Capítulo bastante animado y divertido espeeo los disfruten
No olviden dejar su piedra de poder
Sin más que decir aquí el capitulo:
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Varios días pasaron, y como Harry ya había vivido en la Mansión Flamel un tiempo, no cambió mucho después de la adopción. El cambio más notable era que, mientras antes se comportaba como un huésped, ahora era común verlo ayudando a Perenelle en todo lo que podía.
Mientras Stephen cruzaba el patio junto a los gemelos, miró hacia donde Perenelle regaba las plantas, con Harry a su lado.
—¿Debería sentirme celoso o feliz por Harry, que encontró una figura materna? —les preguntó a los gemelos en tono de broma.
—Ahora eres el hermano mayor, deberías comportarte como tal —dijeron los gemelos casi al unísono.
—Ser el hermano mayor requiere madurez —agregaron, lo que provocó una mirada incrédula por parte de Stephen, ya que ellos eran los menos indicados para hablar de eso.
—Un par de bromas de vez en cuando para demostrar tu superioridad es necesario —siguieron diciendo.
—Tal vez un trauma o dos —remataron.
—Me da tristeza por Ron tener hermanos como ustedes —comentó Stephen.
—Jaja, jefe, apurémonos, ya casi es hora —dijeron los gemelos emocionados.
—¡Por fin abriremos el parque de diversiones! —añadieron.
—Bien, invitemos a Harry —dijo Stephen mientras se acercaba a Harry y Perenelle.
—Harry, hoy abre el parque de diversiones, ¿quieres venir con nosotros? Tus amigos también deben haber recibido las invitaciones —le dijo Stephen.
—Yo… umm —Harry parecía indeciso, quería ir, pero también deseaba pasar más tiempo con Perenelle.
—Ve a divertirte, querido. De todas formas, hoy iré a ver una película con tu abuelo —le dijo Perenelle, sonriendo para ayudar a Harry a tomar una decisión.
—Bueno —dijo Harry, feliz—. Nos vemos más tarde, ab-abuela —se despidió, aún sintiéndose algo incómodo con ese título, pero también contento.
—Niño de mamá —bromeó Stephen, lo que le valió una mirada severa de su abuela, a punto de regañarlo. Rápidamente, agarró a Harry y salió corriendo.
—¡Nos vemos, abuela, te quiero! —dijo Stephen, mientras se apresuraba hacia la chimenea con los demás siguiéndolo.
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Cuando llegaron, después de salir de una de las chimeneas preparadas en las entradas del parque de diversiones, vieron que había todo tipo de métodos de transporte: chimeneas trasladoras, portales, y más, anticipando el gran flujo de visitantes.
Y no se equivocaron. Al llegar, se encontraron con un mar de gente de distintos países. Después de todo, era el primer parque de atracciones mágico de esa magnitud. Aunque ya existían otros lugares similares, nada comparado con lo que habían creado Stephen y los gemelos, obviamente con la ayuda de Nicolas Flamel.
—¡Chicos, están aquí! —dijo Harry, saludando a sus amigos que ya habían llegado con sus familias.
Incluso Luna estaba allí, acompañada por su padre, un hombre rubio, alto, que no paraba de sonreír y tomar fotografías.
—Hermano, traje a mi papá. Vinimos a ver el zoológico —dijo Luna al ver a Stephen, acercándose rápidamente.
El zoológico era parte del parque. Lo bueno de la magia era que, en espacios pequeños, solo se necesitaba usar magia de expansión para crear áreas inmensas con biomas adecuados para las criaturas. Con la ayuda de los Scamander, muchos animales que ya no podían vivir por sí mismos eran cuidados en un entorno controlado. Obviamente, los animales estaban protegidos por espejos de una dirección, para no ser molestados.
—Así que tú eres el famoso Stephen Flamel. Un gusto, soy Xenophilius Lovegood. Muchas gracias por cuidar de mi Luna en Hogwarts y enseñarle esa maravillosa magia que tanto le fascina —dijo el padre de Luna, de manera relajada, casi extraña.
—Mucho gusto, señor. No es ningún problema cuidar de ella, nos llevamos bien. Me recuerda a mi hermana —respondió Stephen automáticamente, adaptándose a la singularidad de Xenophilius.
—¿Oh, tienes una hermana? ¿No vino contigo? —preguntó Xenophilius.
—No, ella no está en este mundo —respondió Stephen, ganándose miradas tristes de quienes lo rodeaban.
El ambiente se tornó algo incómodo, así que Stephen rompió el silencio.
—Bueno, entonces, ¿ingresamos a divertirnos? —dijo con una sonrisa, mientras se dirigían hacia el gran portón y explicaba el funcionamiento de algunas atracciones.
—El velo transparente que atravesamos en la puerta tiene la misma función que la cascada de Gringotts. Rompe hechizos de ocultación y registra a las personas que ingresan. Es por seguridad, obviamente no queremos que alguien indeseable entre a hacer daño —explicó Stephen con una sonrisa.
—En el parque se puede usar magia con tranquilidad, siempre que no sea de ataque o que dañe a alguien. Si lo haces, los gólems de seguridad y los guardias serán alertados —añadió.
—¡Fantástico que hayas pensado en la seguridad, sobre todo en un lugar lleno de gente! —comentó Arthur Weasley, seguido por toda la familia Weasley, quienes asintieron detrás de él.
—Bueno, ahora que hemos ingresado, podemos separarnos y divertirnos como nos plazca —dijeron los gemelos emocionados, mientras salían corriendo.
—Estos muchachos… —dijo Molly, algo enfadada.
—Está bien, Molly, déjalos que se diviertan. Se han esforzado mucho —intervino Arthur para calmarla.
Mientras todos comenzaban a dispersarse, Stephen se acercó al trío dorado y escuchó a Ron quejarse.
—Harry, escuché por Fred que ayudaste a probar los juegos el año pasado. ¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó Ron, algo molesto por haber sido mantenido en la oscuridad.
—No podía, tenía que guardar el secreto hasta ahora. Ya deja de quejarte como un niño —respondió Hermione, comenzando a discutir con Ron.
—Lo siento, Stephen me dijo que si lo contaba tendría que duplicar mis ejercicios —dijo Harry en su defensa.
—Está bien, niños, dejen de hacer ruido. Llaman la atención de todos —intervino Stephen, mientras saludaba a los padres de Hermione, quienes observaban no muy lejos.
—Señores Granger, pueden ir a divertirse. Hay lugares encantadores para tener una cita. Yo me encargaré de que ellos no se metan en problemas —les dijo Stephen con una sonrisa. La pareja aceptó gustosamente.
—¿Saben? Hay una cámara de ilusiones que estamos investigando y que aún no está abierta al público. ¿Quieren ir a verla? —preguntó Stephen.
Hermione y Harry aceptaron rápidamente, mientras lanzaban una mirada al algo enojado Ron.
Refunfuñando, Ron aceptó. Después de todo, era algo que aún no estaba disponible, y sería el primero en probarlo.
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Luego de caminar un rato entre la multitud emocionada que disfrutaba de los juegos, llegaron a una esquina del parque que estaba cerrada con una barrera.
—Era obvio que estarían aquí —dijo Stephen, al ver a los gemelos esperando fuera de la barrera.
—¡Apúrate, jefe! Hemos estado esperando años —dijo Fred.
—En realidad, no tanto, pero así se sintió —agregó George.
—Bien, síganme —dijo Stephen, abriendo la barrera para que todos pudieran entrar.
Detrás de la barrera no había mucho, solo una pequeña choza que fácilmente podría pasar desapercibida. Al entrar, todo estaba vacío, excepto por una compuerta en el suelo.
—Bajemos —dijo Stephen, abriendo la compuerta y descendiendo por unas escaleras que llevaban a una habitación oscura, sin esquinas, como si estuvieran dentro de un tubo gigante.
—¿Qué es este lugar, señor? —preguntó Hermione, observando a su alrededor.
—¿Saben lo que es un pensadero? —respondió Stephen, con otra pregunta.
Ron y Harry miraron rápidamente a Hermione.
—Leí sobre eso. Un pensadero es un objeto antiguo cuyo creador es desconocido. Permite ver, analizar y almacenar recuerdos. Pero, según lo que sé, los pensaderos son más pequeños —explicó Hermione rápidamente.
—Bueno, puedes pensar en esto como un pensadero que te permite interactuar con recuerdos creados —dijo Stephen, mientras pisaba el centro de la habitación. De inmediato, apareció un estante con piedras brillando en varios colores.
—Y estos serían los recuerdos. Como obviamente no son verdaderos, sino creados, tienen esta apariencia —explicó rápidamente, viendo que Hermione estaba a punto de hacer otra pregunta—. Por cierto, los llamo "piedras de ilusión".
—Ya basta de explicaciones, jefe —dijeron Fred y George.
—Así es, no hace falta explicar, ¡solo divertirse! —dijo Fred, tomando una de las piedras con una sonrisa maliciosa y lanzándola hacia arriba.
La piedra quedó flotando sobre sus cabezas, y la habitación, que antes estaba oscura y poco iluminada, comenzó a cambiar de color.
Antes de que se dieran cuenta, estaban parados en un bosque oscuro y espeluznante.
—¿Dónde estamos? —preguntó Ron, asustado.
—Esto parece ser… —murmuraba Harry, reconociendo el lugar.
—¡Hogwarts! —gritó Hermione, señalando el castillo a lo lejos.
—Bienvenidos a la simulación del Bosque Prohibido de Hogwarts. La tarea es sobrevivir hasta llegar al castillo —anunció Fred con una sonrisa, alzando las manos como un presentador.
—Por cierto, en la simulación no se puede usar magia —añadió George.
—¿¡Sobrevivir!? ¿¡Sin magia!? —gritaron los tres al unísono.
—*Suspiro* Con hermanos así, ¿para qué necesitas enemigos? —dijo Stephen suavemente, mientras miraba a Ron dándose cuenta que simulación era.
El trío dorado estaba por preguntar cómo se suponía que debían sobrevivir, pero se detuvieron al escuchar un sonido detrás de uno de los árboles. Giraron rápidamente.
—¡Arañas! —gritó Ron al darse cuenta de lo que había detrás.
—Tranquilo, Ron. El juego no comienza hasta que interactúes con las acromántulas, ya sea tocándolas o golpeándolas. Mientras tanto, eres invisible —explicó Stephen, intentando calmar a su amigo, que temblaba de miedo.
El juego aún necesitaba algunos ajustes, por eso seguía cerrado al público.
—Debo decir, jefe, que los gráficos han mejorado mucho. Antes se veían todas cuadradas —dijo Fred, observando de cerca a uno de los insectos gigantes.
Ron, mientras tanto, estaba a punto de llorar al ver que cada vez más arañas se acercaban.
—Tranquilo, Ron. ¿No escuchaste a Stephen? Mientras no toquemos nada, no nos verán —dijo Harry, intentando calmarlo.
—J-jefe, ¿cómo salimos de aquí? ¡Por favor! —preguntó Ron rápidamente.
—solo tienes que golpear la piedra de arriba con cualquier cosa, aprovecha que eres invisible—explicó Stephen, señalando la piedra flotante sobre sus cabezas.
—Genial, salgamos rápido. ¡Harry, ayúdame! —dijo Ron, empezando a recoger piedras del suelo para lanzarlas hacia la piedra brillante.
—R-Ron… —dijo Hermione, tratando de advertirle.
—¡Apúrate, Harry! ¡Ayúdame! —repitió Ron.
—¡Ron! —gritó Harry.
—¿Qué?! —respondió Ron, molesto, girándose para mirar a sus amigos, que señalaban hacia el frente.
En ese momento, una de las rocas que Ron había lanzado rebotó en un árbol y golpeó a una de las acromántulas cercanas.
Al sentir el golpe, la acromántula se giró rápidamente hacia ellos, soltando un chillido furioso.
Fred, George y Stephen, que observaban desde no muy lejos, se voltearon al mismo tiempo y, sin decir nada, empezaron a correr hacia el castillo.
El trío dorado, que estaba por preguntar qué debían hacer, vio cómo sus "salvadores" huían sin mirar atrás.
—¡Esperen! —gritaron los tres mientras comenzaban a correr tras ellos.
—¡No, arañas! —gritó Ron, adelantando a sus amigos. Pero, después de unos metros, tropezó con una rama y cayó al suelo.
Ron se levantó rápidamente, sin atreverse a mirar atrás. Las arañas seguían avanzando, y el trío dorado corría detrás de los gemelos y Stephen, tratando de no perder de vista el castillo que brillaba a lo lejos. El bosque parecía infinito, y cada paso que daban hacía que las ramas y raíces del suelo se volvieran más traicioneras.
—¡Apúrense, estamos cerca! —gritó Fred, sin detenerse.
—¿Cerca de qué? —preguntó Hermione, sin aliento.
—Del castillo, claro —respondió George, girando brevemente para sonreír antes de seguir corriendo.
De repente, el suelo tembló ligeramente, y un rugido ensordecedor resonó entre los árboles.
—¿Qué fue eso? —preguntó Harry, mirando hacia el cielo.
—Eso no es parte del juego, ¿verdad? —dijo Hermione, visiblemente preocupada.
Stephen, que hasta ese momento mantenía una actitud calmada, comenzó a correr más rápido.
—¡Síganme! —exclamó, sin dar más explicaciones.
El grupo aceleró el paso, pero a medida que avanzaban, el rugido se hacía más fuerte. De pronto, una sombra gigantesca pasó por encima de ellos.
—¡Es un dragón! —gritó Ron, mirando hacia arriba.
El enorme dragón descendió lentamente entre los árboles, bloqueando el camino al castillo. Sus ojos brillaban de manera amenazante mientras soltaba una bocanada de fuego al cielo.
—¡Corrección! ¡No estamos cerca! —gritó Fred, cambiando de dirección.
—¡¿Cómo vencemos a un dragón sin magia?! —preguntó Harry, agitado.
—No lo vencemos. Solo corremos —respondió George.
Mientras el grupo se dispersaba para evitar las llamas del dragón, Stephen levantó la vista hacia la piedra brillante que flotaba sobre ellos.
—¡Fred, George! ¡El dragón no está programado para atacarnos, por ahora! —dijo Stephen.
—¡Entonces qué hacemos! —preguntó Fred, que había dejado de correr.
—¡Debemos destruir la piedra antes de que se vuelva incontrolable! —respondió Stephen.
Ron, aún jadeando, lanzó una mirada desesperada a Hermione.
—Por favor, dime que tienes una idea brillante —dijo con un tono suplicante.
—Quizá si usamos una rama grande... —respondió Hermione, mirando a su alrededor en busca de algo útil.
—¡Perfecto! —dijo Harry, encontrando una rama lo suficientemente larga. Se la pasó rápidamente a Ron y lo animó a lanzarla hacia la piedra flotante.
—¡Vamos, Ron! ¡Es tu oportunidad! —lo alentó Harry.
Ron tomó la rama, se concentró y la lanzó con todas sus fuerzas hacia la piedra. La rama voló por el aire y golpeó la piedra directamente.
De inmediato, el bosque comenzó a desvanecerse, al igual que el dragón, las arañas y todo lo que los rodeaba. En pocos segundos, el grupo volvió a estar en la habitación circular, con el estante de piedras brillando como antes.
—¡Lo logramos! —gritó Harry, aliviado.
—Eso fue… ¡horrible! —exclamó Ron, colapsando en el suelo, aún recuperándose del susto.
—Bien hecho, equipo. Aunque creo que tendremos que ajustar algunas cosas antes de abrir esto al público —dijo Stephen, evaluando la simulación.
Fred y George intercambiaron miradas.
—Bueno, jefe, fue divertido. Aunque Ron casi se orina en los pantalones —dijo Fred, riéndose.
—¡No es cierto! —gritó Ron, ofendido.
—¿Estás seguro, hermano? Porque te vi muy cerca de… —empezó George, pero Ron lo interrumpió.
—¡Ya basta! ¡No me asustes más con esas cosas! —protestó, poniéndose de pie.
—De acuerdo, de acuerdo. —Fred levantó las manos, fingiendo inocencia.
—Bueno, chicos, creo que fue suficiente por hoy. ¿Por qué no volvemos con los demás? —propuso Stephen.
El grupo salió de la habitación con una mezcla de alivio y emoción. Aunque habían sido asustados, no podían negar que había sido una experiencia inolvidable. Mientras caminaban de regreso hacia el parque, la conversación giraba en torno a lo divertido que sería cuando la simulación estuviera completamente lista para el público.
Hermione miró a Stephen con curiosidad.
—¿Cómo se te ocurrió algo así? —preguntó.
—Bueno, pensé que sería interesante combinar la magia con la tecnología de simulación. De esta manera, podemos recrear experiencias que normalmente serían demasiado peligrosas en la vida real, pero manteniéndolas seguras para los jugadores —respondió Stephen con una sonrisa.
—Tienes una mente brillante, Stephen —dijo Hermione, impresionada.
—Lo sé, lo sé —respondió Stephen con una risa suave—. Pero también es gracias a la ayuda de todos. Sin su apoyo, nada de esto sería posible.
Mientras caminaban, el parque lleno de magia y diversión les ofrecía un sinfín de opciones. Stephen estaba satisfecho con lo que habían logrado, pero sabía que el verdadero desafío era mantener todo funcionando sin problemas para todos los visitantes.
Fin del capítulo.
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