Aqui el capítulo si hay algún error me avisan.
Dejen sus piedras de poder.
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"¿Tú eres Stephen Flamel, cierto?" Una alumna nueva se acercó a Stephen mientras él estaba sentado, mirando a los estudiantes entrenar.
Esta niña parecía más pequeña de lo normal, aunque no se veía desnutrida ni descuidada. De hecho, llevaba ropa cara y elegante; incluso su cabello negro y liso estaba atado en un moño con pinzas de oro, aunque se veía bastante enfermiza y pálida. Con una sola mirada, Stephen se dio cuenta del porqué.
"¿Mmm? Sí, ¿qué pasa?" preguntó Stephen con pereza.
"Tú sabes mucha magia desconocida, ¿cierto?" preguntó emocionada al ver que Stephen asentía.
"Se puede decir que sí", dijo Stephen, mirando fijamente a la niña, interesado en lo que quería.
"Entonces, enséñame un hechizo para vencer a mi hermana", dijo alegremente la niña, sorprendiendo a Stephen con su petición.
"Jajaja. Claro, no hay problema", respondió Stephen, tentado por el extraño pedido de la niña.
"¡Astoria!" De repente, la conversación fue interrumpida por el grito de una estudiante de Slytherin, que no estaba muy lejos.
Stephen la reconoció de inmediato. Era una de las pocas estudiantes de Slytherin que practicaba artes místicas, no porque fuera de Slytherin, sino porque pertenecía a una familia de sangre pura. Era la notoria "Reina de Hielo", Daphne Greengrass. Y es que había bastantes estudiantes que pasaron la prueba para ser entrenados, pero la mayoría eran mestizos. Aunque en Slytherin la mayoría eran sangre pura, no todos lograban pasar.
Varios sangre pura habían intentado hacer la prueba, pero todos fallaron, excepto Greengrass y Shafiq. No era de extrañar, ya que sus familias no apoyaban a Voldemort.
"¡Hermana!" Al ver a la enojada Daphne, Astoria rápidamente se escondió detrás de Stephen.
Stephen observó cómo la conocida Reina de Hielo, quien siempre mantenía sus emociones bajo control, se dirigía furiosa hacia ellos; incluso parecía que su cabello rubio platinado empezaba a levitar debido a su enojo.
"Ya veo por qué siempre mantiene esa cara de póker", murmuró Stephen, dándose cuenta de que Daphne parecía bastante emocional, algo común en los jóvenes magos, pero que podía ser problemático al ocasionar accidentes mágicos.
Daphne notó la mirada de Stephen hacia su cabello y comprendió que debía mantener el control, así que frenó sus pasos, respiró profundamente para calmarse y volvió a su expresión imperturbable.
"Instructor Stephen, lamento que mi hermana lo moleste en su descanso", dijo Daphne rápidamente al acercarse, lanzando una mirada a su hermana, quien seguía asomando la cabeza detrás de Stephen.
"Parece que tu oclumancia todavía no es perfecta", comentó Stephen con una sonrisa burlona hacia Daphne.
"No sé de qué podrías estar hablando", respondió Daphne, manteniendo su cara de póker, aunque sus orejas rojas la delataron.
"Ahem. Me llevaré a mi hermana para que no lo moleste, instructor. Con su permiso... Astoria, date prisa".
"¡No!", exclamó Astoria rápidamente, aferrándose a la espalda de Stephen.
"Si no vienes, le mostraré a tus compañeros tus fotos de la infancia", amenazó Daphne sin compasión.
"¡No! Está bien, iré", dijo Astoria asustada, y se acercó rápidamente a su hermana.
Daphne saludó a Stephen con un elegante asentimiento y comenzó a alejarse, con su hermana refunfuñando.
Stephen miró toda la escena con interés, sin decir mucho, pero las hermanas llamaron su atención.
"¿No quieren curar la maldición de su sangre?", preguntó suavemente Stephen, y Daphne, al escuchar eso, se dio la vuelta rápidamente, sorprendida.
"¿Tú... cómo lo sabes?", preguntó Daphne, acercándose rápidamente a Stephen hasta quedar frente a él. Sin embargo, su estatura le permitía mirarlo solo a la altura del pecho.
"Ok, primero respeta el espacio", dijo Stephen, empujando suavemente su frente con un dedo.
"Y segundo, ¿en serio me preguntas eso? No solo sé de su maldición, sino que la mitad de los sangre pura en Hogwarts tiene alguna clase de maldición en su sangre. Después de todo, obsesionarse con la pureza hace que los tontos cometan tonterías", dijo tranquilamente, burlándose un poco.
"¿Entonces también sabes de dónde viene la maldición?", preguntó Daphne intrigada, volviendo a acercarse a Stephen. En todos los años de existencia de la familia Greengrass, nunca se había descubierto el origen de su maldición.
"¿Nunca te preguntaste por qué la familia Flint parece un hogar de trolls, igual de fuertes pero muy feos? O los metamorfomagos de la familia Black, con tendencia a volverse locos. Ese es el rastro de antepasados obsesionados con purificar su sangre, usando magia tabú y robando sangre de animales mágicos", explicó Stephen con tranquilidad, mientras empujaba suavemente la cabeza de Daphne de vez en cuando para mantener su espacio.
"(Sin mencionar a Voldemort, que se volvió calvo y sin nariz, parecido a una serpiente. Seguro encontró algo en la Cámara de los Secretos e intentó purificar su sangre)", pensó Stephen.
"¿Quieres decir que mi familia en el pasado pudo haber usado esa magia y, por eso, tenemos una maldición?", preguntó Daphne, empezando a comprender.
"Exacto. Esa es la razón por la que tienes que controlar tus emociones y el motivo de que tu magia se descontrole. No solo porque tienes una gran fuente de magia. Y tu hermana igual, pero su cuerpo no puede soportarlo, y la maldición impide que se recupere completamente", explicó Stephen con sencillez, mirando a Astoria, que, aburrida de toda la charla, se había acomodado en la reposera de Stephen y tomaba un vaso de jugo que nadie sabía de dónde había salido.
"¿Hay una manera de curar la maldición?", preguntó Daphne rápidamente, con esperanza.
Stephen la miró unos segundos, pensativo. "(No parece tanto una Reina de Hielo para mí)", pensó.
"Hay varias maneras. La verdad es que es muy fácil", respondió Stephen con tranquilidad, haciendo que Daphne se emocionara de nuevo, provocando que varias rocas a su alrededor empezaran a flotar.
"Creo que también deberíamos hacer algo con lo tuyo", dijo Stephen con una sonrisa, haciendo que Daphne se sonrojara antes de volver a su expresión imperturbable, demostrando que había retomado su oclumancia.
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"A dónde vamos, príncipe?" preguntó Astoria, montada en la espalda de Stephen, que la llevaba porque, luego de salir de Hogwarts, se cansó como si hubiera corrido un maratón.
"Al bosque prohibido," respondió Stephen, intentando ignorar el apodo resurgido que había enterrado.
"¿Al bosque prohibido?!" gritó con asombro Daphne, detrás de Stephen, que solo lo estaba siguiendo sin preguntar hasta ahora, ya que era para ayudar a su hermana.
"Sí, necesitamos la ayuda de unos amigos. No se preocupen, las criaturas no las atacan si están conmigo," dijo tranquilamente Stephen mientras seguía caminando.
Cuando al fin llegaron al bosque, Daphne caminaba casi pegada a la espalda de Stephen, mirando nerviosa a todos lados, en cambio, Astoria, en la espalda de Stephen, miraba emocionada en todas direcciones.
"(Supongo que su enfermedad la mantenía en cama o dentro de su casa todo el tiempo)" pensó Stephen mientras veía la emoción por la aventura de Astoria.
"Bien, llegamos," dijo Stephen, mirando hacia un hermoso prado con plantas brillantes y algunas pequeñas criaturas mágicas revoloteando por todos lados, como si fuera un paraíso para los animales. Y no se alejaba mucho de eso, ya que era uno de los lugares que Stephen aseguró con magia, expulsando a las personas malintencionadas.
"Wow. Es genial," dijo Astoria mientras bajaba de la espalda de Stephen para correr entre las criaturas, las cuales normalmente hubieran corrido, pero en este lugar, todo el que entrara se sorprendería de que las criaturas rápidamente se acercarían amistosamente.
"¿Todas las criaturas aquí están amaestradas?" preguntó Daphne, mirando a su hermana alegre jugando con algunos mooncalf y puffskein, mientras un escarbato intentaba robarle las pinzas para el cabello.
"Claro que no. Hay una barrera que impide a las malas personas entrar, y ellos lo saben, por eso son amistosos. Además, están acostumbrados, ya que los gemelos, cuando necesitan ingredientes, vienen a sobornarlos para conseguirlos," dijo con una sonrisa.
Mientras hablaban, Stephen vio a unos metros que se acercaba un unicornio, y montado en él estaba un demiguise tuerto lleno de cicatrices, que llegó hasta donde estaban Stephen y Daphne.
"Arkon, trajiste a Whitney por mí, gracias. Pero volviste a sacarte el ojo de vidrio, ya te dije que te ayudará a ver bien," dijo Stephen alegre mientras levantaba a Arkon, el demiguise.
El cual habló con lenguaje de señas con las manos que le enseñó Stephen.
"[Cicatrices. Honor. Guerrero]," habló en señas, diciendo que las cicatrices son las medallas de honor de un guerrero.
"Sí, sí, valiente guerrero. Perdón," dijo Stephen cansado.
"Ellos son Whitney, la matriarca de los unicornios. La salvé hace unos años de un loco que quería robar su sangre. Y él es Arkon, el demiguise. A él lo salvamos con la familia Scamander el año pasado," presentó Stephen a sus amigos.
"Pobrecito," dijo Astoria, acercándose para acariciar al demiguise. Incluso Daphne lo miró con pena.
"No lo vean así. Él mismo protegió su manada de cazadores furtivos, predijo cada hechizo, flecha y trampa, recibiéndolas con su cuerpo para defender a su familia. Cuando llegamos, él seguía parado, lleno de sangre, sin quitar la mirada de sus enemigos. Estaba esperándonos. Incluso con un ojo solo puede ver el futuro mejor que muchos de su especie," contó Stephen sobre la valentía del demiguise, sorprendiendo a las hermanas, ya que los demiguise eran conocidos por ser mansos y pacíficos.
"¿Y su familia?" preguntó Astoria.
"Se quedaron con los Scamander. Arkon quiso venir al bosque," comentó Stephen, mientras Arkon empezaba a hablar en lenguaje de señas.
"[Ver. Futuro. Mismo]," dijo Arkon, lo que significaba que quería ver el futuro de Stephen por sí mismo, ya que podía ver solo unos minutos cuando se trataba de él, lo que llamó su atención.
"Solo eres un entrometido," dijo Stephen mientras dejaba a Arkon en el suelo y se acercaba a Whitney.
"Whitney, perdona que te pida esto, pero necesito dos gotas de tu sangre para salvar a mis amigas," dijo Stephen mientras acariciaba al unicornio.
"Hfff. *Cloc," el unicornio respondió, asintiendo y golpeando el piso una vez para dar su consentimiento.
"Gracias, amiga. No te preocupes, no te dolerá," dijo Stephen mientras acariciaba su espalda y luego salieron dos gotas blancas brillando, sin que el unicornio sintiera nada.
"Ya está, amiga. Si quieres algo, pídemelo, y Arkon actuará como intérprete," dijo Stephen con una sonrisa.
"Hiiii uffff *cloc* cloc," relinchó Whitney mientras enviaba una mirada a Arkon, que estaba jugando con las hermanas Greengrass, el cual rápidamente se acercó a Stephen para traducir.
"[Comida. Comida. Bebe. Nieto]," dijo con señas Arkon.
"¿Quieres decir que tu hija está embarazada y quieres darle más comida? ¡Felicidades!" dijo alegre Stephen mientras acariciaba muy feliz a Whitney. "Mañana enviaré a Misty que traiga mucha comida y regalos, no te preocupes."
Al escuchar eso, el unicornio relinchó alegre, y luego el demiguise, sabiendo que Stephen estaría ocupado, se subió a ella, y los dos se marcharon rápidamente, haciendo que los animales de alrededor se marcharan con ellos, ya que Stephen tenía cosas importantes que hacer.
Mientras todos se marchaban, Stephen atrapó al escarbato que había podido robar las pinzas para el cabello de Astoria y se las cambió por una moneda de oro brillante, la cual el escarbato aceptó rápidamente antes de que Stephen se arrepintiera.
"Instructor Stephen, ¿la manera de curar la maldición es con sangre de unicornio? Pero se supone que tiene una maldición aún más fuerte," dijo Daphne mientras recibía la pinza de cabello y empezaba a arreglar el cabello de su hermana.
"Solo si es quitada a la fuerza. Muchas pociones usan sangre de unicornio, por eso existen lugares que los tratan como dioses. Y sobre todo, porque la maldición que tienen en su sangre es por la sangre de un unicornio," explicó Stephen mientras sacaba dos copas de vidrio de su bolsillo, mientras las hermanas lo miraban atentas.
Stephen tiró una gota en cada copa y luego miró hacia las hermanas un segundo antes de decir:
"Lo que van a ver, manténganlo en secreto. No quiero que empiece una guerra mundial mágica o algo así," dijo Stephen mientras se cortaba un dedo, y de él salía sangre roja brillando con la misma intensidad que la sangre de unicornio, dejando caer una gota en cada copa. Cuando las dos gotas de sangre se tocaron, se transformaron en un líquido dorado, casi sagrado, que llenaba ambas copas.
"¿Qué fue eso?" preguntó interesada Astoria.
"Tu sangre. ¿Por qué se parece a la de los unicornios?" también sorprendida, preguntó Daphne.
"Sangre pura de un mago. Algo que todas las familias mágicas buscan, pero que se perdió en el tiempo," explicó con tranquilidad Stephen, dejando anonadadas a las hermanas, las cuales querían seguir preguntando, pero sabían que solo saber la existencia de tal sangre ya era peligroso.
"¿Por qué confías en nosotras? No nos conoces desde hace tanto," preguntó Daphne con un poco de culpa.
"De verdad, eres mala en oclumancia," dijo Stephen con burla, viendo los cambios de gestos de Daphne cada minuto.
"Si quieren una respuesta concreta, es porque sé que no son malas chicas. Así que, tomen esto y ya," dijo Stephen con una sonrisa, haciendo que ambas se ruborizaran y tomaran la copa de una vez para ocultar su rostro.
Luego de tomar el líquido, sintieron como si su cuerpo se calentara cómodamente, haciéndolas sentir ligeras y alegres.
"En unos días se completará. Volvamos al castillo antes que anochezca," dijo Stephen mientras caminaba y las hermanas lo seguían muy alegres.
Esta vez, Astoria llegó hasta la puerta del castillo sin cansarse, por lo que tenía una gran sonrisa, aunque seguía bastante sudada, ya que no hacía mucho ejercicio seguido.
"Puedes unirte a entrenar artes místicas para recuperar estado físico," dijo Stephen, mirando la cara sudada de Astoria.
"Gracias, príncipe," dijo Astoria, dándole un abrazo alegre y luego marchándose rápidamente para darse un baño.
"Gracias, instructor. Mi familia siempre estará agradecida," dijo Daphne, dando un saludo noble y luego mirando la cara de Stephen, ruborizándose.
"Te voy a contar un secreto más. Soy un legilimente innato, por eso te dije que eres mala en oclumancia," dijo Stephen con una sonrisa burlona, haciendo que Daphne se avergonzara y saliera huyendo sin mirar atrás.
"Jajaja" Stephen sonrió mientras caminaba hacia la sala de Griffindor ganándose la mirada enamorada de todas las niñas que pasaban