—Sr. Monroe —lo saludó, intentando mantener su voz estable—. ¿Puedo ofrecerle algo? ¿Café?
Fred hizo un gesto con la mano, despectivo.
—No, gracias. Estoy más interesado en algunas respuestas que en una taza de café.
Heather asintió, sintiendo cómo se le tensaba el estómago. Lo llevó a una de las mesas cerca de la ventana, su mente se agitaba mientras intentaba anticipar sus preguntas. Fred tomó asiento y ella lo siguió, sentándose enfrente de él.
—La última vez que hablamos, mencionó que no había visto a Ronald en cinco años, desde su divorcio —comenzó Fred, su tono era conversacional, pero Heather podía sentir el filo agudo que subyacía.
—Así es —respondió ella, cruzando sus manos en su regazo para evitar que temblaran—. Tomamos caminos separados después del divorcio. No lo he visto ni he tenido noticias de él desde entonces.
Fred asintió lentamente, como procesando sus palabras.