Correjido por chatgpt.
Espero les guste el capítulo.
Sones así dejen sus piedras porfavor eso me alienta a seguir.
Sin más preámbulo aquí el capítulo:
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Stephen caminaba por los pasillos del tren, revisando a los alumnos junto a Penélope, alumna de Ravenclaw. Percy se moría de celos por no poder estar con ella, pero a Stephen no le importó mucho. Mientras tanto, algunas chicas le daban golosinas, así que tenía las manos llenas de bocadillos.
—No es tan malo ser prefecto —dijo Stephen a Penélope mientras le ofrecía un caramelo.
Ella lo miró, algo cansada.
—Stephen, deberías tomártelo más en serio —dijo, aunque de todas formas tomó el caramelo.
De repente, el tren se detuvo, y el aire empezó a tornarse frío y tenebroso. Las ventanas comenzaron a congelarse, asustando a varios alumnos cercanos.
—¿Mm? ¡Cierto, eso! —exclamó Stephen, mirando a su alrededor.
—Bueno, alumnos, entren a sus vagones y cierren las puertas. No se preocupen —dijo Stephen, haciendo señas a Penélope.
—Penélope, ¿todos practicaron el hechizo que les envié en vacaciones? —preguntó rápidamente Stephen.
—Sí. Aunque es un poco complicado, todos pueden llegar a unos metros de distancia, al menos.
—Ok, servirá. Si ves algo que te asusta, úsalo sin pensarlo dos veces. Envía mensajes a los demás para que hagan lo mismo. Yo iré al vagón que no tenga a uno de nuestros muchachos —dijo Stephen rápidamente.
—¿Qué? ¿Viene algo malo? —preguntó Penélope, nerviosa, mirando hacia todos lados.
—Tranquila, eres una de las mejores del grupo. Si pasa algo, puedes contenerlo, y los demás vendrán a ayudarte —dijo Stephen, tranquilizando a Penélope, quien asintió, aunque algo insegura.
Stephen se puso en marcha para revisar los lugares donde no tenía estudiantes que supieran usar la magia de eldritch para defensa. Llegó al vagón de los de tercer año, donde, desde el principio, había sospechado que se encontraría el epicentro de los problemas. Aquí estaban los estudiantes a quienes más les costaba aprender la magia de eldritch.
Cuando llegó, vio a Neville, Ginny y Luna, quienes entraban asustados al vagón donde Stephen supuso que estaba Harry. Del otro extremo del pasillo, un dementor apareció sin mucho preámbulo y se dirigió directamente hacia ellos.
—Mmm. Fue específicamente hacia ellos. ¿Será porque siente el alma rara de Harry o por otra cosa? —pensó Stephen, observando si sus alumnos reaccionaban o, como siempre, se paralizarían en momentos de peligro.
El dementor abrió la compuerta y comenzó a absorber el espíritu de Harry, quien apenas logró invocar el hechizo de purificación, pero solo a unos centímetros de distancia. Al no poder atacarlo, el dementor se dirigió hacia los demás presentes.
Justo cuando estaba a punto de atacarlos, una mano lo agarró por la cabeza y lo alejó de ellos.
—Bueno, mucho mejor de lo que esperaba, Harry. Aunque dejaste bastante que desear —dijo Stephen, mientras sostenía al dementor, que se retorcía intentando liberarse.
—¡Jefe!
—¡Stephen!
Todos miraron sorprendidos al joven que había llegado para ayudarlos, mientras Harry no sabía si había recibido un cumplido o no, pero se alegró de ver a Stephen.
—¡Eso es un dementor! Se supone que son los guardianes de Azkaban. ¿Qué hacen aquí? —preguntó Hermione mientras reconfortaba a Luna, quien estaba pálida y llorando.
Al ver esto, Stephen frunció el ceño y, sin decir nada, aplastó la cabeza del dementor con su mano, que brillaba con magia de purificación. La criatura desapareció como niebla.
—Tomen, algunos alumnos me dieron caramelos y chocolates. Les ayudará a recuperar el ánimo —dijo Stephen mientras repartía las golosinas y acariciaba la cabeza de Luna para consolarla.
—¿Cómo hiciste eso? Se supone que los dementores no pueden morir —dijo Ron, sorprendido.
—Es la magia que les dejé de tarea, tonto. Ya veo que no practicaste mucho —dijo Stephen, mirando a Ron como si fuera un idiota.
—¿Te refieres a la magia que sirve para repeler criaturas oscuras como inferi, vampiros y hombres lobo? En el mensaje dijiste que solo las repelía —dijo Hermione, claramente entendiendo de qué se trataba.
Stephen notó que el hombre en el vagón había reaccionado extrañamente al escuchar "hombre lobo" y lo reconoció. Stephen lo miró por un segundo con una sonrisa y le hizo un gesto de saludo antes de responderle a Hermione.
—Más tarde, sabelotodo —respondió, sin dar más explicaciones, ya que no era el momento ni el lugar para una clase.
—Iré a hablar con el conductor, veo que están en buenas manos —dijo Lupin antes de marcharse rápidamente.
Mientras tanto, a Stephen le llegaron alertas de mensajes en su mágicphone, así que revisó rápidamente por si alguien tenía problemas. Parecía que todos habían hecho bien su trabajo. Tal vez Penélope se pasó un poco, haciendo explotar medio vagón, pero nadie resultó herido, ya que llegaron refuerzos y la ayudaron a espantar al dementor.
—¿Están bien? ¿O necesitan que me quede? —preguntó Stephen amablemente.
—Estamos bien, yo me encargo de Luna —dijo Ginny, abrazando a su amiga, quien mantenía al loro invocado en su hombro, mostrando gran concentración a pesar de la situación.
"(Sorprendente. ¿Debería enseñarle más magia de invocación?)" pensó Stephen, observando a Luna, aunque rápidamente descartó la idea. La magia de invocación que conocía podía ser peligrosa, y no quería que un ejército infernal se descontrolara en el mundo.
Asegurándose de que todos estaban bien, se marchó y revisó a los demás alumnos en el camino.
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Cuando llegaron a la escuela, todos vieron a los dementores merodeando en el cielo, y, sobre todo, a algunos de ellos en la entrada del colegio, lo cual asustaba a muchos. Ron ayudó un poco contando cómo, supuestamente, se enfrentó a uno en el vagón junto a Stephen para destruirlo para siempre. No todos le creyeron, así que algunos preguntaron a los demás, ya que sabían que estas criaturas eran prácticamente indestructibles. Cuando confirmaron que era cierto —excepto la parte en la que Ron ayudó—, varios se sorprendieron y comenzaron a acercarse para caminar junto a Stephen.
Así, Stephen caminaba rodeado de un grupo de estudiantes hasta que entraron al castillo.
—Aléjense. Los dementores no van a entrar a la escuela —dijo Stephen, molesto, ya que, si bien no le molestaba tanto que lo rodearan, preferiría que no lo hicieran los chicos. Las chicas los miraban con envidia y les gritaban "¡Cobardes!".
—Jefe, ¿por qué siento que los dementores se ven raros? —preguntó Fred, mirando el cielo.
—Lo dices como si los vieras seguido, Fred —se burló George.
—Tal vez están molestos porque uno de ellos murió, algo extraño en su existencia. No se molesten con ellos, son como cucarachas; se multiplican en lo oscuro y húmedo —dijo Stephen sin preocuparse.
—¿Crees que el ministro se moleste? —preguntó Jordan.
—No me importa, pero quien sí estará molesta será mi abuela. Quiero ver qué dice el ministro para defenderse —dijo Stephen con una sonrisa.
Finalmente llegaron al Gran Comedor, donde todos se sentaron en sus lugares para esperar a los nuevos alumnos. Stephen ya no se molestaba mucho en prestar atención, pues estaba enviando mensajes por debajo de la mesa con su mágicphone.
—¿Algo interesante, jefe? —dijo Fred con una sonrisa burlona.
—Qué bueno que existen los teléfonos y no hace falta enviar cartas por lechuza —intervino George, con su tono sarcástico.
—No es nada. Solo trabajo —respondió Stephen lo más tranquilamente posible para no darles cuerda.
—Siempre tan ocupado con el trabajo…
—O el parque…
—O el entrenamiento…
—O las citas…
—O el amor… —dijeron los gemelos, uno detrás del otro, tratando de conseguir alguna reacción de Stephen, quien permanecía imperturbable.
—No sé de qué hablan, pero el director está por hablar. Tengan respeto —dijo Stephen, obligándolos a mirar hacia Dumbledore, aunque los gemelos seguían sonriendo con complicidad.
—"… les voy a presentar a los dos nuevos profesores…" —anunció Dumbledore.
Mientras el director hablaba, los gemelos le susurraron a Stephen:
—Fleur nos dijo que vigiláramos para que ninguna chica se te acercara —dijo Fred con una sonrisa pícara—, o te mataría... y luego a nosotros —añadió George, dándole una palmada en el hombro y mirándolo con burla.
Finalmente, vieron un destello de pesar en el rostro de Stephen, lo que les provocó una carcajada que fue interrumpida por una mirada severa de la profesora McGonagall.
—debo decir que ahora que es más tranquila.
—tambien es más aterradora— dijeron ambos para alejarse ante que la profesora Mcgonagall enloquezca.
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Al día siguiente, Stephen fue llamado junto a Hermione al despacho de McGonagall.
—Siéntense, por favor —dijo la profesora al ver que ambos llegaban.
—¿Para qué me buscaba, profesora? —preguntó Stephen, algo extrañado.
—Señor Flamel, como verá, la señorita Granger ha seleccionado todas las materias opcionales —explicó McGonagall.
—Oh, eso debe de ser agotador —dijo Stephen, mirando a Hermione, sorprendido.
—El caso es que, normalmente, Hogwarts otorga giratiempos a los buenos estudiantes, como Hermione, para que puedan cumplir con sus responsabilidades, pero me temo que este año eso no será posible —explicó McGonagall.
—¿Y eso por qué, profesora? —preguntó Hermione.
—Bueno, parece que los giratiempos ya no funcionan —respondió McGonagall con algo de pesar.
Stephen escuchó esto y, aunque quiso disimular, una sonrisa intentó escaparse de sus labios.
—Si no funcionan, ¿no pueden hacer otros? —preguntó Hermione, confundida.
—Lo han intentado, pero cada vez que se usa uno, simplemente deja de funcionar, como si algo lo impidiera —explicó la profesora.
—Qué raro —dijo Stephen, tratando de parecer sorprendido. Hermione, sin embargo, lo miró con algo de sospecha.
—Entonces, lo he llamado a usted, señor Flamel, porque desde su tercer año hasta ahora ha tenido una puntuación perfecta en todas las materias. Me preguntaba si podría ayudar a la señorita Granger. Según entiendo, ella forma parte de su grupo de estudio.
—Claro, es fácil. Yo me encargo —respondió Stephen con una sonrisa.
—Perfecto, entonces pueden ponerse al corriente —dijo, satisfecha, McGonagall. Aunque tenía una pequeña duda, confiaba en Stephen, sobre todo porque hacía tiempo que no se metía en problemas.
Así concluyó la reunión, y ambos se despidieron de la profesora.
—¿Sabes qué sucedió con los giratiempos, verdad? —preguntó Hermione mientras caminaban.
—¿Qué te hace pensar eso? —respondió Stephen, sin mirarla.
—En el cine, cuando fuimos con todos, cada vez que hablaban de viajes en el tiempo ponías una cara rara. Todos lo notamos. Y ahora, cuando la profesora McGonagall habló de los giratiempos, ni siquiera cambiaste de expresión —dijo Hermione, analizándolo.
Stephen se detuvo de golpe y la miró a los ojos por unos segundos. Luego, le revolvió el cabello y siguió caminando como si nada.
—Vamos, te enseñaré magia astral, de iluminación y de memoria —dijo Stephen tranquilamente, cambiando de tema.
—¿Magia astral? La de iluminación y memoria la entiendo, pero… ¿en qué te ayuda volverte un fantasma? —preguntó Hermione, dejando de lado el tema anterior al ver que no conseguiría más respuestas de Stephen.
—Porque cuando eres un fantasma, tu cuerpo descansa y puedes estudiar todo lo que quieras —explicó él tranquilamente.
—Ya veo… ¿Y qué harás con el presentismo? —preguntó nuevamente Hermione, acelerando el paso para acercarse a Stephen.
—Clones o ilusiones, tú eliges —suspiró. Empiezo a arrepentirme
Mientras seguían caminando Hermione seguía haciendo preguntas una tras otra.
—Entonces, ¿los clones comparten información, pero las ilusiones no?
—masomenos cuando se vuelven a unir te dan un resumen. Las ilusiones son solo eso, ilusiones.
—Con uno, técnicamente, estás presente; con el otro, no tanto…
Antes de que Hermione terminara su explicación, Stephen se detuvo de golpe, haciendo que ella chocara con su espalda.
—¿Q-qué estás haciendo? —murmuró Hermione, con dificultad para hablar, ya que Stephen le estaba estirando las mejillas.
—Si no dejas de preguntar, te lanzaré a los gemelos y que ellos te enseñen ilusiones. Ellos son buenos en ellas ¿Eso quieres? —dijo Stephen seriamente sin dejan de tirar de la cara de Hermione.
Al escuchar eso, Hermione negó rápidamente con la cabeza como pudo.
—Bien. Ahora sígueme a la sala común de Gryffindor para que dejes tu cuerpo, y en forma de fantasma puedas estudiar sin descanso —dijo Stephen, soltando sus mejillas. Hermione asintió rápidamente, lista para seguirle el paso.
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