El corazón de Annie latía acelerado mientras apretaba a Ryan más fuerte contra su pecho, su mente buscando una salida desesperadamente. Pero no había escape. Los hombres habían formado un círculo apretado alrededor de ella, sus rostros duros e implacables. Podía sentir sus ojos sobre ella, podía percibir su impaciencia.
El hombre que había hablado se acercó un paso, su expresión se oscureció al notar a Ryan por primera vez. Frunció el ceño, mirando por encima de su hombro a los demás. —Se suponía que debía estar sola —dijo, su voz teñida de confusión—. ¿Por qué tiene un niño con ella?
Otro hombre se adelantó, sus ojos se entrecerraron mientras observaba a Annie y a Ryan. —No lo sé, pero no importa. Una presa es una presa.
—¿Deberíamos matarlo?
El hombre que había hablado antes negó con la cabeza. —Aún no —dijo, su tono frío y definitivo—. Llevémoslos a ambos con nosotros y decidiremos más tarde.