Annie ajustó su vestido y tomó una profunda respiración mientras abría la puerta de su casa. El olor familiar de calidez y comodidad la envolvió, un marcado contraste con el torbellino de emociones que había estado tratando de mantener a raya. Antes de que pudiera siquiera dejar sus cosas, Ryan corrió hacia ella, envolviendo sus pequeños brazos alrededor de sus piernas en un fuerte abrazo.
—¡Mamá! —exclamó, su voz burbujeante de emoción. Annie no pudo evitar sonreír mientras se agachaba para levantarlo en brazos. El peso de él, sus risitas y sus brillantes ojos azules eran un ancla en medio de la tormenta que rugía dentro de ella.
—Hola, cariño —murmuró ella, besando la parte superior de su cabeza—. ¿Te divertiste hoy?
La cara de Ryan se iluminó aún más, si eso era posible, mientras empezaba a relatar rápidamente su día. —¡Fue tan divertido, Mamá! Había juegos y dulces y, ¡oh, oh! La tía Emily encontró un nuevo novio.