En el último segundo, saltó por encima de su oponente, girando en el aire para intentar un golpe descendente. Arata reaccionó rápidamente, levantando los brazos para bloquear, pero subestimó la fuerza del impacto. Ambos cayeron al suelo, rodando en una nube de polvo.
Cuando el polvo se disipó, Naruto estaba sobre Arata, inmovilizándolo con un brazo. Jadeando, levantó la mirada hacia Iruka, quien estaba visiblemente sorprendido.
—¡Naruto gana! —declaró Iruka, y un murmullo recorrió al grupo de estudiantes.
Naruto se levantó lentamente, con una sonrisa radiante en el rostro, mientras levantaba los puños al aire. Por primera vez, había ganado un combate. Su pecho se llenaba de orgullo y alegría desbordante. La emoción era evidente en sus ojos mientras escuchaba los aplausos y murmullos sorprendidos de sus compañeros.
Arata, por otro lado, se levantó tambaleante, con el ceño fruncido y la frustración evidente en su rostro. Apretó los puños, conteniendo su enojo. No podía creer que Naruto, a quien siempre había menospreciado, le hubiera ganado.
—Esto no significa nada —espetó Arata, sin mirar a Naruto a los ojos—. La próxima vez no tendrás tanta suerte.
Naruto lo miró con una sonrisa amplia, llena de confianza.
—Cuando quieras, Arata. Estoy listo para lo que venga.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, iluminando el campo con un resplandor cálido, Iruka observó a Naruto con orgullo. Algo había cambiado en ese chico, y no podía evitar pensar que esta victoria era solo el comienzo de algo mucho más grande.